martes, 31 de mayo de 2011

Treinta y Uno de Mayo de Dos Mil Once

Confianza. Cuando falla, asoman sus cabezas los fantasmas, y la mía suda fría. Discurriendo, recorren desde la frente goterones ardientes que aferran a la almohada, a través de la obsesión permanente. Me agarran por los intestinos, y los sueltan o atascan por capricho; hacia la diarrea sin barreras, amarrados al estreñimiento sin mimos. El pánico, sin fronteras, recorre cada rincón de mi cuerpo, y cada espejismo que se resiste a ser espejo; cada momento, avalado por la única esperanza que espera; la desconfianza es la única garantía acertada, desconcertante; desafiante. Si no me doy, él no me va a dar nada; pero nada me va a quitar tampoco.

¿Y si la apuesta no me saliera mal? Y, sin embargo... ¿Qué voy a perder? Si no me engañase mi mente retorcida, nada arriesga quien se queja continuamente de la mezquindad de los demás, quien abandera la generosidad como apelación suprema. No sería capaz... No sería capaz de renunciar a cuarenta años de zafiedad, derrochando tiempo, sin cesar; y dinero y esfuerzos, sin piedad. De vez en cuando, cada vez menos para mi bien, esta sensación acude a tentar la fortaleza de mi recién estrenada determinación; esta nueva compañera que compromete con el riesgo, con el amor al peligro, con el odio como recorrido; con la ira como movimiento. Para que el rencor sin fundamento no se enquiste adentro sin motivo; quiero gritar, correr, andar; avanzar sin temer a la adversidad.

Aunque ahora mismo tenga miedo, y sienta que algo se rompe por dentro... Sé que el cambio produce en mis convicciones estos efectos, se derrumban las estructuras de mis ancianos viejos y brotan los de los jóvenes ancestros. Ya los he soportado, y superado, cuando el cambio ha sido impuesto; por las circunstancias inevitables, por decisiones involuntarias: por muertes, enfermedades, accidentes y otros supuestos. Hoy mi voluntad hace gala de sus arrestos, me comeré los huevos en silencio, masticaré como la vaca rumia su paja, y rezaré para mis adentros: "Dame fuerzas Señor Mío y Nuestro, para no rendirme ante esta propuesta absurda que tanto me ilusiona y me anima. Dame coraje, para no morir toda un existencia de arrepentimiento por haberme resistido a la quiebra."

Mañana será el último día de esta etapa, después contaré el primero de la siguiente; entre tanto, más de lo mismo, el cambio continuo, del que aún no soy consciente, se manifestará entre estos dos hitos, pilares necesarios con los que se expresa mi destino; entre el pasado y el futuro, viviendo en el presente. Un mito, mi leyenda sigue navegando, viento en popa, hacia el horizonte, que constantemente se aleja. He ahí la paradoja; ir más allá de lo que la vista evita.

Y me pregunto... ¿Qué sería aquello que de mi hoguera hiciera vapor? ¿Qué aquello que licuara esté en aquel llanto de amor? ¿Qué amaba? ¿Qué o a quién? Hace más de año y medio, un catorce de octubre del año Dos Mil Nueve lloré mirando el mar, allí en Finisterre, y aún no sé el porqué... Sólo sé que quiero volver a sentir aquel extraño placer. Fe y un camino, y unas botas y muchas piedras; y algún que otro tropezón... Y, tantas cosas... En pasando mañana, mañana regreso; pues.

lunes, 30 de mayo de 2011

Treinta de Mayo de Dos Mil Once

¡Claro que merece la pena...!

Abrir, de par en par, las puertas y soportar, sin orgullo, el dolor con que chirrían sus goznes; engrasar las bisagras que yacían oxidadas por el recuerdo impuesto, farsante incauto, de la memoria ácida de las grandes mentiras disfrazadas de verdades. No te fíes, no confíes en la gente, te harán daño; que no te quepa duda; era la consigna. Y no se lo digas a nadie, la ropa sucia se lava en casa; la casa contraída en granos, espinillas purulentas, de aromas varios; varios olores putrefactos. Dolorosos y sufridos quistes de llantos no vertidos, por el encantamiento del desencanto. Desencantos. Me pregunto; de todos los que contamos... ¿Cuántos fueron realidad? ¿Cuántos? Cuantos fracasos recreados, por creencias en espantos anticipados.

No tener miedo al pánico que antaño me amarrara al ridículo embarazoso, acompañante y duro custodio; cuando el rubor hacía que se resintiera el patético payaso, fuera de lugar en otro circo distinto, en el que los artistas eran lobos disfrazados de corderos. Hombres serios que se nutrirían de mi inocencia y fantasía, de mi espontaneidad y naturalidad divina; hombres serios, y recelosos de su intimidad turbia, de sus prostíbulos ocultos. Aquellos usos protegidos me salvarían de la ruina, me protegerían de los abusos de muchos, de casi todos que no fueran reclusos de nuestro confín obtuso. Según me habían contado,refugiados en en la oscuridad de la familia, del clan, de la secta ruin pero civil, todo era... Todo debía ser así. Punto en boca; a sus palabras que no se opusieran otras.

La agresión que, continuamente, ejercí sobre mis pasiones; faltó éste que tanto se quejaba a la compasión, aquella que lamentaba ausente, procedente de los demás hacia sí. El dedo inquisidor que censuraba la espontaneidad susurrada por el amigo invisible ya no tiene que hacer nada. Ya no tienes nada que hacer, deja de indicar y calla; observa tú quizás, la daga, la que lanza el arco de la presencia total; aquí está mi pedestal, debajo de mis pies, enraizados y seguros.Dentro de sí, para compartir con los que consigo quieran integrarse; o desintegrarse... ¿Quién sabe ni sabrá? No temeré que por cualquier corriente de viento, tan absurda como fortuita, se me constipe la gripe, permitiré al virus de la irracionalidad contagiarme la razón; estornudaré sin parar, para extirpar mi ruin estima del paladar; degustaré el sabor de la hiel, sin recelar, por lo que dicen que la hiel es.

Corriente, como el escalofrío o la descarga de electricidad; ordinario, ordenado por el viento vital que día a día, sin vaticinar jornadas por no llegar; más allá del ente normal, o más aquí, quizás. Tras la norma se oculta la incapacidad para ser libre, ser libre no es algo que incumba a los demás. Más allá de solamente pararse a pensar. Actuar, para dejar de obrar, para... Para, que me vuelvo a liar. Sin aversión, recorrer las aventuras, más allá de las piedras; confiar en las personas, más allá de las apariencias, corbatas, zurrones; o grandes o pequeños melones; verdulera es la que vende verduras; ¿quién le habrá impuesto otras razones?. Una oración sutil que me ha pillado a traición; ¿lo ves?, empiezo a sentir que no debía de ser tan malo el Judas aquél; tampoco recuerdo ahora quién fue quién traicionara a José. El caso es que los vehículos son mejor considerados cuanta más traición les avala; perdón he querido escribir tracción. Por algo ha de ser. ¿Qué es?

Y de repente me sorprendo, compartiendo el latido veloz de mi corazón con el suyo; y a la vez, fundidos, siendo uno, con otros muchos otros. Y siento que sólo no voy a ningún lado, sino a sortear, tras uno, otro contratiempo; obstáculos en vez de tientos; en tentar la suerte está el secreto. Los míos no eran perfectos, y los otros no eran unos patanes irredentos. Me pesaban las ataduras, es difícil avanzar a una, cuando es una la única que arrastra, y muda; autoridad y hartura. Me pesaba el nudo y la presa de tantas certezas. Mejor compartiendo, sumando; haciendo magia integrando, la luna está en mis manos. Todo fluye, es estupendo. Todo abstracto, nada concreto; absurdo cada desencuentro. Personajes distantes, de la otra parte del mundo. Un montón. Uno, dos, tres; el abrazo, el colofón; la reunión.

