miércoles, 30 de junio de 2010

Boadilla del Camino-Carrión de los Condes (i) (Diecisiete de Septiembre)

Segundo camino, y más de lo mismo. Segunda despedida importante, primera de este trayecto. También primer reagrupamiento. Por fin hemos vuelto a encontrarnos con Philip, Miriam y Denis; en un bar de Población de Campos que aún recuerdo. A Mónica ni la cuento para esto de los reencuentros. Lo de Ana parece haber sido como una estrella fugaz a la que todos pedimos nos fueran concedidos nuestros sueños. Nuestros sueños siguen durmiendo y ella ha desaparecido fundida con el olvido. Para rematar la faena, al final de la jornada nos abandonaría Fernando, no sabía, no sabíamos ninguno, al comenzarla si en Frómista, Villarcázar de Sirga o Carrión de los Condes. Porque se le ha acabado su tiempo, el que lleva reservando cuatro años para estos menesteres.

martes, 29 de junio de 2010

Convento de San Antón – Boadilla del Camino (xi) (Dieciséis de Septiembre)

La recompensa de mi colega por todo lo que compartimos; aquel compañero que había sido amigo y referencia, apoyo y consuelo, aunque apenas coincidiéramos en cuatro o cinco destinos... Y en muchos momentos fugaces, ladrones expeditivos de corazones, como su persona. ¡En un mes entero, tantos instantes intensos...! De la mano, tres o cuatro a lo sumo, pero cientos de sentimientos. Había dejado preñada mi atención de su buena estrella. Un destello que había seguido rutilando durante el verano triste que he pasado en casa esperando el regreso; y ya estoy regresando..., quizás para encontrarme en el punto en el que me encuentro. Uno de esos hitos fundamentales que aceptar sin recelos, sin rencores, sin ira; un grado más de compromiso con lo que me fuera a deparar el destino. Otro trance doloroso al que he tenido que hacer frente para que el parto no pariese otro aborto. Otra de las muchas curas de humildad que me tiene preparado el azar para crecer un centímetro más. No habría sido la primera ocasión, ni tampoco será la última, en la que habría rechazado al maestro; en la que habría repetido, una vez más, el mismo error. De nada serviría la predisposición generosa del profesor, ni todos los libros y teorías, si el alumno no estuviera presto, dispuesto a revolcarse en sus conmociones feroces.

Si no hubiese venido el destino avalado por el consejo de aquel compañero que tanto aprecio no le habría hecho caso, pero si él me había puesto sobre esta pista por algo habría sido. Un ser afín a Aarón, algo tendría de razón, no se unen sin condiciones dos que no comparten un enorme corazón... Su sonrisa no habría casado bien con un déspota intransigente y atroz que robase carcajadas sin ton ni son, y sembrase el llanto sin compasión en otros peregrinos movidos por el amor. Ten paciencia, me había estado repitiendo para mis adentros, desde el primer momento; y había buscado su arista roma cuando solo lanzaba andanadas... Aunque todas se exhibían afiladas... En el fondo debe de haber un hombre sensible, un chico maltratado por la vida; ahí adentro había de esconderse un poeta.

Un presente diferido a un futuro diferente, no tuvo que ser entonces porque si no, quizás, jamás habría ocurrido lo que está aconteciendo... O, tal vez, porque así tenía que ser y es. Me lo había pasado de largo en el anterior Camino, no sólo porque me pareciera ruidoso para la paz que yo le exigía a una experiencia mística.... El destino quiso que mi Ángel de la Guarda particular me regalara de esta manera la oportunidad de retornar; decorada con el lazo de la invitación a visitar un lugar que ya había dejado atrás. Aarón, “Mi gozo en un pozo “. Por fin comprendo mis sentimientos y los relaciono... Aquella sensación de vacío tenso, la letanía recurrente que atraía la obsesión intransigente; la frustración que me había alejado de participar en las celebraciones por haber llegado a la tumba del Santo. Al llegar el doce de Junio a Santiago de Compostela había huido destrozado por algo.

El día anterior, once de Junio dichoso, en el Monte do Gozo, aquel canario de sonrisa perpetua me había sugerido, con su propuesta, la posibilidad de repetir esta aventura. Aarón... Me pregunto dónde estaría ahora... Me respondo al instante... Seguramente, disfrutando como él sólo siente, en sus islas privilegiadas, del descanso merecido por tantas peripecias absorbidas en su viaje por la naturaleza, por su religión y por las piedras de tantas iglesias... Creo que me tendría envidia si supiera que estoy haciéndole caso y robándole un poquito de este rincón bendito. No sé si Serafín y su calimocho habrá sido fundamento o excusa; la salida o la meta, posiblemente sería el mientras tanto para que vaya aconteciendo todo lo que me vaya a deparar este reencuentro con un montón de experiencias distintas. Aceptar un consejo, escuchar las señales del cielo en boca de una ristra de dientes impolutos, blancos como la luz que despedían sus ojos. El reflejo de su espejo empezaba a librarme del polvo de la soberbia, de tantos otros nudos viejos, acumulados durante mucho tiempo en forma de orgulloso orgullo, supuestamente sano; posiblemente el origen de la mente enferma que me a empujado a todo esto, en busca del salvavidas definitivo. Definitivamente, Aarón me había ofrecido otra arista de mi retrato.

lunes, 28 de junio de 2010

Convento de San Antón – Boadilla del Camino (x) (Dieciséis de Septiembre)

Una fachada, aunque en apariencia dura y fiera, a punto de desplomarse en la más grotescas de las tragedias. Por su mala conciencia, porque debía de haber aprendido a acertar con sus malos presagios; porque no aceptaba propuestas ajenas que no se adaptaran a sus mente aviesa, porque no había conocido otra cosa o porque detrás de la verja amenazaran fieras. Un caparazón, una coraza, la concha del peregrino enquistada en su cara; exhausto de venir tirando, de carros y carretas empujando, en sentido contrario, desde sus recuerdos ancestros. ¿Quién sería aquel niño que desde dentro de sus complejos, a través de sus pupilas encendidas, seguía pidiéndole ayuda a gritos al adulto asustadizo? Todo tiene un porqué, por supuesto... Y este tipo también tendría motivos para hacer caso a su ego... Lo que no era sincero era su porte pendenciero y por eso... Antes se pilla, aun en estos caminos, a un mentiroso que a un cojo.

Ese rostro que me atraía y repelía a partes iguales...; había aceptado el envite de su indiferencia supuesta, de sus ataques crudos... Y me siento satisfecho. No he rehuido la misión de mostrarle mis cartas, aquellas que había guardado a buen recaudo desde sus primeros improperios. Tras haber acatado, uno tras otro, todos sus descartes. Creo que le he pillado despistado, aferrado a su prepotencia de pega. Un libro entre otros muchos: ¿te gustan las estrellas? De libros de ese tipo tenía la estantería de la sala de estar, repleta. Te regalo éste para que le saques provecho, aquí, en el Camino de la Vía Láctea, seguro que interesa... Ya estaba harto de pasear un peso muerto. Cargaba desde mi casa con él y no sabía el motivo, lo había comprado unos días antes en Logroño en una librería de libros viejos a precio de saldo. “El libro de las estrellas” ha sido la llave que ha abierto sus puertas.

Entre otros pocos afortunados, yo hoy había sido el elegido; y entre estos, el predilecto; a cambio de un mamotreto me ha contado mil historias, cientos de recetas, una poesía hermosa, un placer compartido, un instante de encuentro. Me he dado cuenta de que las doce de la noche es la hora perfecta para estar despierto, también siendo un peregrino que mañana madrugue. Bien valdrá la pena, si fuera por esto, soportar legañas, somnolencia y bostezos. Del peregrino una parte ineludible, abandonada por las prisas, por el miedo a la jornada siguiente, por lo que fuera. Quien desprecia las tertulias nocturnas desaprovecha más de la mitad de la experiencia .

domingo, 27 de junio de 2010

Convento de San Antón – Boadilla del Camino (ix) (Dieciséis de Septiembre)

Era lo que yo creía que sería, lo que anhelaban mis deseos que fuera, no podía ser de otra manera, porque de otra manera no habría acontecido nada de esto.

sábado, 26 de junio de 2010

Convento de San Antón – Boadilla del Camino (viii) (Dieciséis de Septiembre)

Se había acostumbrado a odiar a todo lo que sin su permiso se menease... Porque tenía motivos. ¿Porque no le había tratado bien la vida? ¿Porque las circunstancias no le hubieran sido propicias? ¿Porque los demás...? Maldita la cabezonería de la envidia. Porque yo también echaría balones fuera si de mis balones se tratara, pero como no era ese el caso, mejor me callaba. O al menos eso creía. Creo, por todo esto, que como otros muchos ha acabado creyendo las mentiras que le contaron padres, tíos y demás familia... Para no verse reflejado en los espejos que le pone la gente de frente. Ha heredado las mismas excusas de progenitores incapaces de afrontar las pendientes, las subidas y bajadas de los valles y montañas; accidentes naturales como esos que dice que le divierten. Una postura aprendida que le solía rendir los réditos apetecidos; cuando cacarear era el arma esgrimida por el adolescente pendenciero. Confundía el respeto, que él seguía perdiendo, con el miedo, que producía por ser un desalmado. Rompo tu espejo quebradizo con mi escudo de hierro y lo hago añicos, por si acaso reflejas algo que no me interesa.

