A pesar de los medios rudimentarios, he comenzado la etapa parapetado tras un vendaje maravilloso. Un colchón improvisado de gasa y guata, a medias, sobre el que he ido caminando, a duras penas, confortablemente. Realmente no sé si confortable sería la palabra idónea... Confortable, hasta donde pueda serlo una senda de espinas afiladas esterilizadas con el yodo ocre que mantendría también desinfectadas mis heridas. Estoy seguro de que no era técnicamente exquisito, ni siquiera a medias mediocre... Porque, aunque haya practicado con otros compañeros el lenguaje de los vendajes, mi comprensión en este campo sigue siendo escasa, diría nula para ser justo... De vendajes sigo entendiendo poco. Pero es curioso, y en mi caso extraño, aunque no me darían el premio al mejor enfermero me ha satisfecho el amasijo de vendas que he compuesto abrazando mi pie maltrecho. Me sentía contento, aun dolorido.
No estaba acostumbrado a esa sensación gratuita... ¿Hacer por el mero hecho de hacer...? Hacer sin beneficio, sin rendimientos, sin el aplauso de la gente... Hacer sin provecho urgente era un ente absurdo que no cabía en mi cabeza programada para trabajar por objetivos... Nunca le había prestado tanta atención a una faena, aunque fuera útil... Posiblemente porque jamás había hecho nada por el simple hecho de hacerlo, mucho menos teniendo claro que fuera a ser una tarea inútil. No estaba acostumbrado a disfrutar del mientras tanto, menos aún habiendo hecho tan mal las cosas; y ni siquiera haciéndolas fenomenal.... No me habían enseñado a perder mi tiempo y mi esfuerzo... Los he derrochado a espuertas, uno y otro, mirando una ampolla y unas vendas que entre los dedos se me enredaban, me ha quedado un churro... Pero estoy, además de dolorido y agotado, contento.
¡Estoy perplejo! Siempre me habían preocupado los resultados, que en mi casa habrían de ser, todos, extraordinarios... Perfectos para merecer el más ligero empeño. Por fin comprendo, un error de bulto aprendido por generación espontanea... O , tal vez, por repetición forzada y reglamentada... Heredada de una de las ramas de la familia de la que procedo... Hasta el infarto colectivo, o individual y real si hiciera falta. Yo solía reincidir orgulloso, hasta hace nada, y como lo hacía todo, o como todo dejaba de hacerlo, mejor que nadie... También, quizás como Fernando, el chico obediente, aplicado... El hijo perfecto. En estas lides si que estaba garantizado que no me equivocaría. Enfocar en la meta sin disfrutar del paisaje que antecediera al fin de la carrera establecida, del protocolo debido; amarrado a la tradición imbuida... Tan solo haría ocho años no me habría interesado este proyecto de futuro peregrino absurdo. ¿Ir disfrutando poco a poco? ¿Prestarle atención a las lesiones y heridas? ¿Equivocaciones y ampollas divinas? ¡Tonterías...!
No estaba acostumbrado a esa sensación gratuita... ¿Hacer por el mero hecho de hacer...? Hacer sin beneficio, sin rendimientos, sin el aplauso de la gente... Hacer sin provecho urgente era un ente absurdo que no cabía en mi cabeza programada para trabajar por objetivos... Nunca le había prestado tanta atención a una faena, aunque fuera útil... Posiblemente porque jamás había hecho nada por el simple hecho de hacerlo, mucho menos teniendo claro que fuera a ser una tarea inútil. No estaba acostumbrado a disfrutar del mientras tanto, menos aún habiendo hecho tan mal las cosas; y ni siquiera haciéndolas fenomenal.... No me habían enseñado a perder mi tiempo y mi esfuerzo... Los he derrochado a espuertas, uno y otro, mirando una ampolla y unas vendas que entre los dedos se me enredaban, me ha quedado un churro... Pero estoy, además de dolorido y agotado, contento.
¡Estoy perplejo! Siempre me habían preocupado los resultados, que en mi casa habrían de ser, todos, extraordinarios... Perfectos para merecer el más ligero empeño. Por fin comprendo, un error de bulto aprendido por generación espontanea... O , tal vez, por repetición forzada y reglamentada... Heredada de una de las ramas de la familia de la que procedo... Hasta el infarto colectivo, o individual y real si hiciera falta. Yo solía reincidir orgulloso, hasta hace nada, y como lo hacía todo, o como todo dejaba de hacerlo, mejor que nadie... También, quizás como Fernando, el chico obediente, aplicado... El hijo perfecto. En estas lides si que estaba garantizado que no me equivocaría. Enfocar en la meta sin disfrutar del paisaje que antecediera al fin de la carrera establecida, del protocolo debido; amarrado a la tradición imbuida... Tan solo haría ocho años no me habría interesado este proyecto de futuro peregrino absurdo. ¿Ir disfrutando poco a poco? ¿Prestarle atención a las lesiones y heridas? ¿Equivocaciones y ampollas divinas? ¡Tonterías...!
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