viernes, 20 de abril de 2012

Veinte de Abril de Dos Mil Doce

Naranja, desengrasante. Tras una exquisita paella, ha dictado sentencia el valenciano, es fundamento y complemento extraordinario. No nos queda ninguna... ¡Qué pena tan grande...! Se queja. Pero es que aquí comemos manzanas, que nos salen más baratas..

Esta noche hemos tenido un cocinero de lujo en el albergue de Tosantos; anfitrión improvisado en esta ocasión, uno de los que entraran a mediodía como peregrinos invitados. Ha seguido, paso a paso, toda la parafernalia; ha ido añadiendo, uno a uno, cada ingrediente, en el instante y cantidad pertinentes. Antes había preparado, a regañadientes, la base donde colocar el recipiente... Que, por cierto, no se llama paellera, como yo pensaba de manera equivocada: paella, según parece, es esa especie de sartén con dos asas en la que se hace. Define, por tanto, el envase al contenido, y no al contrario. El peregrino valenciano no ha logrado nivelarla a su gusto; lo cual, tarde o temprano, iba a acarrearnos problemas, según él nos ha dicho, ligeramente malhumorado..

Para ella; estaba caminando por ella, porque él no lo entendía; ahora atisba la respuesta pero se resiste... ¿Por qué a mí?, se pregunta; era demasiado joven, sentencia; ¿por qué, tras tres años de sufrimiento sin descanso?, tanto esfuerzo para nada, se lamenta y sus ojos se tornan llorosos. Tan bien que se había comportado siempre; tan afortunados tras cincuenta años de disfrute conjunto, tan bien que les había tratado la vida hasta que, tres años atrás , comenzara el cruel martirio. No lo entendía, ni lo quería entender..

Le paella estaba deliciosa, le había quedado insuperable; y él lo ha reconocido, en un principio, pero... Pero, le faltaba el conejo; y, además, al estar desnivelada la paella, no se había hecho correctamente... Y..., y..., y... Y una retahila de peros me han sugerido que todos sus logros debían de haber sido jalonados con un pero inclemente que les quitara el mérito y la satisfacción consecuente. No ha podido disfrutarla plenamente. Tenía pollo, tenía pimientos verdes y rojos, tenía alubias planas, hasta tenía un chorrito de buen vino tinto; tenía un ambiente excelente... Pero le faltaba el conejo dichoso, que le convertía a él, de repente, en un desdichado. El resto de peregrinos se estaban relamiendo de gusto pero....

A mí me asalta una duda, una cuestión peliaguda: ¿Sería, tal y como él cuenta, tan maravillosa la vida que disfrutara en su matrimonio hasta que ese maldito cáncer se la robara? Con tantos peros, no sé si en el instante de disfutarla, realmente, hubo el disfrute que añora y, del que ahora, presume.

domingo, 15 de abril de 2012

Quince de Abril de Dos Mil Doce

Rojo extenso. Y se revoluciona el candor del poeta. Había sido educado para ser esteta... No estoy seguro de que exista tal teta... Confundía el pecho hermoso con la ubre nutriticia, creo que aún me lío a ratos. Quiero sexo, pero escojo eso; deseo inteligencia, mas me atrapa aquello otro, tan diferente, tan remoto. Me acojono... Perdón, me acongojo... No estemos en horarios reservados en los que estén mal vistos los tacos crudos.

Me ruborizo, como la hacía cuando ni siquiera era mozso, cuando el niño de la infancia se despedía. Niño viejo, de resultados perfectos, de efectos contraídos y afectos contracturados. Aquello que me escocía en lo más íntimo debían de ser sabañones producidos por el frío gélido. Aun en verano, a cuarenta grados y en plena meseta castellana, mis manos permanecían congeladas... Y el corazón ardía en un incendio destructivo.

En mi segunda jornada como hospitalero me ha visitado una sorpresa; un viejo amigo, apenas desconocido. Me lo presentó un paseo por las calles de Santiago de Compostela. Parecía vagabundo, incluso tipo vividor que cambiara mecheros por monedas para comprar vino... Decía ser peregrino cuya meta era recorrer caminos sin nada de dinero en el bolsillo. En aquel momento dudé, porque era historia vieja. Muchos inventan historias para huir de su mísera realidad.

Parece que su empresa quebró de verdad, y también que descubrir su cuento falso le hace sincero; hoy siento que no me mintió. A más de quinientos kilómetros de donde tuvimos nuestra primer intercambio de pareceres, hemos tenido una conversación grande y grata. Le he invitado a comer, me ha regalado su leyenda: viaja sin dinero, lo hace sin aceptar nada en metálico; asegura que cuanto mayor sea la dificultad más atractivo es el reto.

Y ahora me pregunto: ¿Qué es lo que será esto, sexo o seso? Colorato, como un tomate, ya me retiro. La mío es prosa plana, orate de soberbia rebosante... Te hago una reverencia honesta, vate de facciones perfectas. Valiente caballero andante, gracias por la lección prestada... Gran receta.

lunes, 9 de abril de 2012

Nueve de Abril de Dos Mil Doce

Blanco intenso. Me había deslumbrado otro fogonazo... Fuegos de artificios, me habían prometido todas las comodidades si me esforzara lo suficiente. Para ser un personaje eficiente era requisito imprescindible dividirme y ser, en cada uno de mis recintos, ente imprescindible.

¡Cuántos halagos! Demandaba explosiones, efusiones; me habían acostumbrado y yo lo había aceptado: exigía, cada vez, más aplausos... Muchos más reconocimientos de mis seres queridos, para confirmar mi valía. Padres, los hermanos que no tuve, esos a los que llamaba compañeros, los que me consideraban amigo; primos, hermanos y demás familia... El funeral estaba servido. Si no me demostraran con alardes excesivos todo lo que para ellos suponía me moriría.

Me estaba muriendo en un suicidio colectivo... El padre que aún no había sido, por miedo a no ser el mejor; el marido que huyó de la posibilidad de serlo, para evitar cometer el error anterior, el estudiante que abandonó su empresa por ser incapaz de mejorar la perfección...

El profesional que no he querido ser. Me rebelé, yo no soy un montón de pedazos que peleen entre sí por un pedazo de pan, por alcanzar la única moneda de oro que faltaba para que en mi bolsa hubiera cien.

miércoles, 4 de abril de 2012

Cuatro de Abril de Dos Mil Doce

A veces todo se ve negro. Entonces me pregunto si realmente es necesario este encierro. Busco claves, la llave que abra la puerta que me apetece, pero no la encuentro. Alguien me ha dicho que hay otra abierta pero no quiero tenerla en cuenta... Yo quiero que sea esta y no otra.

Esa que me llevó al éxito, supuesto. El triunfo efímero que como humo huyó del fuego. Y ahora me abraso en esta pira de sacrificio que no acepto. No me resigno, me resisto, encuentro culpables, otros pirómanos a los que grito; de cuyas acciones me quejo y finjo...

Finjí ser tonto, yo que de ser tan listo presumía cuando, a ojos ciegos, jugaba con el mechero entre bombas de artificiero experto.
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