viernes, 30 de abril de 2010

Oyón-Najera (i) (Diez de Septiembre)

Dicen que el tiempo va poniendo a cada cual en su lugar, mi corazón ya no ha sido capaz de postergar más la demora que mis argumentaciones habían ido imponiendo a su palpitar... Quizás esto también estuviera previsto, no lo sé... Tarde o temprano tendría que acontecer. No hay otro instante, por lo tanto; como siempre habito en el momento oportuno, en su fondo perfecto. Por eso, claro que tengo tiempo. Como el reloj de mi vecino, el mismo del que yo ya me he desprendido y que también repartía en veinticuatro horas cada día; como el calendario que ya no uso y que me ofrecía siete días cada semana, y cincuenta y dos semanas al año distribuidas en doce meses casi exactos.

Consumado y reiterado el fracaso, compendio de otros muchos a los que les había ido dando la espalda. Al último le he mirado de frente; porque me he dado cuenta de que no había sido el mayor problema no haber triunfado, sino no haberlo hecho por no haber aceptado que se triunfa, justamente, fracasando. Un paso adelante que no sé como hay que darlo, pero que lo estoy acatando como tropiezo deseado y necesario; esta vez no me quedo sentado ajusticiando a otros torpes avezados. Consumido mi tiempo pasado, precioso pero despreciado, ya no me lamento por ello; ya derroché mil oportunidades, ya no me debatiré más entre lo oportuno y lo que no fuera a ser propicio. Haré, estoy haciendo, una tontería de aquellas que aseguraba mi familia que no debían hacerse; porque no me aportarían un beneficio pingüe, no al menos como era debido... Instantáneo y en moneda contante y sonante. Sin ideas preconcebidas, porque ya he destrozado todas mis expectativas; se están rebelando las facultades, acomplejadas todo este tiempo por tantos prejuicios, tabúes y miedos; facultades en potencia que, sin guiones ni artificios, se están revelando precisas. Un instante, éste y no otro...

Este en el que estoy cerrando la puerta de mi casa, no sé si hacerlo con llave o dejarla de par en par abierta. Las últimas preocupaciones de las que no he sabido librarme. He desconectado la toma de electricidad general, y acabo de cortar el flujo de agua de mi tubería particular. El último reducto que queda de esa vida anquilosada anclada a creencias absurdas de creyentes impertinentes que no supieron decir no. El último del que tengo conciencia; otro paso importante, tras haber cargado de nuevo con la misma mochila, con una mochila diferente; con un recipiente que signifique la libertad permanente. Cuando mi entorno, cuando todas las circunstancias que me impedían actuar con espontaneidad se hayan dado cuenta... Las consecuencias nefastas que habrían aducido para convencerme de que no podría marchar habrán llegado tarde. Yo ya estaré muy lejos, para entonces. Ya lo estoy por supuesto desde aquel día de finales de agosto, hace tanto tiempo, hace tan poco..., que decidí no resisitirme a lo que el destino o el azar ya habría decidido por mí...

jueves, 29 de abril de 2010

PAUSA (Finales de agosto)

¿Por qué lo habría hecho? ¿Por qué estaría convencido de remendarlo? ¿Qué me habría aportado que aún habiéndolo considerado un fracaso este dispuesto a repetirlo? Pudiera ser, como el mundo ordinario, otro de esos fraudes que me enganchen... No sé, si era lo que yo deseaba. No era el camino para hacer sabios que había soñado, ni era un lugar donde podría palpar los milagros... Se complican los fantasmas, disfrazados de anhelos ajenos; claro que me esperaba otra cosa, pero no sé por qué así sea... tengo necesidad de volver a probarlo... Quizás justamente por tener más argumentos para reforzar mis quejas, para confirmar que fuera imposible encontrar aquello que estuviera buscando. No soy un iluso, ni soy un tonto testarudo; era un burdo mentiroso que sabía a ciencia cierta, desde el principio, desde que sin quererlo me lo había propuesto, que me defraudaría todo aquel cuento... Porque en este mundo nada existe perfecto.

¿Tropezaría de nuevo contra la misma piedra? Regresaría para querer creerme más mentiras, para convertirme en otro corredor de fondo... ¿Llamaría otra vez la competición a mi puerta? El que más disfruta, quien más siente, quien más medita; quien, en definitiva, más de todo... ¿Por qué no?, también el más frustrado. Santiago, al son de clarines celestiales, con toda su corte haciéndole la susodicha, y un montón de peregrinos tocados de auras doradas, divinas, haciéndole la rosca... sobre un pasillo de flores, pétalos de rosas rojas y blancas flanqueando nuestro paso... Por Dios, eso no sé lo cree ni el más creyente de los devotos.

Por fin atisbo la pausa, ya se me ha roto el juguete... La que parado, en estos tres meses no he acabado de encontrar; mezclado con tantos ruidos ni el silencio dejaba de chirriar... Silencio, también divino, divino tesoro esquivo; el candado con el que había sellado mis labios tan solo había logrado que me callase la boca. Un respiro para el alma que me estaban escamoteando las prisas, el run run de corazón que no cesa hasta que al corazón se le concede una pizca de razones. Que poca cosa, un poquito de determinación, no dejarse arrastrar por la normalidad ordinaria; sacar de la horma establecida al patrón, y condenarle al paredón... Se me han desparramado todas las formas establecidos en una masa deforme de inconcreción. Concretando, lo concreto está de más, un poquito de abstracción que no se deje arrastrar por la fuerza de la gravedad. Ya no había vuelta atrás.

Finales de agosto, una noche vestida de raso negro engalanada con estrellas diminutas, remotas, cercanas... En el cielo se dibujan estelas que recorren fuegos artificiales de gala; celebramos en mi pueblo las fiestas de acción de gracia... Tumbados sobre el césped, relajados mirando al frente... En las luces de colores interpreto la llamada de emergencia, sin urgencias... Este deseo surge del alma. Lo tengo claro, me viene a la memoria aquel libro, tres meses en casa; “Kamino de retorno”. Miro a mi derecha, y a mi derecha está Mayte, también recostada. Lo pienso... Y a mis pensamientos le pongo palabras que dirijo a su mirada: “El nueve de Septiembre regreso”.

miércoles, 28 de abril de 2010

DUEÑO Y SEÑOR (Finales de agosto)

Me hacían llagas las costuras, ¡cuántas heridas podridas sobre una piel poco curtida! Sin noticias, sin querer conocer; sin ser noticia, sin que nadie pudiera saber... Lo que me fuera a acontecer, que a nadie le interese lo que de mí sea o fue; lo que vaya a ser será, le pese o le agrade a quien... Anónimo, con otros muchos más, de mi misma calaña, ladrones de las apariencias con sostén. Y es que no es la ropa fina para el que ha nacido en pelotas, aunque en pelotas no me sepa desenvolver.

Y aún no conozco mi misión, ni cuál será aquí mi función; no dejaré de indagar pero ya no me preocupa no estar, tampoco no ser reconocido como tal; tal para cual... Entre ellos, no quiero aparentar. Me ocuparé de nuevo de no dejar de caminar por este mundo, que sigue siendo un laberinto de sinrazón... Sin saber hacia qué o quién vayan a dirigirse mis pies; todavía me lo pregunto y dudo; mis pisadas no conocen dónde encontrarán la próxima huella en la que tengan que encajar. Se difumina..., la frustración ha dejado de serlo; más oportunidades y sensaciones renovadas... En el fracaso continuo está revelándose el triunfo perpetuo; vivir en el filo de un cubito de hielo, haciendo malabarismos con granitos de cieno, al son de la melodía mezclado con el silencio... Silencio, se rueda; que se callen las respuestas.

¿Qué tal el camino? ¿Por qué lo has hecho? No sé, quizás mañana, quizás hoy mismo regreso, posiblemente ya no te cuente... ¿Al de Santiago? Por supuesto, aunque pidiera ser otro cualquiera. Santiago es como Dios, omnipotente, omnipresente, omnímodo... ¡Coño, qué está en todos los sitios! Hoy me vuelvo a sentir un señor; con mayúsculas mucho mejor.... Señor. De verdad; amo, dueño, rey, emperador. Me he despojado del afán, de repente, sin esperar, de vestir un traje de héroe de cartón.

martes, 27 de abril de 2010

EXTRANJERO (Finales de agosto)

Velos de blanco satén, y ya más de noventa las noches que no han sido veladas de sábanas de papel. Recién lavadas, pulcras, higiénicas..., sin ni siquiera tener que soportar un ronquido que robase una mancha al contexto higiénico e impoluto que me imponía mi alrededor. Porque yo no me entero cuando rebuzno yo. Estuve andando cuatro semanas, y cuatro semanas no parecen suficientes para que complete su fermentación el poso, necesitaba algo más. Necesitaba parar, y mezclarme con otras formas de obrar. Soñar y que el sueño vacío, sin coros ni ruidos de fondo, me devolviera pesadillas que sopesar. Era requisito imprescindible dar lugar a que se rebelase la familia nómada de la que me quise desprender aquel día que crucé el umbral de la puerta de mi portal, y tomé el ascensor porque la mochila me empezaba a pesar.

