La falta de tiempo, ¿escasearían las ganas...?, ¿o sería cuestión de arrestos?; me quedaba poco arrojo para superar las opiniones opuestas, para decir no a las propuestas... Los estudios serían lo primero y lo primero sería el trabajo; y también lo fueron otras obligaciones y circunstancias imprevistas que siempre se impondrían a mis impulsos. Y en vacaciones no reunía días suficientes, al menos necesitaría treinta..., porque esta experiencia no me convencía partida. Fechas inoportunas, en medio de todo, nada; la aventura, excusas... No podía, mejor en otro momento.
Por si el fracaso me quitara argumentos; quizás no fuera tan bueno como habían dictado los cánones establecidos por mis amigos y familiares. ¿Por no enfrentarme a un cobarde? ¿Por si al regresar dejara de pensar como era debido? Tiene premio el necio, el torpe se recrea en sus tonterías; prefería revalidar mis prebendas revolcándome en la misma mierda...; nada más que a mi mismo me olía aquello a perfume divino. Amarrado a reglas rectas, o a los cartabones cuadriculados, no habría llegado tan lejos; aún estaría preocupado por las consecuencias, y por problemas que no fueran ciertos, sin ocuparme..., por no enfrentarme a ningún reto. Este Camino de Santiago sería otro de muchos proyectos en espera, otra Utopía; una realidad abortada que habría quedado en nada, otra de mis frustraciones indigestas... Un mundo imaginario, al que ya había puesto nombre Tomás Moro..., santo y mártir para unos, vil traidor para los otros; asesinado primero y después canonizado por sabios enfrentados por la defensa del Dios, uno y todopoderoso... ¡Qué curioso! Más mediocres poniendo por entonces, además de trabas, en los cuellos de la gente dagas.
¡Cuánto me había costado comprender!, ¡y cuánto empezar a hacer! Los protocolos, mil condenas, sentenciado, por real decreto heredado, a vivir dentro del contorno de una pecera de cristal; mi patria y mi bandera hechas de peces de colores y algas de pega; midiendo mis conductas; porque así tenía que ser. La medida escrupulosa es una costumbre peligrosa; y arriesgado, sobremanera, clasificar todas las recetas. La naturaleza presenta fronteras, que no tienen por qué dividir reinados... lazos de unión entre esferas, pulidas, planas, sin aristas complicadas; sin peces ni algas encerradas; todo es uno... Mi reino, por supuesto, no desmerece ni quita lugar al vuestro... Eso es lo que estaba sintiendo fundido con todo aquello, en medio de aquel rincón majestuoso.
Un lugar curioso, y curioso quien lo custodiaba... Mati aparentaba un soldado lisiado, sobreviviente de muchas batallas; iba y venía, de un lado a otro, arrastrando su cadera maltrecha, cojeando con garbo; apenas conocerme ya me había ofrecido su nevera. Se salía de la norma ese vasco de Irún afincado en El Bierzo... ¡porque el clima era mejor para sus secuelas guerreras! Como todos los vascos, aficionado compulsivo... la pelota es su deporte preferido. Y conoce a un pelotari, muy amigo suyo, que hizo historia en sus tiempos, los de Mati por supuesto; el Panaderito de Oyón es otro cincuentón como él, que yo también conozco porque, por casualidad, es mi vecino allí donde yo vivo. Había decidido parar aunque aún fuera temprano, veinticuatro kilómetros no eran nada para lo que estaba acostumbrado, pero por hoy iba a ser suficiente; aunque yo fuera de ideas firmes y estuviera convencido de que había que caminar toda la jornada... Ya llevaba toda la tarde sentado en el porche del albergue de Molinaseca, conversando con unos, viendo pasar a la gente, atendiendo a los que llegaban porque Mati me había pedido que le sustituyera un rato en sus funciones hospitalarias. Apenas en tres horas me sentía como en casa.
