Ya eramos tres otra vez, eso es lo que me ha apetecido exclamar; y eso es lo que he querido creer; estaba convencido, si había llegado hasta aquí con tanta celeridad es que nos quería encontrar; Ana ya no se interpondría en nuestro caminar conjunto... Ha tenido que correr un montón y me he alegrado de verdad... Hacía tanto que no le veía, le echaba de menos, me apetecía que todo volviera a ser igual... ¡Cuatro días...! Me parece que hubiera pasado una eternidad entera... Pero al verlo ahí, echado sobre la cama, roncando, se ha ido enrollando sobre sí mismo el tiempo, como si ni siquiera hubiera transcurrido media hora. Hay que ver como se estira y se encoge el calendario, a nuestro capricho... O, más bien, a capricho de quien dirige nuestros sentidos, de quien calma y acelera nuestros latidos, de quien... De ese duende travieso que juega en su tablero nuestra partida.
Entre ampolla y ampolla, los hitos del camino que habían marcado este descuido. Había desaparecido con la primera, hermosa, plena y dolorida; ha reaparecido a la vera de esta otra, incipiente, adolescente y dolorosa. Una ampolla de mierda que había modificado los planes previstos, me había adelantado para tener ventaja porque a su paso sabía que no podría; no sé que habría ocurrido si no me hubiese rendido a la dictadura de su sangre ardiente; la mía fría no había tenido determinación, ni paciencia para soportar los embistes de su acometida. Me había abrasado la ira. Esta tendrá que adaptarse a lo que yo diga; has llegado tarde amiga; si lo prefieres puedes ser mi enemiga, pero la llevas clara, estas perdida. Y tengo experiencia; y te iré machacando poco a poco, pisoteándote sin descanso; allí donde más me quemen tus brasas, allí azuzaré tus ascuas. No te daré ni un respiro, ni un instante de alivio, caminaremos de la mano, y lo haremos sin recato; hasta llegar al orgasmo en que los dos nos corramos; tú de pus secado por la tierra, sudor y asfalto... Yo, porque perdido, me habré vencido, dialogando con mis miedos más íntimos. No te abandonaré ni un paso... Prepárate para una danza sin tregua, en pos de una batalla paciente... Te quiero, compañera, colega.... Muerte fría.
¿Por dónde iría? Había dado por sentado que con nosotros vendría, creo que a Joan tampoco le cabía ninguna duda; Philip, como nosotros le queríamos, nos quería. Sería una aventura inolvidable... Los tres mosqueteros, cabalgando sobre nuestras mochilas, entre los montes que en el horizonte habíamos visto antes de entrar a León... Desde la capital no se veían. ¡Menuda sorpresa! ¡Qué gran alegría! Vamos a despertarle Joan, que tenemos que celebrar el reencuentro de los compañeros de Camino; y las nuevas veredas que a partir de mañana nos regale Salvador.
¡Philip, abre los ojos, que aún es de día!
Entre ampolla y ampolla, los hitos del camino que habían marcado este descuido. Había desaparecido con la primera, hermosa, plena y dolorida; ha reaparecido a la vera de esta otra, incipiente, adolescente y dolorosa. Una ampolla de mierda que había modificado los planes previstos, me había adelantado para tener ventaja porque a su paso sabía que no podría; no sé que habría ocurrido si no me hubiese rendido a la dictadura de su sangre ardiente; la mía fría no había tenido determinación, ni paciencia para soportar los embistes de su acometida. Me había abrasado la ira. Esta tendrá que adaptarse a lo que yo diga; has llegado tarde amiga; si lo prefieres puedes ser mi enemiga, pero la llevas clara, estas perdida. Y tengo experiencia; y te iré machacando poco a poco, pisoteándote sin descanso; allí donde más me quemen tus brasas, allí azuzaré tus ascuas. No te daré ni un respiro, ni un instante de alivio, caminaremos de la mano, y lo haremos sin recato; hasta llegar al orgasmo en que los dos nos corramos; tú de pus secado por la tierra, sudor y asfalto... Yo, porque perdido, me habré vencido, dialogando con mis miedos más íntimos. No te abandonaré ni un paso... Prepárate para una danza sin tregua, en pos de una batalla paciente... Te quiero, compañera, colega.... Muerte fría.
¿Por dónde iría? Había dado por sentado que con nosotros vendría, creo que a Joan tampoco le cabía ninguna duda; Philip, como nosotros le queríamos, nos quería. Sería una aventura inolvidable... Los tres mosqueteros, cabalgando sobre nuestras mochilas, entre los montes que en el horizonte habíamos visto antes de entrar a León... Desde la capital no se veían. ¡Menuda sorpresa! ¡Qué gran alegría! Vamos a despertarle Joan, que tenemos que celebrar el reencuentro de los compañeros de Camino; y las nuevas veredas que a partir de mañana nos regale Salvador.
¡Philip, abre los ojos, que aún es de día!
No existe el tiempo ni el espacio en la amistad.
ResponderEliminarBuen camino a los mosqueteros por este camino del salvador.
Besos.
Pareciera que el número 3 (tres) es mágico.
ResponderEliminarComo los 3 mosqueteros aventurándose desde la valentía y el amor!
Abrazos Karu!!!
Me alegro de que a estas alturas se reunan los compañeros de viaje.
ResponderEliminarEnhorabuena caminante.