Hay un corazón abierto en canal; para sumar o, mucho mejor, para integrar. Para fundirse con otros muchos más, con todos los que se presten en la misma condición. Un ofrecimiento singular; egoísta, el que más, en favor de lo plural. ¡Viva la generosidad! Pura contradicción. Del canal común, un ramal; una afluente que aporte más caudal a la corriente general; para surcar los desiertos y desembocar en el mismo mar; más allá de tus narices, más allá de las mías... ¿En el horizonte, dónde se funden cielo, tierra, océanos y la sensación de libertad? Más allá del horizonte, mucho más allá. Allí comprendo la única meta existencial, fluir y confluir en ese lugar, donde se diluye el espacio en el tiempo, y el reloj deja de marcar con su tic tac el tiempo al espacio que se reduce sin cesar. Sin reparar en el que dirán, pensando cada actuación, una vez, nada más. Sin desafiar a lo que no sea el compromiso con la sinceridad; con la serenidad de no desear ser poseedor de la verdad absoluta; el escudo falaz, Confío en que los demás tampoco hagan daño como medio para disfrutar; porque yo lanzo contra los demás mi daga, espada o puñal, cuando no he sido capaz de dejar salir mi ira por otro canal que no haya sido odiar a alguien, al mundo entero si cabe; me odiaba mi incapacidad para afrontar las circunstancias; flecha que dada la vuelta, habría arrollado esta soberbia letal.
No más mezquindad, que reste a mi enemigo su oportunidad de colaborar. No más prohibiciones, ni barreras por anticipado; porque sólo yo tenga el derecho de juzgar, en mi opinión, los vicios de mis enemigos; apoyado en prejuicios, razonamientos consistentes, sustanciados, por formar parte de mi argumentario fundamental. No más, más protagonismo inútil, no más raciones de mediocridad adornados por lujos sin testar: "quiero ser el primero en lograrlo, o lo consigo yo o no lo hace nadie"; no más excusas baratas, de tendencia similar. Quiero aprender ese concepto tan raro, extranjero en la propia patria; colega espiritual que añada a las piernas de otros colegas, aunque sean de distinta calaña, su capacidad para avanzar.
El viernes, en el viaje de ida hacia no sé que sitio, pedí unos auriculares para escuchar algo que pensé que sería interesante para mí; y, quizás, para contarlo, en alguna ocasión, a otros que lo necesitaran; ¿por qué no?. En aquel espacio limitad, encerrado y rulando, no se vendían artículos de categoría tal; y cada cual, sobre todo los que acostumbran a viajar, suelen llevar el suyo y particular. La misión se presentaba imposible, de necesidad; por eso o pedí a la providencia, con gran solemnidad; tal vez porque quisiera probar el poder de la divinidad para concederme los deseos, en terminos de gratuidad. Al ver la película, en cuestión, subtitulada asentí con la cabeza, me habían escuchado los ángeles, o quienes fueran responsables celestiales de estos repartos urgentes: me había concedido dios el don y el medio para enterarme de lo fundamental: el diálogo, lo que en boca de los actores quería comunicar el director. Esta mañana he regresado en un medio siilar, de vuelta de todo lo que había ocurrido, y que está ocurriendo ya. Directamente me he puesto a meditar, confiando en quedarme dormido. Y lo habría conseguido deno huber sido por ese toque tan especial. Mi compañero de asiento, otro de esos desconocidos peculiares, mensajeros fugaces, me ha dicho en voz queda, la película va a comenzar. Si quieres yo te dejo unos auriculares que llevo de sobra en la mochila; está ahí arriba... ¿Me la acercas, por favor?
Lo dicho, no hay nadie que, estando bien, quiera estar con el otro fatal. Desgarrados en un pis pas dos corazones abiertos en canal, suturados con la cordura del recelo, el resquemor y el rencor. En un viaje de ida y vuelta de no importa origen ni destino, mientras tanto, ha acontecido esta experiencia, tal cual. Gracias Divina Providencia, por mostrarme esta señal. Toca continuar.
No más mezquindad, que reste a mi enemigo su oportunidad de colaborar. No más prohibiciones, ni barreras por anticipado; porque sólo yo tenga el derecho de juzgar, en mi opinión, los vicios de mis enemigos; apoyado en prejuicios, razonamientos consistentes, sustanciados, por formar parte de mi argumentario fundamental. No más, más protagonismo inútil, no más raciones de mediocridad adornados por lujos sin testar: "quiero ser el primero en lograrlo, o lo consigo yo o no lo hace nadie"; no más excusas baratas, de tendencia similar. Quiero aprender ese concepto tan raro, extranjero en la propia patria; colega espiritual que añada a las piernas de otros colegas, aunque sean de distinta calaña, su capacidad para avanzar.
El viernes, en el viaje de ida hacia no sé que sitio, pedí unos auriculares para escuchar algo que pensé que sería interesante para mí; y, quizás, para contarlo, en alguna ocasión, a otros que lo necesitaran; ¿por qué no?. En aquel espacio limitad, encerrado y rulando, no se vendían artículos de categoría tal; y cada cual, sobre todo los que acostumbran a viajar, suelen llevar el suyo y particular. La misión se presentaba imposible, de necesidad; por eso o pedí a la providencia, con gran solemnidad; tal vez porque quisiera probar el poder de la divinidad para concederme los deseos, en terminos de gratuidad. Al ver la película, en cuestión, subtitulada asentí con la cabeza, me habían escuchado los ángeles, o quienes fueran responsables celestiales de estos repartos urgentes: me había concedido dios el don y el medio para enterarme de lo fundamental: el diálogo, lo que en boca de los actores quería comunicar el director. Esta mañana he regresado en un medio siilar, de vuelta de todo lo que había ocurrido, y que está ocurriendo ya. Directamente me he puesto a meditar, confiando en quedarme dormido. Y lo habría conseguido deno huber sido por ese toque tan especial. Mi compañero de asiento, otro de esos desconocidos peculiares, mensajeros fugaces, me ha dicho en voz queda, la película va a comenzar. Si quieres yo te dejo unos auriculares que llevo de sobra en la mochila; está ahí arriba... ¿Me la acercas, por favor?
Lo dicho, no hay nadie que, estando bien, quiera estar con el otro fatal. Desgarrados en un pis pas dos corazones abiertos en canal, suturados con la cordura del recelo, el resquemor y el rencor. En un viaje de ida y vuelta de no importa origen ni destino, mientras tanto, ha acontecido esta experiencia, tal cual. Gracias Divina Providencia, por mostrarme esta señal. Toca continuar.
Transitando hacia un mundo nuevo,
ResponderEliminaratentos al viejo que queda atrás.
Los angeles a veces no llevan alas,
caminan a nuestro lado.
Que la Divina Providencia te acompañe¡¡