Al final, la señora había sido la primera en partir, y el grupo de los dos gamberros también se habían ido antes que yo... Porque a mí todavía no me apetecía retomar el final de una aventura que me resistía a finiquitar. Me había quedado un rato más... Mirando el televisor, meditando sobre lo que se decía allí; componiendo, con la música, mi mundo interior. Disfrutando del placer que sentían mis pies en cada estación, libres de botas y calcetines..., refrigerio feliz. Dejando volar la imaginación a través del hueco de las ventana en la dirección que le apeteciera tomar...
¡Míralos!, volvían a pasar los tres por delante de mí; me habían vuelto a adelantar. Al comenzar la jornada les había saludado a mi paso por Arzua, me habían invitado a desayunar, pero yo buscaba otro tipo de bar; el penúltimo día no me apetecía hacerlo en un bar de ciudad. Y eso que me seducía el plan, caminar hoy con ellos no habría estado nada mal. No me habían visto, quizás no les volviese a ver... me protegía el anonimato, detrás de aquel cristal. Han continuado; algo he sentido por dentro, como si se me escapase la última oportunidad de conocer a ese trío singular.
Mil caminos por recorrer, y muchas combinaciones al azar; tantas como personas multiplicados por sus pasiones, por las circunstancias, por sus miedos y determinaciones; por una decisión desdichada tal vez. Por una señora que se cruza, de repente; por dos niñatos, además de bocazas, meones; por una par de chicas que.... Más de mil son también las alternativas desaprovechadas. Deseos y ambiciones, un rastro de humillaciones. Los esguinces del alma, que algo tendrían que apuntar; un chico al que sus ampollas no le dejaban apenas andar, una palabra de apoyo sumada a la de otro “muyayo”, digamos que fuera canario, que le acompañaba..., ¿por casualidad? Un valenciano lisiado que se había quedado atrás... Sangre de mi sangre ya, lo que ha sucedido y lo que jamas acontecerá.
Mi Camino, preso de aquellos que me rebasaron o que ya no me pudieron dar alcance, amarrado a otras veredas celadas por otros que no podrían ir más allá. El trío de la libertad, ofrecían demasiado aire que respirar, mis pulmones no lo habrían soportado... Me habían dicho en algún momento que ellos, al menos Ximena y Yuri, continuarían hasta Finisterre... “Vade Retro Finisterre”, mi destino era Santiago de Compostela.
Ximena, bonito nombre para una argentina, de residencia francesa... Había llegado a Sant Jean Pied de Port con su suegra, madre del que ya no era su esposo, creo. Enseguida partieron peras, no se entendían, discutían. Aseguraba que era la mejor decisión que había tomado; desde Roncesvalles caminaban, cada una, a su aire. Y Yuri, un italiano, tan curioso como inteligente, en menos de un mes había aprendido castellano; camina sobre unos pies curados que habían dado sus primeros pasos destrozados. Afirmaba orgulloso que todos los pellejos que colgaban de sus dedos eran los restos de sus urgencias novatas. Jose, el tercero en discordia; o, según se mire el primero..., ya se sabe, todo depende del punto de referencia. Un hispano alemán afincado en Alemania, una mezcla apasionante, la cabeza cuadrada no había impedido que corriera la juerga por sus venas. No han defraudado mis expectativas, tras haber dado por perdida la ocasión definitiva; allí parado, un buen rato, en aquel bar de carretera... Aguardando, quizás, a que vinieran a recogerme las alas del destino.
Llegué, con una espontaneidad que aún me abruma... la naturalidad de lo que tiene que ocurrir, lo quieras o no lo quieras. Hemos descansado nada más adherirme a su sociedad sin reglas, sentados en uno de tantos bosques de eucaliptos que por aquí abundan; compartiendo agua y alimentos. En un instante efímero ya era uno más en grupo, el trío se había transformado en cuarteto sin complejos... Riendo, disfrutando; cantando y contando, sumando esfuerzos que en ese ambiente eran impulsos reflejos, voluntarios; deseados, anhelados... Muchísimos instantes mágicos conectados por un no sé qué perplejo. Yo me iba a parar enseguida, en Pedrouzo; no caminaría mucho más de media hora con ellos; el albergue escogido estaría, como mucho, a un par de kilómetros...
El Monte del Gozo, mi placer en un pozo. ¿Quién encontraría regocijo subiendo cuestas de hormigón custodiadas por edificios? Hasta entonces, Galicia había sido una delicia, húmeda y silvestre; repetitiva en sus variedades de verdes, un ciclo itinerante divino. Si llega a ser así todo el trayecto habría sido un suplicio; me habría dado la vuelta haría bastante tiempo; sin acabar, me habría rendido... Puede que sin empezar siquiera, no habría merecido la pena llegar a este monte de despojos. Gracias por haberme traído en volandas, y por haberme hecho este último trecho apetecible; por no haber permitido, con vuestra entrega generosa y amena, que yo me entregara al desasosiego que estas última estampa me estaba produciendo.