Recuerdo, esa misma sensación; cuando, escalando, llego al punto más alto; y un grito se desgañita para soportar la adrenalina, gritando "Reunión". Recorre mi espina dorsal y se dispara hacia no se que lugar, allá arriba, aquí abajo, ahí afuera, acá, muy adentro. Tocando o sin tocar; ¿tocan las manos nada más?

jueves, 26 de mayo de 2011

Veintisiete de Mayo de Dos Mil Once

Parto hacia La Coruña en un rato. Me apresuro a comunicaros las reflexiones que este acontecimiento me sugiere, por si acaso. No hay dos sin tres, cada vez lo tengo más claro; ésta será la tercera ocasión en la que visite Galicia; la primera en la que no lo haga y llegue andando. Circunstancias personales lo hacen posible, ¿o lo evitan tal vez? Tengo una extraña relación con aquellas tierras, desde casi la niñez he sentido algo especial recorriendo mi piel cuando la imaginación volaba hacia aquel lugar, donde se pone el sol. Campiñas verdes hasta donde se pierde la mirada; una emoción rara, como si algo me atrajera; una atracción vital. Algo muy profundo y sabio me tiene reservado aquel final, donde se acababa el mundo hace cinco siglos, donde se agotan las imágenes de mi pantalla mental. Cuando estuve sentado en Fisterra contemplando la mar y su horizonte; la única vez que allí he estado sentado, me embargó la melancolía, la alegría, mi estampa enana y la grandeza del universo; pensé: ya se ha acabado, o me doy la vuelta o a nado no llego, aunque al otro lado del océano inmenso haya algo.

Voy para avisar que regreso; que me esperen, que vuelvo. Apenas en cinco días, de nuevo. Me atrae el aroma a esa sal que habla en gallego, y que a los gallegos les da esa mezcla de alas, miedo y nostalgia. Y lo hace rezando el código de los patrones celtas que fueron sus ancestros maestros; los míos, no sé si los nuestros, porque no se los sabores que degustaron los vuestros. El retorno andando, recorriendo la Meseta Castellana, y me sumerjo en el túnel del tiempo a través del Bierzo Leonés. Eso es lo que siento. Galicia, La Coruña; el Camino de Santiago; la magia. Tampoco lo tengo claro. Galicia, La Coruña y el Camino de Santiago, la magia, se revelan en cualquier lado, aquí mismo mientras estoy contando. Simultáneamente evoco muchos momentos a los que mi corta existencia no ha tenido acceso, instantes que por iniciativa propia he rechazado o aceptado; aquellos relatos que me contaron en el colegio, las pocos pasos que aún he dado con mis propios zapatos.

Poncio Pilatos que, aun no teniéndolas sucias, se lavara las manos; Judas que, tirara las treinta monedas con las que traicionara a su jefe y hermano debajo de la horca que hiciera justicia; el mismo Cristo asegurando no saber lo que para él su Padre Celestial le tuviera deparado cuando fuera mayor, a los treinta y tres años. La Armada Invencible de mis compatriotas, no los considero hermanos, vencida por un montón de piratas aliados, según rezaban aquellos libros falsos; las pateras de colegas derrotados por el sistema de valores en el que ahora todo se ha centrado, ganando un minuto más de vida en cada esfuerzo del remo que lo arrastra. Aquel día en el que mi mano inocente le tocó el culo a aquella chica y otra mano le recriminó su osadía golpeándola con violencia. Aventuras en las que he participado, aun sin estar a su lado; unas que admiro, otras que detesto, de todas ellas responsable, porque todos eran, son y serán, han escrito la historia de los míos. El genero humano; y los animales y plantas en los que tales hazañas se han apoyado; el genero humano, de su comercio la mercancía.

En Galicia, en anteriores caminos, he sentido esa presencia antigua, recogida en su forma de ver la vida. Húmeda, verde; cálida y fría, huraña y tendida; fiel a los recuerdos de la casta que se expresa día a día. El orballo y otras mil formas de manifestarse la lluvia; mil nombres para determinar las diferentes formas de impregnarse de música. A mediodía parto hacia Occidente, haciendo en Oriente una conjura. Hoy reflexiono por anticipado, por si al llegar allí no dispusiera de los medios necesarios para contaros. Será la última en que no me fíe de que la providencia vaya a proveerme de lo justo y necesario. La próxima, en cinco días, saldré con lo que me regale el camino en su recorrido. Por eso me despido, por si decide que tenga que contar mis tonterías sólo a quien camine a mi lado; por si escoge para mí el silencio para andar escuchando lo que otros maestros tengan que enseñarme, como discípulo suyo.

Hasta luego, por tanto; hasta mañana, hasta nunca, hasta siempre; hasta cuando sea estrictamente justo, necesariamente.

Veintiséis de Mayo de Dos Mil Once

Está reunido. Ésta suele ser la justificación que esgrime el que accede a cualquier jefatura que se precie de serlo, con sede. De cargo ausente o presente, el amo se aisla en su parcela inventado un cuento que disfrace la realidad cruda, sin cocinar. Y así, hoy el presidente estaba reunido, como ayer; en torno a su mesa presidencial. y me creo la historieta, aunque suene a pedorreta; porque departe el señor importante con colegas, secretarios propios y prestados, todos ellos muy ocupados solucionando problemas que nos incumben a todos los administrados. Hasta me siento culpable de haber interrumpido a quien este racionamiento expone con aires de grandeza humilde. Llame en otro momento, me dice. No puedo evitarlo, me arrepiento de haber dudado en vano; pero es que ya iban, con la última, cien demoras.

Debía de ser importante; un congreso a la altura del Dios Excelso. Con su prole divina: ángeles, difuntos; almas, que ya no serán, por estar liberadas de peso, de cuerpos errantes, reos; santos diferentes, todos de la misma cuerda, acordes a esa música celestial que para los seres mortales no es referente. No entiendo lo que me proponen sus rezos reverentes, pero respeto su oratoria y cuelgo el teléfono aceptando el rechazo; por supuesto, educado, timbrado; ¿amañado? ¿Sabios y poltronas? Eruditos robados para el infraciclo, por debajo del cielo rojizo; soportan el firmamento mundano, mente firme agarrada a la excusa recurrente; se dedican de sol a sol al gobierno de este mundo incierto. Sin su atenta vigilancia se habría muerto. ¿Comprendes? Por cierto, tras la parrafada precedente, mi jornada de reflexión abandonado a la sagrada función de decidir la decisión mejor para la administración del universo en cuestión.

Cuando se queda en blanco mi inspiración, las musas echan a correr en estampida, en el sentido contrario al de su venida; y queda exhausta mi creatividad subjetiva. Me ha parecido la mejor opción tirar de protocolo y tradición: estaba reunido con mi propia obsesión. Mi secretaria en estos menesteres, que refieren cuestiones literarias, a la sazón. Círculo vicioso en procesión, uno tras otro, sin ver más allá; esta vez yo le he hecho un brindis al sol; para repetir punto por punto, los puntos que, en otras heridas, rechazaba por sentirme un ser invisible ante sus ojos presuntuosos, vagos y recelosos. ¿Por qué no iba a poder estar también reunido yo?

