Un ampolla amenazaba con destrozar mis convicciones más firmes, ¡qué sensación más horrible! Aquella quemazón incisiva acabaría con cualquier teoría imprecisa. Qué fácil era dar consejo cuando no se complicaba el caminar propio... Y qué complicado ser coherente cuando las dificultades eran patentes. Una daga clavada en la planta del pie derecho me restaba valor para obrar el milagro. No me dejaba razonar, me impedía dejar de pensar... ¡Era tanta la desazón!; una obsesión que no daría lugar a la reflexión. No sabía que hacer. Ayer había llegado, arrastrando las botas por la recta paralela a la carretera que une Villarcázar de Sirga con Carrión de los Condes.
sábado, 17 de julio de 2010
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Que dolor cuándo se forman ampollas!!!
ResponderEliminaraunque ya pasó...espero que se pase pronto...jajajaja!
Besos Karul!