Una guitarra por ejemplo, y un chico que la toque con esmero. Aunque la puerta del bar estuviera cerrada y me impidiera escucharle me quedé anodadado, mirándo. Se notaba que estaba disfrutando, y eso era más que suficiente; eso era de veras, no me estaba mintiendo. Ensimismado, perdida su mirada a lo lejos, con los ojos prietos, concentrado en un no sé qué abstracto. Paseaba a ciegas sus dedos por las cuerdas, saltaban de una a otra con una gracia espontánea que me estaba atrapando; me quedé a sus cuerdas enganchado, y no podía, no quería, soltarme. Por un momento, he imaginado, dibujadas en el aire, las estelas que él disponía para que sobre ellas cabalgara cada nota; y sobre cada nota silenciosa, me sorprendí yo también caminando. Camino de las estrellas; y en cada punteo otra huella; la magia que me ocultaron en Galicia las meigas, había salido a mi encuentro apenas en la puerta de mi casa. La agilidad de las venas de su garganta, para dilatarse y contraerse, tocando el firmamento con sus manos mientras parecía desgañitarse, allí en aquel banco sentado, estaba confiando a las mías su alma.
Pero se marchó enseguida, pedaleando sobre su bicicleta. Sólo estuvo un instante, el justo y necesario para que yo me fijara, el único que me ha devuelto por un momento la esencia de lo que amenazaba abandonarme. Y se fue como había llegado, sin hacer ruido, por supuesto. Ligero de equipaje; su única mochila era la funda de la guitarra; y sus alas, del cuento de la hormiga y la cigarra, las de la más holgazana..., como ella en la holganza se solazaba haciendo melodías despreocupadas.
Aunque se haya establecido en mi pueblo, era gitano como sus ancestros. Y los gitanos, un pueblo antiguo y su origen perdido en los principios de todos los tiempos; andando habían llegado a todos los sitios; cómo otros pueblos, como aquellos abuelos nómadas. Los míos, aquí, atascados; conmigo encerrados, y yo me siento extraño, raro, extranjero; tan solo mirando. Les sobran propiedades y casas... Y si por algo siento envidia, es justamente por la libertad que destilaba ese chico mientras, sin preocuparle quien le mirara, se concentraba en ese no sé qué abstracto que, por un rato, ha compartido conmigo, y con el Universo.
Pero se marchó enseguida, pedaleando sobre su bicicleta. Sólo estuvo un instante, el justo y necesario para que yo me fijara, el único que me ha devuelto por un momento la esencia de lo que amenazaba abandonarme. Y se fue como había llegado, sin hacer ruido, por supuesto. Ligero de equipaje; su única mochila era la funda de la guitarra; y sus alas, del cuento de la hormiga y la cigarra, las de la más holgazana..., como ella en la holganza se solazaba haciendo melodías despreocupadas.
Aunque se haya establecido en mi pueblo, era gitano como sus ancestros. Y los gitanos, un pueblo antiguo y su origen perdido en los principios de todos los tiempos; andando habían llegado a todos los sitios; cómo otros pueblos, como aquellos abuelos nómadas. Los míos, aquí, atascados; conmigo encerrados, y yo me siento extraño, raro, extranjero; tan solo mirando. Les sobran propiedades y casas... Y si por algo siento envidia, es justamente por la libertad que destilaba ese chico mientras, sin preocuparle quien le mirara, se concentraba en ese no sé qué abstracto que, por un rato, ha compartido conmigo, y con el Universo.
Amigo recuerda a Serrat"No me siento extranjero en ningun lugar,donde hay alumbre y vino tengo mi hogar,que más da que más da......"abrazos
ResponderEliminarMagia, vida, libertad, presente... Camino
ResponderEliminarSin duda hallaste el tuyo.
Parado, horneando todo lo que te llevaste del camino. Y sin dejar de compartir el pan según va saliendo del horno.
Gracias por ello. Un abrazo.
Que bello peregrino, el camino metamorfoseó tu alma.... estás viendo todo como debería ser.
ResponderEliminarComo decía Krishnamurti, el observador se convirte en lo observado, y vos fuiste guitarra,cuerda,melodía,muchacho,bicicleta....
Abrazoss!!!!