Reunido conmigo mismo, compartiendo café con el dulce placer de saborear la amargura de la hiel. Indagando bajo mi piel lo que quería y lo que no, aunque constituyera buen parecer; obligación y deber. ¿Le debería haber dado el voto de mi confianza a él? He escogido darme la oportunidad de no desconfiar; por esta vez mis botes sin rumbo ni control le darán la razón a mi corazón; este voto me lo apunto yo. Y es que para serme fiel tengo que serle a él, infiel; porque para ser coherente ha de primar la idea que me embarga sobre el interés que me quiere atrapar. Cubos descubiertos, a oídos de buen cubero cientos; ¿o era a ojo de tan extraordinario medidor como se cataban los volúmenes sin reglas ni patrón? Seis caras, con ocho vértices y doce aristas, la cuadratura destroza la esfera perfecta. La mente cuadriculada es la que necesita ejercicios de flexibilidad y caricias; sin mimos ni extremos chantajistas. ¿Elástica para la gestión de mis provechos y rígidas para sus la indigestión de sus impaciencias? Es absurdo huir de lo absurdo, y por eso urdo con el absoluto un plan cojonudo. Elimino de mi catálogo la ley del embudo, estrecho para ellos y ancho... De los que no sean míos, ninguno. Que decida, a su libre albedrío, cada uno.

¿Dígame?, su interés y el mío es uno. Y uno por uno, en la idea confluyo. Fluyo, mío, vuestro, nuestro, tuyo. Dígame, hoy no me reúno con gente más importante, ni huyo. Tú eres mi espejo y estandarte. Adelante.

martes, 24 de mayo de 2011

Veinticuatro de Mayo de Dos Mil Once

El fraude particular o fallarle a los demás. Hasta hace unos años siempre escogía la primera opción, la propia desilusión. Después la cosa cambió, día a día he ido destrozando las expectativas que habían puesto sobre mí aquellos que decidían lo que debía ser yo. La vida aún me tenía deparada una decisión atroz. Tú o yo, y la amistad como árbitro de la contienda; batalla sin parangón. ¿Por qué ha de ser la enemistad mi campo de concentración? Hoy me tomo un día de descanso. Para dudar y afirmar. Temer, confirmar y difamar. Para prestar atención todas las alternativas y no solamente aquellas a las que haya que hacerlo por decreto oficial; o moral.

Hoy estoy cerrado por jornada de reflexión; queda terminantemente prohibida cualquier reunión para publicitar cualquier acción; en proyección la inyección de valor. Mañana, por favor.

lunes, 23 de mayo de 2011

Veintitrés de Mayo de Dos Mil Once

Hay un corazón abierto en canal; para sumar o, mucho mejor, para integrar. Para fundirse con otros muchos más, con todos los que se presten en la misma condición. Un ofrecimiento singular; egoísta, el que más, en favor de lo plural. ¡Viva la generosidad! Pura contradicción. Del canal común, un ramal; una afluente que aporte más caudal a la corriente general; para surcar los desiertos y desembocar en el mismo mar; más allá de tus narices, más allá de las mías... ¿En el horizonte, dónde se funden cielo, tierra, océanos y la sensación de libertad? Más allá del horizonte, mucho más allá. Allí comprendo la única meta existencial, fluir y confluir en ese lugar, donde se diluye el espacio en el tiempo, y el reloj deja de marcar con su tic tac el tiempo al espacio que se reduce sin cesar. Sin reparar en el que dirán, pensando cada actuación, una vez, nada más. Sin desafiar a lo que no sea el compromiso con la sinceridad; con la serenidad de no desear ser poseedor de la verdad absoluta; el escudo falaz, Confío en que los demás tampoco hagan daño como medio para disfrutar; porque yo lanzo contra los demás mi daga, espada o puñal, cuando no he sido capaz de dejar salir mi ira por otro canal que no haya sido odiar a alguien, al mundo entero si cabe; me odiaba mi incapacidad para afrontar las circunstancias; flecha que dada la vuelta, habría arrollado esta soberbia letal.

No más mezquindad, que reste a mi enemigo su oportunidad de colaborar. No más prohibiciones, ni barreras por anticipado; porque sólo yo tenga el derecho de juzgar, en mi opinión, los vicios de mis enemigos; apoyado en prejuicios, razonamientos consistentes, sustanciados, por formar parte de mi argumentario fundamental. No más, más protagonismo inútil, no más raciones de mediocridad adornados por lujos sin testar: "quiero ser el primero en lograrlo, o lo consigo yo o no lo hace nadie"; no más excusas baratas, de tendencia similar. Quiero aprender ese concepto tan raro, extranjero en la propia patria; colega espiritual que añada a las piernas de otros colegas, aunque sean de distinta calaña, su capacidad para avanzar.

El viernes, en el viaje de ida hacia no sé que sitio, pedí unos auriculares para escuchar algo que pensé que sería interesante para mí; y, quizás, para contarlo, en alguna ocasión, a otros que lo necesitaran; ¿por qué no?. En aquel espacio limitad, encerrado y rulando, no se vendían artículos de categoría tal; y cada cual, sobre todo los que acostumbran a viajar, suelen llevar el suyo y particular. La misión se presentaba imposible, de necesidad; por eso o pedí a la providencia, con gran solemnidad; tal vez porque quisiera probar el poder de la divinidad para concederme los deseos, en terminos de gratuidad. Al ver la película, en cuestión, subtitulada asentí con la cabeza, me habían escuchado los ángeles, o quienes fueran responsables celestiales de estos repartos urgentes: me había concedido dios el don y el medio para enterarme de lo fundamental: el diálogo, lo que en boca de los actores quería comunicar el director. Esta mañana he regresado en un medio siilar, de vuelta de todo lo que había ocurrido, y que está ocurriendo ya. Directamente me he puesto a meditar, confiando en quedarme dormido. Y lo habría conseguido deno huber sido por ese toque tan especial. Mi compañero de asiento, otro de esos desconocidos peculiares, mensajeros fugaces, me ha dicho en voz queda, la película va a comenzar. Si quieres yo te dejo unos auriculares que llevo de sobra en la mochila; está ahí arriba... ¿Me la acercas, por favor?

Lo dicho, no hay nadie que, estando bien, quiera estar con el otro fatal. Desgarrados en un pis pas dos corazones abiertos en canal, suturados con la cordura del recelo, el resquemor y el rencor. En un viaje de ida y vuelta de no importa origen ni destino, mientras tanto, ha acontecido esta experiencia, tal cual. Gracias Divina Providencia, por mostrarme esta señal. Toca continuar.

domingo, 22 de mayo de 2011

Veintidos de Mayo de Dos Mil Once

Ser fiel a la propia coherencia o serlo a las exigencias ajenas. A veces coinciden unas y otras, a menudo divergen las apuestas. Respuestas, necesito respuestas... Y para alcanzarlas he de preguntarle a mi espejo... ¿Qué es lo que quieres hacer? ¿Cuál el error en el que no quieres volver a caer? ¿Volverás al redil de las apariencias a cambio de la comodidad prestada de la que tanto protestabas?

No quiero más incopatibilidades con mis competencias; ni suavizadas por excusas apuestas; no más argumentos interesados que me permitan dormir a pie quebrado, puesto que a base de sominiferos, no creo que pudiera hacerlo a pierna suelta. Siento que la tranquilidad no se conquista sedado o poniendo, dónde no hay herida, tiritas.

Sin explicaciones, sin rendir cuentas a nadie más que a la almohada, nadando contracorriente... Aun no siendo entendido por la gente, paso a paso... Paso a paso, de uno en uno, es el lema que me ha propuesto el dilema que he dirimido esta noche, lejos de casa, lejos del entorno que me rodea y embauca; allí en el monte, aquí mismo, dentro de mis entrañas; forzando el enfrentamiento contra todo aquello que no siento.

