miércoles, 7 de abril de 2010

UN BANCO Y UNA BICICLETA(Una semana después)

Un banco para apoyar el culo y una bicicleta para repartir, compartiendo, los frutos. Haca apenas siete o diez días, creo que yo me debía de sentir como él; entonces también me sobraban todos los lujos, incluso algunas comodidades que en este mundo de cuerdos locos son consideradas recursos imprescindibles para sobrevivir.

No me habían venido mal unas cuantas dosis de incomodidad y, con ellas, mil chaparrones de realidad. La vida libre de complejos y complejidades, aun cuesta arriba simple, pero liberado de lastres inútiles... con tiempo para pensar, y para aburrirme de obsesiones absurdas, para que me dolieran dolores de verdad, aunque no fuera racional. Para superar tantas facilidades que me habían hecho débil, y duro como un diamante que, aunque cueste rayar, se quiebra ante cualquier dificultad.

Jornada de reflexión... El primer día estuvo genial; y estuvieron bien dos o tres más. Porque tenía que descansar y volverme a adaptar a mi vieja situación, a la que dejé, a la que volví a encontrar. Las mismas preocupaciones sin relación, y obsesiones apasionadas, sin pasión; sumido en el ruido de la civilización. He regresado a este mundo aburrido acostumbrado a hacer dramas sin solución en cualquier reunión. Jornadas de reflexión que habrían estado bien para asimilar la transición si esa hubiese sido la razón, si todo continuase siendo igual. ¡Qué fácil es!, he olvidado en cuatro días lo que tanto me había costado aprender; cuatro semanas que estoy a punto de mal vender, por un poquito de vida normal. No sé lo que haré. ¿Por qué estaré retornando otra vez a aquellas tonterías de ayer?

Si hubiese sido posible callar, haber dejado de hablar; no escuchar nada más. Pero no me han dejado y yo no he sido capaz; ni de amordazarles, ni de marchar. Parece una tarea imposible permitir que el Camino me recorra aquí, sentado en la barra del bar, tragando el humo de los demás, viendo pasar cafés sin parar; me tendría que haber quedado allí; haber improvisado, haber llegado a Finisterre y haber regresado andando; sumido en el run run natural, de unos bosques, de los torrentes, de las piedras que fui incapaz de comprender.

Apenas siete o diez días hace y ya no me reconozco; me pregunto... ¿dónde se habría quedado aquella cara de ojos hundidos y barba poblada, coronada por un gorro con alas? Me he vuelto a afeitar, como aquí acostumbra el paripé; y los ojos hundidos se han rellenado porque en este contexto no hay comida frugal. Y eso que no he dejado de andar. ¡menos mal! Aquel gorro tan singular, aquí me da vergüenza ponérmelo, ¿qué iban a pensar los demás?; me tomarían por loco, sin cordura ni solución; si me atreviera sería otro de esos locos de atar que a mí también me llamaban la atención.

No sé por qué será pero a medida que me recupero del esfuerzo me empiezo a sentir muy mal, arrullado por la comodidad. Finisterre, el retorno; no, el ciclo no se cerró, me ha quedado pendiente alguna razón... Tal vez la sinrazón, ensimismado conmigo mismo caminando sin rumbo ni motivo; caminando por caminar, hablando por hablar, callando por callar... Y un banco en el que apoyar mis nalgas agotadas, y unas botas en lugar de bicicleta, sobre las que repartir, compartiendo, mis frutos...

Algún día, tal vez.

1 comentario:

  1. Ay mi Cielo!!!! sé de lo que estás hablando.
    Todavía estás fresco...la pintura no ha secado.... no dejes que se seque! Pónte el sombrero por favor!

    Abrazos!!!!

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