El compromiso adquirido, un contrato permanente..., exigía un comportamiento decente de un chico bueno y obediente. No debería fallarles a los demás, ¿qué es lo que iban a pensar si no?. Aún no comprendo, me cuesta entender... ¿por qué por serle fiel a mi condición me sentí tan cruel?
Imploré perdón a mi martirio interior, que me librara de la culpabilidad por haberles sido desleal; me pregunté tantas veces por qué, y tantas otras por qué no... Ellas habían empezado juntas, y juntas tenían que continuar; Enrique hacía el camino solo, las había conocido a través mío..., se habían ido en el tren los tres. No sé como les habría hecho saber que yo no era de la misma opinión.
A pesar de las consecuencias nefastas que llegué a temer, no le permití imponerse a la debilidad, no quise que me derrotaran más los chantajes del niño que fui... Menos mal que los dejé, si no lo hubiera hecho, hoy estaría fatal. Me siento muy bien... por haber escuchado a mi corazón, a pesar de que mi razón me repitiera que no. Decidió mi intuición, aposté, arriesgué y creo que acerté.
Si los tuviera que recuperar, el Camino lo hará... fácil, como los encontré. Como desaparecieron otras personas que no he vuelto a ver, como han vuelto otras que ya había olvidado. ¡Redios!, expresión característica que mi padre espetaba para no cagarse en la divinidad; en casa no se decían tacos. ¡Reliegos!, me ha empezado a sonar parecido; otro escupitajo podrido, escupido por mi boca. Un juramento sin fundamento, pero se me estaba atrancando el camino; doce kilómetros áridos y polvorientos que parecían doscientos... Alternando posición con ese que luego me he enterado que era alemán, a él también se le estaba haciendo eterno.
¡Por fin! El patio del albergue de Mansilla de las Mulas, el jardín del edén, repleto de macetas y flores hermosas...; tiene cocina, pero se me había olvidado que era domingo; estaban las tiendas cerradas, y no tenía nada que comer. Tiziana, una amiga que he recuperado; Alexandra y Ian, viejos recién conocidos; Txomin, un chico vasco que acabo de conocer y que creo que mañana perderé de vista, porque dice que quiere correr. En torno a una mesa de plástico, lavándonos los pies en unos calderos de agua con sal. Alguien ha recordado que al principio del pueblo había una gasolinera abierta, quizás pudiéramos comprar unas cuantas pizzas y cocinarlas en el microondas... ¡Había que improvisar! Nos ha parecido a todos una idea genial.
Un grupo que se había esfumado por la mañana, otro que parecía quererse formar; ¿quiénes aguantarían hasta el final?, ¿quiénes desaparecerían enseguida? Todo eso ya me da igual, lo que tenga que ser será... Y mañana, con unos u otros, o quizás solo..., como todos los días, a madrugar.
Imploré perdón a mi martirio interior, que me librara de la culpabilidad por haberles sido desleal; me pregunté tantas veces por qué, y tantas otras por qué no... Ellas habían empezado juntas, y juntas tenían que continuar; Enrique hacía el camino solo, las había conocido a través mío..., se habían ido en el tren los tres. No sé como les habría hecho saber que yo no era de la misma opinión.
A pesar de las consecuencias nefastas que llegué a temer, no le permití imponerse a la debilidad, no quise que me derrotaran más los chantajes del niño que fui... Menos mal que los dejé, si no lo hubiera hecho, hoy estaría fatal. Me siento muy bien... por haber escuchado a mi corazón, a pesar de que mi razón me repitiera que no. Decidió mi intuición, aposté, arriesgué y creo que acerté.
Si los tuviera que recuperar, el Camino lo hará... fácil, como los encontré. Como desaparecieron otras personas que no he vuelto a ver, como han vuelto otras que ya había olvidado. ¡Redios!, expresión característica que mi padre espetaba para no cagarse en la divinidad; en casa no se decían tacos. ¡Reliegos!, me ha empezado a sonar parecido; otro escupitajo podrido, escupido por mi boca. Un juramento sin fundamento, pero se me estaba atrancando el camino; doce kilómetros áridos y polvorientos que parecían doscientos... Alternando posición con ese que luego me he enterado que era alemán, a él también se le estaba haciendo eterno.
¡Por fin! El patio del albergue de Mansilla de las Mulas, el jardín del edén, repleto de macetas y flores hermosas...; tiene cocina, pero se me había olvidado que era domingo; estaban las tiendas cerradas, y no tenía nada que comer. Tiziana, una amiga que he recuperado; Alexandra y Ian, viejos recién conocidos; Txomin, un chico vasco que acabo de conocer y que creo que mañana perderé de vista, porque dice que quiere correr. En torno a una mesa de plástico, lavándonos los pies en unos calderos de agua con sal. Alguien ha recordado que al principio del pueblo había una gasolinera abierta, quizás pudiéramos comprar unas cuantas pizzas y cocinarlas en el microondas... ¡Había que improvisar! Nos ha parecido a todos una idea genial.
Un grupo que se había esfumado por la mañana, otro que parecía quererse formar; ¿quiénes aguantarían hasta el final?, ¿quiénes desaparecerían enseguida? Todo eso ya me da igual, lo que tenga que ser será... Y mañana, con unos u otros, o quizás solo..., como todos los días, a madrugar.
Y lo que tiene que ser, que sea! y no que no, otra historia tendrá!
ResponderEliminarMe duelen los pies! y tengo apetito...
Cuánto falta?
Abrazos!