En la Puerta del Sol se debaten nuevas formas de enfrentarse a las crisis; conflictos complicados, más allá de reyertas particulares, más allá de guerras mundiales. Se disputan la victoria los contrarios, que allí se están descubriendo complementarios, no es necesario salir a la calle armado hasta los dientes; un poco de convicción es suficiente. Se pueden organizar foros en los que con respeto se propongan alternativas, muchas, tantas y diferentes... Remando asido a un parapente, surcando el viento entre la gente; moviendo dunas impertinentes. Algo diferente, que de la competencia no haga bandera, sino de la colaboración, patrimonio constante.

No seguiré peleándome, por tanto; con mi ego, ni con aquellos consejos bienintencionados que se han ido transofrmando en sentencias de muerte. No permitiré a la mente que me juegue malas pasadas, ni me sentiré culpable por no hacer lo que de mí sea esperable... Quiero soprenderme continuamente, y no saber esta noche, cuando me acueste, lo que vaya a depararme el día siguiente; mañana, cuando me despierte.

Quiero caminar, sin meta por delante, sin huellas que mi zancada lastren; de momento, con una mochila ligera, sin ella en cuanto mi confianza no sea un timo. Quiero sentirme libre, sin amarres a cosas indecentes... Intereses que dejen en pañales a esas ideas que dicen que me hacen convincente. El viernes estuve a punto de tomar el micrófono para decirles todo esto y mucho más a un montón de jovenes, adultos y viejos que en la Plaza del Mercado, aquí en Logroño, intercambiaban opiniones como en Madrid... Pero al final, me arrepentí; por suerte, para mí, pudo la honestidad... El protagonismo está de más para un egolatra de verdad. Quiero caminar, en silencio, nada más.

sábado, 21 de mayo de 2011

Veintiuno de Mayo de Dos Mil Once

Sol, en el centro del universo; y, desde allí, irradia su luz al mundo entero. Una nueva forma de organizar la existencia, tan vieja como la existencia misma... Nos habíamos olvidado de que, mientras no aparezca el agente municipal que diligentemente lo estropee, la rotonda se continuará organizando, por sí misma, sin ayuda externa, tranquilamente.

Que transite el siguiente.

viernes, 20 de mayo de 2011

Veinte de Mayo de Dos Mil Once

Una prueba, ya no es la primera... De que no siempre engañan las apariencias; de que lo aparente es mentira, si no se tienen en cuenta, de lo que se manifiesta, todas las aristas. Una de tantas pruebas que se han ido repitiendo, puntualmente, cada seis meses, para no hacer inútil la osadía del Ángel de la Guarda que me salvará la vida. Me gustaría que fuera mío, Mi Ángel de la Guarda; pero lo tengo claro, en el Reino de los Cielos, la propiedad privada es una contradicción sin sentido.

Hace diez años, y un par de meses. El mismo día en que se cumplía toda una vida de éste que fuera, hasta hace nada, no más que engendro con, poco corazón, y exceso de sexo... Perdón, quise decir seso, menudo entuerto; ¿en que estaría pensando yo, a todo esto? Volviendo al cuento, aquel día alguien haia condenado a muerte a la inmortalidad que yo creía mi bien perenne: mi propiedad privada, posesiva; esa que antes decía que no existía allí arriba. Si he de ser sincero, no habría hecho falta tal sentencia si la parca, sinónimo de muerte con tintes más lúgubres si cabe, hubiese sido tan puta y fría como yo, por entonces, creyera. Yo, que fantaseaba ser inmortal, era quien creaba, a su vez, mi enfermedad; la fusta con la que saciar la sed de un ser que se quejaba del sabor, en su boca, de la hiel. Me declaro hipocondriaco en vías de recuperación; como cualquier adicto sin solución; a punto de la recaída fatídica, y temiendo la curación: otra contradicción. Fui, y soy, no puedo garantizar que no seré, valle que se hace lecho de todos los ecos de cada síntoma ajeno que apenas alcanza a oler. Por todo esto, hoy me alegro; si todos los avisos de los que me quejé hubieran sido verdad en una sola ocasión, tendría que haber estado muerto mucho antes de esta jornada en la que tuve que acatar la amenaza, hasta entonces fingida; por fin era real todo aquel cuento maléfico y fatal. Había sufrido todos los pellizcos que causaban en la carne los cánceres habidos e inciertos, y a algún que otro infarto le había dado motivos para que estrujara mis lamentos en una angina de pecho... Que viene el lobo, que viene el lobo; ya está viniendo, ya vino, en el momento oportuno, para darme en los morros con el diagnóstico que entonces yo acusara injusto; justiciero, vengativo, el único bofetón honesto que me diera la suerte; puso en su lugar a la víctima del acopio de creencias tontas y pánicos ciegos.

Ciego, y lo reconozco; habría elegido seguirlo siendo, hasta mudo, manco, cojo y tanto, si con eso hubiera huido de arriesgar un pelo de mi cabeza para enfrentarme al cambio; cabeza que por cierto, cambalaches del destino, ahora luce su dignidad calva. Ciego, mudo, manco y cojo; en uno de esos momentos de angustia absurda que se aferraba a la destrucción del tiempo. Otra contracción clandestina, otra opresión ficticia; más de lo mismo, ahora lo entiendo, pero no comprendía aquello que, ya lo siento, no sentía. Ahora, por fin, estoy sintiendo. Hoy, esta mañana, a la una en punto rubricaba otra prórroga más, la enésima que se puede contar; una, dos, tres... Ya van veinte, si saben sumar. Sino hubiese sido porque hace diez años, por estas fechas, alguien me puso entre la espada y la pared, yo habría decidido seguir siendo un hipocondriaco más; uno de tantos pero con un poso de verdad. Me habría muerto un año después, quizás; un cancer de colón sí que estaba creciendo, en la más estricta clandestinidad. Y, mientras tanto, yo habría seguido mirando, justamente, hacia donde no tenía que mirar. Puse toda una montaña de posibilidades en peligro porque había aprendido que lo peor que se podía hacer en esta vida seŕia arriesgar.

Las apariencias engañan y dicen la verdad. Aquí me leen, dejando una huella de fortaleza oculta en la debilidad... ¿O será al revés? En nada, en diez días, me lanzo a recorrer el mundo a pie; hoy mi I.T.V. particuar me ha dicho que mi cuerpo aguanta un asalto más; cada seis meses, una endoscopia confirma mi verdad; ¿o serán las mentiras que me he dejado contar? por cierto, ¿cuántas aristas conoces de tu falsedad?

jueves, 19 de mayo de 2011

Diecinueve de Mayo de Dos Mil Once

¡Eureka!, está sucediendo; en este mismo momento, allí se ha quedado manando. Una manguera tiene la clave sujeta a un grifo que por estar cerrado está impidiendo el derroche. La llave del riego, la clave del suministro, sin esfuerzo y barato; estoy como una regadera, lo sé, pero no lo siento... Y es que cada instrumento sirve para un uso simple; simple, muy simple. Lo simple no es tan complejo, si no se le retuerce el cuello; si no se empeña en preñarlo de lujos superfluos, el necio. Yo me declaro payaso, sin complejos. Hasta hemos tenido que hacer un esfuerzo para que el flujo no siguiese fluyendo, ¿imaginan que fueran sonrisas...? La fuente será fuente perpetua mientras la bañera esté rellena, cuando el grifo le abra sus compuertas. Un físico, genio sabio, entonces quizás loco, ya lo dijo hace tiempo: entre dos vasos comunicados, el más elevado se vacía en el regazo del que se asienta debajo. Soberbio, me doy por enterado; habré de congratularme conmigo mismo cuando me siente, debajo, humillado; pero plenamente rellenado, satisfecho y saciado.