Pero en el mundo de las personas coherentes y valientes no asustan esas tonterías de críos. Aquí somos peregrinos hartos de subir y bajar cuestas abruptas. No alcanza su vista más allá de sus narices, no quiere hacerlo por si acaso descubre todas las cosas buenas, todos los rincones y promontorios, cada una de las oportunidades que ha ido tirando a la basura, dejando que pasaran de largo, por estar mirando hacia el lugar equivocado. Por él, y por lo que si se encierra en su camerino no me aporta, me ha dado pena que no se mostrara a jornada completa con la sinceridad que ante mí lo estaba haciendo. Aquí se siente útil y en su tierra era un currante inútil expuesto a la indiferencia de la gente. Aunque sea para criticarle, aquí está en boca de todo el que pasa por delante de su mirador privilegiado; un balcón al exterior por el que miran sus entrañas rasgadas. Aquí le reconocen y eso es suficiente. Están justificados todos los sinsabores que aquejen a su ira; por ello lo ha dejado todo, aunque aquí también le duela a menudo el alma.

Porque no se regalaba a cualquier precio me estaba sintiendo recompensado. Acostumbrado a darlo todo guardándose en lo más profundo de su sima su fondo; daba esperando el retorno. ¿Recibir algo a cambio?, ¿tal vez, sentir recibida de buen grado la generosidad que él ofrecía? Estableciendo baremos, por escaldado baremos extremos. ¡Qué menos...! Suele exclamar para justificar lo que sabe que no tiene excusa, porque es el problema, con su propia persona. En el fondo de lo más profundo de ese ser acomplejado sabe que el fraude ya viajaba con él mucho antes de que todo esto que experimenta no fuera más que el parto de tiempos inmemoriales. ¿Y si no fuera tan bueno aquello que dice haber dejado atrás? ¿Y si justamente lo hubiera hecho extraordinario no tenerlo? ¿Por qué, si no, se habría metido en este lío? No exige correspondencia, suplica que la vida no pase por su vida con indiferencia. Por eso y por un montón de cosas que sólo acontecen a altas horas compartiendo calimochos, me he reconocido un privilegiado. ¡Premio, por eso, para el caballero eternamente enfadado!

viernes, 25 de junio de 2010

Convento de San Antón – Boadilla del Camino (vii) (Dieciséis de Septiembre)

Oportunidades salpicadas a lo largo y ancho del Camino, tan solo al alcance de quien pasee sin prisas, atento a cada resquicio. En rincones escondidos, ocultas para quien creyese que por parar perdería el turno, o en un promontorio hermoso, a la vista de todos los que no cierren los ojos. Lo único que requería esta vez mi golpe de suerte era un tacto despierto para percatarme del guiño cómplice de su mirada asesina... Con su desconfianza inicial y el desafío pertinaz no quería espantar más que al niño asustadizo que no ha dejado de maltratarle, con su exaltada arrogancia y el afán de protagonismo atroz, desde que nació. Un par de ojos absurdos que exigen distancia, quizás con motivos, quizás sin justificación, ni excusa... Eso ya no me importa. Un par de mendigos que vagan por las tinieblas suplicando esas sonrisas que se le resisten, que él mismo se niega. No sé qué es lo que fuera de su pasado pero el azar me había traído a su lado para compartir con él esos instantes escasos, fugaces, caros que no le permiten disfrutar a menudo sus hábito pervertidos; el cruel maquillaje postizo tras el que se oculta un adulto asustadizo... Esos instantes gloriosos que yacen sometidos hasta después de media noche; cuando ya hace al menos dos horas que duermen tranquilos el resto de caminantes.

Ponle un calimocho a este peregrino, le ha indicado a su ayudante, amigo. Y siéntate aquí conmigo, conversemos un rato, me ha sugerido sin ser capaz aún de abandonar su afán impositivo. El Camino también se recorre tomando vinos y compartiendo estos ratos en los que el entorno guarda silencio porque la mayoría descansa creyendo que el misterio está entre las piedras. Aunque no bebo, y ya se había pasado la hora de acostarse, no he rechazado su oferta, por supuesto. Aceptar la hospitalidad sin recelos es una postura honesta; no quería perder esta nueva apuesta... Mañana ya dispondría la orquesta la melodía... Además, ¿cómo resistir la tentación de mantener un debate con un ser tan arisco? Cada vez me gusta más escalar cumbres borrascosas y riscos. No he dudado en añadir a la lectura entre vistazos soslayos, el tacto de sus palabras...

Para darle una vuelta de rosca mas a mi empeño, y a los secretos de su imperio. Compartir tantas y tantas cosas, en este tono de afecto que había mostrado con su destello humano... No tenía demasiado tiempo para sembrar la semilla que llevo en su tiesto, o quizás tuviese toda la vida. O posiblemente, el tuviese para mi alguna noticia que prestarme. No iba a ser uno de tantos que le negara mi sonrisa, mis ratos, mis confidencias; escuchar las suyas. Había decidido que me iba a dar la oportunidad de darle las gracias, mañana al marcharme, por haberme servido.

miércoles, 23 de junio de 2010

Convento de San Antón – Boadilla del Camino (vi) (Dieciséis de Septiembre)

Se había metido en este embrollo, de repente. Un día que pasó por enfrente de esta puerta, la puerta de una vocación latente; o la solución a problemas de los que quería deshacerse. Yo creo que lo tengo claro, aunque el porfíe con sus entrañas defendiendo lo contrario. No creo que lo encontrara buscando, más bien le salió al encuentro habiéndose desterrado antes voluntariamente del contacto con la gente ordinaria, huyendo de algo extraño. Escapando tal vez de una historia corriente, que por ser tan normal le hubiera desbordado. La ira que desprende no es una ira nueva, el odio lo tenía añejo enquistado en sus sienes, latiendo contra corriente. Creo que le venía de serie.

Por eso, seguramente, no le habría temblado el pulso para casarse, de por vida, con los impuestos de lujo que le obliga a pagar esta hacienda; comprometido todo el año, aunque las necesidades básicas ofrecidas durasen apenas seis meses. “No estoy aquí por el negocio”, no dejaba de repetirlo, una y más de mil veces; parecía ser el punto de apoyo sobre el que girara su mundo. Te voy a cobrar siete euros, más que en los que no son privados, más del doble de lo que en los de la Xunta te cobrarán en Galicia, porque yo estoy aquí todo el año. También en el crudo invierno, cuando el negocio no niega el ocio y hasta alienta el aburrimiento. Y no es una excusa, por supuesto, más bien parece amenaza... O lo tomas o lo dejas; y si lo dejas es que no entiendes nada y me haces un gran favor si coges tu mochila y te marchas de este antro inmundo en que sólo admito a personajes del inframundo; del mundo paralelo en el que las comodidades incomodan y los turistas sobran. Aquí sólo queremos peregrinos genuinos de los que adoran sus ampollas; y las curan y las miman... Y de los que no escatiman las dificultades que soportan. Sólo si eres de los míos te quedas.

Cuando el tiempo pase lento y la mayoría de los días ni siquiera asome un alma que le transmita calma; que sosiegue la impaciencia que le produzca el crepitar de la hoguera a solas. Cuando la estufa siga consumiendo leña y, perdida la mirada en su pira, haga cuentas descuadradas porque la madera cuesta dinero... Cinco o seis meses en los que de este pozo no mana agua porque los hielos congelan, además de los manantiales, los ánimos; y ni al aliento le da tiempo a evaporarse... Cuando ni Dios se acuerde del Camino de Santiago él seguirá aquí esperando al peregrino diligente. Aunque se convierta todo esto en agujero negro que vaya devorando ingresos pasados y futuros. No conseguirán que se arrepienta cinco meses de derroche de recursos inexistentes, ni los gastos que sigan restando igual que en verano. Cuando esto no rinda beneficios pingües él estará aquí presente, aunque las subvenciones sean para otros que en esas fechas de climatología inclemente clausuren sus negocios con un cartel de ausentes por falta de negocio, justamente...

Justamente, él aquí, en su garito, aguantará esperando. Cuando las dificultades para el caminante no sea apariencia, él atenderá al único peregrino que entonces camine congelado por las nieves de estos parajes inclementes. Y a él si que le regalará la litera, y le preparará la comida y le ofrecerá, si la acepta, su compañía sincera. Todo por la cara, por su cara humilde cubierta de hielo, humillada por el gélido viento... Porque ese peregrino sí que será de los suyos, sí que será de los nuestros.

martes, 22 de junio de 2010

Convento de San Antón – Boadilla del Camino (v) (Dieciséis de Septiembre)

Rudo, dueño de una cortesía extraña, amordazada por la misma coraza en la que encierra su corazón mudo; el corazón que poco a poco le mata, que encogido en su pecho se va suicidando en cada ataque de rabia; destila ira por cada poro del alma. Hasta esas sus orejas afiladas escalan sus hombros buscando la protección de unas alas que por no saber que están prestas aún no han alzado el vuelo. Anduvieron sus pies mucho tiempo, caminarán muchos kilómetros, pero no es su momento... Sigue atado al suelo, amarrado a cosas mundanas que ya tendría que tener superadas. Quiere aparentar fortaleza, pero la confunde con la dureza; anchando sus omóplatos logra justamente lo contrario. Él es un hombre alto que pierde altura estirando.

Porque le hace daño que todo lo que a él le ataña no se trate con tiento, aunque él destroce sin contemplaciones cualquier argumento que a sus argumentos no se acoplase; tiene un trato discreto con las atenciones a lo ajeno, pero un radar muy complejo para los cuidados que él dice que merece; aquellos de los que en su seno interno no se cree digno. Cualquier opinión que contra la suya atente le da la razón y revierte beneficio pingües en su baúl de recelos. Se enreda, por eso, en gestos grotescos que no hacen justicia a sus valores internos; y como no hay demasiados que tengan la paciencia para ir royendo poco a poco su indiferencia impostada, tanta soberbia mal dispuesta... Se va aislando poco a poco en su disfraz de gótico postmoderno; oculto tras una sonrisa rala que estalla, cuando despierta, en carcajada forzada; ironías espetadas. Deben de descojonársele las entrañas cuando se las arrancan de cuajo, sutiles bromas pesadas. Estás en mi terreno, y en mi terreno manda el menda, de puertas afuera haz lo que quieras; desde que entras, siéntate, obedece y calla.

