Aún no le he visto ejecutar contra los demás esa furia que presumo presa en su interior; lo cual explicaría su rictus ritual: triste, amargo; amargado esconde su secreto existencial, exhibiendo la mueca forzada de quien no ha aprendido a sonreír porque se interpone su gran complejo letal. Le devora la paciencia que, ya impaciente, va rechazando, uno a uno, cada desplante que de él ha venido soportando desde los principios de su complicada relación, allá cuando nació. Tras ese aspecto pausado se debate un lobo feroz; una hiena que se ríe a la fuerza de la zafiedad que le asfixia a su alrededor; se esfuerza por retenerlos dentro de él, pero no se cuanto tiempo será capaz... Sus ojos empiezan a reflejar debilidad. Ni siquiera una tregua le concede a su cabeza para respirar, no deja de darle vueltas a esa idea que le atormenta y no le deja en paz. Sé que no podrá dejar de pensar, de preocuparse por todo y por nada, por lo que es, fue y será; creo que no le interesa, no quiere, dejar de perpetrar obsesiones que maquinen castigos contra su error fatal, repetido hasta la saciedad. Mastica lentamente, antes de emitir cada palabra que dice, antes de pensar cada pensamiento que piensa, antes de imaginar cada imagen que elude; sin rendirse a la evidencia; evidenciando hacia sí la total deslealtad. Lo que no puede evitar es fantasear con su fantasma más locuaz.
Una úlcera, no sé si ya incipiente, quizás desbordando la barrera de lo digerible, creo que ya no es en sus carnes un ente indigente, antes o después dictará sentencia. Ya me gustaría que el calendario fuera, con él, más compasivo de lo que él lo es consigo mismo. La impaciencia tranquila, que sólo cubre la nicotina que libera cada cigarro en sus bronquios maltrechos; sin haberse consumido el anterior, ya espera otro sobre la mesa, asomando a medias la cabeza por la cajetilla. Mientras, echa con su acostumbrada pausa urgente la penúltima bocanada de humo de otra colilla. Uno tras otro, consumiendo con sus pitillos las expectativas, han ido encendiendo sus fatigas. A golpe de desencanto, con cada calada se le ha ido escapando el aliento... Creo que llega este punto del Camino exhausto.
Una úlcera, no sé si ya incipiente, quizás desbordando la barrera de lo digerible, creo que ya no es en sus carnes un ente indigente, antes o después dictará sentencia. Ya me gustaría que el calendario fuera, con él, más compasivo de lo que él lo es consigo mismo. La impaciencia tranquila, que sólo cubre la nicotina que libera cada cigarro en sus bronquios maltrechos; sin haberse consumido el anterior, ya espera otro sobre la mesa, asomando a medias la cabeza por la cajetilla. Mientras, echa con su acostumbrada pausa urgente la penúltima bocanada de humo de otra colilla. Uno tras otro, consumiendo con sus pitillos las expectativas, han ido encendiendo sus fatigas. A golpe de desencanto, con cada calada se le ha ido escapando el aliento... Creo que llega este punto del Camino exhausto.
Cuánta gente con la vida manchada de nicotina, se recoge en un sendero que no es ni siquiera como éste.
ResponderEliminar(Curioso personaje)
Un beso.