Y todo esto que hoy está aconteciendo ha empezado de la misma manera; como todo, por casualidad, por dar lugar a las respuestas, sin anticipar conferencias predispuestas. He permitido a la vida manifestarse sin pegas; me he colocado debajo con las orejas bien abierta, dispuestas a recoger lo que hasta hace nada consideraba mierdas abyectas. Y sin esperarlo, buscando; esperando cualquier otra cosa, he encontrado este relato. Narración que es algo más que letras, letras que reflejan una realidad cierta; está pasando, por supuesto; ahora mismo y en directo. Un instante de lucidez aprovechado, tras varios de terquedad tozuda en demora. A veces hay que acelerar, otras es mejor pararse sentado al pie de un pajar. El caso es escoger bien cuando aprovechar la una, y cuando la otra está de más. Un detalle, una tilde que esté, una inflexión que deja de estar.

Tras recorrer varios caminos, cabalgando sobre mi bicicleta roja; salto va y salto viene, entre piedra y piedra; salvando muchos tropiezos; tropezando sobre el viento. Iba enfocando en la senda, hoy no he mirado hacia las cunetas; todo ha sido fácil, porque no he puesto problemas donde no habia dilemas. Matemático del tiempo, con templanza y tiento, ha cierto. Eso es lo que he estado sintiendo, y eso es lo que siento, era lógico que justamente ahora me llegara todo esto. Dignidad, ocasión y respeto; se han confabulado las tres; me he empeñado desde hace tiempo en regalar y sumar "enhebros"; y del cero ha salido, por arte de magia, en sucesión fetal, el uno, el dos y le tres y así hasta un millón.

Mil millones; más o menos. Me había equivocado al contar; yo dije que eramos cinco mil millones, mi amigo que más de seis mil. Él aseguraba que entre todos podríamos parar, del planeta tierra su motor, si todos juntos y a una nos pusiéramos a remar al revés, en sentido contrario. No sé si será cierta esta afirmación, casi prefiero que no... Me pregunto qué íbamos a hacer anclados en la noche eterna unos, y abrasados por el sol permanente de la mediodía el resto del mundo; cada cual agraciado por el premio que repartiera el momento en que se pararan las agujas del reloj, por tanto cabezón empeñados en abortar el funcionamiento natural del eje de rotación. Que fluya, que fluya todo con espontaneidad, por favor. Al fin y al cabo, mil millones, cinco mil o seis mil... ¿qué son en el par de minutos que dicen que ocupa en la historia del universo la era que apenas controlamos tantos humanos en ese montón?

Un detalle sin importancia, pasó y paso; una tilde apenas palpable que marca una diferencia irremediable. Radical, el matemático de las palabras, más que acusación lo siento advertencia halagüeña de una extraña presencia. Y es que cambia todo el significado de las palabras, oponiendo al presente, apenas resuelto, del pretérito, sin solución, ya muerto. Porque yo no paso, ahora que todo parece que pasó; está pasando, paso a paso, todo lo que voy anhelando, prácticamente en el momento idóneo. Una opción. La oportunidad que se aprovechó o se esfumó; en un instante la decisión, correcta o sin posible corrección. Radical, por querer buscar de cada palabra su dimensión exacta; vehemente por exponer con pasión lo que se siente. ¿Por percibir la necesidad urgente de exprimir ese segundo? ¿Por no tener más remedio que dejar varios, incluso horas, macerando sin descanso?

Lo dicho, para aclarar el embrollo; por aprovechar la oportunidad, por no dejarla pasar, por no pararme a pensar; estoy regando una huerta, con una vieja amiga y otra conocida, con una manguera que mana a espuertas. El experto le había aconsejado succionar, lo cual nos hubiera supuesto un esfuerzo crudo. En este caso pararse a pensar un rato ha sido el acierto. Ponerse a succionar sin resuello estaba, al error, sujeto. Más de lo mismo, la teoría ha dado lugar a la experiencia. Ahora, experimento, regando.

miércoles, 18 de mayo de 2011

Dieciocho de Mayo de Dos Mil Once

Porque no estaba satisfecho, en cualquiera de los ámbitos que se denominan normales; la norma me da grima ahora por haber estado, posiblemente, tan normado, normalizado y atado a muchas normas; algunas sin otra función que atascar la pasión. Hasta hace nada, en toda situación me topaba un pero que fastidiaba la diversión; todo me venía mal, todo me llevaba a lo peor. No me complacía ni esto, ni aquello, ni eso otro; la forma de obrar del personal me sentaba, en general, mal. En las fiestas estaba de más; y en los funerales de menos, porque no sabía estar. En las alegrías yo sentía tristeza, y en las tristezas, triste estaba también; quizás ahí era el único espacio en el que la altura de las circunstancias coincidía con la mía; en mi salsa y a ras de suelo, en mi nivel. A menudo me rechinaban los sustantivos con los que los demás etiquetaban las cosas; no definían la sustancia que yo sentía real. Sus significados no concordaban con los míos, por lo general. No solía ser la mía la manera apropiada de pensar; la corrección era la corrección, y ser incorrecto un tremendo error.

Un error, como mi opinión, nada de lo que yo decía estaba bien; cuando hablaba cada gesto me decía que lo mío estaba mal. Y hacía como que respetaba la opinión de los demás, me acostumbre a no decir que no, un poco por pavor; tal vez, por favor. Por favor, pedía, suplicaba, mi salvación. Y, en realidad, opinaba mi insatisfacción; aunque, no me atreviera a imponerla, trataba de trasladar a los que no pensaran igual, casi todos a la sazón, la sensación que corroía mi corazón. La frustración. No paso, no pasó; un detalle, un paso que nunca dio mi opinión, y tampoco mi acción. Nada hice nada que contrajera una relación con la equivocación, y ésta fue en realidad la única, repetida, reiterada, obsesiva... La mayor traición con la que jamás se tuvo que enfrentar mi corazón.

Late... Late de nuevo, sin rencor.

martes, 17 de mayo de 2011

Diecisiete de Mayo de Dos Mil Once

Callar, y dejar de hablar. Hacer... ¿Bien o mal? ¿Dejar de hacer, quizás, mejor? Una opinión, la mía, del montón. Un punto de vista, todo se ve turbio desde mi balcón; hasta hace nada no era capaz de soportar la posibilidad de que desde otro se viera la realidad más clara y meridiana. Puede que ellos también mintieran, o puede que tuvieran razón; ahora sé que sus argumentos eran excusas similares a las que improvisara yo; parecidas a las que me sometiera mi patrón; mi cultura y tradición, los miedos en los que me embutieran con sutil calzador. Un escudo con el que atacaba a cualquiera que, a mi alrededor, no fuera de los míos y me diera, sin condiciones, la razón. Pobre inútil parapetado tras la repetición de la misma equivocación; el mismo error, reivindicado propiedad privada y heredada, por real derecho de sucesión, hasta la extenuación; por fin he descubierto al traidor encubridor. Lo hice, en realidad, hace ya... ¿Hace más de cuarenta años quizás?

Pero callé, sin caer en la cuenta, cayendo en la trampa en la que ya lo habían hecho, uno tras otros, padres, tíos, abuelos y demás familia, sin decir ni mu; aquellos que tampoco se atrevieran a rechistar, aún a sabiendas de que el desenlace que les esperara fuera a ser la fatalidad. No hicieron lo que les indicaba su corazón contraído en el reino de la ansiedad; no se atrevieron a dejar de hacer lo que a antepasados más directos les llevara a la perdición. Amargura, aflicción, penurias donde debería haber habido cantidad, enfermedades sin cesar, muertes a tutiplén; resignación ante las expectativas: habría sido muy bueno todo aquello que no fuese a ir a peor.

