Se había metido en este embrollo, de repente. Un día que pasó por enfrente de esta puerta, la puerta de una vocación latente; o la solución a problemas de los que quería deshacerse. Yo creo que lo tengo claro, aunque el porfíe con sus entrañas defendiendo lo contrario. No creo que lo encontrara buscando, más bien le salió al encuentro habiéndose desterrado antes voluntariamente del contacto con la gente ordinaria, huyendo de algo extraño. Escapando tal vez de una historia corriente, que por ser tan normal le hubiera desbordado. La ira que desprende no es una ira nueva, el odio lo tenía añejo enquistado en sus sienes, latiendo contra corriente. Creo que le venía de serie.
Por eso, seguramente, no le habría temblado el pulso para casarse, de por vida, con los impuestos de lujo que le obliga a pagar esta hacienda; comprometido todo el año, aunque las necesidades básicas ofrecidas durasen apenas seis meses. “No estoy aquí por el negocio”, no dejaba de repetirlo, una y más de mil veces; parecía ser el punto de apoyo sobre el que girara su mundo. Te voy a cobrar siete euros, más que en los que no son privados, más del doble de lo que en los de la Xunta te cobrarán en Galicia, porque yo estoy aquí todo el año. También en el crudo invierno, cuando el negocio no niega el ocio y hasta alienta el aburrimiento. Y no es una excusa, por supuesto, más bien parece amenaza... O lo tomas o lo dejas; y si lo dejas es que no entiendes nada y me haces un gran favor si coges tu mochila y te marchas de este antro inmundo en que sólo admito a personajes del inframundo; del mundo paralelo en el que las comodidades incomodan y los turistas sobran. Aquí sólo queremos peregrinos genuinos de los que adoran sus ampollas; y las curan y las miman... Y de los que no escatiman las dificultades que soportan. Sólo si eres de los míos te quedas.
Cuando el tiempo pase lento y la mayoría de los días ni siquiera asome un alma que le transmita calma; que sosiegue la impaciencia que le produzca el crepitar de la hoguera a solas. Cuando la estufa siga consumiendo leña y, perdida la mirada en su pira, haga cuentas descuadradas porque la madera cuesta dinero... Cinco o seis meses en los que de este pozo no mana agua porque los hielos congelan, además de los manantiales, los ánimos; y ni al aliento le da tiempo a evaporarse... Cuando ni Dios se acuerde del Camino de Santiago él seguirá aquí esperando al peregrino diligente. Aunque se convierta todo esto en agujero negro que vaya devorando ingresos pasados y futuros. No conseguirán que se arrepienta cinco meses de derroche de recursos inexistentes, ni los gastos que sigan restando igual que en verano. Cuando esto no rinda beneficios pingües él estará aquí presente, aunque las subvenciones sean para otros que en esas fechas de climatología inclemente clausuren sus negocios con un cartel de ausentes por falta de negocio, justamente...
Justamente, él aquí, en su garito, aguantará esperando. Cuando las dificultades para el caminante no sea apariencia, él atenderá al único peregrino que entonces camine congelado por las nieves de estos parajes inclementes. Y a él si que le regalará la litera, y le preparará la comida y le ofrecerá, si la acepta, su compañía sincera. Todo por la cara, por su cara humilde cubierta de hielo, humillada por el gélido viento... Porque ese peregrino sí que será de los suyos, sí que será de los nuestros.
Por eso, seguramente, no le habría temblado el pulso para casarse, de por vida, con los impuestos de lujo que le obliga a pagar esta hacienda; comprometido todo el año, aunque las necesidades básicas ofrecidas durasen apenas seis meses. “No estoy aquí por el negocio”, no dejaba de repetirlo, una y más de mil veces; parecía ser el punto de apoyo sobre el que girara su mundo. Te voy a cobrar siete euros, más que en los que no son privados, más del doble de lo que en los de la Xunta te cobrarán en Galicia, porque yo estoy aquí todo el año. También en el crudo invierno, cuando el negocio no niega el ocio y hasta alienta el aburrimiento. Y no es una excusa, por supuesto, más bien parece amenaza... O lo tomas o lo dejas; y si lo dejas es que no entiendes nada y me haces un gran favor si coges tu mochila y te marchas de este antro inmundo en que sólo admito a personajes del inframundo; del mundo paralelo en el que las comodidades incomodan y los turistas sobran. Aquí sólo queremos peregrinos genuinos de los que adoran sus ampollas; y las curan y las miman... Y de los que no escatiman las dificultades que soportan. Sólo si eres de los míos te quedas.
Cuando el tiempo pase lento y la mayoría de los días ni siquiera asome un alma que le transmita calma; que sosiegue la impaciencia que le produzca el crepitar de la hoguera a solas. Cuando la estufa siga consumiendo leña y, perdida la mirada en su pira, haga cuentas descuadradas porque la madera cuesta dinero... Cinco o seis meses en los que de este pozo no mana agua porque los hielos congelan, además de los manantiales, los ánimos; y ni al aliento le da tiempo a evaporarse... Cuando ni Dios se acuerde del Camino de Santiago él seguirá aquí esperando al peregrino diligente. Aunque se convierta todo esto en agujero negro que vaya devorando ingresos pasados y futuros. No conseguirán que se arrepienta cinco meses de derroche de recursos inexistentes, ni los gastos que sigan restando igual que en verano. Cuando esto no rinda beneficios pingües él estará aquí presente, aunque las subvenciones sean para otros que en esas fechas de climatología inclemente clausuren sus negocios con un cartel de ausentes por falta de negocio, justamente...
Justamente, él aquí, en su garito, aguantará esperando. Cuando las dificultades para el caminante no sea apariencia, él atenderá al único peregrino que entonces camine congelado por las nieves de estos parajes inclementes. Y a él si que le regalará la litera, y le preparará la comida y le ofrecerá, si la acepta, su compañía sincera. Todo por la cara, por su cara humilde cubierta de hielo, humillada por el gélido viento... Porque ese peregrino sí que será de los suyos, sí que será de los nuestros.
!Qué emotivo¡ Qué buen retrato, qué humano. Estoy segura de que le emocionará leerlo y si no llegara a hacerlo, la providencia se encargará de hacerle saber cuánta humanidad se pude compartir en un crudo invierno, ya que no hay nada mejor que estrechar una mano helada y sentir calor.
ResponderEliminarAmigo aqui leyendote,hoy me has emocionado ,un abrazo.
ResponderEliminarConsigues emocionarme. Cuando abres el alma y derrochas ternura, eres tan intenso como cuando me alteras con juegos de contradicciones entre palabras.
ResponderEliminarHermoso.
Un beso.
Hola peregrino hermoso y tierno me puse al día de tus pasos lo que da una guardía.
ResponderEliminarEstudiar hay que estudiar la vida pero es un cuento y Tornillete como muchos chavales hay que darles empujoncitos.
Buen fin de semana.
Risoabrazos
que Fierro hay que leer?.. pues tus letras me dejan repleta.. como siempre.. Zaratustra ha bajado de la montaña ha hablarte.. y ahora tu escribes maravillosas tópicas.. al pie.. cariños compañero.. admiración siento hacia tu tinta que destila sensaciones escondidas.. las remueve.. en mí.. claro está..
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