lunes, 5 de julio de 2010

Boadilla del Camino-Carrión de los Condes (v) (Diecisiete de Septiembre)

Aunque no sé si contará lo que en sus cálculos perfectos no termina de cuadrar. Le preocupa una obsesión que no acabo de desentrañar; tras cinco jornadas compartiendo con él, codo a codo, nuestro paseo remolón no he logrado destapar el detalle que desdice su porte de chico bien, agraciado y agradecido; algo me dice que no es lo que finge, ese grandullón. Creo que no se porta cual es; aunque se imponga creer ser tal, cual se muestra a los demás. Es sincero pero miente, en sus entrañas se bate a muerte la contradicción. Debajo de su mirada risueña se esconde un trasfondo de pena, la condena sutil más ligera, una carga más pesada que la mochila que arrastraba; ni que decir tiene que más rota y remendada... Sus pilares penden de un hilo, apoyados sobre cimientos de cartón.

En más de una ocasión me había confesado que en este pedregal sentía algo especial, que pateando el polvo y los charcos era él.. Lejos también del ruido mundanal. Sin autovías de direcciones múltiples y dobles sentidos. Aunque parezca que le dirigieran muy bien, en nuestras conversaciones, entre líneas, he leído algo de resquemor. Como si todo el boato no fuera más que la manguera que sofocara sucesivos conatos de rebelión..., o de depresión. Parece que a él también le atropelló, el ritmo vertiginoso de la aceleración, a pesar de su pausa aparente y tranquilidad... Estos días nos pasan muchos así, coléricos empedernidos, devorando a medias kilómetros y uñas, repartiéndose ambas tareas mientras conducen... Conductores que acuden a sus citas urgentes, desquiciados... Urgencias que no podían esperar. No sé por qué pero creo que no se quería marchar, que le daba miedo retomar lo que en casa le esperaba, lanzado a tanta velocidad. ¡Qué maraña de urgencias sin resolver!

Acababa de abandonar. Había cumplido puntual con la tercera prórroga de las cinco programadas antes de estrenarse la primera vez, allá por el año dos mil siete. En cinco años, a siete días por año, había planeado ser capaz de completar esta aventura vital. ¡Otro éxito más...! ¿Por qué me daría a mí la impresión de que en su interior estaría llorando una traición? Ha vuelto a renunciar a otra oportunidad; la tercera y no era casualidad, tres caminos capados en lo mejor: pero ni se lo había planteado ni se lo plantearía jamás... Imposible, continuar; le esperaban en casa, dispondría de una semana todos los años, pero una semana nada más; ya estaba de regreso al mundo real. Si se hubiera rendido a la evidencia quizás se habría quedado para completar este camino y otros muchos más, sin parar, sin acordarse de los demás, sin pedir opinión, ni perdón; sin tener consideración hacia nadie que no fuera su corazón. Lejos del lugar en el que ahora ya está. Nos ha llamado para avisarnos de que había llegado a su hogar. ¿No se estaría alejando, en realidad, yéndose de él?

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