martes, 9 de febrero de 2010

ESCALOFRIO (Undécima etapa)

Siendo el burlador burlado lo habría soportado mejor: un chaparrón que recibiría con gran hilaridad; ¡por tener algo que celebrar! Este enemigo se ha destapado más furioso que el inconformismo más atroz. Pero era lo normal, el hastío del caminante y las circunstancias que acompañan a la condición vagabunda me han atrapado en una encrucijada que creía olvidada. Empezaba a no entender nada, ¿era una señal locuaz o algo que yo quería creer?, la tierra de la mala suerte; hoy he querido correr, huiría, volvía a sentir el aliento de la desgracia perpetua en la nuca... ¡Qué recuerdos!; no, no quería recordar; solo deseaba que todo aquello no fuese real.

¡Cómo se agarran los miedos a la tierra!, y cómo la tierra se aferra después a los pensamientos... y cómo estos crean adeptos, incluso entre aquellos que nunca se revolcaron en sus lamentos primeros. Efectos postreros que parecen no tener nada que ver con el origen; los genes es lo que tienen, son tercos y complacientes, causas reveladores de infortunios añejos, por consiguiente. Lo siento me identifico, aunque me esfuerzo en desterrar de mi lado el mal fario que he mamado desde crío; lo siento no puedo. ¡Qué mala suerte que tengo!, la letanía en desuso que sigue abusando de una hospitalidad que no piensa... Pelea por imponerse de nuevo, ahora que las comodidades son pocas... ¡Qué fácil era ser valiente mientras he estado nadando a favor de corriente!

Casi lo había conseguido, casi estuve convencido de tanto repetirlo; hasta aquí, pasado Roncesvalles incluso, hasta Zariquiegui, mi mente había ostentado delirios de grandeza; de libertad sin cadenas. Burgos con sus misterios, con su catedral majestuosa y los secretos, con su lastre negro representado en vestuarios y aparejos, en miradas arrugadas y huidizas. En Burgos, según dicen los estudiosos del Camino de Santiago, empieza la segunda etapa de las tres en la que se divide, y que acaba casualmente en Galicia; no logro recordar la primera y la tercera, pero ésta no se me va a olvidar jamás; no puede ser su título más explícito y acorde a lo que hay aquí; en Burgos comienza el camino de la muerte... Poco después de las seis de la mañana he recibido la noticia.

A las seis de la mañana, como todas las mañanas me había despertado, puntual como es mi costumbre. Con las jornadas anteriores las mías sumaban once; diez, si descontase aquella de descanso, que no quiero descontar, por supuesto. Han vuelto a sonar las primeras melodías, alguna reconocida, la mayoría diferentes, pero hoy nadie más las ha querido escuchar; salvo dos o tres, nadie parecía querer; nadie se iba a levantar. Han seguido sonando los despertadores, de vez en cuando; nadie les ha hecho caso. He pensado que, quizás, el cansancio empezara a hacer mella; el agotamiento apaga al coraje que empuja a madrugar. ¿Se habrían aplacado sus ansias por llegar?.

Media hora después, se ha empezado a desperezar la “troupe”, y todos los colchones han crujido al compás; todos, como si se hubiesen puesto de acuerdo, excepto los de los que ya hacía un rato que nos habíamos levantado; ¿por qué no nos habrían advertido a nosotros también que hoy no era aconsejable madrugar?. De repente, el redoble; un repiqueteo metálico como los de un hospital; ¿el aviso del aeropuerto para embarcar? No era normal, me empezaba a molestar tanta modernidad, el albergue era más que un hostal... un hotel o, mejor, un parador nacional.

No sabía por qué, ¿me estaba arrepintiendo de mi reflexión a destiempo?; he empezado a sentirme raro; una especie de desasosiego que vaticinaba algo extraño; un escalofrío gélido se me ha agarrado al estómago. Lo que aún no había descubrirto, lo que me iban a contar...; los que se habían negado a despertarse parecían haberlo intuido antes; tal vez pensasen que si no se moviesen no ocurriría aquello. Ha caído a plomo sobre nuestros lomos; la dureza aterida de lo innombrable; indómito por inesperado. En todos los idiomas, una llamada desesperada, han pedido un médico con gran urgencia....

En Burgos había amanecido un día especial. Ya no habría nada que se pudiera hacer para remediar el desenlace fatal; nadie ha querido mentarlo, por si acaso... Y, por no callar, las cabezas han urdido estrategias de metal; frías para no quemar. Las mentes hurgaban en unas heridas que no querían pensar, hemos hablado por hablar; continuando porque había que continuar. No es que estuviéramos cansados, pero andábamos por andar. Si no hubiese sido por la rutina..., al final se ha impuesto el silencio; podría haberse hecho filetes del ambiente, eso sí que era de verdad. Una compañera lo ha rasgado al apuntar: “deberíamos anotar un teléfono de contacto de cada uno, por si acaso”. Sabíamos que no iba a ocurrirnos nada, pero no sería malo, pero por si acaso... no hemos querido decir más...

Nos hemos vuelto a callar, y al llegar a Hontanas, de esta jornada la meta, el albergue también estaba completo. Estaba completo... ¿Y qué más da?

2 comentarios:

  1. Ultimos tramos peregrino.... reflexiones....sentimientos encontrados..... que mas da?

    sigo caminando

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  2. "¿me estaba arrepintiendo de mi reflexión a destiempo?; "_ por ahí anduve..

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