Añoro espacios en blanco, no tener que recordar lo que he hecho, y lo que he pensado mientras tanto; lo que habría sido conveniente hacer o pensar... No haber sido capaz, por la obligación de hacerlo sin rechistar, quizás. Tantas cosas que me cuesta explicar, necesito el ajetreo del deambular, vagabundear; ser mendigo de mi propia libertad, y cada día acatar otra cura de humildad; suplicar la limosna que, por vagar sin rumbo, por el mero hecho de hacerlo, cada día se me ofrecerá... Porque la providencia proveerá.

Porque me agobia tanta certeza sin fundamento, y porque de tanta vigilancia sólo me sirve la mordaza que imponen a mis miedos dejar de dar guerra. Me sientan muy mal tantas comodidades superfluas, y apenas soy capaz de respirar en este local atestado de humo. Porque no sé apreciar las joyas que el resto consideran manjar, porque ya no me importa que no siente bien que a mi la etiqueta y el perifollo me siente fatal. Intruso, clandestino en cualquier lugar, tal vez fugitivo furtivo que en ninguna tierra encuentre destino para el destierro continuo que empiezo a abrazar. Y lo sé, hacer vida cotidiana del peregrino con botas tampoco será mi lugar... Pero, de momento, requiere mi coraje una barandilla... Al extranjero aún le hace falta una escuela de idiomas oficial en la que aprender sus primera palabras... Un día, a no mucho tardar, ya no la necesitaré.

Voy a volver a abandonarme, esta vez consciente y orgulloso de ser; dejaré atrás voluntariamente las comodidades que tan mal le sientan a mi salud; para hacerle frente a mis problemas de piel, esto es una realidad, la yaga en la que quien lo desee puede probar el grosor de su dedo incrédulo... Mis heridas no reflejan más que muchos retos que a punto he estado de volver a postergar. Por fin estoy comprendiendo, que la agonía perpetua será mi bandera; y que mi patria es un estado de paso. Que la angustia será el puente permanente que articule estados enquistados, cuanto más ligeros y pasajeros menos perjudiciales y estridentes.

lunes, 26 de abril de 2010

EL RETORNO (Finales de agosto)

El tiempo pasa rápido. Un mes entero desde la emisión de aquel programa que habían grabado el mismo día en que habíamos llegado a Santiago... Y que había agravado mi estado de desagrado al verlo en televisión. Las personas con las que había compartido alegrías y dolores, los lugares por los que yo había pasado antes. Enfrentado a la incapacidad de afrontar una mirada que no quise mirar a tiempo, en busca de unas manos que, si pudiera ser, me aplaudiesen y meciesen; hacía ya casi tres meses de aquella jornada en la que yo me había dejado olvidados los reflejos en la Ciudad Xacobea por excelencia..., sobre el pedestal de piedra del Santo.

Por fin se han fundido los barrotes que amenazaban atrapar, si hiciera falta, conmigo, a la mismísima oscuridad... Porque ni la monotonía había logrado extinguir la llama que se encendiera cuando no lo esperaba ya. Aarón... ¿quién si no?, mostrando su devoción en aquella entrevista... Aún tengo su mirada clavada en la pantalla de mi televisor aquel sábado que, por no tener nada en que ocuparme, pasaba canales al azar para encontrar algo de que preocuparme de una vez. Me lo volvía a encontrar, como siempre, de repente, sin esperarlo, sin prepararlo, por casualidad... Y la casualidad va a volver a complicarme la existencia, quizás para simplificar.

Un mes más, o cuarenta y tantos días..., los que sean menester. Perdido por la maraña de circunstancias gallegas y castellanas, otra vez; en esta ocasión las tierras navarras tendrán que esperar, porque no me pillan de paso por donde pienso andar. No me pillan de paso, pero quien sabe, toda recta es susceptible de atravesarse sin avisar. Partiré dispuesto a rectificar en cada encrucijada mi forma de ver, respondiendo con espontaneidad a cada propuesta que los recovecos del camino quieran disponer; ratificando que se vive en movimiento y que si no... No hay credencial que valga, ni aun avalada por la firma del mismísimo Papa... su poseedor fue peregrino que caminando peregrinara, pero en tiempos de Maricastaña. No quiero ver apagarse mi fuego interior inventando historias falsas, cuan trovador pasado de rosca que narre batallas ajadas.

¿Que si estaré haciendo bien? ¿Y eso a quién le va a importar...? Por una vez estoy seguro de haber tomado la decisión correcta, no me arrepentiré. Muchas reflexiones reprimidas, un montón de frustraciones contritas, paridas por la falta de estima. El pensamiento obsesivo sobre el que se habían erigido las rejas... Estaban engrosando su densidad por instantes, pero la que ahora se agranda es la estancia y hasta acude de nuevo la luz a iluminarla. La cárcel que hace nada me atrapaba, me abre sus puertas para echarme; ya no quiere retenerme... Me invita a salir y no voy a desobedecerle... Para algo tendría que valerme haber sido un chico obediente.

viernes, 23 de abril de 2010

SUPERCHERIAS (Noventa días)

Otra historia inventada por unos cuantos que dudo que merezca la pena, por muchas referencias documentadas en que se fundamente su certeza... Cadenas que la espiritualidad divina sugiere al sentir particular, de cada cual. Dicen que emocionarse está muy bien pero siempre y cuando uno lo haga en el mismo sentido en que señale el sentir oficial. Y en el Camino de Santiago a nadie le parece mal lo que en cualquier otro lugar nos resultaría necio y grotesco a la par; ni siquiera le sorprende al científico más rígido y precoz, ni a ninguno de los considerados prohombres de nuestra sociedad recta y racional... Cualquiera de ellos se aliaría con el rubor para dar besos a diestro y siniestro a piedras que dicen que guían hasta la vida eterna y celestial; sin mostrar, por supuesto, un ápice de aquel. No consigo comprender... Ni logré sentir.

Aún sigo perplejo y confundido por tantos protocolos consentidos, ¿tal vez fueran fingidos? Sólo si estuviera contemplado dentro del contexto adecuado; sientan mal y dan que pensar ciertos locos de atar que hablan de entes abstractos, al parecer demoniacos, alejados de nuestra culturilla general. Serán válidas todas las “sensibilidades” siempre y cuando favorezcan el sentir que nos venga bien; es decir, que se adapten a las creencias de supuestos decentes que nadie ha de discutir. Sustentos del panteón, otra templo, una catedral más, piedras; rocas... ¿Cabezas huecas o en demasía repletas? Emulación inconsciente de ritos, que cuando se ejecutan mecánicos y aprendidos, no cumplen la con su misión. Cuando no interesan todas estas tonterías son supercherías de supersticiosos que hacen daño a nuestra comunidad. ¿Convivirán en las cabezas ilustres distintas varas de medir o es que me lo parece a mí?

Si no me robasen tiempo, lugar y afán para usurpar otro escalón otro gallo cantaría en este corral... ¡Si me diera la opción de escalar otra posición en el escalafón quizás yo también me lo pensaría mejor! Ya sé por qué, y también por qué no. La contradicción sin otro pilar, parece que en mi reino los mayores peligros no se atreven a dar la cara, no se dejan ver; están sin estar... Dudas, más incertidumbre, una leyenda impresa en mis huellas que no me apetece airear. ¿Qué les voy a contar? Nada, por supuesto; se me acaba de olvidar, la memoria que no quiere recordar. El corazón habla sin palabras, los oídos ya son orejas; fantasmas, mi cara, este espejo, afeitada no refleja el mismo mirar. Prefiero, mejor, no... Por lo que pueda encontrar.

Pero no lo he podido evitar; parajes, montañas, paisajes verdes, húmedos, inmensos, profundidades intensas... No hacía tanto tiempo que los contemplaba sin necesidad de televisiones... He evocado, mirando, ganaderos arrugados viejos que como peces en el agua se desenvolvían por aquellos recovecos. Superhéroes de charcos y estiercol que, sin presumir de alardes vanos, caminando, con parsimonia, iban llegando, y regresando, hasta, y desde, dónde les llamara el mugido de sus vacas... A su lado me sentía otro dominguero mediocre, peregrino engreído armado de botas, bastones y mochila... Me están dando vergüenza aquellas celebraciones al final de cada etapa, pareciera que habríamos realizado una hombrada... Para ellos era el pan de cada día, de toda su vida, otra jornada. Ellos también se santiguaban y supongo que rezarían cuando les vinieran mal dadas...

Gracias colega, claro que merecías la pena, acabo de darme cuenta... Creo que, en realidad, ya lo había hecho la primera vez que nos habíamos encontrado en aquel pueblo navarro de cuyo nombre no logro acordarme... Hasta el último momento... Cuando ya te creía sumido en el olvido; es lo que tienen noventa días sin respiro... Apareces para recordarme, para inspirarme, para despertarme del soporífero ovillo en el que me estaba enrollando; noventa días duermiendo. Ahí estaba Aarón de nuevo, ¿otra casualidad?, el mejor recuerdo del azar en un programa de televisión sobre el Camino de Santiago, grabado justamente el día doce de junio.

