Una parada en la que me tenía que parar, a pesar de que significara dejar marchar al grupo que acabábamos de formar. Me sentía bien, creía que no me sentaría tan mal; después... ya nada volvió a ser igual. Aquel día, 22 de mayo a la sazón, era viernes también, como es viernes hoy, como todos aquellos viernes en que me había tocado pasar el mismo trámite. Por eso el 22 de mayo no podía continuar andando al ritmo de los demás.
Al principio cada entrega suponía seis meses de temblor, un terremoto continuo en mi interior...; esperando nervioso para acudir asustado al matadero, como una res del montón. Poco a poco me había ido acostumbrando, sin perderle el respeto, por si acaso; me impongo recordar a menudo la experiencia que había desembocado en esto para no olvidar la oportunidad que me había dado el azar de continuar siendo; para en momentos de bajón seguir confiando en que la providencia seguirá proveyendo. Tan solo tengo que fiarme de que en el momento oportuno volverá a sonreirme otro golpe de magia inesperada. Me lo repito constantemente, por si acaso no me acuerdo.
Y recuerdo la mirada de aquella doctora que se había mostrado tan seria y tan parca; desde nuestro primer encuentro tan distante, tan huraña, tan..., tan... No sé como expresar sin caer en la descalificación ruin lo que sentía entonces, aunque fuera merecida..., me habría podido el ataque de inquina que tenía hacia aquella persona que parecía querer joderme la vida. Pero al final creo que ha merecido la pena, por fin he aprendido a convivir con la sentencia de muerte repetida; y creo que tengo que darle las gracias... De cada nueva cita con esta señora, de momento, he salido aliviado. Me he ido haciendo fuerte, posiblemente, gracias a su crueldad perenne. No había sentido antes el chute de aquel poder, tan sorprendente como inesperado; diría que contrario a todas las expectativas proyectadas sobre aquella situación desastrosa. Emanó de quién sabe que fuente, parido por aquella circunstancia crítica, por el odio o por la desesperación supina... Yo que creía ser débil y que estaba convencido de que no podría soportar noticias que fueran contra mi valor más preciado, mi vida, mi autosuficiencia, mi cuerpo en estado perfecto...
Pedir permiso o pedir perdón; hasta entonces siempre me había excusado por anticipado; aún me cuesta aferrarme a la opción de un posible arrepentimiento por haber metido la pata. Me di cuenta aquel día, hace ya hace ocho años, viernes como no podía ser de otro modo...; me di cuenta, por lo tanto, de que, ante todo, habría que vivir sin complejos y que siempre sería mejor disculparse por haber errado que volver a fracasar sin haber tentado a la suerte. Por eso, aunque sólo tuviera que esperar veinte días a mi cita de cada semestre no he querido; mi decisión derepente no era urgente, pero tenía que cerrar como fuera, cuanto antes, el ciclo vital que me había propuesto; era importante.
Aunque en mi caso no parezca normal y mi conducta hasta ahora no haya sido tal. Me he colado, a medias, en una consulta que no me correspondía; digo bien, a medias porque aunque no tenía hora no lo hecho por las bravas. Me he aprovechado del enchufe de no ser novato, al final la experiencia es un grado... Y he logrado acaparar un rato a mi doctora para aportarle la buena nueva y para charlar de unas cuantas cosas. Aunque fuera en su horario laboral me ha concedido mucho más tiempo que cuando he acudido como enfermo de verdad.
Al principio cada entrega suponía seis meses de temblor, un terremoto continuo en mi interior...; esperando nervioso para acudir asustado al matadero, como una res del montón. Poco a poco me había ido acostumbrando, sin perderle el respeto, por si acaso; me impongo recordar a menudo la experiencia que había desembocado en esto para no olvidar la oportunidad que me había dado el azar de continuar siendo; para en momentos de bajón seguir confiando en que la providencia seguirá proveyendo. Tan solo tengo que fiarme de que en el momento oportuno volverá a sonreirme otro golpe de magia inesperada. Me lo repito constantemente, por si acaso no me acuerdo.
Y recuerdo la mirada de aquella doctora que se había mostrado tan seria y tan parca; desde nuestro primer encuentro tan distante, tan huraña, tan..., tan... No sé como expresar sin caer en la descalificación ruin lo que sentía entonces, aunque fuera merecida..., me habría podido el ataque de inquina que tenía hacia aquella persona que parecía querer joderme la vida. Pero al final creo que ha merecido la pena, por fin he aprendido a convivir con la sentencia de muerte repetida; y creo que tengo que darle las gracias... De cada nueva cita con esta señora, de momento, he salido aliviado. Me he ido haciendo fuerte, posiblemente, gracias a su crueldad perenne. No había sentido antes el chute de aquel poder, tan sorprendente como inesperado; diría que contrario a todas las expectativas proyectadas sobre aquella situación desastrosa. Emanó de quién sabe que fuente, parido por aquella circunstancia crítica, por el odio o por la desesperación supina... Yo que creía ser débil y que estaba convencido de que no podría soportar noticias que fueran contra mi valor más preciado, mi vida, mi autosuficiencia, mi cuerpo en estado perfecto...
Pedir permiso o pedir perdón; hasta entonces siempre me había excusado por anticipado; aún me cuesta aferrarme a la opción de un posible arrepentimiento por haber metido la pata. Me di cuenta aquel día, hace ya hace ocho años, viernes como no podía ser de otro modo...; me di cuenta, por lo tanto, de que, ante todo, habría que vivir sin complejos y que siempre sería mejor disculparse por haber errado que volver a fracasar sin haber tentado a la suerte. Por eso, aunque sólo tuviera que esperar veinte días a mi cita de cada semestre no he querido; mi decisión derepente no era urgente, pero tenía que cerrar como fuera, cuanto antes, el ciclo vital que me había propuesto; era importante.
Aunque en mi caso no parezca normal y mi conducta hasta ahora no haya sido tal. Me he colado, a medias, en una consulta que no me correspondía; digo bien, a medias porque aunque no tenía hora no lo hecho por las bravas. Me he aprovechado del enchufe de no ser novato, al final la experiencia es un grado... Y he logrado acaparar un rato a mi doctora para aportarle la buena nueva y para charlar de unas cuantas cosas. Aunque fuera en su horario laboral me ha concedido mucho más tiempo que cuando he acudido como enfermo de verdad.
Ay peregrino, espero entender... estás contando algo que pasó hace 8 años? antes de emprender el camino?
ResponderEliminarVoy bien?
Vas a la consulta de una médica?
Perdón, pero quiero seguirte de la mejor manera.
Abrazos Amigo.
Hay!hay!hay ahora si que me has dejado sin habla,no entiendo nada!,por favor explicate,me pasa como Adriana ,me confundes,un abrazo.
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