Confianza. Cuando falla, asoman sus cabezas los fantasmas, y la mía suda fría. Discurriendo, recorren desde la frente goterones ardientes que aferran a la almohada, a través de la obsesión permanente. Me agarran por los intestinos, y los sueltan o atascan por capricho; hacia la diarrea sin barreras, amarrados al estreñimiento sin mimos. El pánico, sin fronteras, recorre cada rincón de mi cuerpo, y cada espejismo que se resiste a ser espejo; cada momento, avalado por la única esperanza que espera; la desconfianza es la única garantía acertada, desconcertante; desafiante. Si no me doy, él no me va a dar nada; pero nada me va a quitar tampoco.
¿Y si la apuesta no me saliera mal? Y, sin embargo... ¿Qué voy a perder? Si no me engañase mi mente retorcida, nada arriesga quien se queja continuamente de la mezquindad de los demás, quien abandera la generosidad como apelación suprema. No sería capaz... No sería capaz de renunciar a cuarenta años de zafiedad, derrochando tiempo, sin cesar; y dinero y esfuerzos, sin piedad. De vez en cuando, cada vez menos para mi bien, esta sensación acude a tentar la fortaleza de mi recién estrenada determinación; esta nueva compañera que compromete con el riesgo, con el amor al peligro, con el odio como recorrido; con la ira como movimiento. Para que el rencor sin fundamento no se enquiste adentro sin motivo; quiero gritar, correr, andar; avanzar sin temer a la adversidad.
Aunque ahora mismo tenga miedo, y sienta que algo se rompe por dentro... Sé que el cambio produce en mis convicciones estos efectos, se derrumban las estructuras de mis ancianos viejos y brotan los de los jóvenes ancestros. Ya los he soportado, y superado, cuando el cambio ha sido impuesto; por las circunstancias inevitables, por decisiones involuntarias: por muertes, enfermedades, accidentes y otros supuestos. Hoy mi voluntad hace gala de sus arrestos, me comeré los huevos en silencio, masticaré como la vaca rumia su paja, y rezaré para mis adentros: "Dame fuerzas Señor Mío y Nuestro, para no rendirme ante esta propuesta absurda que tanto me ilusiona y me anima. Dame coraje, para no morir toda un existencia de arrepentimiento por haberme resistido a la quiebra."
Mañana será el último día de esta etapa, después contaré el primero de la siguiente; entre tanto, más de lo mismo, el cambio continuo, del que aún no soy consciente, se manifestará entre estos dos hitos, pilares necesarios con los que se expresa mi destino; entre el pasado y el futuro, viviendo en el presente. Un mito, mi leyenda sigue navegando, viento en popa, hacia el horizonte, que constantemente se aleja. He ahí la paradoja; ir más allá de lo que la vista evita.
Y me pregunto... ¿Qué sería aquello que de mi hoguera hiciera vapor? ¿Qué aquello que licuara esté en aquel llanto de amor? ¿Qué amaba? ¿Qué o a quién? Hace más de año y medio, un catorce de octubre del año Dos Mil Nueve lloré mirando el mar, allí en Finisterre, y aún no sé el porqué... Sólo sé que quiero volver a sentir aquel extraño placer. Fe y un camino, y unas botas y muchas piedras; y algún que otro tropezón... Y, tantas cosas... En pasando mañana, mañana regreso; pues.
¿Y si la apuesta no me saliera mal? Y, sin embargo... ¿Qué voy a perder? Si no me engañase mi mente retorcida, nada arriesga quien se queja continuamente de la mezquindad de los demás, quien abandera la generosidad como apelación suprema. No sería capaz... No sería capaz de renunciar a cuarenta años de zafiedad, derrochando tiempo, sin cesar; y dinero y esfuerzos, sin piedad. De vez en cuando, cada vez menos para mi bien, esta sensación acude a tentar la fortaleza de mi recién estrenada determinación; esta nueva compañera que compromete con el riesgo, con el amor al peligro, con el odio como recorrido; con la ira como movimiento. Para que el rencor sin fundamento no se enquiste adentro sin motivo; quiero gritar, correr, andar; avanzar sin temer a la adversidad.
Aunque ahora mismo tenga miedo, y sienta que algo se rompe por dentro... Sé que el cambio produce en mis convicciones estos efectos, se derrumban las estructuras de mis ancianos viejos y brotan los de los jóvenes ancestros. Ya los he soportado, y superado, cuando el cambio ha sido impuesto; por las circunstancias inevitables, por decisiones involuntarias: por muertes, enfermedades, accidentes y otros supuestos. Hoy mi voluntad hace gala de sus arrestos, me comeré los huevos en silencio, masticaré como la vaca rumia su paja, y rezaré para mis adentros: "Dame fuerzas Señor Mío y Nuestro, para no rendirme ante esta propuesta absurda que tanto me ilusiona y me anima. Dame coraje, para no morir toda un existencia de arrepentimiento por haberme resistido a la quiebra."
Mañana será el último día de esta etapa, después contaré el primero de la siguiente; entre tanto, más de lo mismo, el cambio continuo, del que aún no soy consciente, se manifestará entre estos dos hitos, pilares necesarios con los que se expresa mi destino; entre el pasado y el futuro, viviendo en el presente. Un mito, mi leyenda sigue navegando, viento en popa, hacia el horizonte, que constantemente se aleja. He ahí la paradoja; ir más allá de lo que la vista evita.
Y me pregunto... ¿Qué sería aquello que de mi hoguera hiciera vapor? ¿Qué aquello que licuara esté en aquel llanto de amor? ¿Qué amaba? ¿Qué o a quién? Hace más de año y medio, un catorce de octubre del año Dos Mil Nueve lloré mirando el mar, allí en Finisterre, y aún no sé el porqué... Sólo sé que quiero volver a sentir aquel extraño placer. Fe y un camino, y unas botas y muchas piedras; y algún que otro tropezón... Y, tantas cosas... En pasando mañana, mañana regreso; pues.
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