Santiago de Compostela. Las últimas palabras, la despedida, el mensaje para navegantes en vilo, éste no era nuestro sitio... Yo creo que vuelvo. Porque de aquellos campesinos yo sí que me fío.

jueves, 22 de abril de 2010

MAS DESATINOS (Noventa días)

Desatinos... Peregrinos... ¿De verdad sería yo uno de esos buscadores a los que hizo alusión aquella monja del albergue de León? Un buscador de mi interior, ¿un aventurero expeditivo surcando ese mundo extraño desde sus entrañas? Mes y medio de amancebamiento me había devuelto completamente a la normalidad, ya no me quedaban argumentos para poder considerarme tal; un olvido letal de necesidad. Aterrizaje imperfecto en la cotidianeidad, aferrado de nuevo a la inutilidad mía y de los demás; tantos cuidados para ser un descuidado más. Aquí suena mal todo lo que no jadee a la carrera, jaleando a gritos la competición y la competitividad... Pero yo seguía contemplando, cada día, puntual, a las nueve de la mañana a la gente pasar desde la ventana del bar. Ellos tenían excusa, yo ninguna justificación.

Un dieciocho de junio había sido el culpable del desenlace fatal; no lo deseaba pero... ¿Qué le iba a haber hecho yo? Por no haber sido capaz de cumplir con las expectativas fundamentadas, había sido el quince de junio el día que yo había escogido para haberlo acabado pero... Me había adelantado y por eso todo se había estancado. Me estoy dando cuenta de que apenas lo estaría comenzado aquel doce de junio que había llegado, a tiempo, a Santiago... Allí mismo, en esa misma plaza, junto la fuente en la que estaban entrevistando a Aarón, lo había dejado todo empantanado. Peros.

A saber dónde estaría. ¿Qué estaría haciendo?, ¿qué sería de él? Compañero, como yo mismo pasajero viajero. Ahora estamos, estábamos ambos entonces...; mañana sabe Dios dónde pastaremos. Animales de costumbres... ¿Seguro que nos encontraríamos de nuevo? No cabía duda de que mantendríamos el contacto. Yo no era capaz de creerlo porque esa misma sentencia ya había sido derogada por incumplimiento caduco en demasiadas ocasiones antes. Ya me había ocurrido, estos caminos nos hacían distintos, una vez abandonado; los distintos se uniforman en esa masa informe y todos volveríamos a ser los mismos; los mismos...

No sé si habría sido necesario caminar hasta tan lejos para poder coincidir con ellos, con él en concreto. Nunca más nos veríamos... Me dio tanta pena cuando Aarón, encabezando al resto de compañeros, se fueron diluyendo en la bruma de la rutina aburrida que yo ya estaba presintiendo. En unas horas habrían dejado de serlo. Ser lo que fuera que fuimos; compañía, amigos, conocidos, caminantes, peregrinos... Para ser personas de carne y hueso con grandes ambiciones, con menos ampollas, este tipo de gente que yo había conocido creo que sobra.

Siento una sensación extraña... Viendo estas imágenes reanudo, en mi sofá sentado, nudos que aún no había soltado; y se vuelve a formar un barullo con los líos que se habían ido formando después, mientras tanto. Recordando aquel viaje que había comenzado un dieciséis de mayo; o el quince, antes de haber llegado, si también cuento con ello. O puede que todo empezara cuando se me iluminó aquella idea en las luces de aquel camión de bomberos.... Posiblemente todo esto debió de haber comenzado un veintiuno de marzo de haría más de cuarenta años. ¿Quién sabe? Tal vez muchísimo antes; cuando aún no tuviera conciencia, ni inconsciente que me maltratara..., ni cuerpo que transportara a ambos. ¿Quién iba a imaginar por entonces que fuera a ser yo quien fuera a ver a Santiago entre Mayo y Junio de un año cualquiera del siglo veintitantos?

miércoles, 21 de abril de 2010

DESATINOS (un viernes de esos)

Cuentas pendientes, saldar las deudas o pagarlas por anticipado sirviendo... Siendo siervo, ofreciéndome había desencadenado el resto, todo esto que me cuento para darme cuenta de lo que siento, de lo que no he sentido, de lo que quiero; y, sobre todo, de lo que no me he atrevido a querer, escudado tras la excusa del no puedo. Por no haberme ofrecido hace mucho tiempo y por ser mezquino, posiblemente, habría forzado a la vida a ponerme contra la espada y la pared, a su pesar, incluso contra su voluntad, por mi mala cabeza, por la falta de determinación para completar mi función...

Por no hacerle caso al corazón en el momento oportuno; y por no hacerle caso en cada una de las múltiples ocasiones en que se habían repetido sus llamadas lastimeras, cada vez más asustadas, cada vez más fieras. ¿Desde cuándo?, ya ni recuerdo una existencia exenta de sufrimiento y quejas, de desgracias complejas; de desenlaces funestos, nefastos; crueles como mi propio sombrero. Aun así tuvo piedad quien dirija todo este cotarro para enviarme aquella enfermedad acompañada de la solución que me sacara del entuerto. Llegaron de la mano acción y reacción sin necesidad de la aportación que, definitivamente, no habría sido capaz de disponer yo.

“El kamino de retorno”; aquel libro que había cambiado en el albergue de Santiago por otro que yo había ido paseando sin ocasión de ser leído. El oasis que deseaba, en el desierto de arena, árido y seco, un cauce de agua fresca; el espejo donde me podría haber mirado antes incluso de verme reconocido en el reflejo de la ventana del tren que me trajera de regreso a casa. No supe escuchar la buena nueva, y el espejo se quedó en espejismo...; por todo lo que debía hacer, por los deberes establecidos que habían quedado aparcados durante poco más de cuatro semanas; porque enseguida había olvidado lo que apenas poco antes acababa de aprender. No soy capaz de recordar el nombre de aquel albergue, pero algo tendría que ver con el agua; el camino no tiene más que piedras; pero quizás la piedra tenga algo de líquido elemento. Agua para beber, la roca que sustenta mis cimientos. En aquel rincón de Galicia creo que estaba la llave de este mundo que aún me desconcierta tanto.

¿Tendré que retornar? ¿Tendría que volverlo a empezar? Tal vez no todo se limite a andar, seguramente no se fundamente en caminar. ¿Volviendo a casa o en casa también sería capaz? Asimilar; paciencia, aceptar. Continuar, ¿pero por qué no sería posible en el tren? ¿Avanzar aun en la vida normal? ¿No tener principio ni final? ¿Estará el regreso en el interior, esté donde esté el exterior? ¿Qué es un peregrino? ¿Qué es el Camino? ¿La ida y la vuelta? Preguntas sin respuestas, quizás esa sea la clave...

La respuesta, porque la pregunta ya venga de serie, como defecto de fabricación... Porque las preguntas ya las llevemos puestas. La respuesta... ¿Cuál será? Una encuesta, una sucesión de cuestas... Arriba y abajo; arriba y abajo... Uno, dos, tres... Cientos de ovejas... Me duermo... Hasta mañana si Dios quiere... Recuerdo, olvido, siento... ¿Cuántas llevo? Silencio, no más preguntas... No más dudas, no más miedos.

¿Ocho años? ¿O eran nueve? ¿Y qué añadiría o restaría a la agonía si tuviera treinta años, o cuarenta y nueve, cuando aquel cáncer inoportuno postró todo mi orgullo para humillado ser sumiso?... Lo que quisiera el hado y el sino... ¿Que también son lo mismo? Hado, sino, azar, destino... Un camino, retornos fracasados o regresos certeros, huellas y vías de hierro. Desatinos...

martes, 20 de abril de 2010

QUERIDA DOCTORA (Un viernes de esos)

Hacía ocho años ya que ella había abierto la caja de los truenos para salvarme de una tormenta mucho más cruda que las que durante el Camino me habían tocado en suerte. Sin ella, sin su profesionalidad, sin su dedicación; sin su tenacidad, sin su cabezonería sin fisuras nada habría sido igual. Sin su crueldad rayando la tortura... Habría dejado pasar el tiempo, al principio porque no podría, después porque no me habría venido bien, más tarde quizás... Más tarde no habría habido oportunidad... Tres, cuatro, seis... Tantas oportunidades habrían sido demasiadas. Por eso y por mucho más, le he entregado la concha sin tardar...

Porque me había enterado de que para ella significaba más de lo que se permitiría expresar jamás; porque la expresividad no era su rango fundamental; porque a pesar de su forma de ser me empezaba a caer genial; creo que a mi modo la quiero de verdad. Mi concha de peregrino, fechada en el día en que había llegado a Santiago, dedicada y firmada de mi puño y letra. Se la he regalado a esa persona tan especial, determinante en mi devenir posterior; sin ella mi vida, seguramente, habría dejado de existir en este mundo material.

