Todo fuera por un motivo fundamentado, todo fuera porque a Joan si que le apetecía, y por que, a pesar de mis pesquisas encaminadas a buscarle tres pies al gato aun cuando gato no hubiera, habíamos conformado un conjunto que estaba funcionando, junto o distante, a las mil maravillas. Todo fuera porque Fernando y su mirada limpia y sincera nos iba a abandonar a mitad de esta etapa; muy a su pesar, muy a mi pesar, muy al pesar de todos los que ya le sentíamos, con nosotros, uno. No se merecía menos ese bonachón sin fisuras al que aún respetan las arrugas. Si bien no ha alcanzado los cuarenta, y antes de los cuarenta no suele hacer la vejez acto de presencia, creo que a los sesenta seguirá manteniendo esa sonrisa genuina y sin canas. Los kilos que acumula, en la misma proporción que altura, un hombretón enorme, de emociones descomunales; aunque no las exhiba las muestra, derrochando amabilidad a espuertas, no se las da de nada porque es todo lo que exuda por cada poro de su piel estirada. Suda como un cerdo y, sin embargo, trasciende a su paso el aroma del azahar en primavera cuando se acerca. Siendo tan grande, su bondad no le va a la zaga; me ha quedado claro que todos sus valores son entes extraordinarios.
Afortunado en todos los campos en los que la gente normal se debate entre la mediocridad y la ruina; en todo este tiempo no he escuchado de su boca ni siquiera una queja que dejara en mal lugar a sus jefes, ni a su empresa... Porque les estima y les agradece sentirse impregnado por el mismo sentimiento que siente. En su oficina ni un hijo de puta siquiera que se le resista, y los clientes son santos pacientes que todo lo comprenden, todos compañeros o amigos en las duras y en las maduras. Hasta en amores parece haberle favorecido el sorteo divino, aunque yo no la haya visto Joan me ha dicho que su mujer es hermosa... Entre susurros, para que no trascendiese, Joan me ha confesado que estaba muy buena... Y ni en eso se había empeñado, porque ella enamorada también se le había ofrecido sin tener que hacer nada... Y, además, le deja venir todos los años para que se explaye en esta experiencia mitad espiritual, mitad religiosa, quedándose, mientras tanto, ella sola a cargo de los niños; un par de niños muy guapos que, según parece, completaban el retrato de la familia perfecta en la fotografía aquella que llevaba siempre en la cartera... Todos sanos, todos, como él, en potencia altos, guapos y calmados. En la tierra el paraíso soñado; reconozco que a veces he sentido un poco de envidia, envida sana por supuesto. Envidia que no duraba mucho rato, era imposible sentir ira hacia su caso.
Hoy, como ayer; él, como el niño que fue; de ojos limpios e inmaculados, la inocencia en su cuerpo templado al menos veinte años después. ¿Qué iba a hacer él si todo le había llegado rodado? Según me ha ido contado, su vida había sido un hermoso camino de rosas al que no sabría explicar cómo, quién ni por qué... Alguien le había ido extirpando las espinas a su paso, antes de que él llegara a apoyar los pies. Buen estudiante por herencia, de notas extraordinarias por inercia. Había crecido entre algodones, él lo sabía y no negaba. Y bien vivía mecido por la fortuna, no lo oculta. Sabe que sin todo eso, nada sería de su persona; y lo agradece. Lo reconoce con la misma calma con que ha ido recorriendo los caminos, sin preocuparle en apariencia, aunque no desconozca que en esta sociedad no está bien visto... Acepta sin ambages que todo le había venido regalado por los hados; repite a menudo que es un afortunado.
No viene mal, por si acaso, alardear del esfuerzo, para mostrar de otro modo la prepotencia... O hacer como que no se quiere citar todo lo costoso que fuera alcanzar nuestros logros... No viene mal tampoco, un poquito de falsa modestia. No viene mal perfilar un pasado, aunque falso, caro y esforzado. Pero Fernando es de otra pasta y no le gustan ese de tipo de cuentos, aunque le encante inventarlos y saberse muchos para contárselos a sus retoños... Pero en la realidad se dedica a las cuentas... Y según parece sus cuentas son otras.
Afortunado en todos los campos en los que la gente normal se debate entre la mediocridad y la ruina; en todo este tiempo no he escuchado de su boca ni siquiera una queja que dejara en mal lugar a sus jefes, ni a su empresa... Porque les estima y les agradece sentirse impregnado por el mismo sentimiento que siente. En su oficina ni un hijo de puta siquiera que se le resista, y los clientes son santos pacientes que todo lo comprenden, todos compañeros o amigos en las duras y en las maduras. Hasta en amores parece haberle favorecido el sorteo divino, aunque yo no la haya visto Joan me ha dicho que su mujer es hermosa... Entre susurros, para que no trascendiese, Joan me ha confesado que estaba muy buena... Y ni en eso se había empeñado, porque ella enamorada también se le había ofrecido sin tener que hacer nada... Y, además, le deja venir todos los años para que se explaye en esta experiencia mitad espiritual, mitad religiosa, quedándose, mientras tanto, ella sola a cargo de los niños; un par de niños muy guapos que, según parece, completaban el retrato de la familia perfecta en la fotografía aquella que llevaba siempre en la cartera... Todos sanos, todos, como él, en potencia altos, guapos y calmados. En la tierra el paraíso soñado; reconozco que a veces he sentido un poco de envidia, envida sana por supuesto. Envidia que no duraba mucho rato, era imposible sentir ira hacia su caso.
Hoy, como ayer; él, como el niño que fue; de ojos limpios e inmaculados, la inocencia en su cuerpo templado al menos veinte años después. ¿Qué iba a hacer él si todo le había llegado rodado? Según me ha ido contado, su vida había sido un hermoso camino de rosas al que no sabría explicar cómo, quién ni por qué... Alguien le había ido extirpando las espinas a su paso, antes de que él llegara a apoyar los pies. Buen estudiante por herencia, de notas extraordinarias por inercia. Había crecido entre algodones, él lo sabía y no negaba. Y bien vivía mecido por la fortuna, no lo oculta. Sabe que sin todo eso, nada sería de su persona; y lo agradece. Lo reconoce con la misma calma con que ha ido recorriendo los caminos, sin preocuparle en apariencia, aunque no desconozca que en esta sociedad no está bien visto... Acepta sin ambages que todo le había venido regalado por los hados; repite a menudo que es un afortunado.
No viene mal, por si acaso, alardear del esfuerzo, para mostrar de otro modo la prepotencia... O hacer como que no se quiere citar todo lo costoso que fuera alcanzar nuestros logros... No viene mal tampoco, un poquito de falsa modestia. No viene mal perfilar un pasado, aunque falso, caro y esforzado. Pero Fernando es de otra pasta y no le gustan ese de tipo de cuentos, aunque le encante inventarlos y saberse muchos para contárselos a sus retoños... Pero en la realidad se dedica a las cuentas... Y según parece sus cuentas son otras.
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