miércoles, 13 de junio de 2012

Trece de Junio de Dos Mil Doce

Azul espontáneo. Instantáneo, o perpetua resistencia a teñirse de tan espiritual color. Miro hacia el cielo, y nada tengo que imponer. Un día nublado y gris, plomizo y pesado, de aroma apagado que ha tornado, como por arte de magia, jornada transparente, ligera y libiana... Me alienta el sol que, según parece, ya llevaba un par de horas brillando detrás de la amenaza de lluvia, que a llover, por voluntad ajena ha renunciado.

Una despedida. ¿Pasajera o perpetua? No lo entiendo, desearía, y deseo, un nuevo encuentro, y varios reencuentros. Pero ahora toca marchar, y dejar atrás este lugar, y no mirar nada más. Nada más allá que el autobús que me devolverá a la vida normal, normada; regular. Nómada, otra vez atascado en su regla artificial. Un abrazo. Un abrazo prolongado hasta la opresión, quiero recortar la libertad de acción, parar el tiempo en este instante en el que las campanas de la iglesia cuentan nueve; tolón, tolón, tolón...

Hasta nueve campanadas, fantaseo con la posibilidad de dejarlas pasar... Dejar correr el tiempo, no prestar mi atención al reloj, librarle al autobús de la obligación de parar. Confundirme en ese abrazo del que no quiero escapar, huir de lo que al soltarlo vaya a acontecer.

Y siento discurrir el llanto que, desde hacía tanto, se resistía a fluir. Porque estaba nublada mi visión por ese gran nubarrón, porque no era capaz de comunicarme con mi fuente de calor... ¿Por qué me pesaba tanto mi corazón?

Gracias Señor porque, aunque mojada, vuelvo a sentir en mi mirada el principio y el fin... Azul celeste; como el firmamento, añil.
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Hacedor de Sueños by Daniel Calvo is licensed under a Creative Commons Reconocimiento-No comercial 3.0 España License.