Hoy me ha despedido un bosque cubierto por un tul de seda turbia. Delante de mis narices, la cortina de un no sé que inconsistente ha salpicado mi andadura de sombras que, enseguida, se diluirían en espectros; espectros solidificados, con la misma presteza, en formas de caminantes errantes en busca de nada, de todo; de un Santiago revoltoso. Ahí, allá; a mi lado y en el horizonte remoto; lo más distante que alcanzaban mis ojos, medio metro de cosas aparentes. Por detrás y hacia adelante, se iba diluyendo la gente, la naturaleza circundante, mezclado todo ello en un cóctel itinerante que iba menguando, y reproduciendo, las formas a su capricho. He caminado confuso por culpa de una imaginación fecunda. ¡Gracias Señor, por ello! La niebla tendiéndose sobre almas y árboles, ha recreado príncipes y fantasmas, cuentos de hadas... Alegrías y novatadas.
No he sido capaz de recomponer ninguna, espíritus y figuras se esfumaban cuando creían acariciarlos las puntas de mis dedos; en los confines de mi razón eran inalcanzables; inaccesibles, translucidos, transparentes. Yo como todos ellos, una ilusión divina más que se debatía en la frontera, entre una u otra apariencia. Otro día de soledad, a las siete y media de la mañana me he marchado sin esperar; hoy el que ha huido he sido yo, pero he avisado; aún tenían que desayunar. Jornada de extraña calma; me ha embargado la falta de perspectiva, la niebla recoge en su seno todo lo que toca y embota los sentidos. Mirada difusa que no logra enfocar, y aromas teñidos de humedad, he confundido la melodía con el runrun de un tenedor rasgando los muelles de un colchón; más retales de algodón que, ni estirando la mano, podría tocar.
Tratándose de Galicia, debíamos parecer la Santa Compaña, con nuestras capas de lluvia ejecutando su procesión oscura; a lo lejos, el resto parecían un rosario de muertos... ¡Qué mal rollo me habría dado todo eso no haría tanto tiempo! Más sombras, reflejos de la mía propia, aquella que hasta ahora había estado rehuyendo. Aprendiendo a mirar de frente, sin prejuicios, sin tabúes; sin complejos... Aun desamparado, me he sentido cobijado por la intemperie cruda, he ido avanzando a gusto. En el Alto do Poio, había vuelto a subir lo descendido, sube y baja continuo; O'Cebreiro a 1.330, este alto a 1.337; le ganaba por siete metros. Por favor, un café con leche... Para que entre en calor la frente, y las manos y el corazón congelado.
¿Amigos que todavía lo serían cuando regresara? Pensaba en la conversación de ayer, sin sustancia... ¿Serían estas las últimas sombras que, sobre mí, se cerniesen? ¡Ya nada es lo que era! Ha pasado a ser accesorio lo importante, puede que fuera urgente... ¿Me resignaría a que lo de antes dejara de ser mi fundamento? Cuando se ha disipado la niebla, ha vuelto a aparecer la lluvia, y en forma de orballo ligero la naturaleza nos ha bautizado. Es curioso como son las cosas, los gallegos tienen mil nombres para llamar a la forma en que se mojan. La de hoy ha sido imperceptible hasta, que condensadas las gotas de agua sobre las capas, sobre los chubasqueros, sobre las ropas de agua, ha discurrido un torrente abundante sobre manos y caras. Como ayer, han acabado empapados pantalones, calcetines y botas; y como ayer, también, me siento muy bien a pesar de que todo está dejando de ser lo que pareciera.
En otros tramos del camino lo mismo me había sentado fatal, no sé como lo podría explicar; tal vez ese sea mi mayor error, tratar de comprender, y querer ser capaz de contar...; lo que se siente se siente, y nada más. Al final va a ser verdad que uno mismo ha de ser, y es, quien cree y recree el mundo que le haya de tocar, bajo su punto de vista particular; lo que esté bien y lo que esté mal. ¿Qué sería lo correcto y lo incorrecto?, la armonía entre los resultados y las expectativas lo dirán.
Hoy ha sido la primera noche en que he dormido de un tirón, no me he despertado ni siquiera para mear, a pesar de haber bebido bastante en la cena. Es difícil dormir a pierna suelta entre tantas literas que rugen. En ese pabellón, rodeado de más de doscientos peregrinos, algunos de los cuales roncaban sin control, lo he logrado por fin. Me encantan todos estos bosques verdes; y sentir correr los riachuelos empapando mis botas, y chapotear también; la sequía seca también las retinas, quiero dilatar mis pupilas con la sorpresa continua. Nunca llueve a gusto de todos, ¿mejor que llueva otro día? Que llueva cuando tenga que llover.