Está diluviando; a pesar de ello, muchos compañeros siguen pasando de largo por delante de mi puerta. Bajo sus capas, totalmente uniformados, empapados hasta los huesos; pero Ponferrada era el destino marcado... Lazos de sangre, que reconozco en sus miradas humilladas, por ser ya tantas las jornadas, y tantos los kilómetros y tropiezos. Tardes soleadas y mañanas ventosas; o, como hoy, para ellos jornadas largas, rayando lo eterno..., lluviosas. La mía había sido corta, compleja; por ellos, de corazón, lo siento. No caben las envidias entre desposeídos, aquí nadie es propietario; apenas de su mochila que, por cierto, dejamos en cualquier sitio, confiada a la vigilancia atenta del resto. El camino ya ha puesto a la soberbia de cada cual en su sitio. Caminantes cotidianos, hundidos en sus bajos fondos; aquí hay dolores y hay fatigas, pero quejas, las justas, casi ninguna. Una sonrisa. Falta menos de un tercio, los dos primeros quedaron saldados en Rabanal. Por cierto ¿quiénes son esos dos tipos que se acercan?, irán a Ponferrada como aconsejan esas guías siniestras... No puedo creerlo... Parece... Aarón es uno de ellos.
Le saludo, y me saluda, nos damos la mano; se había marchado temprano de Hospital de Órbigo porque Simón, el italiano que le acompaña, le había propuesto una marcha nocturna. Le habría encontrado si Castel, el alemán que no comprendía, no se hubiese cruzado en mi ruta. Ayer había parado en El Ganso, porque sabía que yo lo haría. El destino... Le he dado la mano y le he deseado buen camino. ¡Hasta la vista, compañero!
No sé, por cierto, por qué me han venido a la cabeza los nombres de esas dos chicas que apenas conocía... Paqui y Eva. ¿Cuál sería el hilo que habrá tejido esta tela de araña tan curiosa en mi cabeza? Más tonterías...
Por si el fracaso me quitara argumentos; quizás no fuera tan bueno como habían dictado los cánones establecidos por mis amigos y familiares. ¿Por no enfrentarme a un cobarde? ¿Por si al regresar dejara de pensar como era debido? Tiene premio el necio, el torpe se recrea en sus tonterías; prefería revalidar mis prebendas revolcándome en la misma mierda...; nada más que a mi mismo me olía aquello a perfume divino. Amarrado a reglas rectas, o a los cartabones cuadriculados, no habría llegado tan lejos; aún estaría preocupado por las consecuencias, y por problemas que no fueran ciertos, sin ocuparme..., por no enfrentarme a ningún reto. Este Camino de Santiago sería otro de muchos proyectos en espera, otra Utopía; una realidad abortada que habría quedado en nada, otra de mis frustraciones indigestas... Un mundo imaginario, al que ya había puesto nombre Tomás Moro..., santo y mártir para unos, vil traidor para los otros; asesinado primero y después canonizado por sabios enfrentados por la defensa del Dios, uno y todopoderoso... ¡Qué curioso! Más mediocres poniendo por entonces, además de trabas, en los cuellos de la gente dagas.
¡Cuánto me había costado comprender!, ¡y cuánto empezar a hacer! Los protocolos, mil condenas, sentenciado, por real decreto heredado, a vivir dentro del contorno de una pecera de cristal; mi patria y mi bandera hechas de peces de colores y algas de pega; midiendo mis conductas; porque así tenía que ser. La medida escrupulosa es una costumbre peligrosa; y arriesgado, sobremanera, clasificar todas las recetas. La naturaleza presenta fronteras, que no tienen por qué dividir reinados... lazos de unión entre esferas, pulidas, planas, sin aristas complicadas; sin peces ni algas encerradas; todo es uno... Mi reino, por supuesto, no desmerece ni quita lugar al vuestro... Eso es lo que estaba sintiendo fundido con todo aquello, en medio de aquel rincón majestuoso.