Exhibe la indiferencia contra la incoherencia, pero por dentro le abrasa la hoguera del peregrino que ve perdida la esencia de un camino que creía y quería propia. Él con sus excusas en su casa ordena y mata; no aguanta. En el fondo de un arroyo se ahoga, fondo negro como su gorra negra... Serafín es su nombre, y es también nombre de ángel, pero le brillan unos ojos del demonio. Así nos pasa por los morros su hegemonía y defiende su patrimonio contra intrusos que no le entiendan, que le pervierten, que le malinterpretan, que le encienden. Hace unos años pactó consigo mismo matrimonio, y con las ampollas que él también había padecido. Injusta, injusticia siniestra; por huevos se había montado su albergue y había abandonado en Abetxuko, un rincón de Vitoria, allí por el País Vasco, padres, novia y una vida alegre.

lunes, 21 de junio de 2010

Convento de San Antón – Boadilla del Camino (iv) (Dieciséis de Septiembre)

¿Prueba superada? Ya me habría gustado pero aún quedaban unas cuantas espinas para enfilar el camino de rosas. De repente se ha sacado de la manga una pregunta, tan inesperada como inoportuna. Que quién era el que roncaba ha preguntado; sin medir las consecuencias, como parecía hacerlo todo, de forma directa y sin dobleces; cortante y, como siempre, contundente. Tenía fino el oído este amigo “sorderas”; sólo se hacía el orejas para no oír lo que no le interesara, cuando le diera la gana. Hacía como que no escuchara, pero no daba puntada sin hilo, tenía una boca fiera y dos orejas aguzadas para componer una terna abrasiva, agresiva y asesina. Es un audaz felino, atento en cualquier momento a la presa que saltara. Una confidencia tonta, por una chanza jocosa entre amigos de confianza. Joan bromeaba con Fernando, refugiados ambos en un hálito discreto bajo una escafandra que ellos creían que les protegería. Imperceptible para cualquiera, ni yo, que estaba a ellos pegado, habría reparado en el percance si el sargento de guardia no les hubiese delatado.

En este albergue no está bien visto el que ronca. Sería admitido sin problemas quien tuviera la lepra, incluso el portador de cualquier otra enfermedad contagiosa, pero en su fortaleza sus peregrinos descansan. Condenado a la hoguera, confinado en un rincón inmundo, no sé si de olor nauseabundo, el pobre desgraciado que, aunque fuera a su pesar, emitiera ruidos extraños por sus narizotas después de pagar la cuota que cuesta alojarse en este local. Tal y como estaban las cosas, he imaginado un lugar fatal; tal cual, una de esas pateras en la que cruzaban la frontera los paisanos de los padres de Denis para dejar su Cuba natal. En mi casa los peregrinos descansan, es su bandera y su lema; y tú que roncas, ya lo sabes, molestas.

El uno por el otro, los dos condenados al destierro, porque aunque todo había comenzado en broma, no ha habido forma de deshacer después el entuerto. Por si acaso el vigilante de su trinchera no ha querido abandonarla... Les ha dejado claro, por tanto, que los dos dormirían aislados, cuan deshechos de esta comunidad fraticida. La chanza les había sentenciado a ambos por roncadores pertinaces a tener que pasar la noche en una habitación de dos camas separadas del resto. Así, en el peor de los casos, no habría ningún otro dagnificado por el intercambio de monólogos ruidosos que pudieran establecer entre ambos. Nos dejarían a los demás tranquilos, ocurriera lo que ocurriera entre sus ronquidos.

El primero que pariría al segundo; y por éste sería engendrado uno tercero; así se iría sucediendo el historial de truenos ruidosos. Sinfonía de ronquidos y otra noche más despierto. El silencio completo, impuesto por real decreto, esto ya no es lo que era. ¿No decían que no era acomodada la vida del peregrino? ¿Si la quieres la tomas y si no la dejas? No es que viniera con la idea de escuchar tormentas, pero todo esto me estaba sorprendiendo.

Me lo merezco y se lo merecen, sobretodo, vuestros compañeros. ¿Se estaría disculpando ,acaso? Porque, aunque parezca que no pueda hacerlo os comprendo; sé que como roncadores empedernidos no podéis evitarlo, y que no lo hacéis a conciencia; en el momento en el que la empezáis a perder justamente comenzáis a ser un problema. Entiendo que es una actividad involuntaria pero si no pongo remedio... Poneos en el lugar del resto, vosotros os levantaréis descansados y los demás insomnes, agotados y enfadados. Con el respeto que hasta entonces había brillado por su ausencia, con un destello fugaz en su cara arisca que explicaba: no lo hago porque me de gusto putear a todo el mundo, sino porque es necesario... ¿Quién lo diría viniendo de su boca...? Por respeto.

Una experiencia extraordinaria ésta que está aconteciendo en este pozo dichoso; en éste que ya habíamos catalogado como el peor de los infiernos. La mordaza impuesta al ronquido sin fronteras estaba cambiando las cosas; y la forma recién estrenada en que había tratado al final el tema empezaba a darle la razón a mi paciencia. Sería la noche perfecta, sin siquiera un sobresalto fugitivo. Tú sí que sabes colega; me empezaba a caer simpático este tío estrafalario.

domingo, 20 de junio de 2010

Convento de San Antón – Boadilla del Camino (iii) (Dieciséis de Septiembre)

Camino de nuestros aposentos, iba diciendo; con paso firme, por supuesto. Le sobraban las cortesías vacías a su porte militar erguido, aunque fuera menos cierto que fingido. No sé lo que sería que le remordiese por dentro para mostrar tanto odio y escupir tantos pensamientos perversos... Tan solo estaba pensando, y seguía imaginando imágenes sonrojantes. Y no imagino, ni de lejos, a Ana haciendo este servicio militar forzado a la carrera, ni esquivando los proyectiles que, entre tanto y tanto, nos iba lanzando; por algo el destino le había impedido a ella que nos siguiera... O a nosotros, nuestras ganas esperarla. Mejor que se habría quedado por lo que de paz ella tenía y de guerra aquí se respiraba. Se ha adelantado, sin mirar hacia atrás por supuesto, al menos en apariencia, dictando a diestro y siniestro normas con su verborrea eterna; se me estaba haciendo largo todo aquello a pesar de que creyera que al final merecería la pena.

Y que le siga el peregrino, aunque sea su bien más preciado, arrastras; seguramente sacando la lengua y, cabalgando sobre ella, un corazón ya maltrecho tras tantos esfuerzos necesarios... Al que añadir este último, gratuitamente impuesto, por el capricho de un niño, con arrugas de adulto, que aún no había crecido... Su minuto de gloria, nuestra hora de espanto. Maldita la satisfacción que de ira se preña. Señores, ¿somos peregrinos o somos señoritos de feria...? A la derecha está la lavandería, recitaba con voz perversa dispuesta para impresionar a la gente. Hay lavadoras y grifos, pero la lavadora cuesta un huevo, eso lo decía con sorna. Tres euros al menos, para algo están las manos y el jabón natural de trozo, restregando con fuerza se sacan todas las mierdas, hasta las que llevas dentro pegadas desde hace tiempo. Restrégate, sin mecanismos automáticos, por tanto. Las botas y los bastones se dejan en la estantería de madera que hay detrás de la puerta, enfrente de la fregadera; ahora antes de entrar en los cuartos de descanso. ¿Que por qué no puedes llevártelas puestas? Porque a mí me da la gana; porque esta es mi casa. He seguido pensando, ya casi preocupado: a este paso, no lo logramos.

Y, ahora, en cuanto lleguemos ordenáis todas vuestras cosas, en silencio porque hay gente durmiendo; y no dejéis cosas tiradas ni desordenadas porque el espacio es de todos, no solamente vuestro. Y os ducháis en las duchas que hay entrando a la izquierda; continuaba el ordeno y mando, por un momento he pensado que íbamos a encontrarnos unos barracones con mangueras de agua congelada y una cuadrilla de esbirros lacayos preparados para obligarnos a no escaquearnos. Sin meter ruido, sin molestar a los otros. Iba bajando su alarido estruendoso a medida que nos acercábamos a la puerta que rezaba: “dormitorios, no se fuma, no se habla, aquí no se come, silencio”; en varios idiomas, por supuesto. Hasta convertirse en un susurro, y a pesar de susurro, mandato inquisitivo... Más normas sin motivo, ¿quién no sabe todas estas cosas? Prueba superada, cuando hemos cruzado esa puerta y hemos visto, al final del pequeño pasillo, la camareta y las literas... No podía durar mucho más su arrebato, en un momento acabaría su arenga y nuestro suplicio.

viernes, 18 de junio de 2010

Convento de San Antón – Boadilla del Camino (ii) (Dieciséis de Septiembre)

Iba yo pensando, para mis adentros por supuesto, mientras seguíamos su paso marcial, camino de nuestros aposentos... Menos mal que se había disgregado el grupo... Menos mal que en el Convento de San Antón se había roto en pedazos y a mi lado se habían quedado los toreros que mejor sabían torear; mi cabeza no dejaba de cavilar. Fernando, Joan y yo habíamos compuesto un trío singular, templado, calmado, locuaz; apóstoles del respeto y la libertad. El azar me había vuelto a regalar las piezas que mejor casarían en este puzzle tan... ¿radical? ¿Quién habría sido capaz, si no, de aguantar al morlaco que nos estaba tocando lidiar? No sabían de que iba la historia y ahí han aguantado los dos, callados y sin rechistar, confiando en mi capacidad para elegir un buen lugar donde alojarnos. Viendo las hostias pasar por delante de sus miradas que se cruzaban dueñas de la complicidad adquirida por tantos kilómetros a la par. Bromas aparte, intercambiando bromas entre bastidores que nadie más pudiera cazar. Ponga usted, si es tan amable, tres cortos de cerveza, mientras agota usted su repertorio letal.