Y ya sé han ido; y yo me he quedado aquí, no sé por qué. Con la misma facilidad, sin avisar, como llegaron, como llegué. Supongo que porque así tendría que ser...
¡Míralos!, volvían a pasar los tres por delante de mí; me habían vuelto a adelantar. Al comenzar la jornada les había saludado a mi paso por Arzua, me habían invitado a desayunar, pero yo buscaba otro tipo de bar; el penúltimo día no me apetecía hacerlo en un bar de ciudad. Y eso que me seducía el plan, caminar hoy con ellos no habría estado nada mal. No me habían visto, quizás no les volviese a ver... me protegía el anonimato, detrás de aquel cristal. Han continuado; algo he sentido por dentro, como si se me escapase la última oportunidad de conocer a ese trío singular.
Mil caminos por recorrer, y muchas combinaciones al azar; tantas como personas multiplicados por sus pasiones, por las circunstancias, por sus miedos y determinaciones; por una decisión desdichada tal vez. Por una señora que se cruza, de repente; por dos niñatos, además de bocazas, meones; por una par de chicas que.... Más de mil son también las alternativas desaprovechadas. Deseos y ambiciones, un rastro de humillaciones. Los esguinces del alma, que algo tendrían que apuntar; un chico al que sus ampollas no le dejaban apenas andar, una palabra de apoyo sumada a la de otro “muyayo”, digamos que fuera canario, que le acompañaba..., ¿por casualidad? Un valenciano lisiado que se había quedado atrás... Sangre de mi sangre ya, lo que ha sucedido y lo que jamas acontecerá.
Mi Camino, preso de aquellos que me rebasaron o que ya no me pudieron dar alcance, amarrado a otras veredas celadas por otros que no podrían ir más allá. El trío de la libertad, ofrecían demasiado aire que respirar, mis pulmones no lo habrían soportado... Me habían dicho en algún momento que ellos, al menos Ximena y Yuri, continuarían hasta Finisterre... “Vade Retro Finisterre”, mi destino era Santiago de Compostela.
Ximena, bonito nombre para una argentina, de residencia francesa... Había llegado a Sant Jean Pied de Port con su suegra, madre del que ya no era su esposo, creo. Enseguida partieron peras, no se entendían, discutían. Aseguraba que era la mejor decisión que había tomado; desde Roncesvalles caminaban, cada una, a su aire. Y Yuri, un italiano, tan curioso como inteligente, en menos de un mes había aprendido castellano; camina sobre unos pies curados que habían dado sus primeros pasos destrozados. Afirmaba orgulloso que todos los pellejos que colgaban de sus dedos eran los restos de sus urgencias novatas. Jose, el tercero en discordia; o, según se mire el primero..., ya se sabe, todo depende del punto de referencia. Un hispano alemán afincado en Alemania, una mezcla apasionante, la cabeza cuadrada no había impedido que corriera la juerga por sus venas. No han defraudado mis expectativas, tras haber dado por perdida la ocasión definitiva; allí parado, un buen rato, en aquel bar de carretera... Aguardando, quizás, a que vinieran a recogerme las alas del destino.
Llegué, con una espontaneidad que aún me abruma... la naturalidad de lo que tiene que ocurrir, lo quieras o no lo quieras. Hemos descansado nada más adherirme a su sociedad sin reglas, sentados en uno de tantos bosques de eucaliptos que por aquí abundan; compartiendo agua y alimentos. En un instante efímero ya era uno más en grupo, el trío se había transformado en cuarteto sin complejos... Riendo, disfrutando; cantando y contando, sumando esfuerzos que en ese ambiente eran impulsos reflejos, voluntarios; deseados, anhelados... Muchísimos instantes mágicos conectados por un no sé qué perplejo. Yo me iba a parar enseguida, en Pedrouzo; no caminaría mucho más de media hora con ellos; el albergue escogido estaría, como mucho, a un par de kilómetros...
El Monte del Gozo, mi placer en un pozo. ¿Quién encontraría regocijo subiendo cuestas de hormigón custodiadas por edificios? Hasta entonces, Galicia había sido una delicia, húmeda y silvestre; repetitiva en sus variedades de verdes, un ciclo itinerante divino. Si llega a ser así todo el trayecto habría sido un suplicio; me habría dado la vuelta haría bastante tiempo; sin acabar, me habría rendido... Puede que sin empezar siquiera, no habría merecido la pena llegar a este monte de despojos. Gracias por haberme traído en volandas, y por haberme hecho este último trecho apetecible; por no haber permitido, con vuestra entrega generosa y amena, que yo me entregara al desasosiego que estas última estampa me estaba produciendo.
Y ya sé han ido; y yo me he quedado aquí, no sé por qué. Con la misma facilidad, sin avisar, como llegaron, como llegué. Supongo que porque así tendría que ser...
hola!
ResponderEliminarte invito a que pases por mi casa
dejare la puerta entreabierta..
te dejo un fuerte abrazo!!!