Y para colmo de bienes, en este caso, y por mor de mi recién renovada ilusión, le acaba de llamar Miriam para contarle, entusiasmada, su maravillosa jornada de hoy. Miriam y entusiasmo no solían ser compañeros de viaje mientras transitaba por el Camino Francés. Ago extraordinario les ha tenido que acontecer para mostrarse tan dicharachera y feliz. Dice que dicen, Mónica, por supuesto, también, que todo les estaba yendo fenomenal. Acababan de llegar a La Robla y estaban buscando el albergue de peregrinos en el que se iban a alojar, tenían prisa y por eso no han hablado más; mañana, con más tranquilidad, nos volverán a llamar para contarnos las novedades que no nos podían contarnos hoy.
No me puedo negar, confirmada y cerrada la decisión. Pero aún no se le voy a comunicar, por si se pone a correr; así vamos bien. Me callaré, al menos hasta León... Aunque sé que, como yo, él ya sabe que mañana será nuestra última jornada por el Camino Francés. Puente Villarente, más que puente un rincón de muerte... No hay más que moscas en el albergue, y ni una cocina decente, tampoco indecente. Hoy toca tirar de restaurante, espero que sea barato, porque la única tienda que hemos encontrado estaba cerrada, por ser domingo; y día de guardar, por tanto. Un restaurante regentado por los mismos amos del lugar en el que nos hemos alojado. Lo cual no me ha dado buena espina, y es que no me ha caído en gracia esta pasarela hacia lo desconocido. Quiero ir conociéndo poco a poco, quiero ir hacia lo que aún en mi recuerdo no existe, quiero que si he de encontrar dificultades no sean las que me proporcionen no tener las comodidades suficientes; no quiero arriesgarme a pasar hambre en un lugar civilizado. Si ha de visitarme la muerte, la muerte alegórica que conste, que sea perdido por aquellas montañas que nos van a traer tan buena suerte.
Que aproveche, una ensalada y unos filetes... Un poco de vino normalito, servido todo ello, eso sí, por una señorita con uniforme y en un ambiente bien ornamentado; aunque a media luz, iluminado... Porque al fin y al cabo, no eramos más de siete los peregrinos que hemos hecho uso del servicio... Diez euros... Si se repite a menudo, un abismo; lo ya presumido el puente se ha convertido en socavón indigno de nuestra condición de peregrinos... Buenas noches Joan, mañana será otro día... Hasta mañana, vecino de litera, compañero de treguas, al final y a mi pesar antiguo, por placer repentino, amigo.
No me puedo negar, confirmada y cerrada la decisión. Pero aún no se le voy a comunicar, por si se pone a correr; así vamos bien. Me callaré, al menos hasta León... Aunque sé que, como yo, él ya sabe que mañana será nuestra última jornada por el Camino Francés. Puente Villarente, más que puente un rincón de muerte... No hay más que moscas en el albergue, y ni una cocina decente, tampoco indecente. Hoy toca tirar de restaurante, espero que sea barato, porque la única tienda que hemos encontrado estaba cerrada, por ser domingo; y día de guardar, por tanto. Un restaurante regentado por los mismos amos del lugar en el que nos hemos alojado. Lo cual no me ha dado buena espina, y es que no me ha caído en gracia esta pasarela hacia lo desconocido. Quiero ir conociéndo poco a poco, quiero ir hacia lo que aún en mi recuerdo no existe, quiero que si he de encontrar dificultades no sean las que me proporcionen no tener las comodidades suficientes; no quiero arriesgarme a pasar hambre en un lugar civilizado. Si ha de visitarme la muerte, la muerte alegórica que conste, que sea perdido por aquellas montañas que nos van a traer tan buena suerte.
Que aproveche, una ensalada y unos filetes... Un poco de vino normalito, servido todo ello, eso sí, por una señorita con uniforme y en un ambiente bien ornamentado; aunque a media luz, iluminado... Porque al fin y al cabo, no eramos más de siete los peregrinos que hemos hecho uso del servicio... Diez euros... Si se repite a menudo, un abismo; lo ya presumido el puente se ha convertido en socavón indigno de nuestra condición de peregrinos... Buenas noches Joan, mañana será otro día... Hasta mañana, vecino de litera, compañero de treguas, al final y a mi pesar antiguo, por placer repentino, amigo.
¡Con cuánto placer nos tomamos un vino, aunque sea peleón en compañía de un amigo! En este caso, todos peleones, me parece.
ResponderEliminarBuen Camino, Peregrinos.
Un buen yantar tras un largo y penoso camino, repara el cuerpo y hasta el alma del viajero.
ResponderEliminar(Unas miguitas, recuerda, para el bolsillo)
Besos hambrientos.