Tantas decepciones reunidas en torno a la misma mentira. ¿No hay más cera que la que ya ha ardido? Poco a poco, me desinflo. Al menos una docena de velas, consumiendo un par de euros. Por encargo de unos seres queridos y un conocido amigo, ¡Mayte, que ya está esto encendido...! Por el alma de sus muertos, para ir arreglando unos rotos, de este mundo material que no del otro. No me ha sorprendido, no soy tonto; he agradecido que alrededor no hubiera espejos, ni cámaras que inmortalizasen el glorioso instante; por si acaso mi cara me fuese a robar argumentos. ¡Me sentía tan tonto! Había aprendido durante el último ciclo de la luna que así no se arreglaban los problemas. No deja de ser curioso que estos señores de sotana sugieran tal patraña... ¿Por qué no se va a hacer cargo el Señor omnipresente de los rezos que no sean abonados en dinero contante y sonante? Era una promesa, de esas que ya hago pocas; para satisfacer otras, doy por supuesto... Ya la había hecho, ya he cumplido, como está mandado.
Dios mío como me han dolido esos dos euros de mierda...; tanto como los que había pagado en Roncesvalles por tener derecho a tener acceso a un alojamiento barato. Hasta hacía un momento no me había dado cuenta, me había pasado desapercibido por estar escrito en letra muy pequeña, casi ilegible incluso para los ojos del lince; en un rincón discreto de la Credencial Oficial rezaba, casi en silencio, que el donativo exigido sería de medio euro. No iba a soportar ver incrementado el timo, la primera vez se me engaña, la segunda yo decido ser un pardillo. Después de un par de horas haciendo fila, para recibir “La Compostela” dichosa... ¿un par de euros más, o uno si fuera mi voluntad? Un donativo de más que esta vez no iba a pagar, se habían acabado los tributos, bastante caro me había salido ya el trayecto, asaltado por algún que otro precio deshonesto. ¿Les he cobrado yo acaso? Sin peregrinos... ¿qué sentido tendría todo esto? Ese documento era mío, me lo había ganado a pulso caminado y nadie me iba a invitar a comprarlo; mi cara dura se lo ha llevado delante de las narices de la funcionaria de turno, o de lo que quiera que fuera esa chica que no ha tenido lo que hay que tener para reclamar el fraude que estuviera a punto de cometer.
No cabía ni una gota más, mi vaso estaba a punto de rebosar. La decepción había completado su recorrido; ¿esto era aquello de lo que tanto me habían hablado? Había empezado el día torcido, la cena de anoche mantenía a duras penas mi ánimo en pie... Me había dicho un hospitalero del albergue de León que si cuando llegase a Monte do Gozo me sintiese contento por haber llegado, no sería peregrino de fiar; que tendría que estar triste por acabar, sólo así sería uno de los elegidos; un peregrino de verdad, de los que quieren regresar. También me habían advertido, a la par, sobre otra posibilidad inquietante; y es que una vez enterado, correría el riesgo de dramatizar, de imponerme el sentimiento que quisiera sentir. Un lío más; en realidad, no soy capaz de determinar que es lo que había sentido el día anterior, en el Monte del Gozo. Como a menudo, esperaba mucho más de lo acontecido. No estoy triste ni contento, estoy vacío; en todo caso estaría desilusionado y muerto.
Elena, sin embargo, ha llorado desconsolada en la Plaza del Obradoiro. Se le venía a la cabeza, sollozando, aquel día en el que el año pasado, humillada su cabezonería porque su pierna no quería, tuvo que darse la vuelta. También pensaba en los familiares que le esperaban en casa, en los amigos; en su novio, que creo lo había encontrado en similares circunstancias; en los conocidos, diría que hasta en los desconocidos, no me atrevo a mentar enemigos; en las experiencias vividas... ¡Pero si apenas llevaba un par de semanas!; me costaba comprender sus lágrimas.
Pienso en Ceci, que hasta aquí habrá llegado por casualidad, por un compromiso forzado por la amistad; “si tu no vienes yo no me atrevo, acompáñame, ten piedad”.Tras todas las desgracias que el Camino le había deparado; una caída por aquel barranco pedregoso del Perdón, y la brecha consecuencia de tanto rodar entre rocas sin remachar, el estómago y los virus que le quisieron hacer claudicar antes de llegar a Bercianos. Seguro que estará llorando de verdad con un llanto agradecido por, como ella decía, haber descubierto, de las personas, la bondad. Y Aaron, que llevaba toda la mañana, dando vueltas de aquí para allá, fotografiando cada rincón de la catedral, cumpliendo con todos los ritos y protocolos que ha establecido la tradición; entusiasmado, ilusionado, devoto... Feliz.
Solamente siento una cosa: siento no estar sintiendo. Quizás sean mis sentidos consentidos, desorientados pero... ¿por qué motivos? Atrás quedaron veintiocho días, cuatro semanas completas; repletas de alegrías y penas. Estoy hueco, frustrado; decepcionado. Me habían relatado experiencias extraordinarias; gestas sobrehumanas. ¿Cuál sería la diferencia?, ¿qué sería lo que a mí no me pasaba? ¿Habría sido un error dejar de ser creyente? Yo no lo había forzado, así se había dado. ¿En qué punto de mi vida habría perdido el rumbo? He acabado el famoso camino sobrado, tengo a cuatro pasos al Santo...; me vuelvo a sentir, de nuevo, un extranjero desterrado. No estoy contento, tampoco triste... ,no sé lo que siento, no siento nada... Deben de llevar razón los que me reprochan que por mis venas no corra más que horchata.