Dejaré de aconsejar, consejos que guías de mis actos no son. Daré el primer paso, aunque sólo sea uno, en silencio, hacia la dirección en que mi alma respire sin el agobio atroz. ¿Estará muy mal hecho o rematadamente bien?; ¿un vaso medio lleno o completamente vacío de color? En la actitud parece descansar el secreto de la cuestión.

Pero, por favor, no me pregunte a mí señor; siga mis pasos, si puede ser en silencio... Para certificar lo que paso... O no pasó.

lunes, 16 de mayo de 2011

Dieciséis de Mayo de Dos Mil Once

Tanto esfuerzo ideando arreglos que enderezasen lo que creyera torcido para verme sujeto al mismo entuerto del que ya estaba seguro de haber salido. Me está dejando en mal lugar todo este lío, desliado en teoría; tanto había sido mi esmero atento. Suponía requisito necesario para administrar mi vida sin contratiempos, el cuidado preciso de cada uno de los detalles de los que dependiera el reto concreto. Y, por eso, aquí me encuentro, de nuevo, en el principio del círculo vicioso en el que estaba preso al empezar todo esto. Había derrochado todas mis fuerzas, de todos los modos posibles, imaginables e imaginados. Alisado el rizo aquel que me oprimía la sien, en realidad sigue siendo el mismo enredo, permanente fiel. Me explico si puede ser, pero no lo tendré fácil; soy un ser complicado, ya lo sé. He de reconocerme ciego todo este tiempo; una..., y otra vez. Estoy en la misma situación y lugar en la que estaba hace mes y medio, pero ahora me siento satisfecho; ¿alguien me va a entender? Lo apuntaré en mi block de notas de lo que hay que saber para que el próximo invierno no se me hiele la piel; he perdido tiempo y aliento preocupándome por lo que no merecía ni siquiera un tiento.

Por aquel entonces, llevaba ya un par de meses, al menos, dándole vueltas a esto que os cuento; a lo que tengo ganas de contaros, aunque lo cuente a medias y a trazos desgarrados; lo que quiera que aún apenas he empezado narrando, y que no sé cómo continuarlo. Soy un retorcido de tomo y lomo, ya os lo he dicho. Confirmo, por lo tanto, que aunque no sean dos, serán dos para nosotros, para entendernos. Ocho semanas, las que hace que sentí el primer impulso de ponerme a darle tumbos al mundo; seguramente fuera antes, pero pondré sobre el quince de enero la pica enhiesta; esa fue la fecha en la que comenzara a rondar esta idea por mi cabeza. Tendría que ser cuanto antes, porque la urgencia se hizo madre de la impaciencia y el desasosiego; tenía que darle rienda suelta como fuera al trasiego de ilusiones atascadas en el par de botas arrinconadas en el armario zapatero, desde el último desafío que mis pies aceptaron de un camino sin retorno. Pero, sin mediar manera extraña, haciendo malabares o encaje de bolillos, que trocara las fechas dispuestas, sería empeño huero el deseo de iniciar la trama antes del dos de junio. Tenía fijada para ese día una cita indiscreta a la que no podría, ni puedo, darle la espalda. No quiero, hay que ser muy valiente para hipotecar la vida por tal apuesta; con las consultas que de la salud tratan no se juega, quizás cuando vuelva; de momento, sólo lo contemplo de lejos.

Y no sé como perpetré la treta, mas esta mañana he recibido la respuesta; se me concede la solución suplicada, la que parecía imposible, concedida por la autoridad sanitaria competente. La contestación que exigía con delicadeza sutil, entre ruegos y rezos mil; para mí, el cambio más gentil. El veinte de mayo, ese era el fin; el punto de inflexión que habría marcado el principio y la meta, deseados, dispuestos en bandeja; si no se hubiesen dado otros accidentes inesperados, e insospechados, entre tanto, se habría dado el desenlace perfercto. Sea como fuere, no tiene importancia alargarme en explicaciones sin encanto; al final de tantas sumas y restas, de tantos dimes y diretes, de tantas preocupaciones y desvelos; de todo un mes resolviendo cábalas y montando cabalgadas entre emociones y argumentos, he acabado aceptando los designios del destino. He confirmado el desatino que acompaña a no hacer caso a las señales.

El dos de junio era la fecha, puede que sea el uno, como mucho. Todo a quedado como estaba; quizás hayan sido necesaria las noches de insomnio. He mirado el calendario, ese día es luna nueva. No sé si tendrá que ver en todo esto la astrología, no descarto nada, por supuesto. Aquí me quedo, con la oreja atenta, a ver si es que algo más me cuentan los astros. Yo soy aries, piscis está alerta, en la puerta; aunque no creo en todo esto, algo sí que es cierto; llevo toda mi vida surcando un abismo raro, sobre el filo de una navaja, entre dos aguas; entre el agua y el fuego, para ser más exacto. El filo de la navaja define mis pautas; me rindo, ya no me resisto. Y Sigo haciendo equilibrismos paganos; y acepto, pértiga en mano, caminando a más de cuarenta años de altura, muchísimos metros; abajo el suelo raso, las rocas; muchos miedos y desencantos. Cantos rodados de sirenas tuertas. Respuestas expuestas contra barreras impuestas. Ya me caigo, ya callo.

domingo, 15 de mayo de 2011

Quince de Mayo de Dos Mil Once

Seis y seis, pleno en el doble... ¿Tendría razón Einstein cuando aseguraba que Dios no jugaba a los dados con nosotros? Recuerdo una caricatura que inmortalizaba al genio tirando un par de ellos, de dados por supuesto, sobre un tapete verde... Contemplando la escena, yo los imaginaba girando y rebotando, agotando la inercia... Pero nunca pude, he sido capaz, de pararlos... Siguen girando. ¿Será verdad que ya esté echada la suerte?

El As tiene la respuesta, lo que falta y no lo que se tiene... Obsesionado por aquello no fui jamás de disfrutar éste.

viernes, 13 de mayo de 2011

Catorce de Mayo de Dos MIl Once

Ya está decidido; lo decidiré. Al menos desde ayer, día trece... Ya no es doce más uno, ya no me van a dar miedo las supersticiones que mamé. Gracias mamá por revelarme el sentido del que creía carecer. El trece, un número muy especial del que algún día hablaré. El trece, un número singular del que hoy nada diré. Pero día trece era ayer.

Me he dado cuenta, he aceptado lo que sin querer he ido negando una y otra vez. ¿Saboreando quizás las lágrimas del llanto aquel? El llanto que, reprimido, había creído que pudriera muchas cosas de la niñez. He comprendido que es necesario macerar ciertas carnes para que, tras el guiso, largo y tendido también, sepan mucho mejor, despuès. Después de año y medio, aquí me encuentro de nuevo, en similares circunstancias, aunque en esta ocasión, con la cabeza en calma analizando la situación. Lo tengo claro, me iré; me iré y regresaré; regresaré y retornaré. Retornaré, repitiendo el giro del torno, una y otra vez, hasta que el alfarero moldée con sus manos diestras y de las aristas extraiga aquel que sea y que seré. Aquel que era antes de nacer.