Un lugar curioso, y curioso quien lo custodiaba... Mati aparentaba un soldado lisiado, sobreviviente de muchas batallas; iba y venía, de un lado a otro, arrastrando su cadera maltrecha, cojeando con garbo; apenas conocerme ya me había ofrecido su nevera. Se salía de la norma ese vasco de Irún afincado en El Bierzo... ¡porque el clima era mejor para sus secuelas guerreras! Como todos los vascos, aficionado compulsivo... la pelota es su deporte preferido. Y conoce a un pelotari, muy amigo suyo, que hizo historia en sus tiempos, los de Mati por supuesto; el Panaderito de Oyón es otro cincuentón como él, que yo también conozco porque, por casualidad, es mi vecino allí donde yo vivo. Había decidido parar aunque aún fuera temprano, veinticuatro kilómetros no eran nada para lo que estaba acostumbrado, pero por hoy iba a ser suficiente; aunque yo fuera de ideas firmes y estuviera convencido de que había que caminar toda la jornada... Ya llevaba toda la tarde sentado en el porche del albergue de Molinaseca, conversando con unos, viendo pasar a la gente, atendiendo a los que llegaban porque Mati me había pedido que le sustituyera un rato en sus funciones hospitalarias. Apenas en tres horas me sentía como en casa.
Está diluviando; a pesar de ello, muchos compañeros siguen pasando de largo por delante de mi puerta. Bajo sus capas, totalmente uniformados, empapados hasta los huesos; pero Ponferrada era el destino marcado... Lazos de sangre, que reconozco en sus miradas humilladas, por ser ya tantas las jornadas, y tantos los kilómetros y tropiezos. Tardes soleadas y mañanas ventosas; o, como hoy, para ellos jornadas largas, rayando lo eterno..., lluviosas. La mía había sido corta, compleja; por ellos, de corazón, lo siento. No caben las envidias entre desposeídos, aquí nadie es propietario; apenas de su mochila que, por cierto, dejamos en cualquier sitio, confiada a la vigilancia atenta del resto. El camino ya ha puesto a la soberbia de cada cual en su sitio. Caminantes cotidianos, hundidos en sus bajos fondos; aquí hay dolores y hay fatigas, pero quejas, las justas, casi ninguna. Una sonrisa. Falta menos de un tercio, los dos primeros quedaron saldados en Rabanal. Por cierto ¿quiénes son esos dos tipos que se acercan?, irán a Ponferrada como aconsejan esas guías siniestras... No puedo creerlo... Parece... Aarón es uno de ellos.
Le saludo, y me saluda, nos damos la mano; se había marchado temprano de Hospital de Órbigo porque Simón, el italiano que le acompaña, le había propuesto una marcha nocturna. Le habría encontrado si Castel, el alemán que no comprendía, no se hubiese cruzado en mi ruta. Ayer había parado en El Ganso, porque sabía que yo lo haría. El destino... Le he dado la mano y le he deseado buen camino. ¡Hasta la vista, compañero!
No sé, por cierto, por qué me han venido a la cabeza los nombres de esas dos chicas que apenas conocía... Paqui y Eva. ¿Cuál sería el hilo que habrá tejido esta tela de araña tan curiosa en mi cabeza? Más tonterías...
Las personas que se nos cruzan al azar... que traerán Paqui y Eva en sus mochilas?
ResponderEliminarNos lo cuentas luego pergrino?
Te sigo... como puedo, pero te sigo, jajaja
saludos!
Saludos peregrino al final del camino las mochilas quedan ligeras muchas etapas a la espalda.
ResponderEliminarRiso abrazos
Te sigo...
hay amigo!!!tengo tanto blog para leer y cumplir como me gusta con todos y tu te pones a escribir,te olvidas que lo estás haciendo y de yapa me enganchas totalmente,eso ya no se como llamarlo,(jajajaja)vine a agradecer tu comentario me encantó y voy a enlazar tu blog asi dentro de lo posible no perderé nada,un abrazo grande
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