Estaba mereciendo la pena afrontar esta pequeña incomodidad; porque la jornada me había deparado alguna que otra alegría que agradecer. Y eso que una de ellas me había pillado a mí en una contradicción. Joan no era el tipo soberbio que yo había vaticinado días atrás, cuando en Grañón se me había presentadocon aires de fanfarrón, en mi opinión; sin ton ni son, haciendo alardes que yo consideraba excesivos para una amistad imposible, por incapacidad. No se hacen amigos en un apretón de manos fugaz, era para mi gusto, por eso y por entonces, una postura aparente, fingida seguramente; no me gustó. Tengo que rectificar, parece ser un tipo majo de verdad; y sus aires de superioridad, un escalón en el que se sube por las mañanas porque es pequeño como yo; pero como yo necesita destacar. Un tío abierto y honesto que tapa sus complejos entre aspavientos, nada más.

No quiero ni imaginar como se habría enredado todo esto, teniendo que soportar además del desencuentro, el enfrentamiento de alguno de los elementos del grupo original con el interfecto en cuestión. Miriam, por ejemplo, y sus miradas inquisidoras sin parangón; si aún sin motivo aparente acostumbraba a lanzar sus lanzas contra cualquiera que respirara a destiempo, no sé como habría reaccionado en esta ocasión. Mejor, mucho mejor no haber sido testigo del posible desenlace... Mejor, mucho mejor... Aunque Joan estaba en contacto telefónico permanente con ellos, no nos habíamos encontrado en todo el recorrido, gracias a Dios. Me habían librado sus pocas ganas de esperar, su impaciencia a flor de piel. Ellos ya sabían que hoy yo tenía un especial interés en visitar este lugar. Cuando hemos llegado, hacía tiempo que habían pasado de largo. Nos lo han comunicado unos peregrinos con los que ellos habían ido coincidiendo desde Roncesvalles; habían reconocido al chico moreno... Nos estaban dejando atrás; ellos sabrían por qué.

Mónica se había vuelto a perder, como solía acontecer... ¿qué le íbamos a hacer? Y Ana se había quedado atrás porque llevábamos un paso que a ella le obligaba a correr. Correr, para ella, era no detenerse a oler cada flor; volar, no tener la opción de pararse a abrazar cada árbol; su afán por sembrar su mirada en cada rincón de cada campo que dejásemos atrás nos sacaba de quicio a los tres. En definitiva, a ella le gustaba sentarse en cualquier piedra y nosotros preferíamos hacerlo mientras avanzábamos; palmo más o palmo menos, pero avanzar algo, más que nada porque queríamos llegar al destino antes de que el sol se pusiera. La habíamos dejado atrás.

jueves, 17 de junio de 2010

Convento de San Antón – Boadilla del Camino (i) (Dieciséis de Septiembre)

Me han retado unos ojos penetrantes, para él no sería peregrino quien no diera la talla. Amo y señor de su parcela, aquí no entra con su beneplácito cualquiera. Hay que atravesar sus barreras, ahí mismo, en la frontera que acapara el chiringuito de la entrada. Oculto tras una piel curtida y esa gorra negra ceñida que le protegen de sus adversarios, no abandona su postura de corsario despiadado, detrás de la barra. Sería enemigo cualquiera que, sin pedir permiso, y ni siquiera esgrimir leve saludo, derrochara su papel higiénico para limpiarse el culo; alegaba que no limpiaba los inodoros todos los días con litros de lejía para que sirvieran de lienzo a la mierda de unos cuantos turistas que ni a tomarse un corto de cerveza, o un tinto a medias, estaban dispuestos. En su fortaleza no admite intrusos, para él todos aquellos tipejos que, en cuadrillas o solos, se saltaban a la torera su derecho de admisión en la pecera que había puesto a disposición exclusiva, y exluyente, de la gente de su calaña. Por supuesto y a primera vista, en principio, para él sería un intruso cualquiera.

Hospitalero rudo, a quien llega presenta su escudo, y yo no podía ser menos, otro intruso objetivo de su odio. Su cara adusta, repleta de soberbia injustificada, no refleja las humillaciones que según sus palabras sobre sus espaldas arrastra. Había blandido sin motivo, antes de nada y desde el principio, ¿por si las moscas fueran sargentos...?, su lengua fiera cuan espada, afilada tal cual daga que clamara venganza. Dispuesto a cortar a diestro y siniestro todo aquello que de mi traje a él le sobrara... Pero si yo no le había hecho nada. Hasta la bola estaba empujando su estocada este tipo experimentado y bregado en mil batallas; según certifica el primer escupitajo que me había lanzado a la cara. Él tenía tres caminos recorridos, tres o cuatro no recuerdo; y uno de ellos empezado cruzando “La Transpirenaica”, algo que a bote pronto yo no sabía que era. Otras tantas, fueran tres o cuatro, por los Pirineos o en llano, tres o cuatro derrotas consumadas tendrían que haber proporcionado algo distinto, no más de lo mismo; más orgullo mal vestido.

Yo tampoco habría entendido nada sino me guardase un as en la manga. Tenía claro que en esta ocasión ese tío de negro no sabía con quien se estaba jugando los cuartos. Mi pasaporte me daba alas y una información con el que él no contaba. Y yo aún no había articulado palabra, salvo unos cuantos monosílabos que él creo que había pasado por alto.... El seguía con su retahíla. Albergue de peregrinos “El Putzu”. Y mi gozo, de nuevo, como en el primero, en este camino también reside en un pozo; y es que es lo que tienen las aventuras... Que uno no deja de encontrarse con socavones enormes; grandes retos o problemas irresolubles, según como a cada cual se le antoje. El primer contacto me había devuelto la imagen de un desgraciado soberbio, déspota hasta las trancas que reclamaba sus quejas imponiendo los hachazos de su entrecejo prieto.

Te quedas en mi casa, por supuesto, pero te quedas si yo te dejo; y no cejo en el empeño porque a mí me da la gana. Si aceptas, bésame el culo; para chulo el menda; quien te enmienda o estropea el alojamiento a su antojo. Un instante intenso, tenso; intercambiando complejos, mis compañeros esperando perplejos, no comprendían los motivos que había callado para visitar este entuerto. Les había convencido sin argumentos, ni pretextos...

miércoles, 16 de junio de 2010

Tardajos-Convento de San Antón (x) (Quince de Septiembre)

Nos ha contado José Manuel, el hospitalero que nos ha tocado hoy, que si alguno de nosotros estuviese un rato al lado del osario, enseguida se sentiría inquieto y nervioso; nadie se ha prestado voluntario, por si acaso... Pero también ha referido otro punto, centrado sobre un poyo de piedra, a no más veinte metros del otro, en el que reina la paz perpetua. A mí me habría gustado sentarme encima para sentirla, pero hace un frío del carajo... Por eso he decidido que mejor mañana por la mañana, mientras los demás mediten si se despiertan o se quedan un rato más durmiendo. A menos de veinte metros, el eterno juego de los contrarios, el bien y el mal reunidos en un palmo de terreno, abarcado por una circunferencia de menos de diez metros de radio.

Desde la atalaya del adversario atreverse a asomarse a la posibilidad de que el enemigo sea, en realidad, el complementario. Un experimento sin par y raro; aunque digan que éstos se hacen con gaseosa, nosotros hemos decidido vivirlo en primera persona. Hoy dormiremos bajo dos o tres mantas, cuatro si hiciera falta porque ya nos ha advertido José Manuel que las hay de sobra. Y nos hemos duchado en una ducha en la que el mando de agua caliente está de adorno porque no mana más que agua gélida. No hay ningún medio para caldearla en estas ruinas, en mitad del desierto castellano, sin corriente eléctrica ni estufa de leña. Hemos querido añadirle un grado más de dificultad a este camino, de por sí no exento de incomodidades, para, quizás, atravesando lo complejo encontrar la esencia... Simple, sencilla, tonta.

Allí todos reunidos, en torno a una guitarra y el hospitalero tocándola con más entusiasmo que gracia. Cubiertos con las mantas que después nos servirían en las literas cuando nos acostemos casi en la intemperie. Iluminados por los destellos intermitentes de las velas, danzarinas al son de la corriente que se escurre por debajo de unas lonas transparentes. Lonas trasparentes que apenas se ajustan a las piedras que hacen la función de marco. Poco nos protegen, sino del viento penetrante que ulula en la penumbra, entre los árboles y los fantasmas. Allí, entre las luces y sombras, algunas traviesas, todas caprichosas, he sentido el tiempo eterno y he tocado por un instante el infinito, escuchando cantar una canción que me llevo aferrada al alma. “Al alba” de Luis Eduardo Aute, y aún no había amanecido, hacía nada que habría anochecido, disfrutando el espectáculo organizado para nuestros sentidos; escuchando, sintiendo erizarse el tacto, absorbiendo un aroma extraño en el paladar amargo.

