No me había dado cuenta, creo que sigo sin percatarme de la sutileza; ¿qué mentira le habría contado para haberle impresionado de esa manera? No ha habido alardes paranormales, ni experiencias extrasensoriales; ningún número de magos, nada extraordinario más allá de paisajes indescriptibles. ¿Qué sería eso que tanto le habría impresionado? Parezco más reflexivo, me lo había comentado un amigo; y a veces estoy ausente, según opinaba otro; no entiendo nada de nada, no sé de que me hablan, no entiendo lo que me pasa. Me he alegrado, aunque parezca triste, por descubrirla llorando a moco tendido a mi lado.
¿Quizás siga enfocando en lo que me falta?; en realidad no es para tanto, a poco que fuera sincero, tendría que reconocerlo, soy un afortunado. ¿Será que no agradezca lo suficiente todo lo que tengo? ¿Por qué no seré capaz de disfrutarlo? Sin lamentos, en serio; riéndome de esa sombra medrosa que me cuenta historias perversas. Esto debe de ser como los cuernos, el último que se entera es quien los lleva puestos. Me gustaría sentir lo que dicen que transmito y ser consciente de ese cambio que ... Dicen algunos, porque muchos dicen que sigo siendo el mismo. ¿Quién dicen que soy y no soy, por lo tanto? Mejor lo dejo, que ya me estoy enredando.
Por cierto, hoy se ha jubilado el último “Don” que quedaba; no sé si será casualidad o quizás sea una señal para deshacer tantos líos y traumas. El Broche de Oro a una generación caduca; 35 años como profesor son unos cuantos para un maestro que aún no es anciano. La vara que endereza el árbol, guía que fuerza su avance recto; ya no tengo tan claro que la naturaleza requiera palos para crecer erecta. Enhiesta por sí misma, enhiesta, aunque sea redundar en la causa, justamente, por naturaleza. Para aprender, por eso mismo, y redundo en la redundancia redundando... ¡Coño! ¿no me estaré enrollando? Pues eso, que no creo que sean necesarios tantos palos. Antes, y hasta este “Don” que se acaba, las varas estaban acostumbradas a enderezar justamente a bastonazos. Este Don era uno de los que no enderezaba.
Profesor y maestro, posiblemente signifiquen lo mismo, hay quien dice que son diferentes; etiquetas que posiblemente reflejen la misma esencia; tal vez, lo que interese no sean las formas. Don Fernando no llegó a darme clases, pero con él he aprendido unas cuantas cosas que dudo que me habría enseñado como materia de sus clases. Como ya se jubila, todos lo tenemos claro, hoy es el homenajeado y por eso destacamos sus virtudes, que hoy lo han sido todas. En realidad, hoy, mañana y pasado, ayer y en años de antaño, en mi opinión y en la de muchos es, había sido hasta ahora, un hombre entrañable.
Pero, mientras tanto, no puedo dejar de darle vueltas a Santiago. ¿Habría sido este señor, el maestro? ¿O, acaso, habría sido un profesor honesto? También dicen que era un hombre bueno, pero... ¿Lo dirían por ser virtuoso? ¿O quizás fuera por hacerle la pelota? ¿Qué sería aquello que ocurriera hace tanto tiempo y que nos ha impuesto hacia él el homenaje perpetuo? No sé si siento decirlo, pero sé que ya no quiero creerlo. ¿No sería tan reconocido, justamente, por haberse muerto? No dudo que fuese este Don Santiago el tío importante que cuentan, pero no me fío de que esté enterrado en aquella sepultura de piedra; no tengo claras demasiadas cosas sobre su historia y leyenda.
Don Fernando ha tenido fortuna, no ha necesitado sepulturas ni alardes para ser reconocido por muchos; el día a día había fabricado el hombre importante que conozco, que conocemos; y ahora lleva la importancia puesta. Estuve a su lado, del Santo y, como él, me quedé de piedra; y he estado al lado de Fernando y me he sentido humano. Y me he sentido yo también, por ello, un tío afortunado, quizás haya sido eso mismo lo que reflejaba la cara de mi amiga cuando yo le hablaba. Por fin creo que lo comprendo, por fin creo que lo siento.
