Me habría rendido el mismo resultado haber continuado huyendo, no nos habíamos reencontrado por casualidad; tarde o temprano, habríamos coincidido, tocaba parar en el albergue pactado. Habíamos embutido los cuatro nuestro destino en esa guía que llevaba Enrique, toda deslavazada, en su bolsillo. Él, yo..., y ellas, me habían acostumbrado, yo había cedido..., hasta donde no habría querido caer; lo necesitaba, aún no sé por qué. Con todo el mundo, todos a tropel... ¿no estaré aún preparado, tal vez?, avanzar solo...; para avanzar solo, está claro que, no estoy preparado. Hemos dormido en Boadilla del Camino, hoy lo haremos en Carrión de los Condes, mañana..., mañana..., mañana ya me dirán.
¿Habría dejado Mayte todo en orden al marcharse? Estaba seguro, de ella no me cabía duda alguna, confiaba en su responsabilidad y exquisito cuidado. Pero mis pensamientos se debatían dando saltos entre tantas incertidumbres, sobre mí mismo; tanto tiempo obsesionado por vigilar las bombonas de butano no había servido para evitarlo. Sabía, quería creerlo, que todo estaría en su sitio; pero no he podido, me tiene preocupado. No me acordaba, la había dejado allí, ama de mi casa... Nada tendría que temer pero me habían enseñado a prestar atención a lo que, aunque no tuviera que pasar, pasaría, que sería, además, de consecuencias funestas. Me recreo en la fatalidad, lo sé... ¿Qué haré?
Resquicios de una forma de obrar, que achican mi ser y se regodean en apariencias de marioneta atenta a unas manos de cristal: mirar el barranco en lugar de la senda, te caerás. Hay, por lo menos, las mismas opciones, incluso muchas más, de que todo vaya fenomenal. Lo demuestra, constantemente la experiencia... casi todo sale bien. Pero algo me arruga el estómago, algo que no me deja razonar. Si razonara dejaría de pensar.
¿Y ella, que nunca había estado tanto tiempo sola y lejos de su isla?; para ella era muy importante contar con la presencia, con la ayuda, de sus padres: echaba de menos el hogar, y extrañaba a la familia. ¿Por qué a mí no me pasará otro tanto?. Tal vez porque de eso no tenga; tengo una casa donde vivo solo; no sé de que me quejo. ¿Me estaré quejando, acaso?, tendría que pensarlo. Problemas de propiedad, ¿por no tenerla quizás? De la confianza propia... ¡Qué va! Por tener miedo a perder..., ¿lo que aún no poseo, ni poseeré?. ¡Qué curioso que es!, y es complicado, casi siempre; ponerle etiquetas a los sentimientos, a esas emociones. Ser sincero es un fraude; todos somos grandes tramposos, mentirosos de tomo y lomo.
¡Las seis de la mañana pasadas...!, hacía más de media hora que estaba escribiendo burradas, en esa salita tan mona y recogido en el regazo de su luz tenue, el silencio del alba...; y que apenas se moviese un alma. Aferrados a las almohadas, reposaban una veintena de esperanzas; deseos, sus pies cansados y alguna que otra ampolla azulada; ilusiones y fracasos, malgastados unos, y otras que aún no habrían brillado. Aunque ya iba siendo hora de despertarse, y lo sabían; se acurrucaban mucho más hondo, rebozados alrededor de su vientre, porque no les daba la gana despertarse; se hacían los remolones... Aún soñaban el día de mañana, para mí ya era día presente y desperezado, mis ojos hacía rato que dibujaban grandes platos; estar acostumbrado a levantarse tan temprano, es como vivir por adelantado. Y es que, me había acostado a las nueve, por la noche; ayer había jugado el Barça la Final de la Copa de Europa; por eso nos habían dado permiso para acostarnos más tarde; yo no quería saber nada de lo que se cocía en el resto del mundo. Después habrían estado un rato celebrando la victoria.
Me había vuelto a reunir con él; y un rato después, habían llegado las chicas también. Si me hubiese marchado, así lo quise, pero ahí estaba esperando que se preparasen; no soporto la pereza pero sigo aguantando a su lado.
¿Habría dejado Mayte todo en orden al marcharse? Estaba seguro, de ella no me cabía duda alguna, confiaba en su responsabilidad y exquisito cuidado. Pero mis pensamientos se debatían dando saltos entre tantas incertidumbres, sobre mí mismo; tanto tiempo obsesionado por vigilar las bombonas de butano no había servido para evitarlo. Sabía, quería creerlo, que todo estaría en su sitio; pero no he podido, me tiene preocupado. No me acordaba, la había dejado allí, ama de mi casa... Nada tendría que temer pero me habían enseñado a prestar atención a lo que, aunque no tuviera que pasar, pasaría, que sería, además, de consecuencias funestas. Me recreo en la fatalidad, lo sé... ¿Qué haré?
Resquicios de una forma de obrar, que achican mi ser y se regodean en apariencias de marioneta atenta a unas manos de cristal: mirar el barranco en lugar de la senda, te caerás. Hay, por lo menos, las mismas opciones, incluso muchas más, de que todo vaya fenomenal. Lo demuestra, constantemente la experiencia... casi todo sale bien. Pero algo me arruga el estómago, algo que no me deja razonar. Si razonara dejaría de pensar.
¿Y ella, que nunca había estado tanto tiempo sola y lejos de su isla?; para ella era muy importante contar con la presencia, con la ayuda, de sus padres: echaba de menos el hogar, y extrañaba a la familia. ¿Por qué a mí no me pasará otro tanto?. Tal vez porque de eso no tenga; tengo una casa donde vivo solo; no sé de que me quejo. ¿Me estaré quejando, acaso?, tendría que pensarlo. Problemas de propiedad, ¿por no tenerla quizás? De la confianza propia... ¡Qué va! Por tener miedo a perder..., ¿lo que aún no poseo, ni poseeré?. ¡Qué curioso que es!, y es complicado, casi siempre; ponerle etiquetas a los sentimientos, a esas emociones. Ser sincero es un fraude; todos somos grandes tramposos, mentirosos de tomo y lomo.
¡Las seis de la mañana pasadas...!, hacía más de media hora que estaba escribiendo burradas, en esa salita tan mona y recogido en el regazo de su luz tenue, el silencio del alba...; y que apenas se moviese un alma. Aferrados a las almohadas, reposaban una veintena de esperanzas; deseos, sus pies cansados y alguna que otra ampolla azulada; ilusiones y fracasos, malgastados unos, y otras que aún no habrían brillado. Aunque ya iba siendo hora de despertarse, y lo sabían; se acurrucaban mucho más hondo, rebozados alrededor de su vientre, porque no les daba la gana despertarse; se hacían los remolones... Aún soñaban el día de mañana, para mí ya era día presente y desperezado, mis ojos hacía rato que dibujaban grandes platos; estar acostumbrado a levantarse tan temprano, es como vivir por adelantado. Y es que, me había acostado a las nueve, por la noche; ayer había jugado el Barça la Final de la Copa de Europa; por eso nos habían dado permiso para acostarnos más tarde; yo no quería saber nada de lo que se cocía en el resto del mundo. Después habrían estado un rato celebrando la victoria.
Me había vuelto a reunir con él; y un rato después, habían llegado las chicas también. Si me hubiese marchado, así lo quise, pero ahí estaba esperando que se preparasen; no soporto la pereza pero sigo aguantando a su lado.
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