Ya huele afuera a invierno, aunque no se haya despedido el verano. Aún tapados y acurrucados, por estas tierras el frío se nos está calando hasta los huesos. Por aquí no hay demasiadas opciones, como máximo un par de estaciones, la primavera y el otoño son aves extrañas características de parajes exóticos y remotos. Un atisbo de preocupación, un pequeño escalofrío que me ha producido el hielo que presiento. Con todo lo que me queda y la mochila vestida con prendas ligeras, si se tuerce de este modo la climatología en Septiembre... A finales de Octubre puede que en este mismo punto me reciban los chuzos cayendo de punta. Mejor no lo pienso, y que el Camino disponga.

Como hasta el momento va disponiendo las fichas en su tablero. Reflejadas, allí arriba, todas nítidas en el cielo negro, un océano inmenso de estrellas. Desfilando por la Vía Láctea, que dicen que era la guía que les servía a los peregrinos antiguos. Masas de estrellas enanas, en realidad deben de ser enormes, en verdad hay muchas posibilidades de que la mayoría ya sean mentiras. El último destello de algo que fuera y que ya no existiera; los últimos alaridos, las luces que sobreviven a la materia muerta, por los siglos de los siglos. El saludo para los futuros habitantes del planeta, o la despedida si es que en ese instante alguno existiera. El otoño de la naturaleza, me recuerda el máximo esplendor de las viñas de La Rioja que en nada se vestirán de gala. Allá arriba, los ocres y los amarillos son blancos rutilantes y silencio inquietantes.

Al alba, al alba... Al alba, al alba... No habré temido la madrugada porque las estrellas no me habrán herido, ni habrán cursado amenaza. Y la luna no habrá sangrado porque la única guadaña la custodia su cuarto menguante. Y una noche que esperaba larga habrá transcurrido en un suspiro repleto de sueños peregrinos, viajeros empedernidos, por esas rutas marcadas en el firmamento. Porque dormiremos, en resumidas cuentas, todos unidos por el corazón henchido por este experimento apetecido y merecido.

martes, 15 de junio de 2010

Tardajos-Convento de San Antón (ix) (Quince de Septiembre)

¡Qué gran sorpresa...! Y muy agradable, por supuesto... No salía de mi asombro cuando le he visto llegar cojeando, sudoroso, acalorado y colorado, todo sudado. Sin un ápice de sufrimiento aparente, componiendo su acostumbrado rictus alegre. Ya se debía de haberse acostumbrado al dolor intenso que había tenido que ir soportando durante toda la jornada; a pesar de arrastrar sus pies inyectados en sangre, y de ir cargado con más de diez kilos sobre sus espaldas y otros cuantos entre nalga y nalga. Se ha ido aproximando, caminando de puntillas y a saltos, cuan bailarina torpe y patosa, recibiendo nuestro aplauso y compartiendo abrazos. Estábamos entusiasmados porque lo había logrado.

Hacía apenas dos horas lo tenía claro y, aunque nos fastidiara, lo habíamos comprendido; lo habíamos aceptado, por supuesto. Se había tenido que rendir a la fuerza, cualquiera en su lugar lo habría hecho... Porque sabía que no sería capaz de aguantar otros seis kilómetros de tortura. Para él, en Hontanas, se había acabado el suplicio. La decisión estaba tomada, aunque le diera pena abandonarnos, aunque a nosotros no nos hiciera gracia. Ya le esperaríamos mañana en cualquier recoveco del Camino que se ofreciera para volver a juntarnos. Muy a nuestro pesar, en esta ocasión, no le íbamos a acompañar. Pero ha debido de arrepentirse enseguida, creo que en cuanto haya tomado un poco de aliento. Aunque le costase mucho tiempo, y tuviese que arrastrar la lengua pintando de baba el tramo que le quedara. Ha llegado sonriendo... Y es que no podía perderse una experiencia tan especial como ésta por un par de ampollas.

Con Miriam, sin embargo, ha ocurrido todo lo contrario, una sorpresa también inesperada pero muy distinta. Ella se había adelantado al grupo allí donde parecía que a Fernando se le habían acabado las pilas... Se había adelantado dejándonos la promesa de que nos reuniríamos en el punto pactado pero no ha debido de convencerle tener que dormir entre ruinas, ni los servicios rudimentarios con los que en el albergue se ha encontrado. Por eso, ha debido de decidir pasar de largo, suponemos que hasta Castrojeriz, a una hora escasa de aquí. Tengo que reconocerlo, a mí no me ha desagradado el cambio, he salido ganando en el reparto porque, si tengo que escoger, prefiero al que se ha quedado. Al final, en el Convento de San Antón, a pesar de los esfuerzos, se ha disgregado el grupo, sólo nos hemos quedado el ya citado Fernando, Joan, Mónica, Ana y yo mismo.

Más sorpresas inesperadas, porque aunque de Mónica me podría esperar cualquier cosa, de Ana ni siquiera me habría imaginado que se quedara. No porque no le apeteciera sino porque Philip había aceptado acompañar a Denis, poco acostumbrado a las incomodidades de este lugar anclado en la época medieval. Me habían roto los esquemas, no encontraba otra razón sino que Philip no había sabido decir que no y que a Ana no le movía la pasión, sino la emoción. El Convento de San Antón, un hito del Camino sin parangón, un albergue alojado en las ruinas de un convento mágico, rodeado de leyenda, de enfermedades cruentas y curaciones curiosas, de monjes y brebajes; de puertas cerradas y trampillas abiertas... Y de alguna que otra historia truculenta.

domingo, 13 de junio de 2010

Tardajos-Convento de San Antón (viii) (Quince de Septiembre)

Entes contradictorios, supervivientes de varias batallas, obligados a sujetar el mismo techo; en una persona, personalidades diferenciadas sustentadas por muchos complejos. Ataviado para esta ocasión con el cansancio del caminante, desaliñado, desgarbado y, a ratos, agobiado. Y aunque no le imagino encorbatado, debe de ser la corbata uno de los símbolos que le distinga entre sus iguales. Según he oído por ahí, no le permitirían asistir a su trabajo desarrapado. Dos banderas, el origen y el destino; entre Roncesvalles y Santiago de Compostela se debaten la humildad exagerada y la soberbia que no interesa exhibir por estos lares. No sé por qué me da la impresión de que en el fondo de su corazón sostienen una pelea encarnizada los dos. Una lucha sin cuartel por lo que tiene que ser y es, por lo que quiere ser y no es, por lo que teme que iba acabar aconteciendo si todo continuase por los mismos derroteros. No creo que se sienta a gusto ondeando ninguna de las dos banderas, ni la de la falsa modestia, ni la del orgullo reprimido. Pero, si el protocolo así lo dispusiese, ondearía una, la otra y las dos a la vez; a favor o en contra de lo que el protocolo exigiese; según mejor le viniese.

Amigo mío, cubano de origen y de adopción estadounidense. Sobre todas las cosas impera tu protagonismo reprimido... Por necesidad, por culpabilidad o por indecisión. No puedes evitar seguir ahondando en el agujero de tu ombligo, hasta hacerte sangre si hiciera falta, para que la llaga te permita quejarte sin parar de las injusticias sufridas, de tantas heridas... Aquí, allá y acullá... En todos los sitios. La mayor injusticia la estás cometiendo contigo mismo, con tu conciencia rendida a la nostalgia y a la envidia; no tienes tiempo para escuchar porque tan solo sabes hablar. ¡Cállate ya!

¿Cállate ya? ¿Quién aconseja a quién? ¿Quién juzga y por qué? Pudiera darse la posibilidad fatal... ¿Una interpretación inoportuna quizás...? De un acomplejado de tomo y lomo que no haya hecho justicia al trayecto que hemos recorrido tan a gusto, contándonos nuestras penas, tantos proyectos, tantas quejas y lamentos. Está opinando un aprendiz de todo lo contrario, que en todo lo contrario está enfocando. Tengo que reconocer que a menudo me sale el crítico impertinente que detesto, el analista de sus propios problemas en carnes ajenas echando balones fuera, a veces sin la justificación exigida o debida. A veces un hermano fraticida exterminador de sus mejores aliados.

Denis, buen compañero y amigo, de vocación colega, conversador audaz y respetuoso; un coloso. Te acepto y reconozco como espejo y señor de mi reflejo. Aquello que sin personas como tú a mi lado pasaría desapercibido a mi afán de protagonismo reprimido y ciego.

sábado, 12 de junio de 2010

Tardajos-Convento de San Antón (vii) (Quince de Septiembre)

Dice que apenas ha vuelto a su tierra, unas pocas veces por compromiso... Algo que quiere, algo que quiso y no había obtenido. Un sueño que nada tenía que ver con el americano prometido, porque el americano asegura haberlo logrado; se nota que su situación económica es desenvuelta. ¿Por qué, entonces, su boca espeta ataques, aunque sean ornamentados con giros corteses? ¿Por qué utiliza la ironía audaz, rayando el sutil sarcasmo, como lema sesgado contra todo lo que él degrada? ¿Por qué a veces parece desagradarle todo lo que le rodea, siendo lo que le sustenta? Nadie que no leyese sus palabras entre dientes se habría dado cuenta de este detalle, un interprete corriente que no habría compartido con él el pus de sus ampollas seguramente lo habría pasado por alto pero... Sus labios, a menudo apretados, delataban la tensión a la que estaba sometida su olla a presión... Su mente contraída ya no soporta el bullir de su cocido quemado.

