Siete amigos en tropel... Elena era uno de ellos, una chica que había retomado su camino en León, porque el año pasado lo había tenido que dejar por una lesión; a su pesar no había podido continuar. Al chico madrileño me lo había presentado él en Hospital de Órbigo..., no logro recordar su nombre; da igual, luego le preguntaré. Txomin, el vasco de irún..., habíamos coincidido los dos en Mansilla de las Mulas; le hacía más cerca de Santiago, concebía esto como una competición, o al menos eso fue lo que creí entender; no parecía muy partidario de caminar en grupo y esperar. Eva y Paquí, las chicas de Rabanal, las mismas que se me habían iluminado como en un flash cuando él pasó por delante de mí, en Molinaseca, con Simón; ¿por qué los relacionaría así? Simón no estaba aquí, se había vuelto a extraviar. Él y yo completábamos el clan...
Una relación singular, como si hubiésemos hecho todo el camino juntos; y, sin embargo, ni siquiera había andado un día completo con él. Esas instantáneas que quedaron impresas en la piel; en la retina, en la imaginación... Apenas suspiros que hacían apetecible otro reencuentro más. Una sensación, a pesar de la distancia... Más intensidad, la calidad; sobraban las horas, los minutos y los segundos; estaba de más medir, contar..., ¿qué importaba la cantidad? Pausas, instantes... Cada momento... Ya decía yo que era importante no perder detalle, y prestar atención a cada paso y traspiés. Algo no iba bien, algo no funcionaba igual. Trataba de casar las piezas del puzzle aquel. Aarón había llegado el último ayer, le habíamos recibimos como a un señor; no solamente yo. Uno, dos, más de tres... Cualquiera diría que se conocieran de toda la vida... ¿Qué había sido lo que les habría unido?, ¿qué había acontecido en mi ausencia? ¿Dónde me habría perdido yo el guión?
Volvíamos a andar a la par, pero yo no pensaba llegar muy allá... Por tantos kilómetros recorridos ya, en las cuatro últimas etapas casi 150... Pararía a mitad de puerto, entre Villafranca y O'Cebreiro, quizás en Vega de Valcarce o en Rutilán; me iba a sobrar tiempo para llegar puntual. Además, el día había amanecido turbio, se afianzaba una excusa más, hoy iba a llover, ¿qué mejor motivo para descansar?; me apetecía parar. Eso había pensado ayer, antes de que llegara Aarón... Pero desde que lo hizo todo había cambiado de sopetón.
El albergue del primer pueblo elegido no me ha gustado; y, como aún era pronto, el del segundo estaba cerrado; no me apetecía esperar. Poco antes de O'Cebreiro, a dos kilómetros de la cima más o menos, no iba a quedarme; traspasado el umbral de la puerta de Galicia..., ¿quién no habría continuado? La rutina, reencontrarme con un buen amigo, hacer otros cinco nuevos. El cansancio ya no me ha atado; ni los miedos, ni las obsesiones, ni las circunstancias. Aunque haya sido un día desagradable, y hayamos caminado todo el día empapados; no me ha importado calarme... He disfrutando chapoteando sobre los charcos, riendo y jugando. El hábito me ha puesto alas; parece que haya encontrado los recursos que me faltaban, andando. No sé cual será el fundamento, adicto a esta droga... Siento que me estoy haciendo fuerte, y quiero caminar más trechos. Otros 30 kilómetros, en O'Cebreiro y sin jadear.
Una llamada, he hablado con Rubén... para decirle que ya he llegado, porque esta tierra también es especial para él. Me ha decepcionado la conversación; aunque hacía tiempo que no hablábamos, no teníamos nada que contar; un diálogo de besugos insustancial. Uno de mis mejores amigos, algo estaba cambiando: yo sabía que no había cambiado él. Nada más colgar, el teléfono suena otra vez... ¿Lo podrías hacer? Hoy es día seis, y estoy caminando bien, no me quedan más que 150 kilómetros, a 30 por día..., cinco días más; aunque vaya lento, una semana. El día 13 como muy tarde habré llegado a Santiago de Compostela; el dinero me vendría muy bien. Hecho, el día 18 estaré allí, lo prometo, ¿cómo negarme pues?
