Todos a una reforzando, aupados por su enganche casi derrotado, el acoso y derribo del nuestro enrocado en su fortaleza de piedra... ¿Por qué bebería la primera vez? ¿Y por qué lo haría después? ¿Un momento de ambigüedad que le descubriera que estaba fuera de lugar? ¿Algún reproche fugaz? ¿Una ráfaga de lucidez que se habría colado en su existencia patética, del todo normal? Me quería poner en su lugar y reflexionar... ¿Por qué bebía, joder? ¿Por qué?, ¿por qué?, ¿por qué? No lo podía comprender, con lo fácil que habría sido no caer en la tentación. Como suele acontecer, la reflexión se habría transformado en obsesión, y en intento de posterior discusión; pero esta vez no tenía con quien. Esta vez, no encontraba la excusa; esta vez estaba en frente Philip. Él, que había tenido el valor de ponerse entre la espada y la pared; me he topado contra su muro duro, me he dado cuenta de que yo siempre había dejado una salida para escapar. Aún me quedaba algo pendiente que acometer, reconocerme como él; enfermo, colgado y adicto a un vicio que quizás no fuera peor, pero tampoco mejor. El cambio que no cambió, por no dejar de fingir, porque la vida era así, y porque nuestros protocolos eran cultura y tradición, no como otros paripés, sin fundamento, ni fe.
A partir de hoy, no permitiré más a mi memoria orgullosa ni una deslealtad, para no olvidar lo que me convendría no recordar; en provecho propio recordaré, a mi pesar. Dejaré de rehuir los problemas que, enfrentados, me mostrarán ciertas respuestas que no quise escuchar. Para no agrandarlos hasta fabricar dramas sin solución, traumas sin fundamento, heridas sin razón. Será mejor no recurrir a melopeas, aunque estas fueran sin alcohol... Esas otras borracheras, consideradas de niños bien, permitidas y aplaudidas... Para controlar la falta de ilusión, cuyo desenlace, aunque más lento, no es diferente. La ira, la envidia, la falta de compasión, venderse al mejor postor o ser la puta de un cabrón, o viceversa si se es varón; todos ellos chivos expiatorios de una carrera sin condón; o con dos o tres, a la vez.
Sobrio; como me está mostrando Philip, mucho mejor... También en mi caso aunque el hígado no vaya a ser el sufridor, suelen serlo los pulmones, y el corazón. Las promesas que no cumpliré, o aquellas por las que exigiré atención, lo que me gustaría haber hecho que demoré; el tiempo que esperé. Porque he comprendido que soy lo que mamé ayer, y que mañana seré lo que digiera hoy; o, en su defecto, lo que produzca mi indigestión. Ya no me excusaré.
A partir de hoy, no permitiré más a mi memoria orgullosa ni una deslealtad, para no olvidar lo que me convendría no recordar; en provecho propio recordaré, a mi pesar. Dejaré de rehuir los problemas que, enfrentados, me mostrarán ciertas respuestas que no quise escuchar. Para no agrandarlos hasta fabricar dramas sin solución, traumas sin fundamento, heridas sin razón. Será mejor no recurrir a melopeas, aunque estas fueran sin alcohol... Esas otras borracheras, consideradas de niños bien, permitidas y aplaudidas... Para controlar la falta de ilusión, cuyo desenlace, aunque más lento, no es diferente. La ira, la envidia, la falta de compasión, venderse al mejor postor o ser la puta de un cabrón, o viceversa si se es varón; todos ellos chivos expiatorios de una carrera sin condón; o con dos o tres, a la vez.
Sobrio; como me está mostrando Philip, mucho mejor... También en mi caso aunque el hígado no vaya a ser el sufridor, suelen serlo los pulmones, y el corazón. Las promesas que no cumpliré, o aquellas por las que exigiré atención, lo que me gustaría haber hecho que demoré; el tiempo que esperé. Porque he comprendido que soy lo que mamé ayer, y que mañana seré lo que digiera hoy; o, en su defecto, lo que produzca mi indigestión. Ya no me excusaré.
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