Todo esto revela que su corazón también lo tiene abrasado; que no sólo presenta arrugas su cara. Me ha confesado que había venido al camino en busca de algo que se le iba desparramando. Su fuente de la inspiración se estaba secando y eso le estaba causando problemas serios; ya apenas manaba borbotones insignificates de lodo. Se lamentaba apenado de que ya hacia tiempo que nada brotaba del manantial que en otras épocas había sido fecundo. Tiene un nudo, en la garganta y en las manos, tiene amarrados los brazos; la impaciencia gestiona su pereza y cuanto más impaciente se sorprende más perezoso se vuelve. Uno tras otro, un cigarro que con su humo adormezca su derrota reiterada. Uno, otro, todos, ninguno, mil opciones, mil peregrinos quizás le devolviesen la facultad perdida. Infinitas combinaciones que en su complejidad se fundían en una, un fracasado se debatía entre la resurrección y la apatía, mostrando su mueca compuesta; cuando se daba la vuelta, descompuesta.

Tantísimos lugares, tanta tradición...; pensaba que quizás este fuera el lugar. Pero sus palabras me decían que no, porque el lugar que tendría que recorrer estaba enquistado en su interior y no se atrevía a escarbar en su barro marrón. Su corazón latía al son de la razón, y los argumentos le tenían atrapado... La razón estaba demasiado ocupada en ocuparse del pasado, de las hostias recibidas, de los desplantes sufridos, de tantos y tantos andamiajes que ya no sujetaban los pilares.

viernes, 11 de junio de 2010

Tardajos-Convento de San Antón (vi) (Quince de Septiembre)

Se dice que no se es de donde se nace, sino de donde se pace; y algunos cumplen este refrán a rajatabla; otros, sin embargo, le llevan la contraria de corazón; creo que Denis no se adapta a ninguno de los dos casos... Denis es un tío raro. Habrá sido por eso, creo yo, que me haya sorprendido indagando en su rostro la verdad esquiva; sin descubrir más que una cara que no reflejaba la alegría propia de los cubanos; y unos rasgos apocados que no le quitaban razón, no era heredero del desparpajo de los caribeños más animados. Tampoco he sido capaz de reconocer en sus ademanes la forma de ver la vida del país que le había acogido de niño, se parecía poco a lo que yo tengo oído de sus paisanos de los Estados Unidos.

Y no es que se muestre crispado; muy al contrario, regala sonrisas y se esfuerza en aparentar tranquilidad y calma, con su voz bien modulada, con sus maneras educadas. Se esfuerza en controlar los ataques de ira, que reprime ante tonterías sin sentido y ante problemas de íntima importancia. Pero algo tiene que desentona, tiene la tristeza gravada en el entrecejo, no sé si por algún fuego interno agotado antes de tiempo o por un conjunto de pequeñas penas que haya ido acumulando de antaño. No soy capaz de adivinar la causa, quizás tampoco sea yo el más indicado para destapar vicios ocultos; posiblemente me esté metiendo en un jardín de flores del que no saque más que mordeduras de serpientes. Pero no le daría la espalda, porque se había ganado mi confianza desde antes de conocerle. Desde antes de dque me contara que era escritor, desde antes de que yo supusiera, equivocadamente, que estaba conociendo a un personaje consagrado.

A pesar de que él no hubiera utilizado ni un epíteto magno en su descripción como autor; aunque me haya repetido mil veces que era un escritor a secas, que sufría sequías angustiosas y densas; a pesar de ser catastrofista ante la posibilidad de ser algún día famoso. A pesar de tantos pesares, hay una conexión, como él, rara, especial, extraña entre nosotros a la que me he negado a llevarle la contraria; algo dentro de mí ya se había comprometido con su causa.

Y no creo que haya influido en mi decisión, la idealización del pupilo que se somete a la voluntad del maestro que idolatra; ni creo que haya tenido nada que ver que tuviese varias obras publicadas. Estaba entusiasmado y bebía de sus palabras. Él, que tan alta estima se había ganado en mi jerarquía de valores se había interesado fervientemente por mi obra. Me he sentido halagado, un privilegiado. Por un rato, comentando entre nosotros nuestras afición compartida, he sido su colega. Quizás me sienta en deuda por satisfacer mi deseo oculto anhelado, tal vez por haber saciado por unos instantes mi ego voraz e insaciable...

Seguramente, habrá sido suficiente motivo haber recorrido el trayecto entre Hornillos del Camino y Hontanas, unos diez kilómetros con paradas, más de dos horas conversando sin descanso, en apenas un suspiro.

jueves, 10 de junio de 2010

Tardajos-Convento de San Antón (v) (Quince de Septiembre)

El cubano de nacimiento al que, desde crío, sus padres habían querido regalarle la nacionalidad estadounidense, supongo que velando por que no fuera un desgraciado rodeado de la pobreza en la que habría nacido. Desde que ha comenzado nuestra aventura conjunta me habían venido a la cabeza dificultades y problemas, casas en ruinas y mucha miseria; otra mecha, que no había encendido, en su caso, una borrachera; una hoguera propagada, en esta ocasión, por la desidia y la inmundicia. Unas buenas cogorzas, iba yo pensando, habrían acabado posiblemente con las penas de aquellos cubanos que atravesaron la frontera en pateras, jugándose la vida por alcanzar el sueño americano y los perros atados a las farolas con longanizas. Aunque sólo hubiese durado lo que durase la travesía, no habría estado mal verse poseídos por los efectos del diablo ebrio para librarse del peso de las penurias.

Me habría gustado encontrar la rebeldía surcando su tez morena. Y a mi pregunta sobre el origen de sus arrugas curtidas..., la estrella blanca que jalona la que he supuesto la bandera de su alma, como respuesta. Le había imaginado tatuando su Cuba libre en su frente rala, debajo del único mechón superviviente del flequillo frondoso que habría librado batallas heroicas contra la calvicie. Me había ilusionado por compartir mis pasos con un rebelde porque sus patillas revolucionarias rebasaban con creces la barrera desde donde la melena cede su nombre al bigote... Iba yo cavilando todo esto y, mientras tanto, escuchaba de fondo el runrun de su voz pausada, arrastrada y calma, que a la vez me iba hablando y contando historias. Como si en cada instante fuese armonizando el sentido de las distintas conversaciones que iba trazando con el tono patrón que diera el diapasón que debía de llevar en su garganta. En equilibrio completo y total armonía, la danza perfecta, su lengua iba acariciando en su dentadura la tecla que le diera a cada palabra la entonación idónea. Me iba contando cosas... Y mis pensamientos concluían al final de cada una de sus coreografías léxicas que todo esto había ocurrido hacía muchísimos años. Hablaba un buen castellano con acento, más que sudamericano, californiano. Denis ya rondaba los cincuenta, bien pasados...

Aunque no le deseaba ninguna desgracia, habría querido que todo lo suyo fuera distinto, pero el señor de cabellera escasa que hoy me había tocado en suerte no se había pintado nunca su cara de azul, blanco y rojo para protestar por nada; ni siquiera para disfrazarse de mago cautivador, como lo hiciera Ana. Habría querido..., y había creído tantas cosas al principio..., pero escuchando su voz, a la vez tenue y grave, perfectamente modulada, ya no he querido saber nada más de otras libertades... Y he continuado escuchando a este hombre, ciudadano del mundo, cuyo mayor dilema no era hondear una u otra bandera.

miércoles, 9 de junio de 2010

Tardajos-Convento de San Antón (iv) (Quince de Septiembre)

He dejado de querer comprender, y de tener que controlarlo todo... Que fuera lo que tuviera que ser... Y por eso he empezado a sentir y he alejado de mí la sensiblería que me había atrapado por la mañana. El sol de mediodía me ha iluminado y por fin he aceptado de buen grado... Otro terremoto que había pasado. No sé lo que por sus cabezas habrá acontecido mientras yo le daba vueltas a todo esto, pero una vez que me he calmado parecía que nada hubiera pasado. Se ha sosegado el cotarro, y el desasosiego aparente se ha relajado, quizás fuera yo el único que estuviera preocupado... De nuevo, por arte de birlibirloque el azar ha dispuesto las piezas para que el juego no se entretuviera en estrategias de jugadores necios. Gustos y disgustos, y regustos de todos los sabores. Los siete magníficos, los siete pringados, comprometidos hasta las últimas consecuencias. Y el grupo sigue avanzando, rotando a pesar de los tira y afloja continuos, con sus elasticidades y rigideces; con cada una de nuestras excentricidades...

Philip, por tanto, descartado y Ana parecía adjudicada. Miriam y Joan se habían correspondido en el sorteo y tenían muchos puntos de desencuentro en los que fundamentar sus encuentros repetitivos. Lo he agradecido porque ni uno ni otra son santos de mi devoción, de momento; algo se remueve por dentro cuando con alguno de ellos converjo, no han ganado mi atención sino mi rechazo, hay algo que no me convence, aunque de veras lo siento. Fernando, que camina a su tran tran, como suele acostumbrar. Es inconfundible su caminar, con su mochila torcida sujetada con alfileres a los desgarros por tantos pasos dados; hoy con alfileres también sujeta el resto de su persona por causa de sus ampollas; no sé si al firmamento espectacular que nos protege o a esa paciencia pertinaz que le hace no mutar la cara ni cuando más le duelen. Tampoco me venía bien su tran tran, hoy pedía algo más. Y Mónica que destrozaría el tran tran de cualquiera que quisiera seguirla aun a distancia, como siempre a su aire. Quien la intentase comprender tendría que rendirse al fracaso. Esta mediodía me la he encontrado caminando en sentido contrario, decía que en este Camino Francés había demasiada gente y que buscaba un lugar aislado... Por eso, o porque así tendría que ser, he acabado caminado acompañando a Denis; o quizás el haya sido el que a mí me haya hecho el favor.

