Otra historia inventada por unos cuantos que dudo que merezca la pena, por muchas referencias documentadas en que se fundamente su certeza... Cadenas que la espiritualidad divina sugiere al sentir particular, de cada cual. Dicen que emocionarse está muy bien pero siempre y cuando uno lo haga en el mismo sentido en que señale el sentir oficial. Y en el Camino de Santiago a nadie le parece mal lo que en cualquier otro lugar nos resultaría necio y grotesco a la par; ni siquiera le sorprende al científico más rígido y precoz, ni a ninguno de los considerados prohombres de nuestra sociedad recta y racional... Cualquiera de ellos se aliaría con el rubor para dar besos a diestro y siniestro a piedras que dicen que guían hasta la vida eterna y celestial; sin mostrar, por supuesto, un ápice de aquel. No consigo comprender... Ni logré sentir.
Aún sigo perplejo y confundido por tantos protocolos consentidos, ¿tal vez fueran fingidos? Sólo si estuviera contemplado dentro del contexto adecuado; sientan mal y dan que pensar ciertos locos de atar que hablan de entes abstractos, al parecer demoniacos, alejados de nuestra culturilla general. Serán válidas todas las “sensibilidades” siempre y cuando favorezcan el sentir que nos venga bien; es decir, que se adapten a las creencias de supuestos decentes que nadie ha de discutir. Sustentos del panteón, otra templo, una catedral más, piedras; rocas... ¿Cabezas huecas o en demasía repletas? Emulación inconsciente de ritos, que cuando se ejecutan mecánicos y aprendidos, no cumplen la con su misión. Cuando no interesan todas estas tonterías son supercherías de supersticiosos que hacen daño a nuestra comunidad. ¿Convivirán en las cabezas ilustres distintas varas de medir o es que me lo parece a mí?
Si no me robasen tiempo, lugar y afán para usurpar otro escalón otro gallo cantaría en este corral... ¡Si me diera la opción de escalar otra posición en el escalafón quizás yo también me lo pensaría mejor! Ya sé por qué, y también por qué no. La contradicción sin otro pilar, parece que en mi reino los mayores peligros no se atreven a dar la cara, no se dejan ver; están sin estar... Dudas, más incertidumbre, una leyenda impresa en mis huellas que no me apetece airear. ¿Qué les voy a contar? Nada, por supuesto; se me acaba de olvidar, la memoria que no quiere recordar. El corazón habla sin palabras, los oídos ya son orejas; fantasmas, mi cara, este espejo, afeitada no refleja el mismo mirar. Prefiero, mejor, no... Por lo que pueda encontrar.
Pero no lo he podido evitar; parajes, montañas, paisajes verdes, húmedos, inmensos, profundidades intensas... No hacía tanto tiempo que los contemplaba sin necesidad de televisiones... He evocado, mirando, ganaderos arrugados viejos que como peces en el agua se desenvolvían por aquellos recovecos. Superhéroes de charcos y estiercol que, sin presumir de alardes vanos, caminando, con parsimonia, iban llegando, y regresando, hasta, y desde, dónde les llamara el mugido de sus vacas... A su lado me sentía otro dominguero mediocre, peregrino engreído armado de botas, bastones y mochila... Me están dando vergüenza aquellas celebraciones al final de cada etapa, pareciera que habríamos realizado una hombrada... Para ellos era el pan de cada día, de toda su vida, otra jornada. Ellos también se santiguaban y supongo que rezarían cuando les vinieran mal dadas...
Gracias colega, claro que merecías la pena, acabo de darme cuenta... Creo que, en realidad, ya lo había hecho la primera vez que nos habíamos encontrado en aquel pueblo navarro de cuyo nombre no logro acordarme... Hasta el último momento... Cuando ya te creía sumido en el olvido; es lo que tienen noventa días sin respiro... Apareces para recordarme, para inspirarme, para despertarme del soporífero ovillo en el que me estaba enrollando; noventa días duermiendo. Ahí estaba Aarón de nuevo, ¿otra casualidad?, el mejor recuerdo del azar en un programa de televisión sobre el Camino de Santiago, grabado justamente el día doce de junio.
