jueves, 25 de febrero de 2010

CONSPIRACION (Décimo octava etapa)

Tan solo quería despojarme del disfraz, de sedentario habitual atascado en la espiral de mezquindad... Y, ahora, quiero quitarme de en medio al “turigrino” estrafalario que recién acabo de estrenar. Más de treinta kilómetros hablando sin parar, conmigo mismo, con mi realidad, con todas las mentiras; rechazando la verdad. Enfocando en la miseria; continua, congénita, más de lo mismo. Mi imaginación fue adiestrada para descubrir todas las aristas, y cada uno de los recovecos, aún en las superficies planas. De cada sortija más de diez taras, de las oportunidades sus riesgos, de las aventuras los peligros; no habría deseos sin quiebras, ni aplauso sin precio; cada individuo que se me acercara supondría una amenaza segura; porque su dedo portaba una saeta certera.

Conspiraciones de novela y confabulaciones contra mi persona; todos los peregrinos me acosaban, y ese tenía cara de espía. Ellos escuchaban mis silencios y leían mi mente delincuente, seguro que tambíen me echararían la culpa de que ese avión se cayese en el mar. Me anticiparía, por si acaso; yo no había sido, yo no he sido, tenían que creerme, lo he sentido. Y después, el mismo reproche, ¿por qué no me atrevo a ponerlo en mi boca?: “¿Por qué seré tan idiota? Seguramente, Ian será un buen alemán, y una persona extraordinaria; no tiene mala cara y me cae bien Alexandra. Ellos son amigos, y los dos iban juntos en el lote..., ¿por qué él habría de ser el ejecutor de tan maquiavélico plan? Yo no tenía por qué dudar, me lo había encontrado por casualidad; y con otros había coincidido mucho más. ¿demasiadas miradas, ?, tal vez fuera yo el promotor, tampoco había dejado de mirar. ¿Por qué no era capaz de librarme de este calvario atroz?

No sé si soy yo el que piensa, o si son mis pensamientos los que a mí me van manejando a su voluntad. Me gustaría ser quien decidiera, durante mucho tiempo he defendido esta posición, pero me tendré que resignar, no era ni siquiera una opinión, soy otra marioneta de este teatrillo mental... Alguien me tenía secuestrado, en un rincón de una memoria que no soy capaz de dominar; el principio de autoridad, el pánico continuo a haber hecho algo mal; dentro de mí reside el agente policial que me tiene aún preso en una cárcel, aunque dorada, fatal. O puede que fuera mi defensa inconsciente para no volver a atar el mismo nudo que ya tanto me había costado soltar.

Aquel “ten cuidado”, repetido mil veces antaño y, que ya creía olvidado. Habían despertado, de repente, y por triplicado: ten cuidado por esto, ten cuidado por aquello, ten cuidado por lo de más allá; anclado a la desilusión permanente por el rigor excesivo del pánico a todo lo que se moviese afuera y adentro; por unas entrañas podridas que debería orear. La mejor forma de no equivocarse, no hacer y tender a tirar por tierra a aquel que fuera capaz. Desde lo que espero y no consigo, desde aquello que temí, aunque nunca ocurriera; desde la repetición recurrente del mismo error. Siempre tomar la misma decisión, volver a tropezar contra la misma piedra... Preocuparme de todo, sin hacer nada de nada, sino desconfiar.

No pedía más que una oportunidad, dejar de vivir queriendo tener bajo mi control, hasta al controlador. No volver a dudar de todo, y de todos; de fantasmas y monstruos que no veía nadie más que yo. Ya no más espejismos de cristal; no más reflejos que pareciesen de verdad, no soporto malvivir quebrado por la mitad. Yo que ya los creía aniquilados; en la vida cotidiana habían dejado de rechistar. No eran el problema; ni pensaba que el mundo entero conspirase contra mí; me sentaba perfectamente acomodado en mi sofá, aunque no fuera feliz.

Por suerte, el destino cruel me había abandonado en manos de la casualidad; puro y duro, el azar reflexionaba mejor; fiel reflejo, tenaz, insistente, cabezón, de lo que mi agenda quiso ocultar. Este Camino peleón estaba destrozando mis expectativas, estructuras edificadas sobre fundamentos que yo creía sólidos. Para abrir una ventana a las sorpresas hay que derribar barreras. El tío Agapito ofrece avituallamiento en la puerta de su casa, unas pocas galletas baratas, algún que otro caramelo, de ésto y de lo otro... Se queja porque añora sus tiempos jóvenes, porque el peregrino de ahora abusa, porque ya nada es lo mismo, porque ve que se le escapa el tiempo. En Valverde de la Virgen, mirándole a la cara a aquel hombre viejo, he visto clara la respuesta: a mis cuarenta años aún me asusta la historia del hombre del saco... ¡Mira que soy idiota!, los sacos ya no sirven más que para acarrear patatas.

Pasada la mediodía, ha avanzado la tarde; el sol, sobre su corcel alado, ya ha dejado atrás oriente, y desde lo más alto de su atalaya está declinando hacia poniente... Ha recortado sus requiebros, no eran tan grandes aquellas cumbres borrascosas que asomaron por lontananza; rechoncha, también mi sombra parecía otra cosa... Ya no alzaba su mano, sino para pedirme clemencia; ella también creía que iba siendo hora de dar la jornada por concluida. Hospital de Órbigo, sería un buen sitio para dar por zanjadas todas estas contiendas, por fin estábamos de acuerdo en algo... ¡Ambos necesitamos una tregua!

2 comentarios:

  1. Avanzas tú y avanzamos contigo peregrino.
    Ya son mil. Felicidades.
    Un abrazo.

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  2. Conspiraciones... confabulaciones... todo lo que hace el pájaro "loco" de nuestra mente, si después de semejante caminata, no lo dejas en libertad...jajaja


    Sigo en el camino!

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