Le he pasado el testigo para que fuera valiente , para que ella también se atreviera a dar ese paso. Porque el día que había parado en casa lo había hecho para visitarla. Y porque en aquella visita me había permitido por vez primera tocarle el alma. En tantos años no había visto ni en una ocasión siquiera el brillo de sus ojos, un brillo que siempre me había sido esquivo; un brillo del que seguramente pocos habrían disfrutado. Me había confiado su vida personal, dejando aparte el trato correcto pero distante de la profesional. Al hablarle del Camino que estaba recorriendo, al decirme que era su cuenta pendiente; al intercambiar entre ambos emociones y anhelos... Temores y complejos, experiencias tristes e ilusiones con fuste. Entre confidencia y confidencia le había prometido en silencio, diciendo sin decirle palabra, que cuando regresase le mostraría las pruebas de haber completado el reto.

¿A quién mejor regalarle la prórroga de mis andanzas que a aquella cirujana que hacia ya ocho años, con sus manos de seda había arrancado de mis entrañas aquellas garras en llamas? He cumplido por gusto; no es una devolución de favores, es un favor de mi parte que no espera devolución ni recompensa... ni el pago por los servicios prestados; como ella lo hiciera en aquel momento. Podría haber pasado de largo, y hacer como que no me enteraba del cuento. Pero he querido completar la ronda, y cerrar en tan poco tiempo el segundo ciclo de mi carrera. Por fin he saldado otra deuda con la rueda de la fortuna para que no me la tuviera en cuenta.

lunes, 19 de abril de 2010

ENCHUFES (un viernes de esos)

Una parada en la que me tenía que parar, a pesar de que significara dejar marchar al grupo que acabábamos de formar. Me sentía bien, creía que no me sentaría tan mal; después... ya nada volvió a ser igual. Aquel día, 22 de mayo a la sazón, era viernes también, como es viernes hoy, como todos aquellos viernes en que me había tocado pasar el mismo trámite. Por eso el 22 de mayo no podía continuar andando al ritmo de los demás.

Al principio cada entrega suponía seis meses de temblor, un terremoto continuo en mi interior...; esperando nervioso para acudir asustado al matadero, como una res del montón. Poco a poco me había ido acostumbrando, sin perderle el respeto, por si acaso; me impongo recordar a menudo la experiencia que había desembocado en esto para no olvidar la oportunidad que me había dado el azar de continuar siendo; para en momentos de bajón seguir confiando en que la providencia seguirá proveyendo. Tan solo tengo que fiarme de que en el momento oportuno volverá a sonreirme otro golpe de magia inesperada. Me lo repito constantemente, por si acaso no me acuerdo.

Y recuerdo la mirada de aquella doctora que se había mostrado tan seria y tan parca; desde nuestro primer encuentro tan distante, tan huraña, tan..., tan... No sé como expresar sin caer en la descalificación ruin lo que sentía entonces, aunque fuera merecida..., me habría podido el ataque de inquina que tenía hacia aquella persona que parecía querer joderme la vida. Pero al final creo que ha merecido la pena, por fin he aprendido a convivir con la sentencia de muerte repetida; y creo que tengo que darle las gracias... De cada nueva cita con esta señora, de momento, he salido aliviado. Me he ido haciendo fuerte, posiblemente, gracias a su crueldad perenne. No había sentido antes el chute de aquel poder, tan sorprendente como inesperado; diría que contrario a todas las expectativas proyectadas sobre aquella situación desastrosa. Emanó de quién sabe que fuente, parido por aquella circunstancia crítica, por el odio o por la desesperación supina... Yo que creía ser débil y que estaba convencido de que no podría soportar noticias que fueran contra mi valor más preciado, mi vida, mi autosuficiencia, mi cuerpo en estado perfecto...

Pedir permiso o pedir perdón; hasta entonces siempre me había excusado por anticipado; aún me cuesta aferrarme a la opción de un posible arrepentimiento por haber metido la pata. Me di cuenta aquel día, hace ya hace ocho años, viernes como no podía ser de otro modo...; me di cuenta, por lo tanto, de que, ante todo, habría que vivir sin complejos y que siempre sería mejor disculparse por haber errado que volver a fracasar sin haber tentado a la suerte. Por eso, aunque sólo tuviera que esperar veinte días a mi cita de cada semestre no he querido; mi decisión derepente no era urgente, pero tenía que cerrar como fuera, cuanto antes, el ciclo vital que me había propuesto; era importante.

Aunque en mi caso no parezca normal y mi conducta hasta ahora no haya sido tal. Me he colado, a medias, en una consulta que no me correspondía; digo bien, a medias porque aunque no tenía hora no lo hecho por las bravas. Me he aprovechado del enchufe de no ser novato, al final la experiencia es un grado... Y he logrado acaparar un rato a mi doctora para aportarle la buena nueva y para charlar de unas cuantas cosas. Aunque fuera en su horario laboral me ha concedido mucho más tiempo que cuando he acudido como enfermo de verdad.

domingo, 18 de abril de 2010

LA RUEDA DE LA FORTUNA (Un viernes)

Por todo ello y por aquella promesa que había dejado sobre la mesa... He querido completar una de esas rondas de reconocimiento que aún tenía a medias en la agenda. Para que la fortuna empezase a girar a mi favor, porque creía haber comprendido su función, para que no se parara el ventilador. ¿Otra rueda del montón...? Una de las muchas pequeñas, minúsculas, apenas perceptibles, que amarradas a otras más grandes estaban encargadas de impulsar el complejo engranaje que tendría que mantener en movimiento mi reloj. Otra cuenta más que añadir al rosario para animar a golpe de oración a la confabulación universal para que comenzase, de una vez por todas, a confabular a mi favor. Para darle otro empujón, un elemento fundamental para derrotar a mi maldita y tenaz superstición.

Vereda vital, pilar y cimiento en el que se apoyó la prórroga de mi existencia concupiscente tiempo atrás; más antigua que el mismísimo Camino, otro recorrido singular. Hacía ya ocho años de todo aquello, o al menos haría ocho años desde que yo habría tomado conciencia del lío en que estaba metido. El Camino de Santiago y el feliz cambalache que refiero, ¿cuál a cuál comprende? ¿cuál sería el primero? ¿cuál consecuencia de cuál? La rueda de la fortuna había sujetado todas las sendas para que no me dirigieran de momento al sepulcro pagano que me habría de tocar en suerte en el desenlace fatal. Otro ciclo que aún no se tendría que cerrar, porque antes habría unos cuantos más que clausurar. Aún tenía que aprender a acabar. Tenía una deuda pendiente y hoy por fin estaba decidido... Hoy la saldaría sin esperar a nada más.

Por todo esto y por aquella promesa... Más vale pedir perdón que pedir permiso. El viernes tenía que ser el día elegido, porque los viernes era cuando esa señora acostumbraba, cada seis meses más o menos, para ajustar cuentas conmigo y dictar la siguiente sentencia. Otra cita ineludible como aquella por la que había guardado una jornada de descanso en medio del camino, al pasar por al lado de mi casa.

sábado, 17 de abril de 2010

ASIMILANDO (Un viernes)

Nada más que unos pocos; unos pocos, y añado, afortunados... Sujetos osados, elementos incombustibles que poco parecen tener en común con los objetos corruptibles... Sólo ellos osan ponerse a deshacer el entuerto. Darle la vuelta a todo esto a pata, sin adulteraciones, ni dopajes artificiales no está al alcance de cualquiera. Está claro que los poco más de cinco kilómetros que separan la estación de ferrocarril de Logroño de la puerta de mi casa no iban a ser suficientes para ser incluido en tan selecto grupo. Y aunque lo fueran... No, tampoco estaban contemplados en el camino de retorno privilegios atenuantes a mitad de camino; solamente existe un Sarria a cien kilómetros de la meta en Galicia; y no hay nada más que una Villafranca del Bierzo para acoger peregrinos lisiados con las mismas prebendas que los que llegan a Santiago de Compostela. Definitivamente, regresar en tren no era lo mismo.

Acostumbrarse a aceptar el dolor, que más que esfuerzo requeriría el ejercicio estoico frente a la agonía; no hacer nada para que, con gran paciencia, el tiempo vaya poniéndolo todo en su lugar; dejar que se fuera ejecutando puntualmente cada sentencia sin más, cada paso hasta llegar; contra corriente es mucho más difícil nadar y los kilómetros deben de agotar mucho más. Restañar las quiebras, clausurar etapas caducadas; avanzar sin miedo hacia el cierre de cada ciclo iniciado no era una tarea fácil. Por eso, arriesgar tenía su recompensa, y no hacerlo su castigo; por fin me he enterado de que todo premio cotizaba alto en el mercado de los precios; nada sale gratis, todo requiere por anticipado un servicio. Por eso, para ellos, mi admiración sin resquicios; y, para mí, el arrepentimiento, la cobardía, los deseos incumplidos; y muchos más sarpullidos.