Santiago de Compostela. Las últimas palabras, la despedida, el mensaje para navegantes en vilo, éste no era nuestro sitio... Yo creo que vuelvo. Porque de aquellos campesinos yo sí que me fío.
Aún sigo perplejo y confundido por tantos protocolos consentidos, ¿tal vez fueran fingidos? Sólo si estuviera contemplado dentro del contexto adecuado; sientan mal y dan que pensar ciertos locos de atar que hablan de entes abstractos, al parecer demoniacos, alejados de nuestra culturilla general. Serán válidas todas las “sensibilidades” siempre y cuando favorezcan el sentir que nos venga bien; es decir, que se adapten a las creencias de supuestos decentes que nadie ha de discutir. Sustentos del panteón, otra templo, una catedral más, piedras; rocas... ¿Cabezas huecas o en demasía repletas? Emulación inconsciente de ritos, que cuando se ejecutan mecánicos y aprendidos, no cumplen la con su misión. Cuando no interesan todas estas tonterías son supercherías de supersticiosos que hacen daño a nuestra comunidad. ¿Convivirán en las cabezas ilustres distintas varas de medir o es que me lo parece a mí?
Si no me robasen tiempo, lugar y afán para usurpar otro escalón otro gallo cantaría en este corral... ¡Si me diera la opción de escalar otra posición en el escalafón quizás yo también me lo pensaría mejor! Ya sé por qué, y también por qué no. La contradicción sin otro pilar, parece que en mi reino los mayores peligros no se atreven a dar la cara, no se dejan ver; están sin estar... Dudas, más incertidumbre, una leyenda impresa en mis huellas que no me apetece airear. ¿Qué les voy a contar? Nada, por supuesto; se me acaba de olvidar, la memoria que no quiere recordar. El corazón habla sin palabras, los oídos ya son orejas; fantasmas, mi cara, este espejo, afeitada no refleja el mismo mirar. Prefiero, mejor, no... Por lo que pueda encontrar.
Pero no lo he podido evitar; parajes, montañas, paisajes verdes, húmedos, inmensos, profundidades intensas... No hacía tanto tiempo que los contemplaba sin necesidad de televisiones... He evocado, mirando, ganaderos arrugados viejos que como peces en el agua se desenvolvían por aquellos recovecos. Superhéroes de charcos y estiercol que, sin presumir de alardes vanos, caminando, con parsimonia, iban llegando, y regresando, hasta, y desde, dónde les llamara el mugido de sus vacas... A su lado me sentía otro dominguero mediocre, peregrino engreído armado de botas, bastones y mochila... Me están dando vergüenza aquellas celebraciones al final de cada etapa, pareciera que habríamos realizado una hombrada... Para ellos era el pan de cada día, de toda su vida, otra jornada. Ellos también se santiguaban y supongo que rezarían cuando les vinieran mal dadas...
Gracias colega, claro que merecías la pena, acabo de darme cuenta... Creo que, en realidad, ya lo había hecho la primera vez que nos habíamos encontrado en aquel pueblo navarro de cuyo nombre no logro acordarme... Hasta el último momento... Cuando ya te creía sumido en el olvido; es lo que tienen noventa días sin respiro... Apareces para recordarme, para inspirarme, para despertarme del soporífero ovillo en el que me estaba enrollando; noventa días duermiendo. Ahí estaba Aarón de nuevo, ¿otra casualidad?, el mejor recuerdo del azar en un programa de televisión sobre el Camino de Santiago, grabado justamente el día doce de junio.
Santiago de Compostela. Las últimas palabras, la despedida, el mensaje para navegantes en vilo, éste no era nuestro sitio... Yo creo que vuelvo. Porque de aquellos campesinos yo sí que me fío.
Que bueno!! Aarón!! no hay casualidades, acuérdate, sólo causalidades Peregrino!!!...
ResponderEliminarAbrazos!