lunes, 15 de agosto de 2011

Quince de Agosto de Dos Mil Once

Cuando el sueño se hace dueño, la determinación hace aguas. Fue robándome, con descaro, el coraje que hasta la tarde anterior fuera mi compañero fiero. El faro parpadeaba, se apagaba sin previo aviso, las piedras del camino se movían sin mi permiso; mis ojos eran intermitentes que remitían a otro estado, en cada lapso herrado al fracaso: no es aconsejable caminar de noche, la noche está concebida para estar dormido. Sobre todo, habiendo sido el descanso escaso, o nulo. Aletargado, desorientado, durmiendo andando, he vagado por estas tierras castellanas, cuatro o cinco horas que me han parecido ciento.

¡Qué experiencia tan horrorosa! Agotado el fuego interno; aunque hiciera afuera buen tiempo. La hoguera ya no era riego, y el andariego se había tranformado en un pingüino torpe abrasado bajo el reflejo encendido de Selene. No pude disfrutar de ella, ni apreciarla; apenas mirarla; con los ojos cerrados sólo el alma se mira y ni para eso servían, el agotamiento estaba haciendo estragos: anhelaba que se apagara y, con la salida del Sol, se acabara ese martirio voluntariamente elegido. ¿Me habría arrepentido?

Un andarín vago que se debatiera entre paso y paso si dejarlo. Por suerte no había refugio donde hacer del abandono una realidad, errante. Fue un error, una desgracia, no estaba demostrando el talento que se le presume al peregrino, además de veterano y experto, atento. La huella cierta, aún bajo el sol ardiente, se volvió aciaga.

Aún así repetiría la experiencia, y volvería a hacerlo cuantas veces fuera necesario. Lo haré por supuesto, he aprendido la lección: no abandonarse a largas caminatas nocturnas, por muy iluminadas y hermosas que estas fueran, sin haber descansado lo suficiente... Sin pararse en cualquier lugar del camino, si hiciera falta. Santiago seguirá en Santiago de Compostela, agarrado a su piedra; no hace falta que corra tanto. No me arrepiento por lo tanto.

Porque la derrota ya no es un azote remoto que acontezca en las botas de otros; porque asumo el error como lección. Ultreia eta Suseia, recorriendo el camino y sus obstáculos, vuelvo a crecer. Me siento grande, hoy, tras la zozobra que me aturdió ayer.
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Hacedor de Sueños by Daniel Calvo is licensed under a Creative Commons Reconocimiento-No comercial 3.0 España License.