domingo, 19 de septiembre de 2010

Puente Villarente – León (i) (Veinte de Septiembre)

Las últimas palabras que he recordado al despertar de mi noche de desvelo parcial. Intimidad, roncar... ¿Matea? ¿un coño? Hay que ver que perversidad, en que se distrae la mente cuando no tiene otro pito que tocar. Hay que prestar atención a lo que se piensa, por prevenir lo que se hará; lo que jamás se vaya a llevar a cabo, posiblemente; porque los pensamientos se hacen realidad, también para no realizar. Hay que... Eso le decía un amigo mío a su mujer cuando llegaba a casa y detectaba, con su sensible radar, un pelín de suciedad: hay que barrer; no recuerdo ni una ocasión en la que quien barriera fuera él. ¿Hay que? Quiero... Quiero ver su revés, el envés de esta atrocidad, tal vez perversión... Y de otras muchas más. ¿Por qué? ¿Será, tanto preguntar, otra versión, aunque fatal, de la reflexión? Un poquito de elasticidad, para recibir las respuestas sin reaccionar. ¡Joan, que hay que despertarse ya! Hay que ver como duerme el muy mamón, en toda la noche no se había levantado ni siquiera a mear, a no ser que aprovechara las pocas cabezadas en que Morfeo se me ha aparecido; una o dos.

Al grito de “¡vámonos!, nos hemos ido, caminito de León. Para hoy habíamos improvisado una etapa muy corta: una etapita, contra tanto etapón, apenas trece kilómetros, no más de tres horas y media, para poder decidir mejor. Por eso, justamente, habíamos llegado ayer hasta Puente Villarente, sin saber lo que nos encontraríamos allí. Hoy queríamos..., quería, en principio sólo él, ir a la oficina de turismo para enterarse mejor sobre el nuevo recorrido... Hoy queremos descansar para, sea cual fuera la opción que tomemos al final seguir avanzando con ilusión. Andando, andando; hemos conseguido dejarlo atrás; no sin antes darnos cuenta de nuestro gran error. Nos ha costado dar con la salida del pueblo que habíamos tildado de pueblucho. ¡Qué larga que era la travesía! Villarente no era un Puente, más bien una avenida completa... Nos hemos tenido que arrepentir de todos los insultos que habíamos escupido sobre él. Bares, cafeterías, restaurantes... Nos habíamos quedado en la antesala, sin mirar más allá; no sé si por cansancio o por comodidad... El pueblo llegaba mucho más allá. Y en la pastelería que hemos desayunado hacían unos desayunos exquisitos... ¡Qué pena no haber sido más aventureros! ¿Qué se le iba a hacer? Me estaba reservando para causas más importantes, me excusaré.

2 comentarios:

  1. leyendo tus historias amigo,un abrazo.

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  2. Hay que; Recibir las respuestas sin reaccionar.

    Mejor, voy a prestar atención y responder con ton y son, sólo cuando lo merezca la ocasión.

    Demasiadas veces nos quedamos atra´s por comodidad, cansancio o temor a mirar más adelante.

    Buen camino del Salvador, a ambos.

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