Dicen, de hecho, que ese, y no el partido, sería el camino original; el que va y viene, y además sin renunciar al medio de transporte escogido para empezar. El camino originario, el más antiguo, el de veras no debía de permitir ponerle motor a los pies, ni tampoco ser suspendido a mitad de recorrido sin justificación; posiblemente ni siquiera contemplara ponerse botas de marca, ni gore-tex. La única excusa, tal vez, sería dejar de respirar, y ni eso quizás. No creo, por otra parte, que por entonces habría puesto ya la Renfe su red de ferrocarriles al servicio del peregrinaje..., ya fueran cierto las opiniones cristianas que datan sus principios allí por el 813, ya lo fueran las paganas que las disponen mucho antes.

Para asimilar el contenido de la ida, para no dejar boquetes incongruentes, acabarlo allí donde se hubo comenzado, y empezarlo allí donde tendría que ser finiquitado; empalmar cabos para que no se interrumpa el fluido, no empezar uno nuevo sin haber concluido el anterior; ir dejando todo bien zanjado. Ya no me cabe ninguna duda, tendría que estar retornando, y no aquí muerto de envidia viendo pasar a otros individuos, que creyéndose peregrinos, también serán peregrinos a medias... La mayoría tampoco se darán la vuelta.

jueves, 15 de abril de 2010

CICLOS (¡Quince días ya!)

Ciclos, completar los caminos de ida con la vuelta requerida; regresar al hogar, completar el recorrido, recogiendo en el retorno los frutos. Dudo, no creo que lo que me sentara mal hubiera sido la huida, no estuvo mal la visita. Reflexiono en la distancia, ¿me habría equivocado? Aunque desde que he llegado me acosen los granos, sarpullidos asquerosos y su pus purulento... Empiezo a tenerlo claro. De algo me había servido, sin decirme nada me ha puesto sobre la pista Don Fernando. Se acababa una etapa. Se acaban las etapas y no hay que dejar abiertas las propuestas porque, si no, regresan habitando sábanas de fantasmas.

Santiago, ¿qué es lo que me estás contando? Cuénteme usted, ¿maestro o hermano mayor de quién? Cuentan las malas lenguas que de alguien importante lo fue. Símbolo de un conjunto de generaciones que a punto está de caducar. Generaciones metidas en vereda justamente por obra y gracia del arte de varas. ¿Tendría algo que ver todo lo que siento con la severidad cristiana? ¿Tendrá que ver con todo ello lo que no soy capaz de sentir?

Me he negado por primera vez, antes no me habría atrevido, nunca lo había hecho, por cierto. Porque él habría fruncido el ceño, o porque a mí así me lo habría parecido; porque no habría sido capaz de decirle que no a su proposición. Hoy yo he sido el que sonriendo, sin sentirme culpable, le he dicho claro y alto que conmigo no contara. Cada cual decide su opción y cada cual tiene su opinión; y negarla no le quita razón; pero no era la mía su misión. Me ha gustado su idea, y le he apoyado, por supuesto; he estado ahí sentado aplaudiendo su discurso; como siempre discurso, además de ameno y divertido, profundo... Y le hemos aplaudido todos. Pero tenía que hacerlo solo y yo no tenía que hacerlo. Estoy seguro de que hoy le he hecho un favor a mi amigo, y me lo he hecho a mí mismo. Nos hemos librado de cuarenta años de lastre, hemos regresado al origen y estamos retornando reforzados... Aquella guía de hierro que aún nos mantenía soldados ha sido destrozada. Un ciclo cerrado, el primero, que no me volverá a dar más guerra.

miércoles, 14 de abril de 2010

SUTILEZAS (¡Quince días ya!)

No me había dado cuenta, creo que sigo sin percatarme de la sutileza; ¿qué mentira le habría contado para haberle impresionado de esa manera? No ha habido alardes paranormales, ni experiencias extrasensoriales; ningún número de magos, nada extraordinario más allá de paisajes indescriptibles. ¿Qué sería eso que tanto le habría impresionado? Parezco más reflexivo, me lo había comentado un amigo; y a veces estoy ausente, según opinaba otro; no entiendo nada de nada, no sé de que me hablan, no entiendo lo que me pasa. Me he alegrado, aunque parezca triste, por descubrirla llorando a moco tendido a mi lado.

¿Quizás siga enfocando en lo que me falta?; en realidad no es para tanto, a poco que fuera sincero, tendría que reconocerlo, soy un afortunado. ¿Será que no agradezca lo suficiente todo lo que tengo? ¿Por qué no seré capaz de disfrutarlo? Sin lamentos, en serio; riéndome de esa sombra medrosa que me cuenta historias perversas. Esto debe de ser como los cuernos, el último que se entera es quien los lleva puestos. Me gustaría sentir lo que dicen que transmito y ser consciente de ese cambio que ... Dicen algunos, porque muchos dicen que sigo siendo el mismo. ¿Quién dicen que soy y no soy, por lo tanto? Mejor lo dejo, que ya me estoy enredando.

Por cierto, hoy se ha jubilado el último “Don” que quedaba; no sé si será casualidad o quizás sea una señal para deshacer tantos líos y traumas. El Broche de Oro a una generación caduca; 35 años como profesor son unos cuantos para un maestro que aún no es anciano. La vara que endereza el árbol, guía que fuerza su avance recto; ya no tengo tan claro que la naturaleza requiera palos para crecer erecta. Enhiesta por sí misma, enhiesta, aunque sea redundar en la causa, justamente, por naturaleza. Para aprender, por eso mismo, y redundo en la redundancia redundando... ¡Coño! ¿no me estaré enrollando? Pues eso, que no creo que sean necesarios tantos palos. Antes, y hasta este “Don” que se acaba, las varas estaban acostumbradas a enderezar justamente a bastonazos. Este Don era uno de los que no enderezaba.

Profesor y maestro, posiblemente signifiquen lo mismo, hay quien dice que son diferentes; etiquetas que posiblemente reflejen la misma esencia; tal vez, lo que interese no sean las formas. Don Fernando no llegó a darme clases, pero con él he aprendido unas cuantas cosas que dudo que me habría enseñado como materia de sus clases. Como ya se jubila, todos lo tenemos claro, hoy es el homenajeado y por eso destacamos sus virtudes, que hoy lo han sido todas. En realidad, hoy, mañana y pasado, ayer y en años de antaño, en mi opinión y en la de muchos es, había sido hasta ahora, un hombre entrañable.

Pero, mientras tanto, no puedo dejar de darle vueltas a Santiago. ¿Habría sido este señor, el maestro? ¿O, acaso, habría sido un profesor honesto? También dicen que era un hombre bueno, pero... ¿Lo dirían por ser virtuoso? ¿O quizás fuera por hacerle la pelota? ¿Qué sería aquello que ocurriera hace tanto tiempo y que nos ha impuesto hacia él el homenaje perpetuo? No sé si siento decirlo, pero sé que ya no quiero creerlo. ¿No sería tan reconocido, justamente, por haberse muerto? No dudo que fuese este Don Santiago el tío importante que cuentan, pero no me fío de que esté enterrado en aquella sepultura de piedra; no tengo claras demasiadas cosas sobre su historia y leyenda.

Don Fernando ha tenido fortuna, no ha necesitado sepulturas ni alardes para ser reconocido por muchos; el día a día había fabricado el hombre importante que conozco, que conocemos; y ahora lleva la importancia puesta. Estuve a su lado, del Santo y, como él, me quedé de piedra; y he estado al lado de Fernando y me he sentido humano. Y me he sentido yo también, por ello, un tío afortunado, quizás haya sido eso mismo lo que reflejaba la cara de mi amiga cuando yo le hablaba. Por fin creo que lo comprendo, por fin creo que lo siento.

Hoy he asistido al cierre de un ciclo; he sido testigo privilegiado. Un ciclo que vi comenzando de crío, y que lo estoy cerrando. Es curioso, le he saludado, le he felicitado, le he deseado buena suerte. Y el me ha dado las gracias a la vez que respondía: “ahora que tengo tiempo, voy a cumplir un gran sueño: “ahora que tengo tiempo, haré el Camino de Santiago”.

martes, 13 de abril de 2010

¿QUE ME CUENTAS? (¡Quince días ya!)

Me preguntan, pero no conozco las respuestas; y me tengo que llevar, como en muchas otras secuencias, la encuesta a cuestas; para hacer los deberes en casa, para darle muchas vueltas que confirmen el esfuerzo que requiere todo lo perfecto. Quizás quiera hacer de mi viaje un “bestseler...”, pero acabo, como casi siempre, preocupado por un montón de cosas que tendrían que haber sucedido; sintiéndome una vez más culpable por aquello que, por desgracia, no habría acontecido.

Piensa Dani, haz memoria, en tantos kilómetros algo debería de haber ocurrido, extraordinario, con lo que les pudieras estar deleitando; la empresa no requiere más que un poquito de esa imaginación de la que siempre estás presumiendo. No se me ocurre nada interesante. Quizás me de pereza recordarlo, no tengo ganas; no lo siento. Me topo con la misma situación incómoda que durante estas dos semanas pasadas se había repitido en cada nuevo reencuentro. ¿Dónde habría estado todo este tiempo? ¿Caminando...? No, por supuesto.

