Callar, y dejar de hablar. Hacer... ¿Bien o mal? ¿Dejar de hacer, quizás, mejor? Una opinión, la mía, del montón. Un punto de vista, todo se ve turbio desde mi balcón; hasta hace nada no era capaz de soportar la posibilidad de que desde otro se viera la realidad más clara y meridiana. Puede que ellos también mintieran, o puede que tuvieran razón; ahora sé que sus argumentos eran excusas similares a las que improvisara yo; parecidas a las que me sometiera mi patrón; mi cultura y tradición, los miedos en los que me embutieran con sutil calzador. Un escudo con el que atacaba a cualquiera que, a mi alrededor, no fuera de los míos y me diera, sin condiciones, la razón. Pobre inútil parapetado tras la repetición de la misma equivocación; el mismo error, reivindicado propiedad privada y heredada, por real derecho de sucesión, hasta la extenuación; por fin he descubierto al traidor encubridor. Lo hice, en realidad, hace ya... ¿Hace más de cuarenta años quizás?
Pero callé, sin caer en la cuenta, cayendo en la trampa en la que ya lo habían hecho, uno tras otros, padres, tíos, abuelos y demás familia, sin decir ni mu; aquellos que tampoco se atrevieran a rechistar, aún a sabiendas de que el desenlace que les esperara fuera a ser la fatalidad. No hicieron lo que les indicaba su corazón contraído en el reino de la ansiedad; no se atrevieron a dejar de hacer lo que a antepasados más directos les llevara a la perdición. Amargura, aflicción, penurias donde debería haber habido cantidad, enfermedades sin cesar, muertes a tutiplén; resignación ante las expectativas: habría sido muy bueno todo aquello que no fuese a ir a peor.
Dejaré de aconsejar, consejos que guías de mis actos no son. Daré el primer paso, aunque sólo sea uno, en silencio, hacia la dirección en que mi alma respire sin el agobio atroz. ¿Estará muy mal hecho o rematadamente bien?; ¿un vaso medio lleno o completamente vacío de color? En la actitud parece descansar el secreto de la cuestión.
Pero, por favor, no me pregunte a mí señor; siga mis pasos, si puede ser en silencio... Para certificar lo que paso... O no pasó.
Pero callé, sin caer en la cuenta, cayendo en la trampa en la que ya lo habían hecho, uno tras otros, padres, tíos, abuelos y demás familia, sin decir ni mu; aquellos que tampoco se atrevieran a rechistar, aún a sabiendas de que el desenlace que les esperara fuera a ser la fatalidad. No hicieron lo que les indicaba su corazón contraído en el reino de la ansiedad; no se atrevieron a dejar de hacer lo que a antepasados más directos les llevara a la perdición. Amargura, aflicción, penurias donde debería haber habido cantidad, enfermedades sin cesar, muertes a tutiplén; resignación ante las expectativas: habría sido muy bueno todo aquello que no fuese a ir a peor.
Dejaré de aconsejar, consejos que guías de mis actos no son. Daré el primer paso, aunque sólo sea uno, en silencio, hacia la dirección en que mi alma respire sin el agobio atroz. ¿Estará muy mal hecho o rematadamente bien?; ¿un vaso medio lleno o completamente vacío de color? En la actitud parece descansar el secreto de la cuestión.
Pero, por favor, no me pregunte a mí señor; siga mis pasos, si puede ser en silencio... Para certificar lo que paso... O no pasó.
Siempre prefiero el vaso medio lleno y no el medio vacío,abrazos.
ResponderEliminarSCHHHSSSSSSS¡¡¡¡¡
ResponderEliminarCAMINEMOS.