miércoles, 12 de mayo de 2010

Grañón-Tosantos (i) (Doce de Septiembre)

Un montón de locos de atar... ¿A dónde creen que van? ¿Por qué lo harán? Me lo pregunto, una y otra vez; hasta ayer todo estaba muy bien. ¿Por qué estoy aquí caminando a su par? ¿Por qué ando con todos ellos, a tropel? ¿Por qué? ¿A dónde? ¿Cómo fue que decidiera volver? No lo sé, ni sé si lo quiero saber. ¿Será mejor seguir andando sin mirar atrás? ¿Por qué no cuestionarlo todo y parar? ¿darse la vuelta, quizás? Mejor ahora que aún no he hecho demasiados kilómetros de más. Al fin y al cabo, dos ampollas no tardarán en curar... Y ya sé lo que hay al final.

Albergaba la esperanza de que todo fuera diferente en esta ocasión, pero por no ser igual se me estaba chafando la intención. No es que fuera tan bueno lo de entonces, ni es que lo de anoche fuera una catástrofe sin solución; pero la memoria suele distorsionar los acontecimientos con el paso del tiempo... Y mi recuerdo recordaba que el albergue de Grañón, sus hospitaleros y el resto de peregrinos que coincidimos, había constituido uno de mis hitos del Camino, la cita más importante, la experiencia con mayúsculas; aquello que por sí solo haría merecer la pena todo mi recorrido entre la zozobra... Solamente yo sé lo que aquel día había sentido.

Pero un agujerito minúsculo había retorcido el panorama dichoso, un pequeño resquicio por el que se había colado una ráfaga del gélido invierno, aunque hubieran vaticinado buen tiempo y aún estuviéramos en las postrimerías de un tórrido estío; un vacío inexplicable había abierto un boquete en mi determinación a prueba de bombas; a tenor del resultado, a prueba de no más que petardos. No haber encontrado lo que ya había fijado por anticipado la había destrozado. El estado establecido en el que yo había anclado mi bandera, mi hogar, mi patria, mis certezas... Mis limites, mis fronteras, mi barrera. ¿Por qué no me habría encontrado todo en su sitio? ¿Qué había acontecido? ¿Dónde estaría la clave de aquello que me habría sacado de quicio? Comprendido, y perfectamente planificado; llegaba a casa, había dejado mi marca, libre de cargas y a mi libre albedrío. Mientras tanto, había transcurrido el tiempo, trayendo y llevando personas... Y, sobretodo, muchas más tormentas.

Por eso, no sé lo que es, ni lo que ha sido, ha sido que no he sabido lo que quería, quería pero no era lo que había encontrado; había encontrado, esperaba tantas cosas... Todas mis expectativas yacían, en esa primera hora de la mañana derrotadas, en el fondo de mi mochila, acurrucadas porque... ¿Por qué? Un montón de porqués, porqués y pocas herramientas más. ¿Por qué? ¿Por qué? ¿Por qué? Mil preguntas sin respuesta, se repite la revuelta, se rebelan los interrogantes sin fortuna, mala suerte compañero... Otra vez, cuando te creías uno con el mundo, te dispersas en uno de tus múltiples mares de dudas que te dejan claro que no tienes claras ni tus sentencias; y que hay muchos otros, con opiniones y propuestas diferentes, todas válidas, todas equivocadas; todas, muchas... Todas, y entre todas ellas la tuya, tu propuesta, tu opinión, tu falta de respuestas; la forma en que ves las cosas... Que no es más que una, como otras tantas; porque la suerte, como los premios de la lotería de Navidad, suele estar muy repartida.

3 comentarios:

  1. Nos preguntamos constantemente ¿Por qué? y no es mas que un inútil gasto de energía. No sería mejor preguntarnos para qué? No todo tiene un por qué, pero todo sirve para algo.
    Buen camino.

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  2. La expectativa es terrible, nos torna ansiosos,y nos hacemos miles de preguntas???,hay que dejarle paso a la duda...

    Seguimos caminando.

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  3. No puedo escapar de mi...
    No puedo.

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