¿Por qué no?, diré lo que dice toda la gente. Me escudaré trás las hazañas de las que me han hablado otros caminantes, en el Camino son sucesos cotidianos que acontecen a menudo. Tampoco darían poco juego las meigas y su magia, no hay que olvidar tampoco a la Santa Compaña. Si fuera capaz, imitaría emocionado las emociones que había visto exhibir a otros en la Plaza del Obradoiro. ¿Qué experimentarían?, ¿qué sería lo que yo no he percibido?, ¿en dónde me habría perdido? Reacciona, siente, reflexiona, piensa; corazón de pega, mente necia. No había pasado nada de lo que estaba convencido que pasaría. No lo haré, lo siento; si contase eso estaría mintiendo.

He improvisado, por lo tanto; pero lo he hecho de veras... Porque enfrente estaba esa amiga que tanto aprecio, mi mejor amiga, esa persona a la que siento muy adentro. Tendría que ser sincero aunque me muriera de vergüenza... Y, por eso, he divagado por mi mundo hondo, por mis profundidades más profundas, desde mis entrañas desgarrando cada lienzo falso. Y me he desviado también ahora de la ruta oficial preparada;sin caminar y sentado. Y he vagado por mundos de cristal ignotos, frágiles y casi rotos, de los cuales nadie había advertido su existencia.

Y he descrito parajes desconocidos que no salían en las guías; sentimientos y emociones extrañas, las contradicciones de mi alma, los senderos poco trillados que habían recorrido mis contradicciones. Y ha discurrido una lágrima en silencio, y en silencio ha caído otra; y, con otras cuantas, se han desplomado de repente todas las composturas exigidas en estos trances. Delante de ella, mirándola me han atrapado sus ojos sin rostro, y he vomitado todo lo que me amargaba la garganta, y he sentido las sensaciones confundidas. Y me he confesado..., y enseguida me he disculpado. Por haberle espetado todo aquello, porque me sentía tonto contando tonterías que nadie comprendería.

Y he levantado la mirada de sus dos pozos sin fondo... Y, para mi sorpresa, la he sorprendido, llevándome la contraria; y recobrando de nuevo la cara. Y por sorpresa me ha cogido lo que he visto. Porque estaba tan emocionada que, al final de mi relato, a ella también se le había escapado el llanto.

lunes, 12 de abril de 2010

SUCEDANEO (¡Quince días ya!)

No haría más de una semana y ya no quedaba nada... Ni del dinero que había ganado, ni del contrato que había pactado; hoy habría pasado el desasosiego causado de haber faltado al compromiso. Si hubiese sido valiente, si no hubiese sido tan obediente, si hubiese sido capaz de decirle no a más gente. Ya sólo atesoro recelo, y he añadido prejuicios; los complejos renuevan su celo y alientan al celoso que me da tanto miedo. ¡Qué envidia la que me corroe por dentro! ¿Por qué lo habría aceptado? No era más que un pacto prestado, prorrogado año tras año...; podría haberlo roto en cualquier momento. ¿A quién sino a mí le importa?

Un sucedáneo, por si acaso; en estos paseos que me resultan escasos. ¡Qué gusto me da volver a este lugar!, ¡pero qué pena que ya nada sea igual! Quería, deseaba; anhelo mis ansias en silencio; ansioso me debato haciendo caminatas a destajo; ¿qué otra cosa puedo hacer? No soy capaz de respirar el aroma añejo que sé que ellos están respirando, ahora mismo, aquí, a mi lado. Porque añoro aquellos momentos que estos peregrinos están viviendo, porque me apetece de veras sentirme especial de nuevo; amante del anonimato compartido con tantos héroes protagonistas por hazañas similares. Todos a una... y a por todas.

Y ya sé que el Camino estará dónde yo repose y ponga en funcionamiento mis zapatos; y ya sé que mi camino no tiene por que pasar por donde pase, haya pasado, o tenga que pasar, ningún otro. Pero algo era diferente, necesito despertar de esta pesadilla real y volver a sumirme, otra vez, en aquellos sueños fugaces en los que los hechos se fabricaban en el momento; y todo se disfrutaba o padecía de repente, improvisando, sin preocuparse de tonterías que nunca acontecerían.

Más de dos semanas hablando de una experiencia que creía un fracaso me ha devuelto mi verdad; de nada me ha servido resistirme a pensar; mis ilusiones, ¿una utopía? ¡Y qué más dará! Allí mis sueños habían ganado la batalla a tantas mentiras que habían estructurado una realidad; zafia, absurda, sobre todo real. Se habían derretido como los hielos, bajo el calor del sol, estructuras anquilosadas que ya no daban para más. Casi lo había olvidado enredado en la espiral de compromisos urgentes inventados para tener en que excusar la falta de determinación. Para estar parado haciendo que hacia algo sin hacer nada de nada, el ajetreo continuo era primordial. Por una vez ocurrió, había ocurrido... ¿Volvería a dejarlo pasar?

Hoy me lo habían vuelto a preguntar por enésima ocasión; me han preguntado que qué tal; ¿me resignaría a volver a responder que fatal?

domingo, 11 de abril de 2010

DE PEGA (¡Quince días ya!)

¿Cuánto llevarían caminando? En kilómetros podría calcular la distancia... Supongo que como todos, como yo mismo, vendrían desde Roncesvalles. ¿O, tal vez, como los más valientes, desde más allá de la frontera francesa? También pudiera ser que fueran paseantes locales que salieran todas las mañanas a completar su caminata matutina; para conservar la salud, para perder el peso sobrante, porque así se lo habría recetado el doctor; por sentirse mejor o porque en casa se aburran un montón. Pero esas mochilas enormes no las suele llevar los domingueros, nadie toma tantas precauciones y avituallamiento para salir a pasear, aunque lo hagan a diario. Además, hay señales que delatan al peregrino que nunca lo ha sido, como las hay para reconocer al que ha dejado de serlo. Tampoco lo son todos los que caminan por esta ruta bendecida disfrazados como ellos.

Quizás a ellos se les haya pasado por la cabeza otro tanto también al cruzarse conmigo. Posiblemente, me habrían identificado como un colega de devoción si no fuera por que caminara en sentido contrario. A alguno de ellos se le habrá ocurrido, incluso, la posibilidad de que fuese uno de esos “Peregrinos de Vuelta”. Es viernes, 26 de Junio, ya han pasado dos semanas desde aquel 12, remoto; ha transcurrido más de un mes desde aquel día que yo transitaba, agotado, acalorado, pero contento, por este mismo lugar; siendo uno más. A esas alturas de mi Camino aún no me había encontrado a ningún extraterrestre que viniera a la contra, ni siquiera había oído aún que existieran esos locos de remate. En cualquier caso, después, acabado todo el recorrido, no me encontraría más de cuatro de esos personajes, dignos desde entonces de toda mi admiración, de todo mi respeto.

Me gustaría sentir la sensación de ser uno de ellos, uno de los que regresara, por supuesto; o uno de los que estaban yendo. Vivir fundido con la naturaleza, y poco más. Eso es lo único que creo echar de menos; cuanto más tengo, menos siento la predisposición de los demás para ser feliz, vivir sin preocuparse, sin imponer, sin morder. No sé lo que habría dado por unirme a ellos sin volver a mirar hacia atrás, por si me convirtiese en estatua de sal; hasta Santiago de Compostela, hasta Finisterre, hasta donde fuera... Hasta el fin de mis días en la tierra...

sábado, 10 de abril de 2010

ALFALFA (Una semana después)

Vuelvo a temblar; estoy enfermo otra vez... ¿Estas ronchas rojas en la piel? Se fueron y han retornado con la misma presteza y velocidad. ¡Ya está bien! El muro que creí destrozar, está medrando dentro de mí... Sé que es un muro de papel, creo ver luz a través de él, pero no me atrevo... Y aunque sé también que si me quedo a este lado me arrepentiré, no puedo...

¿Que no quiero? ¿Quién dice eso? No te esfuerces, aguanta la agonía, da un paso... ¿Sin pensarlo? Ya lo has probado... Aunque todos digan lo contrario ¿Por qué tiene que ser lo que diga el conjunto, lo necesario? ¿En cuantas ocasiones en nuestra historia todos se equivocaron? No va contra corriente quien a su favor, sin empujar a nadie, va caminando. ¿Por qué molesta tanto que, sin molestar al resto, alguien avance? Mira, mira a tu alrededor... Recuerda lo que viste estos días, lo que estás sintiendo, lo que eres incapaz de sentir, por supuesto.

¿Inválidos acomodados en torno a sus almas huecas? ¿Carcajadas ostentosas y disputas acaloradas para ocultar las penas? ¿Iras airadas llorando sus llantos ñoños de esquina en esquina? ¿Viejos aferrados a sus adversarios para no dormir, consigo mismo, a solas?

