viernes, 29 de octubre de 2010

León – Buiza (iv) (Veintidos de Septiembre)

Todas las dudas carecían de sentido, porque no habría tiempo, lugar, ni posibilidad de rectificar. La decisión estaba tomada, y la pateada desde el desvió avanzada; habíamos elegido el extravío; nos habría costado demasiado esfuerzo siquiera considerar la opción de deshacer los pasos dados... ¡Total, por unas pendientes de más! Animado por el recién estrenado aliento de este que, como por arte de magia, había dejado de ser el acompañante desconocido y pesado... No me apetecía parar, ni echar la vista hacia atrás; no me convirtiera yo en estatua de sal... ¿Qué iba a hacer Joan con tal pedestal? Mi determinación incipiente, hasta hoy timorata y cortada; había dejado de serlo gracias a éste que hasta hace dos días acostumbraba a caminar alejado, conversando, ¿quién sabe si no, alentando? a otro que, indefectiblemente, no fuera yo. Aliado, amigo, hombro de apoyo, saco del penúltimo resuello, cuando la falta de coraje y paciencia aún no es ni amenaza somera. Su disposición no ha dejado espacio, ni reloj, ni brújula en descomposición, en ningún momento, ni razón, para mostrar, alguno de los dos, el más mínimo atisbo de rendición. Con él todo era poco, y sólo me apetecía pedir más... Y más... Mucho mejor.

Se había transformado, de repente, en adalid convincente y fiable; aquella sonrisa forzada y peripuesta, que me había parecido mueca forzosa para convencer al interlocutor de turno me ha cambiado la forma de mirar; ya no la veo igual... Su mirada cristalina dispone bajo mis pies doloridos, un trampolín, el puente que me lleva en volandas mucho más allá; un impulso repetido, continuo e inexcusable para no reparar en lamentos, sin motivos, ni sazón... ¡Vamos! ¿Cotinuámos? ¡Claro que sí! A por otra cuesta más, de esas que por aquí parecen clasificar como de escasa dificultad; aunque nosotros creamos que en el intento hayan dejado varios las partidas de nacimiento y hasta el documento nacional de identidad. Pero nosotros, juntos los dos, hermanos siameses unidos por esta locura dichosa, no nos rendiremos, jamás... Por nosotros y, ahora que nadie me escucha, por Miriam y Mónica; para no ser menos; ¡faltaría más!

¿Cuestas de escasa dificultad? Así calificaba estas pendientes el autor de la revista promocional, única guía en la que nos podíamos apoyar; menudo el favor, un gran error, había sido cargar una de las mochilas con el peso de ese tocho mudo, tan grande como inútil; para ser cuatro hojas mal puestas pesaban un montón... Aunque muy bien grapadas, no le he encontrado la razón, cualquiera diría que fueran grapas de hierro forjado en carbón. La primera etapa, entre León y La Robla, tras abandonar casi diez kilómetros eternos en que el ambiente había ido perdiendo con desesperante lentitud el aroma a ciudad, recorrería, según el autor, unos maravillosos parajes que irían jugando al gato y al ratón con las aguas cristalinas de un río juguetón, protegidos de los rayos del sol, ahora sí, después no, por bosques de árboles de los cuales no recuerdo el nombre, ni la condición. Parecían de esos que aguantan hasta la extenuación la sed de las últimas tierras secas castellanas... Es cierta toda esta narración, en esto no le quito razón. Un trayecto, continua y apostilla este señor, salpicado de continuos y ligerísimos ascensos y descensos... Este hombre tenía que ser del alpinismo un campeón. No hemos querido ni cuestionarnos como serían esas rampas que tendríamos que superar tres días después y que él calificaba, así como quien no quiere la cosa, de fuertes rampas de extrema dureza, valga la redundancia mental... ¿Fuertes, dureza extrema, rampas? Calla, no pienses más, son conceptos irreconciliables, olvídalo... Mirando los perfiles expuestos, daban ganas de... No daban ganas de nada.

Menos mal, que había conquistado mi determinación y mi voluntad, a su lado me siento el mejor escalador; sube y baja sin parar, a nuestro tran tran. Sutil, cortés, tenaz hasta en ciertas indecisiones, éstas sí ligeras de verdad. Y este si que es un ingrediente fundamental: de haberme tocado con otro compañero, habría sido un infierno infernal... Menos mal; aunque al final no hubiese querido completar el trío, Philip; no me arrepiento, no lo siento, aunque tampoco me hubiese sentido mal, todo lo contrario quizás... Si hubiésemos sido los tres, mejor; siendo nosotros dos, mejor; en realidad Philip sigue viajando en nuestro corazón; que ya es uno, que ya no son dos.

2 comentarios:

  1. ¡Precioso!, ¡Que maravillosa sensación! Dos corazones, que son uno. He sentido como fluye el Universo con vosotros uno/dos.
    Feliz Camino.

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  2. Hola peregrino despues de algún tiempo ya veo que sigues el camino.
    Tesigo de nuevo.
    Feliz fin de semana.
    Risoabrazos

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