¿Por qué me atraería su figura incluso antes de enterarme de su profesión? ¿Por qué me ha seguido conquistando su extraña personalidad, también después de desmentir lo que creía yo? Cuando lo he sabido, porque él me lo ha confesado... Al fin y al cabo, él no me había mentido; he sido yo. Escribir no era más que una afición; ¿que no era más que una afición...? Así lo ha confirmado, así lo ha definido; así, desde mi punto de vista, se ha sentenciado. ¿Cómo que sólo era una afición...? ¿Sólo? ¿Y qué otra cosa pudiera ser, mejor? No se había atrevido a dejarlo todo por el que decía que era objeto de su veneración.
¿De verdad necesitaría, necesita, plasmar su llanto en un papel? ¿Y sus alegrías, por qué no? Si lo hubiera dejado todo, quizás ahora no fuera una obsesión. Pero no lo hizo, porque había, hay, otras cosas más importantes que son obligación. Deberes que, aunque no quisiera, tenía que atender; necesidades básicas: había que comer. Creo que se equivoca, pero es una opinión. No sé como habrá transcurrido su vida sumido en esta contradicción, no tengo más elementos de juicio que su queja perpetua y esa cara llena de pena, que ha olvidado ejecutar aquella mueca espontanea infantil. Elementos de juicio, aunque los tuviera no los esgrimiría en su contra, tampoco a su favor. Ya estoy yendo demasiado lejos, criticando su forma de enfocar esta cuestión. Me arrepiento, rectifico, me encierro en mis enredos superficiales; mejor me callo, mucho mejor.
Denis, el gran desconocido, el hombre pequeño y de carnes escasas; el mago manco recluido en su chistera de terciopelo se baja definitivamente de nuestro carro. ¿O tal vez nos bajemos nosotros del suyo? Se queda en Mansilla de las Mulas... Joan y yo, sí que queremos experimentar. De momento, hasta Puente Villarente, esperemos que allí no nos espere el Abismo sin Referente. Allí, o mientras allí llegamos, iremos decidiendo hacia donde mirar. Hasta luego Denis, aún tienes la oportunidad de continuar. Hasta luego Denis, no le ha dado opción a la ocasión de cambiar... Hasta luego Denis, nos escribimos; de verdad que reflexionar a tu lado ha sido un placer. Camino del albergue, siete kilómetros más allá... Hemos continuado andando... Ya sólo quedamos los dos.
¿De verdad necesitaría, necesita, plasmar su llanto en un papel? ¿Y sus alegrías, por qué no? Si lo hubiera dejado todo, quizás ahora no fuera una obsesión. Pero no lo hizo, porque había, hay, otras cosas más importantes que son obligación. Deberes que, aunque no quisiera, tenía que atender; necesidades básicas: había que comer. Creo que se equivoca, pero es una opinión. No sé como habrá transcurrido su vida sumido en esta contradicción, no tengo más elementos de juicio que su queja perpetua y esa cara llena de pena, que ha olvidado ejecutar aquella mueca espontanea infantil. Elementos de juicio, aunque los tuviera no los esgrimiría en su contra, tampoco a su favor. Ya estoy yendo demasiado lejos, criticando su forma de enfocar esta cuestión. Me arrepiento, rectifico, me encierro en mis enredos superficiales; mejor me callo, mucho mejor.
Denis, el gran desconocido, el hombre pequeño y de carnes escasas; el mago manco recluido en su chistera de terciopelo se baja definitivamente de nuestro carro. ¿O tal vez nos bajemos nosotros del suyo? Se queda en Mansilla de las Mulas... Joan y yo, sí que queremos experimentar. De momento, hasta Puente Villarente, esperemos que allí no nos espere el Abismo sin Referente. Allí, o mientras allí llegamos, iremos decidiendo hacia donde mirar. Hasta luego Denis, aún tienes la oportunidad de continuar. Hasta luego Denis, no le ha dado opción a la ocasión de cambiar... Hasta luego Denis, nos escribimos; de verdad que reflexionar a tu lado ha sido un placer. Camino del albergue, siete kilómetros más allá... Hemos continuado andando... Ya sólo quedamos los dos.
Las lágrimas como en los cuentos de hadas, se convierten en cristales mágicos indicadores de caminos! tal vez Denis, lo sabia.
ResponderEliminarAbrazos Karu
depués de un camino tan largo, los viajeros se van quedado atrás.
ResponderEliminarLas ampollas, los desencuentros, los personajes kafkianos y los sorprendentes.
Al final sólo caminais dos, (y yo que sigo en tus bolsillos)
Besos.