Dios mío como me han dolido esos dos euros de mierda...; tanto como los que había pagado en Roncesvalles por tener derecho a tener acceso a un alojamiento barato. Hasta hacía un momento no me había dado cuenta, me había pasado desapercibido por estar escrito en letra muy pequeña, casi ilegible incluso para los ojos del lince; en un rincón discreto de la Credencial Oficial rezaba, casi en silencio, que el donativo exigido sería de medio euro. No iba a soportar ver incrementado el timo, la primera vez se me engaña, la segunda yo decido ser un pardillo. Después de un par de horas haciendo fila, para recibir “La Compostela” dichosa... ¿un par de euros más, o uno si fuera mi voluntad? Un donativo de más que esta vez no iba a pagar, se habían acabado los tributos, bastante caro me había salido ya el trayecto, asaltado por algún que otro precio deshonesto. ¿Les he cobrado yo acaso? Sin peregrinos... ¿qué sentido tendría todo esto? Ese documento era mío, me lo había ganado a pulso caminado y nadie me iba a invitar a comprarlo; mi cara dura se lo ha llevado delante de las narices de la funcionaria de turno, o de lo que quiera que fuera esa chica que no ha tenido lo que hay que tener para reclamar el fraude que estuviera a punto de cometer.
No cabía ni una gota más, mi vaso estaba a punto de rebosar. La decepción había completado su recorrido; ¿esto era aquello de lo que tanto me habían hablado? Había empezado el día torcido, la cena de anoche mantenía a duras penas mi ánimo en pie... Me había dicho un hospitalero del albergue de León que si cuando llegase a Monte do Gozo me sintiese contento por haber llegado, no sería peregrino de fiar; que tendría que estar triste por acabar, sólo así sería uno de los elegidos; un peregrino de verdad, de los que quieren regresar. También me habían advertido, a la par, sobre otra posibilidad inquietante; y es que una vez enterado, correría el riesgo de dramatizar, de imponerme el sentimiento que quisiera sentir. Un lío más; en realidad, no soy capaz de determinar que es lo que había sentido el día anterior, en el Monte del Gozo. Como a menudo, esperaba mucho más de lo acontecido. No estoy triste ni contento, estoy vacío; en todo caso estaría desilusionado y muerto.
Elena, sin embargo, ha llorado desconsolada en la Plaza del Obradoiro. Se le venía a la cabeza, sollozando, aquel día en el que el año pasado, humillada su cabezonería porque su pierna no quería, tuvo que darse la vuelta. También pensaba en los familiares que le esperaban en casa, en los amigos; en su novio, que creo lo había encontrado en similares circunstancias; en los conocidos, diría que hasta en los desconocidos, no me atrevo a mentar enemigos; en las experiencias vividas... ¡Pero si apenas llevaba un par de semanas!; me costaba comprender sus lágrimas.
Pienso en Ceci, que hasta aquí habrá llegado por casualidad, por un compromiso forzado por la amistad; “si tu no vienes yo no me atrevo, acompáñame, ten piedad”.Tras todas las desgracias que el Camino le había deparado; una caída por aquel barranco pedregoso del Perdón, y la brecha consecuencia de tanto rodar entre rocas sin remachar, el estómago y los virus que le quisieron hacer claudicar antes de llegar a Bercianos. Seguro que estará llorando de verdad con un llanto agradecido por, como ella decía, haber descubierto, de las personas, la bondad. Y Aaron, que llevaba toda la mañana, dando vueltas de aquí para allá, fotografiando cada rincón de la catedral, cumpliendo con todos los ritos y protocolos que ha establecido la tradición; entusiasmado, ilusionado, devoto... Feliz.
Solamente siento una cosa: siento no estar sintiendo. Quizás sean mis sentidos consentidos, desorientados pero... ¿por qué motivos? Atrás quedaron veintiocho días, cuatro semanas completas; repletas de alegrías y penas. Estoy hueco, frustrado; decepcionado. Me habían relatado experiencias extraordinarias; gestas sobrehumanas. ¿Cuál sería la diferencia?, ¿qué sería lo que a mí no me pasaba? ¿Habría sido un error dejar de ser creyente? Yo no lo había forzado, así se había dado. ¿En qué punto de mi vida habría perdido el rumbo? He acabado el famoso camino sobrado, tengo a cuatro pasos al Santo...; me vuelvo a sentir, de nuevo, un extranjero desterrado. No estoy contento, tampoco triste... ,no sé lo que siento, no siento nada... Deben de llevar razón los que me reprochan que por mis venas no corra más que horchata.
Por tus venas corre sinceridad. Cuántos se han atrevido a contar de verdad lo que han sentido?
ResponderEliminarAl margen de lo tradicional, espero que haya más peregrinos disfrutando del camino y que sientan Santiago como una etapa más, con el mismo encanto que las otras, si se la despoja de todo lo superflúo y artificioso.
Seguiré atenta al camino, continúa.
Un abrazo.
Cuando uno pone todas las ganas, y todo el entusiasmo en realizar algo que ve grandioso, imagina,imagina lo trascendental o determinante que va a ser, poder llevarlo a término, y, cuando se llega, casi siempre decepciona. Pero creo que llegar no era tu objetivo principal.
ResponderEliminarTu meta en El Camino,pudiera ser precisamente que estuviera en el trayecto, en cruzar campos, ciudades y pueblos. En pasar por el frio, la lluvia,las tormentas, el calor...,pernoctar en distintos lugares... Encontrarse con gentes de todo el mundo...(explorar). Y el explorador, en lo que menos piensa es en llegar a un punto en donde todo acabe.
Adelante. Siempre adelante.
Opino lo mismo que Isaura, tenemos demasiada expectativa, siempre queremos llegar a algún sitio y nos esforzamos... vaya si te has esforzado y cuando lo tenemos en las narices, decimos... ésto era?
ResponderEliminarPero hay que seguir....
Abrazos!