Una relación singular, como si hubiésemos hecho todo el camino juntos; y, sin embargo, ni siquiera había andado un día completo con él. Esas instantáneas que quedaron impresas en la piel; en la retina, en la imaginación... Apenas suspiros que hacían apetecible otro reencuentro más. Una sensación, a pesar de la distancia... Más intensidad, la calidad; sobraban las horas, los minutos y los segundos; estaba de más medir, contar..., ¿qué importaba la cantidad? Pausas, instantes... Cada momento... Ya decía yo que era importante no perder detalle, y prestar atención a cada paso y traspiés. Algo no iba bien, algo no funcionaba igual. Trataba de casar las piezas del puzzle aquel. Aarón había llegado el último ayer, le habíamos recibimos como a un señor; no solamente yo. Uno, dos, más de tres... Cualquiera diría que se conocieran de toda la vida... ¿Qué había sido lo que les habría unido?, ¿qué había acontecido en mi ausencia? ¿Dónde me habría perdido yo el guión?
Volvíamos a andar a la par, pero yo no pensaba llegar muy allá... Por tantos kilómetros recorridos ya, en las cuatro últimas etapas casi 150... Pararía a mitad de puerto, entre Villafranca y O'Cebreiro, quizás en Vega de Valcarce o en Rutilán; me iba a sobrar tiempo para llegar puntual. Además, el día había amanecido turbio, se afianzaba una excusa más, hoy iba a llover, ¿qué mejor motivo para descansar?; me apetecía parar. Eso había pensado ayer, antes de que llegara Aarón... Pero desde que lo hizo todo había cambiado de sopetón.
El albergue del primer pueblo elegido no me ha gustado; y, como aún era pronto, el del segundo estaba cerrado; no me apetecía esperar. Poco antes de O'Cebreiro, a dos kilómetros de la cima más o menos, no iba a quedarme; traspasado el umbral de la puerta de Galicia..., ¿quién no habría continuado? La rutina, reencontrarme con un buen amigo, hacer otros cinco nuevos. El cansancio ya no me ha atado; ni los miedos, ni las obsesiones, ni las circunstancias. Aunque haya sido un día desagradable, y hayamos caminado todo el día empapados; no me ha importado calarme... He disfrutando chapoteando sobre los charcos, riendo y jugando. El hábito me ha puesto alas; parece que haya encontrado los recursos que me faltaban, andando. No sé cual será el fundamento, adicto a esta droga... Siento que me estoy haciendo fuerte, y quiero caminar más trechos. Otros 30 kilómetros, en O'Cebreiro y sin jadear.
Una llamada, he hablado con Rubén... para decirle que ya he llegado, porque esta tierra también es especial para él. Me ha decepcionado la conversación; aunque hacía tiempo que no hablábamos, no teníamos nada que contar; un diálogo de besugos insustancial. Uno de mis mejores amigos, algo estaba cambiando: yo sabía que no había cambiado él. Nada más colgar, el teléfono suena otra vez... ¿Lo podrías hacer? Hoy es día seis, y estoy caminando bien, no me quedan más que 150 kilómetros, a 30 por día..., cinco días más; aunque vaya lento, una semana. El día 13 como muy tarde habré llegado a Santiago de Compostela; el dinero me vendría muy bien. Hecho, el día 18 estaré allí, lo prometo, ¿cómo negarme pues?
Yo no he hecho El Camino. Quizá nunca lo haga.
ResponderEliminarLeyendo esto me pregunto. ¿De verdad puede influenciar tanto..., como para que uno de nuestros
mejores amigos nos resulte insustancial...?
Lo siento por Rubén. Y por tí.
Gustazo de leerte. Aquí sigo.
De verdad hay que hacer el camino, parece ser, para leer más allá...
ResponderEliminarAmigos en el camino,
ResponderEliminaramigos nuevos, viejos amigos,
que nos comprenden, nos acompañan,
que hoy se acercan o se distancian
a los que sentimos y que nos sienten,
en las palabras, en las miradas,
nos prestan alas.
magia y silencio, risas y lágrimas.
Amigos...
Buen camino, Amigo.