jueves, 10 de mayo de 2012

Diez de Mayo de Dos Mil Doce

Verde intenso. Los trigales de mi pueblo me sorprendieron teñidos de ese color anhelado, en extenso. Los había abandonado encogidos, escondidos del miedo por tan gélido invierno; aunque tardío, fiero, también árido en extremo. El año nuevo había heredado la sequía del pasado, acartonado y viejo.

Parecía mentira, pero debía de ser cierto. Es difícil creer, me había costado comprender, lo que se había estado cociendo en las entrañas oscuras de la tierra: mientras tiritaba, antes de marchar, hacía apenas un mes, afuera no cambiaba de color la tierra amarronada. Un poco de agua había sido desencadenante suficiente, eficiente. En compañía, del sol, había ejecutado el milagro; misterioso engendro: cereales y otras pajas.

Recuerdo... Las personas no difieren, en este aspecto. Unas lágrimas que se resistían a lavar las quejas, un llanto que puso etiqueta al pasado lastimero, absurdo; el calor de una hoguera, el fuego interno desalojado. Unas palabras recogidas del viento por mis orejas, que asentían con la cabeza.

Al final de la jornada, por la mañana, cuando se marchaban, casi todos volvían a desplegar su verdad aferrados a un abrazo colosal. Gracias peregrinos por permitirme ser testigo de la ingenuidad recuperada, magia sin par. Gracias caminantes por regalarme una y otra vez vuestras recien recuperadas miradas de niño travieso y puro, liberadas de la sequía acumulada y el congelado pavor.

miércoles, 2 de mayo de 2012

Dos de Mayo de Dos Mil Doce

Amarillo y agrio es este limón amargo. No lo tengo claro, no sé si será lo mismo. Otros sabores presentan aromas diferentes, completamente distantes; distingo perfectamente cuando algo sabe salado y cuando sabe dulce.

Amarga, una despedida amarga. En principio, triste, anegada de lágrimas agrias. Me ahogo, trato de resistir la embestida de la angustia, me daba pena tras tantas alegrías agridulces.

¿Echaré demenos empezar cada día con las caras de nuevos peregrinos, agotados,ligeramente enfadados o en exceso entusiasmados? No lo quiero, quiero propagar esta mar salada en que me he estado macerando, bañándome en sus llantos, acompañando abrazos, por la mañana, cuando los peregrinos se marchaban, tras una jornada extraña.

¿Qué es eso que habría acontecido en ese albergue de Tosantos? Inconfortable, casa vieja recontruida por el esfuerzo de la generosidad voluntaria... Un limón, que gustirrinín al sentir su escalofrío recorriéndo mi piel.

Aún lo siguen masticando... ¿Cuánto tardaré en digerirlo?
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