No queda más remedio cuando el destino se empeña, que empeñarse si hiciera falta por aceptar sus consignas; ya estaba repartida la baraja desde el principio... Mis cartas y las de Denis, hoy, habían sido comprometidas.

martes, 8 de junio de 2010

Tosantos-Atapuerca (iii) (Trece de Septiembre)

Como por arte de magia, ha aparecido la meiga antes de tiempo; o con retraso en mi caso, después de tantos kilómetros desperdiciados en el otro Camino aciago... Para hurgar en la llaga, o quizás para restañar heridas antiguas... Para enredarme en la envidia, para delatar etiquetas poco saludables que aún ocultaba. Porque no existe la envidia sana, todas son enfermizas, todas hilvanan odios en lo más profundo del alma... Por un momento, han hecho acto de presencia los celos, y la codicia ha querido recordarme al mezquino. Desear lo que no es propiedad, apropiarse del afán de otro, sin más, por capricho; ni siquiera por necesidad. Sentir estos sentimientos en contra de un amigo no es correcto..., ¿verdad? Yo la había visto primero pero... ¿Eso qué importaba ahora? Donde brota el amor las competiciones sobran.

El tiempo había puesto debajo de sus pies unas piedras, con las que fueran tropezando sus huellas... Y al lado de sus pisadas había visto imprimirse otras tantas, de un grupo que le estaba ayudando a salir del mundo sórdido en el que no debería haberse hundido. Y, de repente, le ha regalado el destino una estrella rutilante, tocando la flauta dulce, debajo de un traje vaporoso... El último regalo para sus ojos, para que de una vez se convenza de que este mundo lo merece sin sordina, de que es digno de todos los placeres; Dios no hace diferencias, y concede a todos todas las mismas oportunidades y el mismo abanico de melodías. En el horizonte, el único lucero brillante; extranjera, ladrona de almas descarriadas... Mensajera divina, dadora de vida. Alivio de las pesadillas de un viejo... Pero todo es relativo, también lo son las diferencias de años; y también en esta discusión sobran las comparativas.

Casi todos soñamos realidades que, por falta de osadía, no ejecutamos; fracasos que acaban clamando justicia, y el frustrado que los alienta reclamando por las injusticias que consigo habría cometido la vida; y por eso crece la ira, y por eso la envidia, y la codicia...; y las pesadillas. Pesadillas sin resolver que ahogan el plácido placer; ¿te apetece un pastel? Me apetece..., pero no sé... El norte no está allá abajo, donde la brújula señala el sur siniestro; la brújula también se equivoca y a menudo es lo que toca, cometer errores a montones... Pero que sean errores propios, y si fuera posible, todos distintos. ¿Que ella es una niña joven? ¿Que él casi es cuarentón? Ella es una mujer y él es hombre, y los dos son capaces desde el punto de vista legal. ¿Si de los dos naciera esa voluntad por qué lo tendría que dificultar la edad? Nos ha llegado como llovida del cielo también al resto; para saldar algunas deudas con muchas creencias falsas... Para salir del pozo inmundo; para mi desgracia creía en él hasta hace nada. He reconocido a otro, he recuperado un poco más de mi esencia, ya recuerdo que no soy mi cuerpo y que competir por una presa no me aporta sino malas conciencia.

Admiro al caminante de paso elegante, y andar firme y flexible que ha cedido el faro de su conciencia a un vagabundo desorientado; su paso franco ha tornado errante, yerra pero le siento contento... Y por eso me alegro, y me alegro porque estoy siendo sincero afirmando esto. Camina mi amigo alegre, rejuveneciendo con cada sarpullido que va brotando, haciéndose dueño al ir soltando amarras... Le hace tilín una campanilla risueña. Sólo le faltan a esta alemana, y española a medias, unos aros de esos enormes que, como pendientes, completen el vestuario de andaluza gitana. Le viene al pelo al bohemio con pinta de gitano; en lontananza, un par de melenas difusas, la negra es la de Philip rizada, alisada por la brisa airada; y la lisa es la de ella, protegida bajo un pañuelo de gasa de los remolinos del viento... Creo que todos pensamos que componen una buena estampa.

Y ella, mientras tanto, impertérrita, en apariencia ajena al movimiento que genera, recoge todas las miradas como buenas en torno a su flauta revoltosa. Abrazos..., y dulces palabras que cabalgan sobre las notas golosas que brotan de sus labios rojos. Palabras y notas dulces, como la cíngara que la toca. Con ella ya somos siete, ha decidido que prefiere sumar a restar; se queda... Y dice no sentirse a gusto entre la juventud imberbe, dice preferir la experiencia de las personas maduras; maduras, ancianos, viejos. Dice rendir culto a la experiencia. Siete, un número sin par, primitivo, hundido en las raíces de nuestros ancestros... Otro homenaje al tiempo transcurrido, al paso a paso, al paso lento; mágico como el Universo... Como por arte de magia. Ella se llama Ana. Dice la Biblia que así se llamaba también la madre de la Virgen María, que algo debía tener también de bruja... ¿Quién sabe si no fuera ella también gitana?

lunes, 7 de junio de 2010

Tardajos-Convento de San Antón (ii) (Quince de Septiembre)

Aunque ni siquiera mi camino me pertenezca, y aunque encuentre tantas dificultades para no perderlo a menudo, algo me impide soltar el de otros, el de las personas que me importan, el de los seres a los que quiero; el suyo en concreto... Y no soy el único, por lo que he visto... Aunque disimulen, mirando hacia otro lado, todos hemos mirado hacia el mismo sitio. No podíamos dejar de prestar atención, por el rabillo del ojo o lanzando amagos furtivos que no fueran delatados por el objeto de nuestros desvelos; dos han sido los sujetos vigilados, los dos sujetos han sido ellos. Era nuestro Camino, acompañados o en solitario, siempre compartido... Pero por un momento me he sentido rechazado, como igualmente se ha sentido el resto del grupo; quizás no debiera, seguramente que no hemos debido, pero es lo que me ha salido de dentro, es lo que creo que a ellos también les ha ocurrido... No hemos podido controlarlo y a duras penas hemos logrado mantener la compostura adecuada. Como si quisiera entrometerme en sendas ajenas, en terrenos que sabía prohibidos... Sin quererlo, porque no quería, pero me estaba molestando el cariz que estaba tomando lo que estaba experimentando. ¿Compartir o repartir cachos...?, en ocasiones como la de esta mañana me siento extraño.

Y eso que habíamos empezado la jornada como venía siendo costumbre, muy tarde; a mí me gustan las madrugadas pero me estoy habituando a demorar, entre despedidas debidas y deseos sinceros, las partidas... Porque eramos gente educada; pero, sobretodo, porque mis compañeros son unos entes remolones a los que atrapa en sus camas la pereza de la alborada. Creo que eran las ocho y media cuando partíamos el domingo del albergue de Tosantos; y hoy a las nueve y pico aún estábamos bajo el pórtico del de Tardajos intercambiando correos electrónicos y besos con los hospitaleros de turno... Ha merecido la pena, Ernesto y Alicia han sido dos de esas sorpresas extraordinarias que uno se encuentra de vez en cuando...; nos la había deparado el final de la etapa pasada. Abrazos y buenas palabras; mimos y carantoñas. Imaginaciones fugitivas en busca del misterio. Por fin, habíamos sido capaces de comenzar otra caminata; por fin, a pesar de los esfuerzos por no comenzarla.

Pero hemos vagado desperdigados, porque teníamos la atención cautiva. Algo, o todo, ha debido de tener que ver con esa niña hermosa. A él ya le había robado el corazón anoche y, por eso, ha caminado todo el día de prestado. El nuestro también lo ha ido conquistado con su espontaneidad fresca, y no hemos podido evitar regalarle nuestros cuidados. Interponiendo una distancia prudente, por si acaso, por respeto a nuestro amigo del alma... Exhibiendo la falta de interés con los amaneramientos suficientes para no romper sus intimidades... Robándoles, si soy sincero, en exceso mi presencia y mi amistad; sospecho que no han sido ellos los culpables de que no habláramos hoy igual. Todos atentos a lo que pudiera pasar, pendientes de nuestro amigo bretón... Pendientes, más bien, de la melena rubia que adornaba esos dos ojos azules intensos que iluminaban una cara de porcelana; aún enmarcada en una sonrisa traviesa, plena de inocencia ingenua. Dieciocho años nada más, que caminan con dos siglos y medio a su alrededor; entre los seis sumaríamos incluso algún año más. Porque definitivamente se ha unido Denis y porque ha vuelto a aparecer Mónica, como siempre, sin saber como ni por qué; excluyendo Fernando, componíamos una asamblea de cuarentones deslumbrados por una centella joven... Gracias a su presencia apenas pasaríamos el siglo... Que se lo pregunten a nuestros corazones.

viernes, 4 de junio de 2010

Tardajos-Convento de San Antón (i) (Quince de Septiembre)

Desaparezco un día entero..., o me quedo contigo jornada y media. Espera que ahora llego... Lo haría pero no quiero; ni siquiera como excusa un no puedo. Marcho porque me da la gana, y paro porque me sale del ala; pero si te das prisa nos alcanzas. ¿Dónde andas?, más allá del horizonte que reluce en tu frente. Lo siento, me gustaría seguirte, pero no dan más de sí los arrestos, me agota solo pensarlo, mejor pienso en este banco sentado. Me estoy quedando pero... ¿Nos encontraremos más adelante? Quizás, ya veremos dijo un ciego que, por supuesto, aún utiliza bastón y gafas negras. Si Dios lo quiere... Mañana o nunca.