A finales de mayo... ¿A finales de mayo, por qué? ¿Y porque no? Cualquier fecha sería idónea, ya lo pensé. Porque así interpreto las señales, entiendo que han hablado claro; escucharé. Para eso, justamente, saldré. Y sé que me equivocaré; quiero que sean muchos los tropiezos, me sientan bien; aceptaré. Estoy abriendo mis pabellones auditivos, orejón seré; ya no los cerraré a cal y canto, como los cerré; la sordera no me venía bien; me produjeron urticarias y eccema, no tanto acné; el acné es lo que es. Desde aquel día que regresé tenía claro, aunque lo negué, aunque me resistiera a creer. Pero ha sido requisito justo y necesario negarlo para poder degustar el aroma del llanto destilado en este alambique tan singular.

Mi corazón lo dice y la razón tendrá que dejar de gritar, porque de momento la balanza esta desequilibrada; no, por favor. Un ejercicio de magia sin truco inicial, los experimentos no los quiero con gaseosas de otro lugar. En las carnes de cada cual, en mis carnes, por tanto, antes de empezar. Hago una apuesta, todo o nada; a finales de mayo me pongo a andar con lo que hasta ese día me regale la providencia y nada más. Que el destino decida lo que haya de llevar, con lo que tenga partiré, con lo sustancial, y lo que me esté esperando en cada rincón del camino: para mal, o para bien. De momento viene a mi encuentro un saco de dormir muy especial; y un personaje me ha regalado la navaja que deseaba, con la que cortaré las rodajas de pan que me alimentará. Del último camino conservo presentes de aquellos que conmigo alcanzaron Finisterre por primera vez; claro que me llevaré conmigo la linterna de LIbia y la cantimplora de Ramón, como siento que ha de ser.

Y por hoy ya está bien, mañana mejor y más... O tal vez, no. El azar lo decidirá. Estoy convencido de que Dios juega a los dados con nosotros: seis y seis suman doce, me falta uno; me pregunto. ¿Dónde estará escondido, esta vez, el As?

Trece de Mayo de Dos Mil Once

En blanco... ¡Qué simple es, sin embargo! El proceso de digestión al que no se le añade alimentos sin función, aderezos falsos ¡Qué sencillo sería todo si nada se hiciera en función del interés perpetrado! Ayer me quedé en blanco y, como muchas otras veces, acabe pintando de negro intenso mi porvenir, angustiado... No hubo matices, ni a medias grises; sino en un instante perpetuo un montón de momentos turbios; de aquellos que recuerdo... Que quería recordarlos, porque los había amontonado en la hoguera del olvido, para darles fuego... Pero tampoco hice eso.

Todo lo que llevaba un par de días fluyendo, tres o cuatro acaso, empezó a atascarse; pensé en la burda confabulación contra mis renovadas esperanzas de estar siendo; más de lo mismo, más de aquello que creía pasado. Quería andar contando y me paré a contar, por tanto. Y contando, reconté tantas veces, que volví a manipule las cuentas; y entre cuenta y cuenta, el rosario volvió a evocar letanías ancladas en pretéritos imperfectos, retahílas de muertes que creía dejadas atrás.

Uno, dos, tres... Más de mil piruetas, muchísimos cambios; quise ser el malabarista perfecto de las circunstancias, mezcladas con mis narraciones y el tiempo. Y de nuevo me pudo el entuerto, tras todo un día redactando más historias que no llegaban a gustarme, compuse la definitiva y maravillosa que no pude... Ya era tarde, no me dejó el medio; cerrado por reformas. Anoche acabé dándome cuenta y aceptando por tanto que el destino ya había decidido el desenlace del nudo, desde primera hora de la mañana. No, ayer no tocaba que os comunicara nada, porque antes yo tenía que comprender todo esto.

Una sensación que me resultaba tan familiar... Aquella angustia que,tiempo atrás, acostumbraba a instalarse, aquí adentro, muy cerca del esternón. Quería que la prisión cediera ya, pero ella me obligaba a moverme sin parar, apretándome las tuercas más, empujándome a recorrer otro camino que se difuminaría antes de atreverme a hacer. Rectificar continuamente antes de emprender, me quitaba el poder. Escribír borrones que tendría que borrar, ensuciándo el tachón más y más. En el último camino, creía haber aprendido la lección, estaba seguro de haberme reconciliado conmigo mismo y con la madre que me parió. Entendí que las cosas llegan cuando tienen que llegar, ni antes ni después; salvo que me resistiese a obedecer, en cuyo caso la resistencia me dejaría sin pan. Al llegar a casa estaba convencido de haber recuperado mi valor.

Cuando destrocé con determinación el accidente precoz de rebelarme contra mi condición. Las tenazas que me comprimían el corazón cedieron la presión y me sentí Dios. Un impulso sin pensar, un paso y poco más, uno, dos, tres; un millón o más, cuando la providencia pidiera y me diera la razón. Consciente de los peligros, asumiendo riesgos y consecuencias; el último movimiento hacia la genuflexión; una reflexión. creía que había logrado vencer a la obsesión; el miedoso lo había inventado yo. El miedo, es un aroma raro al que, en cuanto se le da la espalda se acomoda; en el sofá, sentado.

He descubierto que el miedoso se estaba reinventando. ¡Necesito respirar!

miércoles, 11 de mayo de 2011

Once de Mayo de Dos Mil Once

Apenas había despertado a las siete de la mañana. Y se me pasó por la cabeza destrozar la rutina en que se estaba transformando mi afán obsesivo por no someterme a la norma. Tanto había corrido en contra que la estampida inicial me estaba llevando al agotamiento y al mismo entuerto. Recorrido el giro y trescientos sesenta grados compungido, tras completar otra vuelta me parece que estoy en el punto de partida. Allí sentado, aburrido, huyendo de todo lo aprendido; siendo testigo de las tonterías que critico, siendo un tonto consentido... ¿repitiendo el error que en casa ajena tanto detesto?

Comprimido, para no moverme sin control, controlando cada impulso espontáneo que me descalifique; conteniendo el movimiento mismo. Sentía, lo que debiera ser fluido, atascado y frío, amarrándome con esfuerzo pasivo a la calma ficticia; finjo serenidad, añoro un sorbito de paz, esa que dicen sentir, a mi lado, los que a mi lado están; ¿dónde estará?, ¿cómo se hará para escapar de esta sensación de zafiedad? Otro de esos extraños contrasentidos que voy descubriendo desde que no me impongo correr desesperado en busca de conflictos ajenos. Quiero convencerme de que dentro de mis carnes tengo los suficientes como para no ir haciendo alardes en otros hogares. No es necesario, yo ya tengo bastantes. ¿Por qué a veces creo que ni yo confío en lo que cuentan mis cuentos?

Decía que eran las ocho de la mañana cuando, sin pensarlo, mochila en mano, la deshice para volverla a rellenar sin lastres insustanciales; con lo estrictamente necesario. Agua; y algo que me protegiese del fresco, aunque ya no fuese invierno; paraguas, no haría falta con el cielo tan azulado y el parte climatológico anunciando los rigores del incipiente verano; no llevaría comida, no lo creí necesario; el chaleco refractante, por si se me hiciera de noche; y un libro, por si acaso, siempre me acompaña. Antes de las nueve ya había tomado el camino sin rumbo, dirección a perder las referencias y notas previas. Huyendo hacia mi desencuentro con el sucedáneo de lo supuestamente divino. Un rato o todo un día; y si fuera valiente, improvisando, desde ese instante toda la vida andando, sin metas, sin contratos, sin compromisos atados a hábitos preestablecidos. Cambiándolo todo, y que no sea más de lo mismo; me niego a resistirme a escuchar en lo más profundo de este ser triste el runrun atascado del corazón abandonado: el cambio es, no existe.

