martes, 20 de abril de 2010

QUERIDA DOCTORA (Un viernes de esos)

Hacía ocho años ya que ella había abierto la caja de los truenos para salvarme de una tormenta mucho más cruda que las que durante el Camino me habían tocado en suerte. Sin ella, sin su profesionalidad, sin su dedicación; sin su tenacidad, sin su cabezonería sin fisuras nada habría sido igual. Sin su crueldad rayando la tortura... Habría dejado pasar el tiempo, al principio porque no podría, después porque no me habría venido bien, más tarde quizás... Más tarde no habría habido oportunidad... Tres, cuatro, seis... Tantas oportunidades habrían sido demasiadas. Por eso y por mucho más, le he entregado la concha sin tardar...

Porque me había enterado de que para ella significaba más de lo que se permitiría expresar jamás; porque la expresividad no era su rango fundamental; porque a pesar de su forma de ser me empezaba a caer genial; creo que a mi modo la quiero de verdad. Mi concha de peregrino, fechada en el día en que había llegado a Santiago, dedicada y firmada de mi puño y letra. Se la he regalado a esa persona tan especial, determinante en mi devenir posterior; sin ella mi vida, seguramente, habría dejado de existir en este mundo material.

Le he pasado el testigo para que fuera valiente , para que ella también se atreviera a dar ese paso. Porque el día que había parado en casa lo había hecho para visitarla. Y porque en aquella visita me había permitido por vez primera tocarle el alma. En tantos años no había visto ni en una ocasión siquiera el brillo de sus ojos, un brillo que siempre me había sido esquivo; un brillo del que seguramente pocos habrían disfrutado. Me había confiado su vida personal, dejando aparte el trato correcto pero distante de la profesional. Al hablarle del Camino que estaba recorriendo, al decirme que era su cuenta pendiente; al intercambiar entre ambos emociones y anhelos... Temores y complejos, experiencias tristes e ilusiones con fuste. Entre confidencia y confidencia le había prometido en silencio, diciendo sin decirle palabra, que cuando regresase le mostraría las pruebas de haber completado el reto.

¿A quién mejor regalarle la prórroga de mis andanzas que a aquella cirujana que hacia ya ocho años, con sus manos de seda había arrancado de mis entrañas aquellas garras en llamas? He cumplido por gusto; no es una devolución de favores, es un favor de mi parte que no espera devolución ni recompensa... ni el pago por los servicios prestados; como ella lo hiciera en aquel momento. Podría haber pasado de largo, y hacer como que no me enteraba del cuento. Pero he querido completar la ronda, y cerrar en tan poco tiempo el segundo ciclo de mi carrera. Por fin he saldado otra deuda con la rueda de la fortuna para que no me la tuviera en cuenta.

3 comentarios:

  1. Los Budistas hablan de la Rueda Kármica...Tú estás saldando cuentas y me parece genial, la Cirujana y vos tenían que volver a encontrarse sin ninguna duda... se están cerrrando cículos querido peregrino.

    Ahora estoy entendiendo mejor.

    Te dejo un fuerte abrazo!

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  2. Tal vez un día te encuentres dinamizando el Camino de Santiago o el simplemente el Caminar como manera de encontrarnos a nosotros mismos.
    Ya lo haces desde aquí, pero tu misión no ha hecho más que comenzar.
    Un abrazo, Peregrino.

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  3. Todo lo que nace en las profundidades del alma, del corazón..., es difícil de controlar racionalmente... Es la senda-marcada que merma nuestra coherencia y nuestro poder de decisión.
    Eso pienso. Y creo también que es una belleza oculta; que el ser humano se resiste a mostrar.

    Adelante. Siempre adelante.

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