Lastres y motores; las piedras del camino, las dudas y certezas; la vida misma, una existencia más. Sin importar tanto las circunstancias, ¿opiniones en contra, o a favor patrones? A ras de suelo nubarrones, y en el cielo soles crepitantes. Lo dicho, a todo esto no hay que pedirle explicación, pasa porque tiene que pasar. ¡Y ya está!
No he sido capaz de recomponer ninguna, espíritus y figuras se esfumaban cuando creían acariciarlos las puntas de mis dedos; en los confines de mi razón eran inalcanzables; inaccesibles, translucidos, transparentes. Yo como todos ellos, una ilusión divina más que se debatía en la frontera, entre una u otra apariencia. Otro día de soledad, a las siete y media de la mañana me he marchado sin esperar; hoy el que ha huido he sido yo, pero he avisado; aún tenían que desayunar. Jornada de extraña calma; me ha embargado la falta de perspectiva, la niebla recoge en su seno todo lo que toca y embota los sentidos. Mirada difusa que no logra enfocar, y aromas teñidos de humedad, he confundido la melodía con el runrun de un tenedor rasgando los muelles de un colchón; más retales de algodón que, ni estirando la mano, podría tocar.
Tratándose de Galicia, debíamos parecer la Santa Compaña, con nuestras capas de lluvia ejecutando su procesión oscura; a lo lejos, el resto parecían un rosario de muertos... ¡Qué mal rollo me habría dado todo eso no haría tanto tiempo! Más sombras, reflejos de la mía propia, aquella que hasta ahora había estado rehuyendo. Aprendiendo a mirar de frente, sin prejuicios, sin tabúes; sin complejos... Aun desamparado, me he sentido cobijado por la intemperie cruda, he ido avanzando a gusto. En el Alto do Poio, había vuelto a subir lo descendido, sube y baja continuo; O'Cebreiro a 1.330, este alto a 1.337; le ganaba por siete metros. Por favor, un café con leche... Para que entre en calor la frente, y las manos y el corazón congelado.
¿Amigos que todavía lo serían cuando regresara? Pensaba en la conversación de ayer, sin sustancia... ¿Serían estas las últimas sombras que, sobre mí, se cerniesen? ¡Ya nada es lo que era! Ha pasado a ser accesorio lo importante, puede que fuera urgente... ¿Me resignaría a que lo de antes dejara de ser mi fundamento? Cuando se ha disipado la niebla, ha vuelto a aparecer la lluvia, y en forma de orballo ligero la naturaleza nos ha bautizado. Es curioso como son las cosas, los gallegos tienen mil nombres para llamar a la forma en que se mojan. La de hoy ha sido imperceptible hasta, que condensadas las gotas de agua sobre las capas, sobre los chubasqueros, sobre las ropas de agua, ha discurrido un torrente abundante sobre manos y caras. Como ayer, han acabado empapados pantalones, calcetines y botas; y como ayer, también, me siento muy bien a pesar de que todo está dejando de ser lo que pareciera.
En otros tramos del camino lo mismo me había sentado fatal, no sé como lo podría explicar; tal vez ese sea mi mayor error, tratar de comprender, y querer ser capaz de contar...; lo que se siente se siente, y nada más. Al final va a ser verdad que uno mismo ha de ser, y es, quien cree y recree el mundo que le haya de tocar, bajo su punto de vista particular; lo que esté bien y lo que esté mal. ¿Qué sería lo correcto y lo incorrecto?, la armonía entre los resultados y las expectativas lo dirán.
Hoy ha sido la primera noche en que he dormido de un tirón, no me he despertado ni siquiera para mear, a pesar de haber bebido bastante en la cena. Es difícil dormir a pierna suelta entre tantas literas que rugen. En ese pabellón, rodeado de más de doscientos peregrinos, algunos de los cuales roncaban sin control, lo he logrado por fin. Me encantan todos estos bosques verdes; y sentir correr los riachuelos empapando mis botas, y chapotear también; la sequía seca también las retinas, quiero dilatar mis pupilas con la sorpresa continua. Nunca llueve a gusto de todos, ¿mejor que llueva otro día? Que llueva cuando tenga que llover.
Lastres y motores; las piedras del camino, las dudas y certezas; la vida misma, una existencia más. Sin importar tanto las circunstancias, ¿opiniones en contra, o a favor patrones? A ras de suelo nubarrones, y en el cielo soles crepitantes. Lo dicho, a todo esto no hay que pedirle explicación, pasa porque tiene que pasar. ¡Y ya está!
Aprendo de tu camino;
ResponderEliminara
Sentir
Aceptar y
Vivir el instante.
Gracias por comparirlo.
Buen camino, Amigo.
Después de leerte, y no todas las entradas, porque no pude, estoy convencida que ese Camino de alguna manera te lleva al "Despertar", mires por donde lo mires.
ResponderEliminarcamines por donde lo camines...
seguimos caminando Peregrino!