Y nada malo ha ocurrido, salvo el altercado perpetrado por los desmanes de mis sentidos; la razón pidiendo calma y las emociones a punto de perderse en la marejada de fondo de la incertidumbre inminente. En el fondo de mi corral retenida, en la superficie más carcajadas para no reparar en el naufragio con que amenazaba el azar al alma; el ego y el orgullo, primos hermanos o hermanos gemelos; uno mismo escindido del conjunto, por tanto varios en pelea continua por ser el protagonista. ¿Qué ha sido eso? Todo atisbo de grandeza rendida a pagar el tributo impuesto por la soberbia, hasta la falsa modestia agacharía la cabeza, al sentirse humillada, durmiendo bajo las estrellas, por muy hermosas que éstas fueran. Qué mal me ha sentado el fugaz reencuentro con lo peor de lo que guardaba adentro. Miedo, ira, rencor, vergüenza; contra lo que no me atrevo a ser, falsas apariencias. ¿Y si hubiera descubierto Joan, mucho más acostumbrado a lidiar con todas estas dificultades, que sólo era un aventurero de mantequilla, acomodado y cobardica?
No soy capaz aún de identificar, de este barullo de sensaciones contrapuestas, el motor. He querido convencerme de que mi preocupación había sido el frescor levemente congelado que haría, hace en rigor, en el exterior, en estas tierras altas de León, en estas fechas otoñales; realmente creo que no. No estar a la altura de lo que de mí espera mi compañero es lo que me preocupaba más. Me pregunto también si, acaso, él esperaría algo de mí o si el problema sería el nivel que yo acostumbro a poner en boca de otros para exigirme más y más de mí, hasta el límite superior, hasta la extenuación, hasta la imposible ejecución de la perfección. Por suerte, todo ha quedado en un susto, en un rato indiscreto que casi descubre todas mis debilidades. En un rato indiscreto que me ha enfrentado sin compasión con todas las mentiras que yo ya sabía que me estaba contando yo; únicamente yo. Yo, yo y yo; simplemente, de nuevo, yo..
Querer ser, asumiendo los peligros que a ser genuino acompañan; dejar de lado las apariencias, y con ellas todas las comodidades anejas... Ser no es tarea fácil y hoy me acabo de dar cuenta, con toda crudeza.
No soy capaz aún de identificar, de este barullo de sensaciones contrapuestas, el motor. He querido convencerme de que mi preocupación había sido el frescor levemente congelado que haría, hace en rigor, en el exterior, en estas tierras altas de León, en estas fechas otoñales; realmente creo que no. No estar a la altura de lo que de mí espera mi compañero es lo que me preocupaba más. Me pregunto también si, acaso, él esperaría algo de mí o si el problema sería el nivel que yo acostumbro a poner en boca de otros para exigirme más y más de mí, hasta el límite superior, hasta la extenuación, hasta la imposible ejecución de la perfección. Por suerte, todo ha quedado en un susto, en un rato indiscreto que casi descubre todas mis debilidades. En un rato indiscreto que me ha enfrentado sin compasión con todas las mentiras que yo ya sabía que me estaba contando yo; únicamente yo. Yo, yo y yo; simplemente, de nuevo, yo..
Querer ser, asumiendo los peligros que a ser genuino acompañan; dejar de lado las apariencias, y con ellas todas las comodidades anejas... Ser no es tarea fácil y hoy me acabo de dar cuenta, con toda crudeza.
Gracias por seguir relatando tu camino, ese que te lleva a Ser más tú. Feliz Camino.
ResponderEliminar