Me preguntan, pero no conozco las respuestas; y me tengo que llevar, como en muchas otras secuencias, la encuesta a cuestas; para hacer los deberes en casa, para darle muchas vueltas que confirmen el esfuerzo que requiere todo lo perfecto. Quizás quiera hacer de mi viaje un “bestseler...”, pero acabo, como casi siempre, preocupado por un montón de cosas que tendrían que haber sucedido; sintiéndome una vez más culpable por aquello que, por desgracia, no habría acontecido.
Piensa Dani, haz memoria, en tantos kilómetros algo debería de haber ocurrido, extraordinario, con lo que les pudieras estar deleitando; la empresa no requiere más que un poquito de esa imaginación de la que siempre estás presumiendo. No se me ocurre nada interesante. Quizás me de pereza recordarlo, no tengo ganas; no lo siento. Me topo con la misma situación incómoda que durante estas dos semanas pasadas se había repitido en cada nuevo reencuentro. ¿Dónde habría estado todo este tiempo? ¿Caminando...? No, por supuesto.
¿Por qué no?, diré lo que dice toda la gente. Me escudaré trás las hazañas de las que me han hablado otros caminantes, en el Camino son sucesos cotidianos que acontecen a menudo. Tampoco darían poco juego las meigas y su magia, no hay que olvidar tampoco a la Santa Compaña. Si fuera capaz, imitaría emocionado las emociones que había visto exhibir a otros en la Plaza del Obradoiro. ¿Qué experimentarían?, ¿qué sería lo que yo no he percibido?, ¿en dónde me habría perdido? Reacciona, siente, reflexiona, piensa; corazón de pega, mente necia. No había pasado nada de lo que estaba convencido que pasaría. No lo haré, lo siento; si contase eso estaría mintiendo.
He improvisado, por lo tanto; pero lo he hecho de veras... Porque enfrente estaba esa amiga que tanto aprecio, mi mejor amiga, esa persona a la que siento muy adentro. Tendría que ser sincero aunque me muriera de vergüenza... Y, por eso, he divagado por mi mundo hondo, por mis profundidades más profundas, desde mis entrañas desgarrando cada lienzo falso. Y me he desviado también ahora de la ruta oficial preparada;sin caminar y sentado. Y he vagado por mundos de cristal ignotos, frágiles y casi rotos, de los cuales nadie había advertido su existencia.
Y he descrito parajes desconocidos que no salían en las guías; sentimientos y emociones extrañas, las contradicciones de mi alma, los senderos poco trillados que habían recorrido mis contradicciones. Y ha discurrido una lágrima en silencio, y en silencio ha caído otra; y, con otras cuantas, se han desplomado de repente todas las composturas exigidas en estos trances. Delante de ella, mirándola me han atrapado sus ojos sin rostro, y he vomitado todo lo que me amargaba la garganta, y he sentido las sensaciones confundidas. Y me he confesado..., y enseguida me he disculpado. Por haberle espetado todo aquello, porque me sentía tonto contando tonterías que nadie comprendería.
Y he levantado la mirada de sus dos pozos sin fondo... Y, para mi sorpresa, la he sorprendido, llevándome la contraria; y recobrando de nuevo la cara. Y por sorpresa me ha cogido lo que he visto. Porque estaba tan emocionada que, al final de mi relato, a ella también se le había escapado el llanto.
Piensa Dani, haz memoria, en tantos kilómetros algo debería de haber ocurrido, extraordinario, con lo que les pudieras estar deleitando; la empresa no requiere más que un poquito de esa imaginación de la que siempre estás presumiendo. No se me ocurre nada interesante. Quizás me de pereza recordarlo, no tengo ganas; no lo siento. Me topo con la misma situación incómoda que durante estas dos semanas pasadas se había repitido en cada nuevo reencuentro. ¿Dónde habría estado todo este tiempo? ¿Caminando...? No, por supuesto.
¿Por qué no?, diré lo que dice toda la gente. Me escudaré trás las hazañas de las que me han hablado otros caminantes, en el Camino son sucesos cotidianos que acontecen a menudo. Tampoco darían poco juego las meigas y su magia, no hay que olvidar tampoco a la Santa Compaña. Si fuera capaz, imitaría emocionado las emociones que había visto exhibir a otros en la Plaza del Obradoiro. ¿Qué experimentarían?, ¿qué sería lo que yo no he percibido?, ¿en dónde me habría perdido? Reacciona, siente, reflexiona, piensa; corazón de pega, mente necia. No había pasado nada de lo que estaba convencido que pasaría. No lo haré, lo siento; si contase eso estaría mintiendo.
He improvisado, por lo tanto; pero lo he hecho de veras... Porque enfrente estaba esa amiga que tanto aprecio, mi mejor amiga, esa persona a la que siento muy adentro. Tendría que ser sincero aunque me muriera de vergüenza... Y, por eso, he divagado por mi mundo hondo, por mis profundidades más profundas, desde mis entrañas desgarrando cada lienzo falso. Y me he desviado también ahora de la ruta oficial preparada;sin caminar y sentado. Y he vagado por mundos de cristal ignotos, frágiles y casi rotos, de los cuales nadie había advertido su existencia.
Y he descrito parajes desconocidos que no salían en las guías; sentimientos y emociones extrañas, las contradicciones de mi alma, los senderos poco trillados que habían recorrido mis contradicciones. Y ha discurrido una lágrima en silencio, y en silencio ha caído otra; y, con otras cuantas, se han desplomado de repente todas las composturas exigidas en estos trances. Delante de ella, mirándola me han atrapado sus ojos sin rostro, y he vomitado todo lo que me amargaba la garganta, y he sentido las sensaciones confundidas. Y me he confesado..., y enseguida me he disculpado. Por haberle espetado todo aquello, porque me sentía tonto contando tonterías que nadie comprendería.
Y he levantado la mirada de sus dos pozos sin fondo... Y, para mi sorpresa, la he sorprendido, llevándome la contraria; y recobrando de nuevo la cara. Y por sorpresa me ha cogido lo que he visto. Porque estaba tan emocionada que, al final de mi relato, a ella también se le había escapado el llanto.
Es conmovedor lo que cuentas del reencuentro con tu mejor amiga. Entiendo su llanto. Y el tuyo. Sé en que grado intimista te expresas, porque conozco, y reconozco esa suerte que tenemos los que hemos coincidido en la vida con personas especiales y significativas, a las que se puede mostrar muy tranquilamente, el alma al aire.
ResponderEliminarPienso que nunca hay que arrepentirse de haber contado-demasíado, si la persona a quén va dirigido
es, cómo en este caso, merecedora de éllo.
Un abrazo.