martes, 22 de noviembre de 2011

Veintidos de Noviembre de Dos Mil Once

Para que no tengas que ocuparte de nada más que de tu apuesta; si tú te declaras en huelga de hambre, yo la haré de sueño, para librar de preocupaciones externas los tuyos. Acepto y comprendo el juego de protagonismos y libero de mi control el debate que falsa modestia y soberbia mantienen. Aunque yo sólo quiera descansar en el regazo de la humildad he de acatar mis sentimientos. Esa afirmación aún no sería verdad.

Seré protagonista de mi crecimiento interior, apoyando tu exposición extrema. Ante los medios de comunicación, ante la posible inanición, ante la deshidratación, ante los ataques de quienes no comprendan tu actuación; y ante los que, de buena fe, no dejan descansar a sus héroes; cuando sientas decaer tu intención o atención, ahí, a tu lado estoy. En silencio, paciente, conservando el espacio vital del vencedor.

Estaré ahí, a tu lado; en silencio y paciente, rezando mi plegaria de agradecimiento: gracias señor por enviarme en los peores momentos la confirmación de que yo también tengo una misión. Y gracias, también, por supuesto, por imponerme la humillación necesaria para hacerme comprender que el anonimato es mi senda hacia la meta final.

lunes, 14 de noviembre de 2011

Catorce de Noviembre de Dos Mil Once

Esperar, no haciendo nada.

No porque no conozca yo, como vosotros, todas las cosas que hay que hacer. Estoy convencido, a su pesar, de que le salgo más rentable a la humanidad si hago uso completo de mi libertad. Mi libertad me invita a parar; aunque parezca una contrariedad, no me permite empujar.

¿Cuántas de esas cosas importantes que hicísteis, creyendo que eran buenas de verdad, se están tornando lastres insuperables que ya no sois capaces de arrastrar? ¿Ninguna? ¿Todo lo malo fue culpa de la administración errónea de los demás?

¡Qué bien! Yo también he deseado ser ciego en muchas ocasiones, pero ésta es la cruda realidad. Nos enseñaron, desde críos, que en esta vida recogerás lo que siembres y nada más; lo cual no me deja en buen lugar. Tampoco les hace favor a todos aquellos que aplaudían mis logros con fervor. Hice recuento de lo pasado, recogiendo malas hierbas y destrucción.

Y por eso me pregunté yo, en primera persona, sin incluir a nadie más en el objeto del análisis procaz: ¿qué sería aquello que habría plantado que tan pobre cosecha me dio? Invito a quien se atreva a que sometan su opinión a la misma cuestión, por extensión. La respuesta no la podemos imaginar sin poner la imaginación en acción; silencio, e imaginemos, pero de corazón.

Espero, por esto, no haciendo nada. Espero y esperando estoy descubriendo que nada he de sembrar. Porque no es esa la tarea de la planta que plantó el jardinero real. Espero y sigo creciendo, sometido a su regia voluntad.

Y, paradógicamente, así siento que disfruto de la plena libertad que hasta hace nada, forjándo con esfuerzo mi porvenir, me faltó. Y es que lo que esté por venir ya vendrá; aquí parado, me encontrará sin dificultad.

martes, 8 de noviembre de 2011

Ocho de Noviembre de Dos Mil Once

Es difícil soportar esta situación. No imaginaba que el mayor hueco lo fuera a provocar esta sensación. No dudo que pedir un pedazo de pan por no tener nada más que comer sea una experiencia cruel; por eso me siento aún peor.

Me urge la necesidad de mendigar una oportunidad. Desde que he regresado a casa no he tenido ocasión de dar; carezco de utilidad, y temo que, como cualquier herramienta abandonada en el rincón de la inutilidad, me vaya a oxidar.

Las personas normales, trabajando sin parar, ocupadas en el ajetreo que les impone la sociedad, no tienen tiempo para recibir nada que no tenga valor. Valor, como denominación de origen de común denominador, en efectivo o al portador. Este es mi juicio, que reconozco crítica tan equivocada como atroz; pero hoy se refleja en mi espejo un lobo feroz. Quizás sea una hiena hiriente oculta tras una ironía sarcástica.

Me retiro a mis aposentos, mucho mejor. Para no escupir nada peor. A ver si mañana, por la mañana, me despierta un cordero melosón.

sábado, 5 de noviembre de 2011

Cinco de Noviembre de Dos Mil Once

El Valle del Silencio, me viene a la cabeza desde que Naia me descubrió el Gran Misterio. Se que es un lugar, un área sita allá, por el noroeste de España; perdida entre las montañas. Otro de esos parajes maravillosos de magnetismo mágico y acceso fatigoso; uno de tantos de los que en aquellas tierras me recibieron con regalos maravillosos. Fundido con la gran transpiración sudada se confundían los sentidos, y me sentía uno pequeño, y a la vez enorme... Allí, sobre todo, no me pesaba no tener nada que hacer. Allí, no me sentía culpable por, además, de hacer, no tener ganas, ni necesidad.

Deseo, como deseaba Naia, que se acabe el "bla, bla, bla"; y, como ella, hasta coseguirlo no voy a parar. Por suerte, no creo que yo vaya a necesitar berrear; por desgracia, no estoy seguro de tener la atención que tuvo su madre para saber interpretar su llanto sin zafiedad. Por algo el significado de Naia, en Euskera, ha de tener que ver con desear; no siento que sea casualidad.

Quiero, deseo ser y vivir como allí. Allí, perdido en la inmensidad de aquellos valles mudos,me permitía estar y nada más.
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