Hoy he asistido al cierre de un ciclo; he sido testigo privilegiado. Un ciclo que vi comenzando de crío, y que lo estoy cerrando. Es curioso, le he saludado, le he felicitado, le he deseado buena suerte. Y el me ha dado las gracias a la vez que respondía: “ahora que tengo tiempo, voy a cumplir un gran sueño: “ahora que tengo tiempo, haré el Camino de Santiago”.
¿Quizás siga enfocando en lo que me falta?; en realidad no es para tanto, a poco que fuera sincero, tendría que reconocerlo, soy un afortunado. ¿Será que no agradezca lo suficiente todo lo que tengo? ¿Por qué no seré capaz de disfrutarlo? Sin lamentos, en serio; riéndome de esa sombra medrosa que me cuenta historias perversas. Esto debe de ser como los cuernos, el último que se entera es quien los lleva puestos. Me gustaría sentir lo que dicen que transmito y ser consciente de ese cambio que ... Dicen algunos, porque muchos dicen que sigo siendo el mismo. ¿Quién dicen que soy y no soy, por lo tanto? Mejor lo dejo, que ya me estoy enredando.
Por cierto, hoy se ha jubilado el último “Don” que quedaba; no sé si será casualidad o quizás sea una señal para deshacer tantos líos y traumas. El Broche de Oro a una generación caduca; 35 años como profesor son unos cuantos para un maestro que aún no es anciano. La vara que endereza el árbol, guía que fuerza su avance recto; ya no tengo tan claro que la naturaleza requiera palos para crecer erecta. Enhiesta por sí misma, enhiesta, aunque sea redundar en la causa, justamente, por naturaleza. Para aprender, por eso mismo, y redundo en la redundancia redundando... ¡Coño! ¿no me estaré enrollando? Pues eso, que no creo que sean necesarios tantos palos. Antes, y hasta este “Don” que se acaba, las varas estaban acostumbradas a enderezar justamente a bastonazos. Este Don era uno de los que no enderezaba.
Profesor y maestro, posiblemente signifiquen lo mismo, hay quien dice que son diferentes; etiquetas que posiblemente reflejen la misma esencia; tal vez, lo que interese no sean las formas. Don Fernando no llegó a darme clases, pero con él he aprendido unas cuantas cosas que dudo que me habría enseñado como materia de sus clases. Como ya se jubila, todos lo tenemos claro, hoy es el homenajeado y por eso destacamos sus virtudes, que hoy lo han sido todas. En realidad, hoy, mañana y pasado, ayer y en años de antaño, en mi opinión y en la de muchos es, había sido hasta ahora, un hombre entrañable.
Pero, mientras tanto, no puedo dejar de darle vueltas a Santiago. ¿Habría sido este señor, el maestro? ¿O, acaso, habría sido un profesor honesto? También dicen que era un hombre bueno, pero... ¿Lo dirían por ser virtuoso? ¿O quizás fuera por hacerle la pelota? ¿Qué sería aquello que ocurriera hace tanto tiempo y que nos ha impuesto hacia él el homenaje perpetuo? No sé si siento decirlo, pero sé que ya no quiero creerlo. ¿No sería tan reconocido, justamente, por haberse muerto? No dudo que fuese este Don Santiago el tío importante que cuentan, pero no me fío de que esté enterrado en aquella sepultura de piedra; no tengo claras demasiadas cosas sobre su historia y leyenda.
Don Fernando ha tenido fortuna, no ha necesitado sepulturas ni alardes para ser reconocido por muchos; el día a día había fabricado el hombre importante que conozco, que conocemos; y ahora lleva la importancia puesta. Estuve a su lado, del Santo y, como él, me quedé de piedra; y he estado al lado de Fernando y me he sentido humano. Y me he sentido yo también, por ello, un tío afortunado, quizás haya sido eso mismo lo que reflejaba la cara de mi amiga cuando yo le hablaba. Por fin creo que lo comprendo, por fin creo que lo siento.
Hoy he asistido al cierre de un ciclo; he sido testigo privilegiado. Un ciclo que vi comenzando de crío, y que lo estoy cerrando. Es curioso, le he saludado, le he felicitado, le he deseado buena suerte. Y el me ha dado las gracias a la vez que respondía: “ahora que tengo tiempo, voy a cumplir un gran sueño: “ahora que tengo tiempo, haré el Camino de Santiago”.
Bien por Don Fernando, nunca es tarde cuando la dicha es buena!!!
ResponderEliminarAbrazos querido caminante!