Siendo uno mismo y separado; y, a la vez, caminando en el grupo compacto... Que se estira y se encoge a gusto del brujo, mezclado y disgregado a lo largo y ancho del Camino Sagrado, integrado en esta anarquía incierta... Aquí vale casi todo, y todas las explicaciones sobran. Incoherencia incongruente, lealtad a la infidelidad más extensa. Todo se mueve al son que marcan las maracas del hado de marras; demarrando y parando, resignados..., aceptando con agrado el sino previsto por otro. Cada cual respetando su turno para mostrar la parte del cuento que a él le haya sido asignado..., en el momento adecuado. Todo tiene su ritmo, diverso en el conjunto armonioso, dinamismo sin grietas, uno que se queda, se añaden otros. Sin preguntas, sin excusas, espontáneo, sin razones ni motivos, porque así debe de ser y ha sido.

En sí mismo debía de pensar cada uno al añadirse; y en hacer a su manera y componenda las cosas... Y, si nadie se quejase, a sugerir su medida como regla. Poco a poco, todos y cada uno hemos pasado a ser nosotros mismos... Es algo curioso; un conjunto hecho añicos recompuesto, pegado por este retiro místico, a ratos escandaloso; como si nunca se hubiese roto... Uno de cada madre; madres que seguramente se habrían apareado con padres, todos ellos distintos... No he encontrado aún, por lo visto, haciendo el Camino, a dos hermanos de la mano, aunque posiblemente haya unos cuantos; pero entre tantos, estos detalles sin importancia no varían el cómputo. Todos y cada uno, diferentes. Uno solo entre otros muchos; muchos desconocidos que parecen uno; unos pocos afines, todos juntos aproximándonos a los confines del Universo.

Mi camino dentro de otro camino; y un montón de caminos, como el mío, preñando el mismo... Que se mueven en otro mucho más amplio que, junto a otros muchos, pertenece a otros descomunales... La Vía Lacta, un lío enorme, ¡qué barullo! Me aturullo, dejaré a un lado el firmamento de momento... Pero todos juntos, o cada uno por su lado, aun escindidos caminamos pendientes de un hilo sutil, invisible, leve... El destino, el azar, las esterllas, un dado con números infinitos. Esta senda particular, un grupo unido que sigue rotando a su gusto, a pesar de los gustos particulares de cada uno.

De nuevo, como cada mañana, ésta..., el mago ha barajado su mazo de cartas; y creo que esta vez el cubilete caprichoso ha sacado un siete... Número que en ningún dado existe... Pero aquí nadie duda de las hazañas imposibles... Por eso quizás sea que tengamos chica nueva en la compañía... Y por eso he comprendido por qué a Philip le habían entrado ayer las prisas y, de repente, las ganas de cenar caliente... ¿Uno menos o dos más para el conjunto? Seguiremos pendientes.

jueves, 3 de junio de 2010

Atapuerca-Tardajos (viii) (Catorce de Septiembre)

Porque… ¿quién sabría decirme de que habría servido tanta caminata solitaria por aquellos bosques galos? ¿Y quién lo que estén generando estos polvos castellanos agrupados? Seguramente, para la mayoría del resto del mundo estaríamos perdiendo el tiempo. De momento, alguna de las semillas sembradas en un pasado que no recuerdo están dando su fruto... Porque, entre anécdota y anécdota, me está enseñando a mantener la boca cerrada. O, mejor aún, me estoy dando cuenta de que no soy el charlatán que acostumbro; he caminado todo el día escuchando, sin poner una palabra en mi boca... No me ha urgido contar mi historia, porque la de Philip me ha dejado mudo. Tan importante que me parecía la mía... Él sí que es un tipo interesante. Se me ha pasado el tiempo volando, llevándose a la vez mi orgullo en volandas... Caminando al lado de este bohemio francés, el egocentrismo ya no me impone su ritmo, ni exige, ni da por culo.

Me tiene sorprendido, a la par que seducido; podría enamorarme de él si no fuéramos los dos tíos... Su humildad..., espontánea, innata, natural como la vida misma, la maneja como el pastelero la nata... Lo último que me ha confesado ha sido que en el Camino Francés se había recuperado... Se estaba recuperando, ha apostillado porque quería ser cauto. Un borracho menos, y un loco iluso más; uno de estos que nunca sobra por uno de aquellos que a menudo incomodan; creo que hemos salido ganando en el cambio. Alguien que consideraban desecho, se está reconstruyendo caminando con cuatro o cinco andarines parlantes y parlanchines... Me ha dado las gracias... Y por estar participando en esto si que me siento orgulloso.

Ya se ha ido, ya se fue; les ha acompañado él también... Me he quedado solo en esta ocasión, comiendo un bocadillo de embutido, un poco de fruta, y dos yogures de fresa; los otros dos que conformaban el paquete los he reservado para completar el desayuno con el que me han dicho los hospitaleros que mañana nos despertarán... Por si acaso, andando tantos kilómetros al día no estarán de más; no vamos a engordar. Ellos prefieren degustar otro tipo de manjar, yo he preferido hoy también quedarme soñando realidades que ejecutar... Sueños que ya lo son. La caminata de hoy, la intensa conversación, la satisfacción de sentirme mejor; estar sólo en esta habitación, el silencio para recordar todo lo que, desde que hemos salido de Atapuerca y hasta llegar aquí a Tardajos, ocurrió. Ha ocurrido, mejor; porque es un pasado reciente, prácticamente presente... Está aconteciendo aún, ahora mismo, dentro de mí.

¿Y Mónica dónde andará? Supongo que por ahí, garabateando en sus caminos solitarios caricaturas que pongan una sonrisa a su deambular.

miércoles, 2 de junio de 2010

Atapuerca-Tardajos (vii) (Catorce de Septiembre)

Todos a una reforzando, aupados por su enganche casi derrotado, el acoso y derribo del nuestro enrocado en su fortaleza de piedra... ¿Por qué bebería la primera vez? ¿Y por qué lo haría después? ¿Un momento de ambigüedad que le descubriera que estaba fuera de lugar? ¿Algún reproche fugaz? ¿Una ráfaga de lucidez que se habría colado en su existencia patética, del todo normal? Me quería poner en su lugar y reflexionar... ¿Por qué bebía, joder? ¿Por qué?, ¿por qué?, ¿por qué? No lo podía comprender, con lo fácil que habría sido no caer en la tentación. Como suele acontecer, la reflexión se habría transformado en obsesión, y en intento de posterior discusión; pero esta vez no tenía con quien. Esta vez, no encontraba la excusa; esta vez estaba en frente Philip. Él, que había tenido el valor de ponerse entre la espada y la pared; me he topado contra su muro duro, me he dado cuenta de que yo siempre había dejado una salida para escapar. Aún me quedaba algo pendiente que acometer, reconocerme como él; enfermo, colgado y adicto a un vicio que quizás no fuera peor, pero tampoco mejor. El cambio que no cambió, por no dejar de fingir, porque la vida era así, y porque nuestros protocolos eran cultura y tradición, no como otros paripés, sin fundamento, ni fe.

A partir de hoy, no permitiré más a mi memoria orgullosa ni una deslealtad, para no olvidar lo que me convendría no recordar; en provecho propio recordaré, a mi pesar. Dejaré de rehuir los problemas que, enfrentados, me mostrarán ciertas respuestas que no quise escuchar. Para no agrandarlos hasta fabricar dramas sin solución, traumas sin fundamento, heridas sin razón. Será mejor no recurrir a melopeas, aunque estas fueran sin alcohol... Esas otras borracheras, consideradas de niños bien, permitidas y aplaudidas... Para controlar la falta de ilusión, cuyo desenlace, aunque más lento, no es diferente. La ira, la envidia, la falta de compasión, venderse al mejor postor o ser la puta de un cabrón, o viceversa si se es varón; todos ellos chivos expiatorios de una carrera sin condón; o con dos o tres, a la vez.

Sobrio; como me está mostrando Philip, mucho mejor... También en mi caso aunque el hígado no vaya a ser el sufridor, suelen serlo los pulmones, y el corazón. Las promesas que no cumpliré, o aquellas por las que exigiré atención, lo que me gustaría haber hecho que demoré; el tiempo que esperé. Porque he comprendido que soy lo que mamé ayer, y que mañana seré lo que digiera hoy; o, en su defecto, lo que produzca mi indigestión. Ya no me excusaré.

martes, 1 de junio de 2010

Atapuerca-Tardajos (vi) (Catorce de Septiembre)

Aquella chiquilla que había conocido cuando los problemas eran menos... ¡Qué recuerdos! ¿Quién no añora de adulto aquellos tiempos en que era un muchacho sin oficio, ni beneficio; ni preocupaciones, ni tampoco sacrificio? Aunque si lo medito un rato, no sé si me apetecería volver a vivir aquellas tonterías que no lo eran; si ahora se repitieran con la misma intensidad, posiblemente, no querría verlos ni en pintura. El retraso de una mala nota esperada para quien estar por debajo del notable suponía un fracaso, o la riña temida por haber sido pillado en una mentirijilla, el pánico atroz ante la confesión obligada hasta para el pecado no cometido...; que se hubiese estropeado el juguete que me regalaran por mi santo sería suficiente motivo para gritar histérico por la injusticia... Tantas y tantas bobadas, por entonces, para mí, y para Philip supongo, de vital importancia... Cuando eramos jóvenes despreocupados, cuando lo era él por tanto... Cuando tan tontos eran los errores y, para nosotros, tan determinantes... Quién sabe si por aquellos tropezones sin importancia no habría empezado esta gran borrachera de la que nos estamos desintoxicando.
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