¿Quién me lo habría dicho a mí hace apenas doce horas? Si no hubiese sido por él, si no hubiese sido por no sé qué motivo... Aún no soy capaz de entender por qué no me había rendido a la llamada acomodaticia de unas llagas que se habían presentado ladrones de ilusiones y otras metas mundanas. Aún no tengo claro que quedarme allí atascado hubiera sido un error tremendo; analizando el transcurso de los acontecimientos me tendría que decantar por ello pero... Lo tengo claro, de otro modo estaría pensando si me hubiese quedado tirado a mitad de trayecto, con ocho mil metros por detrás y más de nueve mil por delante. Realmente, no me interesa este debate, tan estéril y sin sentido como antes. No sé, creo que estaba todo previsto. Por eso, sin darle más vueltas, tras hacer un breve descanso, al final de esos diecisiete kilómetros intensos, mis pies destrozados me han arrastrado otros cinco, pegado a la vera del río, por unos parajes mucho más agradables al tacto de mis pisadas quebrantadas. Lugares un poco más ásperos, porque las circunstancias me habían obligado a dejarles plantados a mis Ángeles de la Guarda.
Ha sido increíble, de todos modos, aun solo, volver a sentir ese poder. Una experiencia indescriptible que no me veo capaz de enlatar. Continuar caminando sobre el ardor dolorido que el pus feroz, aprisionado en su trincheras de pellejos sin rasgar, había renovado tras el descanso; al enfriarse y expandir su volumen mis pies. Alentado por un aliento extraordinario cuya fuente no alcanzo a concretar; es complicado, no sé cómo podría hacerme entender si para mí es casi imposible comprender esta sensación. De estar sintiendo en directo sobrarían las palabras, de no estar haciéndolo ni siquiera el discurso de un gran orador lograría el propósito; mejor callarse, por eso, tal vez. Tras surcar el fango infernal, me ha embargado el abrazo divino que se ha adherido a mi piel para aliviar cualquier sufrimiento que fueran a producirme mis estigmas doloridos... He caminado esos últimos cinco kilómetros embriagado por un estado raro en el que me he equiparado con el mismísimo Creador. Habría continuado unos cuantos más empujado por ese, cada vez más familiar para mí, papel de Demiurgo de los muchos y distintos errores imprescindibles para crecer.
Seríá una provocación... ¿Cómo convencer a quien me quiera escuchar de la idoneidad de dejarse llevar por estos caprichos del azar? Sé que lo sabía Javier, y quizás lo supiera esa mujer... ¿Lo sabría acaso yo también cuando, con todas las cartas en mi contra, había decidido jugar de farol? Entonces tenía claro que no sería capaz, pero lo aposté todo, y no paré; aparenté para mis adentros una seguridad que dudaba más que yo. Javier y esa mujer, referencias y héroes que sustentan hoy mi faltan de argumentos. Él podría haber caminado más aprisa, me había alcanzado sin apenas esforzarse; su máximo esfuerzo creo que lo ha estado haciendo por no dejarme tirado. ¿Por qué se habría quedado a ayudarme? Sin motivo, no habría necesitado excusa ni justificación para, tras un saludo educado y cuatro palabras de aliento, haber continuado a su ritmo. Supongo que lo habría hecho por el motivo por el que yo en otras ocasiones había hecho lo mismo. Algo por dentro que te dirige hacia un destino desconocido, completamente diferente a los planes que con tanta planificación hubieras establecido... Sin poder rehusar la oferta, porque quien la rechaza tarde o temprano revienta. Porque la oferta se repite hasta que es escuchada; o hasta que el sordo muere entre espasmos dolorosos. Una muerte anunciada, como la de esta jornada.
Ha sido increíble, de todos modos, aun solo, volver a sentir ese poder. Una experiencia indescriptible que no me veo capaz de enlatar. Continuar caminando sobre el ardor dolorido que el pus feroz, aprisionado en su trincheras de pellejos sin rasgar, había renovado tras el descanso; al enfriarse y expandir su volumen mis pies. Alentado por un aliento extraordinario cuya fuente no alcanzo a concretar; es complicado, no sé cómo podría hacerme entender si para mí es casi imposible comprender esta sensación. De estar sintiendo en directo sobrarían las palabras, de no estar haciéndolo ni siquiera el discurso de un gran orador lograría el propósito; mejor callarse, por eso, tal vez. Tras surcar el fango infernal, me ha embargado el abrazo divino que se ha adherido a mi piel para aliviar cualquier sufrimiento que fueran a producirme mis estigmas doloridos... He caminado esos últimos cinco kilómetros embriagado por un estado raro en el que me he equiparado con el mismísimo Creador. Habría continuado unos cuantos más empujado por ese, cada vez más familiar para mí, papel de Demiurgo de los muchos y distintos errores imprescindibles para crecer.
Seríá una provocación... ¿Cómo convencer a quien me quiera escuchar de la idoneidad de dejarse llevar por estos caprichos del azar? Sé que lo sabía Javier, y quizás lo supiera esa mujer... ¿Lo sabría acaso yo también cuando, con todas las cartas en mi contra, había decidido jugar de farol? Entonces tenía claro que no sería capaz, pero lo aposté todo, y no paré; aparenté para mis adentros una seguridad que dudaba más que yo. Javier y esa mujer, referencias y héroes que sustentan hoy mi faltan de argumentos. Él podría haber caminado más aprisa, me había alcanzado sin apenas esforzarse; su máximo esfuerzo creo que lo ha estado haciendo por no dejarme tirado. ¿Por qué se habría quedado a ayudarme? Sin motivo, no habría necesitado excusa ni justificación para, tras un saludo educado y cuatro palabras de aliento, haber continuado a su ritmo. Supongo que lo habría hecho por el motivo por el que yo en otras ocasiones había hecho lo mismo. Algo por dentro que te dirige hacia un destino desconocido, completamente diferente a los planes que con tanta planificación hubieras establecido... Sin poder rehusar la oferta, porque quien la rechaza tarde o temprano revienta. Porque la oferta se repite hasta que es escuchada; o hasta que el sordo muere entre espasmos dolorosos. Una muerte anunciada, como la de esta jornada.
A veces pasamos tanto tiempo rumiando sobre lo que pudo ser y no fué, que olvidamos los nuevos llamados, no nos escuchamos a nosotros mismos, ese es el más atroz de los pecados.
ResponderEliminarHola amigo tiempo sin pasar por tú casa.
ResponderEliminarCaprichos del azar sin planificación.
Ya veo que tienes doloridos los pies JA je JI.
RISOABRAZOS
cada jornada tiene su muerte, pero seguro que a la vuelta de la mañana hay otra vida, con sus errores imprescindibles para crecer.cariños
ResponderEliminarA veces (qué te voy a contar) una decisión sin meditar, de un momento, revierte en un estallido de bálsamo y frescura.
ResponderEliminarPremio a la testarudez, a la inconsciencia?.
En realidad no importa, al final el camino, en la factura, se equilibra.