Lo tengo claro, para este viaje, no me merecen la pena estas alforjas..., y mucho menos, a tan alto precio. ¿Que no es la miel para la boca del asno? Lo siento señorita hermosa, pero le he preguntado con gran cortesía si estaría usted dispuesta a bailar conmigo; en ningún momento le he pedido que me coma la... Corramos un estúpido velo, y deme un poco más de esa exquisita alfalfa, Señora... A los burros no nos gustan las ensaladas templadas con brotes de hortalizas exóticas y demás chorradas.

viernes, 9 de abril de 2010

ESPANTAPAJAROS (Una semana después)

¿Tendré que huir otra vez?, alejarme hacia un lugar remoto, lejos de esta zozobra a la que apenas he llegado y que ya vuelve a atraparme. Un nómada no necesita las tonterías que exigen las vidas establecidas... ¿Conformarse y poco más? Un techo en invierno, que me proteja de las noches frías, y ni siquiera un colchón; un rincón. Dormir al raso en verano porque, a parte de esa senda estrellada y la luna, de noche no hay nada más. Pasear, andar, caminar, mojarse si es necesidad; porque todo lo que moja la lluvia, tarde o temprano, lo secará el Sol.

No hacer nada más, porque la mayoría de lo que se hace no sirve sino para atraer desgracias y hacer desgraciados; para cambiar dinero por desdicha pertinaz. Tanto tengo, tanto gasto; y como tengo tanto lo malgasto. Me estaba dando cuenta de que cada día que había pasado aquí, amancebado y mantenido por el acomodo, me había hecho más débil que el día anterior; y un tiquismiquis de profesión. Claro que echo de menos un cobijo en propiedad, el refugio que me proteja contra tantas normas de urbanidad. Ciudades pulcras, higiénicas e impolutas, como mi pueblo, como todos los pueblos de alrededor, limpios hasta la perversión. Sus calles aseadas, que no huela ni un sobaco; por suerte, aún no obligan a ducharse cada día por real decreto.

Puntos de desencuentro con los que no me quiero encontrar, pero la galbana es un zorra casquivana, y no me puedo aguantar. Al vago que llevo dentro también le cuesta creer que quizás el inconformismo de estos señores gritones, que defienden sus posiciones en sus partidas de cartas, no sea más que conformismo y conformidad. Apostillando la fatalidad, para empeorar incluso los estados de salud envidiables, las enfermedades que no eran tales; ¡viva la desidia permanente! Vacunas y muchas tiritas, que más que curar alivian; en el mundo de lo estable, interesa hacer duradera hasta la adicción a los servicios de sanidad. En el bosque, apenas transcurrida la primera semana de Camino, ya había desaparecido el eccema que entre cuidados tan sanos e higiene extrema no había dejado de crecer. ¿Y aun así me cuesta ceder?

Si hubiese sido de paja bien pudiera haber pasado, yo también, por espantapájaros sin corazón, o por un hombre de hojalata sin sesera; o ¿por qué no?, por un león acojonado escondido tras sus melenas de cartón. Necesito mi Mago de Oz, y Dorotea que me arrastre detrás de ella otra vez; cualquiera de los tres pasean con más dignidad su incapacidad que estas marionetas de cristal; mucho más dignos son esos peleles que la desidia que casi siempre acaba abduciéndome a mí. Aquel monigote pajero, al menos, espantaría mis cuervos, los complejos que había criado con esmero..., desde que me pusieran por primera vez en aquella cuna, y me bañaran con el agua bendita. ¡Qué tiritera, por Dios!

jueves, 8 de abril de 2010

JUEGOS DE NIÑOS (Una semana después)

¿Algún día tal vez? Alergias a tutiplén, por no estar donde me apetece estar, por tener mi mente allí y acullá; por volverme a excusar, la culpa la tiene la imposibilidad. ¡No puedo! ¿Y ya está? En realidad yo lo sé, no debo de querer. Pero..., ¿por qué? ¿Por qué he de hacer lo que hay que hacer? “Hay que...” delata mi incapacidad, hacer porque sí, o no hacerlo porque no; para hacer y no hacer, en este mundo que defiende a capa y espada la decisión individual de cada cual, pero..., ¿quién decidió?

La rutina me contagió... Vicios de virtuosos acomplejados como yo; oculto, escondido detrás de excusas de papel. De papel, y digo bien. Fui un niño aplicado, lo sé; que nunca supo jugar porque el juego que aprendí imponía, sutilmente claro está, obedecer. Aquel juego mezquino que la teoría me hizo hacer creer, a la que yo me resigné. Virtuosos, genios; personas normales, normadas. ¿Y aún me cuestiono el porqué?

Desde que regresé, hace siete días ya, no han dejado de pasar personas por este bar, unas han entrado, otras han pasado de largo; no he dejado de preguntarme... ¿Qué coño hacen todos esos ahí? Manos nerviosas que barajan naipes a la carrera, copas teñidas de los variados colores de los alcoholes con los que están rellenas y que se vacían enseguida con parsimonia supuesta, apuestas a favor del ganador, discusiones por los errores, y por los aciertos no favorables, por los favores hechos, por los no cobrados; porque todos estáis equivocados. Señoras y señores que pasan por delante de la puerta paseando sus prisas para llegar a ningún sitio, mirando sin mirar nada con esas miradas perdidas en un objetivo lejano; mucho más allá de donde quieran llevarles sus zapatos.

Estos jugadores de partidas no se divierten, no hacen más que gritar sus iras. El juego cuando compite, y se convierte en paladín de frustraciones propias se fundamenta en el resultado perfecto en cada intento; ludopatía atroz, sin rubor; ruborizados porque no lo lograron... ¿Qué era lo que habían apostado?, les falta, me falta, la diversión. En siete días, por cierto, no ha dejado de sonar la tonadilla de la máquina tragaperras, y el mismo soniquete del retrete de los que no dejan de jugar. ¡Y es que huele tan mal!

Quiero volar, quiero salir de aquí, quiero jugar y conjugar el verbo disfrutar; dividirme, equivocarme, dejar de tropezar contra la misma piedra; cometer errores a tropel. ¡Qué fácil es complicarse la vida otra vez! Sabía que me arrepentiría, aposté a caballo ganador y perdí, por unos pocos euros, por un compromiso, por no sé qué. Sé que no lo tuve que hacer pero el 18 de Junio yo estaba aquí, asumiendo el compromiso adquirido, para no faltar a la palabra dada, como había quedado. Cumplí y, por ello, ahora lloro en silencio mi fracaso.

miércoles, 7 de abril de 2010

UN BANCO Y UNA BICICLETA(Una semana después)

Un banco para apoyar el culo y una bicicleta para repartir, compartiendo, los frutos. Haca apenas siete o diez días, creo que yo me debía de sentir como él; entonces también me sobraban todos los lujos, incluso algunas comodidades que en este mundo de cuerdos locos son consideradas recursos imprescindibles para sobrevivir.

No me habían venido mal unas cuantas dosis de incomodidad y, con ellas, mil chaparrones de realidad. La vida libre de complejos y complejidades, aun cuesta arriba simple, pero liberado de lastres inútiles... con tiempo para pensar, y para aburrirme de obsesiones absurdas, para que me dolieran dolores de verdad, aunque no fuera racional. Para superar tantas facilidades que me habían hecho débil, y duro como un diamante que, aunque cueste rayar, se quiebra ante cualquier dificultad.

Jornada de reflexión... El primer día estuvo genial; y estuvieron bien dos o tres más. Porque tenía que descansar y volverme a adaptar a mi vieja situación, a la que dejé, a la que volví a encontrar. Las mismas preocupaciones sin relación, y obsesiones apasionadas, sin pasión; sumido en el ruido de la civilización. He regresado a este mundo aburrido acostumbrado a hacer dramas sin solución en cualquier reunión. Jornadas de reflexión que habrían estado bien para asimilar la transición si esa hubiese sido la razón, si todo continuase siendo igual. ¡Qué fácil es!, he olvidado en cuatro días lo que tanto me había costado aprender; cuatro semanas que estoy a punto de mal vender, por un poquito de vida normal. No sé lo que haré. ¿Por qué estaré retornando otra vez a aquellas tonterías de ayer?

Si hubiese sido posible callar, haber dejado de hablar; no escuchar nada más. Pero no me han dejado y yo no he sido capaz; ni de amordazarles, ni de marchar. Parece una tarea imposible permitir que el Camino me recorra aquí, sentado en la barra del bar, tragando el humo de los demás, viendo pasar cafés sin parar; me tendría que haber quedado allí; haber improvisado, haber llegado a Finisterre y haber regresado andando; sumido en el run run natural, de unos bosques, de los torrentes, de las piedras que fui incapaz de comprender.

Apenas siete o diez días hace y ya no me reconozco; me pregunto... ¿dónde se habría quedado aquella cara de ojos hundidos y barba poblada, coronada por un gorro con alas? Me he vuelto a afeitar, como aquí acostumbra el paripé; y los ojos hundidos se han rellenado porque en este contexto no hay comida frugal. Y eso que no he dejado de andar. ¡menos mal! Aquel gorro tan singular, aquí me da vergüenza ponérmelo, ¿qué iban a pensar los demás?; me tomarían por loco, sin cordura ni solución; si me atreviera sería otro de esos locos de atar que a mí también me llamaban la atención.