A las diez de la tarde, ya se anunciaba la noche; en estas fechas el ocaso amanece alrededor de las nueve. Más de doce horas, media jornada, vagando por el mundo de alrededor de mi casa, en un radio de no más de ocho kilómetros; tan cerca de todo, tan lejos de la nada quebrada en pedazos de importancia. Ayer lo comprobé, era esa la rodaja de tiempo en la que contemplaba su desaparición allá a lo lejos, por encima de la línea que funde con el cielo el Ebro. El único instante, salvando cuando por la mañana nace, en que es posible comprobar en carne propia la velocidad con que la tierra se mueve en torno al sol. Una velocidad de vértigo que, para mi desgracia, permanece a menudo dormitando cantidades de urgentes discrepancias. No habrían pasado más de tres minutos desde que el borde inferior de la esfera ardiente tocara el horizonte hasta que la superior se zambullera en el olvido del antecesor de la noche. El crepúsculo me confundió y el reloj se quebró.

Me quedé en blanco, no es lo mismo contemplar que estar mirando. Me he despertado, esta mañana, pensando en el día pasado, recorriendo caminos, aquí al lado; conversando con compañeros improvisados, por aquellos campos; andando, no sintiendo como tal lo que hasta ayer fuera un ridículo fatal. Me sorprendí abrazando a un árbol, hablando solo, narrándole a las flores fantasías de un necio atolondrado; haciendo pasos sin dar un palo al agua. Y todo esto sin sentir que estuviera haciendo algo raro de lo que arrepentirme al recuperar la cordura, perdida por un rato. Recibí, sin pensar en nada más, las sonrisas agradecidas de tanta gente que, al menos una vez en su vida, habría hecho lo mismo que yo estaba haciendo. Llorar al darme cuenta de que era una pena que todo esto no se reconociera, sin complejos y en directo.

Yo no voy a hacer lo mismo, quiero rendirle tributo a la luna que, en silencio, refleja cada noche la luz del sol que la preña. Quizás así el ruiseñor deje de ser un símbolo, atrapado entre tantas letras, para ser... Para ser lo que quiera que sea... Lo que haya de ser, por naturaleza propia.

lunes, 9 de mayo de 2011

Nueve de Mayo de Dos Mil Once

Apresado en una jaula de cristal. Quería cantar, pero no era capaz; sabía que no lo haría mal, pero temía el ridículo fatal; existía pero la razón me robaba continuamente mi don. Argumentos del patrón, de la matriz que extrajo de mi cuerpo la emoción... Presentaba mil excusas para seguir resistiéndome a dejarme ser. Refugiado tras aquel muro, siendo tal vez parte de él, soportaba mejor lo que hubiera de soportar, aunque no me sintiera bien. La careta, una caricatura grotesca... Cada vez que me miraba al espejo no podía evitar ver lo que no quería ver. Ese que allí estaba reflejado, enmarcado por las orlas y ornamentos del mueble en cuestión, no era yo.

Aquella sensación de separación, de estar de más en cualquier lugar, de ser irreal. De estar en este mundo porque de todo en este mundo tendría que haber, hasta tontos y apocados; hasta inútiles inteligentes. ¡Qué extraña contradicción! Creerte poseedor de algo especial y verte reflejado por una extraña posesión. El ruiseñor enjaulado no es ruiseñor; ni siquiera alcanza el rango de pájaro del montón.

domingo, 8 de mayo de 2011

Ocho de Mayo de Dos Mil Once

Hasta ayer hacía trampa; tal vez fuera un engaño a medias, pero había un poso de mentira en todo lo que describía; una ilusión a la medida de mis expectativas. ¿Mentirijilla piadosa o ventaja para mi soberbia barriga? Jugar con una red la partida; porque yo ya sabía lo que había. Aunque todo lo narrado fuera cierto, por supuesto; no se oculta en ese aspecto el engendro de esto que estoy tratando de revelar, rebelándome en favor del análisis que he hecho de aquella apuesta. Era fácil apostar a caballo ganador, porque yo sabía desde el pistoletazo inicial que ya había sido el vencedor. Poco a poco, he ido redescubriendo, y van mil veces al menos, al mismo perdedor.

He ido relatando una aventura que había ocurrido; y en ese matiz se oculta el aderezo amargo. Había ocurrido es pasado pluscuamperfecto, mucho más que perfecto, mucho más que acabado, rematado y muerto. Antes se coge a un mentiroso que a un cojo, ni con muletas le habría atrapado mi sinceridad que predico a un lisiado tullido. La hazaña no lo es tanto cuando la maravillosa idea incipiente, aun hecha realidad más o menos reciente, ha sido aliñada con salsa embotada. Las letras que aquellos días congelara en mi libreta de compañía, arrastrándome bajo el sol justiciero de Castilla o chapoteando sobre las tormentas espectaculares de Galicia, no eran lo mismo. A medida que iban siendo manipuladas por mi memoria esquiva, sometida al orgullo enhiesto, ni decían lo que entonces sentía, ni sentían lo que yo sintiera mientras las disfrutaba sin tinta; como narrador, me he sorprendido perpetrando un ejercicio fingido. Cuando os contaba todo aquello ya habían curado mis ampollas hacía muchísimos días.

Y para muestra basta un botón, la prueba del error. Confrontemos, eligiendo más que al azar por comodidad, los datos de la última entrega de la etapa anterior. La publicación del treinta de diciembre de dos mil diez hace referencia a la jornada del día veintidós de septiembre; hay una diferencia patente, más o menos, dos o tres meses. Aun inexcusable, no sería tan injusto el descuadre de no tener que añadirle, además, un cambio de calendarios. Veintidós de septiembre de dos mil nueve, entre la ejecución real y la edición imaginativa media una distancia de más de un año. No hay hacedor de sueños que, con estos datos, pueda anunciarse con tal desparpajo. Las emociones se habían ido distanciando y la propuesta falseando.

Conocer el desenlace que ha desatado el nudo que uno en apariencia se rifa quita consistencia a la apuesta propuesta. Yo ya lo sabía, el sueño ya se había ejecutado, en pretérito pluscuamperfecto, cuando para vosotros lo estaba describiendo en presente intenso.El universo ya se había confabulado con mis pasos errantes; para mí estaba siendo historia muerta mientras que para vosotros estaba siendo leyenda viva. Por entonces yo estaba en otras cosas. Como bien me dijo algún experto, más vale recorrer cojeando el camino correcto que correr por el reconocido tuerto, se alcanza antes el objeto de deseo por el primero. He estado cierto tiempo atascado, creyendo que nada estaría cambiando; cambiando constantemente mis objetos de sitio sin plasmar ni siquiera mi pasmo fijo. Y he hecho mil esfuerzos para darle al cuento otro aliento; asfixiándome en el intento. Lo que hace ya un tiempo, cinco meses antes, me causaba embeleso y contento me produce cierto desasosiego. Ahora siento que algo se estaba gestando aquí adentro.

Los sueños se cuentan en directo, cuando las ampollas aún están frescas, cuando están escupiendo su pus y la sangre: quejas, derrotas, victorias... Madejas. Hoy es ocho de mayo de dos mil once, aunque la aventura sea aún discreta, ya concuerdan las fechas.

sábado, 7 de mayo de 2011

Siete de Mayo de Dos Mil Once

Dejo una nota fría, con la esperanza de que tome vida... Algo que se me moría.

Próximamente; próxima y cálida...

Esto es anunciar algo que no sabía, y quizas la savia no llegue todavía...

Si llegara y el destino no lo truncara, próximamente...

Hago una llamada a la utopía...

La narración continuará... Viva.

Paciencia, contra le entropía.

Suspense... ¡qué tontería!
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