No sé por qué será pero a medida que me recupero del esfuerzo me empiezo a sentir muy mal, arrullado por la comodidad. Finisterre, el retorno; no, el ciclo no se cerró, me ha quedado pendiente alguna razón... Tal vez la sinrazón, ensimismado conmigo mismo caminando sin rumbo ni motivo; caminando por caminar, hablando por hablar, callando por callar... Y un banco en el que apoyar mis nalgas agotadas, y unas botas en lugar de bicicleta, sobre las que repartir, compartiendo, mis frutos...

Algún día, tal vez.

martes, 6 de abril de 2010

NOMADAS (Una semana después)

Una guitarra por ejemplo, y un chico que la toque con esmero. Aunque la puerta del bar estuviera cerrada y me impidiera escucharle me quedé anodadado, mirándo. Se notaba que estaba disfrutando, y eso era más que suficiente; eso era de veras, no me estaba mintiendo. Ensimismado, perdida su mirada a lo lejos, con los ojos prietos, concentrado en un no sé qué abstracto. Paseaba a ciegas sus dedos por las cuerdas, saltaban de una a otra con una gracia espontánea que me estaba atrapando; me quedé a sus cuerdas enganchado, y no podía, no quería, soltarme. Por un momento, he imaginado, dibujadas en el aire, las estelas que él disponía para que sobre ellas cabalgara cada nota; y sobre cada nota silenciosa, me sorprendí yo también caminando. Camino de las estrellas; y en cada punteo otra huella; la magia que me ocultaron en Galicia las meigas, había salido a mi encuentro apenas en la puerta de mi casa. La agilidad de las venas de su garganta, para dilatarse y contraerse, tocando el firmamento con sus manos mientras parecía desgañitarse, allí en aquel banco sentado, estaba confiando a las mías su alma.

Pero se marchó enseguida, pedaleando sobre su bicicleta. Sólo estuvo un instante, el justo y necesario para que yo me fijara, el único que me ha devuelto por un momento la esencia de lo que amenazaba abandonarme. Y se fue como había llegado, sin hacer ruido, por supuesto. Ligero de equipaje; su única mochila era la funda de la guitarra; y sus alas, del cuento de la hormiga y la cigarra, las de la más holgazana..., como ella en la holganza se solazaba haciendo melodías despreocupadas.

Aunque se haya establecido en mi pueblo, era gitano como sus ancestros. Y los gitanos, un pueblo antiguo y su origen perdido en los principios de todos los tiempos; andando habían llegado a todos los sitios; cómo otros pueblos, como aquellos abuelos nómadas. Los míos, aquí, atascados; conmigo encerrados, y yo me siento extraño, raro, extranjero; tan solo mirando. Les sobran propiedades y casas... Y si por algo siento envidia, es justamente por la libertad que destilaba ese chico mientras, sin preocuparle quien le mirara, se concentraba en ese no sé qué abstracto que, por un rato, ha compartido conmigo, y con el Universo.

lunes, 5 de abril de 2010

MAS O MENOS... (Una semana después)

Al mediodía el café y la partida, para los maridos. El primer día había echado de menos a sus esposas, por la mañana. Dudé, me pregunté si habrían cambiado las costumbres durante mi ausencia. Eran protocolos establecidos que se habían mantenido durante años,y me habría extrañado... Una chispa de esperanza me había hurgado por dentro por un momento, ¿estaríamos aún a tiempo? Un instante, lo que tardé en preguntarle a la camarera, enseguida me puso al día... Hasta que llegue el otoño y, con la caída de las hojas, la escuela, el punto de reunión se trasladaba a las piscinas, como todos los años.

Los mismos ritos por lo tanto, aunque cumpliendo un ciclo más amplio. Por estas fechas, también era obligado; por inercia, se siguen haciendo las cosas, como el resto de año. Porque no había más remedio, encadenadas a la disciplina férrea de acudir a las mismas quejas...; durante el verano, y de vacaciones, remojadas, vuelta y vuelta bajo el sol; tarde, mediodía y mañana. También eso formaba parte del hábito del que costaría despojarnos, ni siquiera nos lo habríamos propuesto por lo que pudiera haber pasado; no estábamos contentos, pero y eso... ¿a quién le importaría? Artificios disfrazados de espontaneidad; impregnaban el ambiente y todo aquello parecía natural. En este contexto, hasta la mismísima Naturaleza parecía extranjera en su propio local; la hacienda es la hacienda, y que no se hable más. Una piscina, como un bonsai; árboles y charcas diminutas que parecen la verdad.

Como esa mujer que apenas puede avanzar, arrastra sus zapatillas de paño retorcidas en torno a sus tobillos maltrechos, por tan maltrecha y retorcida vida, por la fuerza de la inercia. ¿Por qué iba a ser, si no? Se apoya en el brazo de su marido jorobado, seguramente por tener que soportar la inutilidad de los dos. Una pareja anciana, los mismos viejos que habrían estado pasando media vida por delante de la misma ventana, la misma ventana por la que yo no he dejado de mirar durante estos últimos tres años; me ha hecho dudar también de mi capacidad. Habrían subido y bajado la misma cuesta cada día pero yo no me había fijado jamás. ¡Vaya sorpresa, al verlos pasar! No tienen buena cara, en realidad no la tuvieron nunca, de eso sí que me acuerdo. Me asustaba el mal genio de ambos, eran un par de amargados amargándose la existencia al compás, a sí mismos y hasta a la madre que les parió. Ya ni siquiera son capaces de amagar aquella colección de insultos que acostumbraban a intercambiar y que, de crío, me hacían sentir tan mal.

Adversarios obligados a soportarse, fingieron convivir bajo el mismo techo pero no dejaron de escupirse a la cara sus impotencias. Se peleaban por conveniencia, no debe ser fácil repartirse una apariencia postiza; más que convivencia, guerra de guerrillas entre intereses contrapuestos. La lucha continua les debió mantener despiertos; o, tal vez, les anestesiara proporcionándoles el aliento para no asfixiarse en tan hedionda zozobra. Creo que ellos tampoco se atrevieron a romper las normas, y creo que ellos también decidieron que los sueños no eran más que sueños. Creo que ellos dejaron pasar de largo el instante en que yo me encuentro.

Traspasaron el umbral del ruido, y se les apagaron los oídos; y los gritos se transformaron en susurros advenedizos; y los insultos les parecieran halagos, y los halagos ya no fueron necesarios. Se había extinguido el fuego encendido de sus miradas, y pareciera que aquellos alaridos desgañitados, ya también viejos como ellos, hubiesen huido surcando sus mejillas tristes, desde aquella oportunidad que les había dado el destino de dejar de ser un proyecto de viejos agrios. ¡Hacía ya tantos años...! Ya no se escupen nada más que el reflejo de lo que nunca fueron; la indiferencia mutua trabajada con denuedo inusitado, tras tantos años de ruina contenida, de resistencia a lo que la naturaleza ya les había otorgado... Cada uno considera que el otro le ha arruinado la vida.

No puedo soportarlo, aún debo de estar a tiempo, pero me cuesta tanto. Yo también me siento forastero, en mi hogar ya no soy uno más; preso en esta caja de cristal; mi casa, un pueblo, la cárcel fatal. Aquí, también en el bar, el fuego ha dejado de caldear el ambiente, y me abrasa por dentro no ser capaz de azuzarlo a mi voluntad. Encerrados en su sordera, nadie quiere escuchar; hablan todos a la vez, monólogos contra tres o cuatro monólogos más que no saben conversar.

Un árbol, un bosque, visitarlo, eso parece aquí lo extraordinario, lo que hasta hace poco menos de una semana, era mi rito cotidiano... Y poco más me hacía falta.

sábado, 3 de abril de 2010

¿BORREGOS? (Cuarto día en casa)

En blanco; mi mente, mis pensamientos, hasta mis obsesiones me dan la espalda; miro alrededor y no me motiva nada. Cinco kilómetros, para llegar a casa, andando... Por retrasar el instante... ¿el instante de volver a ser otro borrego acomodado?

viernes, 2 de abril de 2010

TRES (Tercer día en casa)

Como dicen en el Camino, un segundo encuentro garantiza que habrá un tercero; que cuando ocurre una cosa dos veces, acontecerá otra más, seguramente. Que no hay dos sin tres, y por eso... me permito un tercer día de reflexión. A ver si es verdad, también, que llega un momento en el que el peregrino deja de recorrer el Camino, para que el Camino le recorra a él.

jueves, 1 de abril de 2010

GENIAL (Segundo día en casa)

Si fuera posible callar, querría dejar de hablar; no escuchar nada más... Pero no soy capaz; ni de quedarme, ni de marchar. Antes todo era igual, pero entonces me sentía genial...
Creative Commons License
Hacedor de Sueños by Daniel Calvo is licensed under a Creative Commons Reconocimiento-No comercial 3.0 España License.