miércoles, 7 de julio de 2010

Boadilla del Camino-Carrión de los Condes (vii) (Diecisiete de Septiembre)

Le debía de costar un esfuerzo descomunal repartir en la proporción justa su querer, entre la madre y la mujer. No creo que a ninguna de ellas le sentara mal tener que compartir a partes iguales su generosidad. Lo que sí que tengo claro es que aunque les diera la luna y todas las estrellas Fernando se sentiría en deuda, porque así es él. ¿Tendrá este sentimiento algo que ver con lo que siente por sus hijos, tal vez? Sus hijos son un ente fuera de cualquier clasificación, incomparable la suya con ninguna otra relación, nada que ver con lo anterior; digamos que por ellos siente algo que eleva a la enésima potencia su pasión, creo que es veneración, devoción; su última vocación, el prototipo terrenal del amor... Dicen que la mayor expresión de la generosidad. De alguien tuvo que aprender estas formas del querer.

Reflexionaba aunque no me importara, pero aunque no me importara no era capaz de zanjar la cuestión. No sería un caso extraño el suyo si estuvieran enfrentadas madre y esposa por su parte del pastel... Imposible por ser él quien es, y por ser ambas madres extraordinarias, también. Esas dos mujeres que él dice que se llevan fenomenal no le pondrían en una situación incómoda por defender su parcela particular, sin más. Su madre, la mejor persona que en el mundo pueda haber. ¡Qué va a decir su hijo, si no! La esposa, una institución casi sobrenatural, casi a la misma altura que sus vástagos; por definición, cada uno de ellos para él, su Dios. Eso creo que quiere creer, porque lo repite a menudo, como si se quisiera convencer... Se me ocurre un conflicto entre creencias y realidad. Puede que el que esté equivocado sea yo. ¡Ojala! Pero intuyo algún tipo de competición emocional. O quizás una falta de competencia por su parte para administrar los latidos de su corazón. Me ha parecido escucharle decir que por su hijo, su madre también perdería la razón.

La obediencia que le gestó, la autoridad del todopoderoso Señor, Señora en este caso; que tiene coño su demiurgo feroz. Una existencia diseñada a golpe de compás, apoyado su centro en el dedo de Dios. Eso sí que es perfección, para ti el patrón y un testigo inquisidor. Cubierto con la capa de protección, y exigencia a la par, que su madre le regaló... ¿O la más cruda manipulación? La sentencia de la falta de compasión, la condena a ser un pelele en manos de la autoridad competente en cada ocasión.

Ornamentos de cristal de mala calidad, estructuras de plástico, bisutería tal vez; para destrozarlos no haría falta un cincel, y con un cincel tampoco se es capaz de describir la piel... Un cincel no sirve para perfilar el carácter de un ser. Para dibujar la esencia de una persona, mejor un lapicero que no rasgue el papel. Maldito oropel, espejismo vil, cruel. Lo que le inculcaron que fue, lo que cree que es, apariencias sin sostén; un par de tetas artificiales que no manaron del todo bien, dos pedazos de guata y unas tiritas, nada más. El lastre de los puntos débiles, poros endurecidos que ya no cumplían su función de absorción; la familia es la familia, un poco de lealtad. Que te he dicho, y repito, que si me quieres bien me tienes que telefonear, cada día, aunque no tengas cobertura, y sin rechistar. Porque soy la madré que te parió... Cariño, no me hagas enfadar; tú sabes que yo también te quiero requetebien.

2 comentarios:

  1. ¿Donde habremos aprendido a competir sin medir las consecuencias de cuánto hacemos a los demás sufrir?
    Celos y envidias, siempre presentes en las relaciones. ¡Qué pena!

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  2. Ayyy amigo, con cuantos mandatos estúpidos tuvimos que caminar en la vida..

    Relacionarnos desde la cartulina y la silicona, desde el "llamame aunque no tengas ganas, ni crédito".

    Pero es tan reparador sacarlos a luz!!

    Abrazos Karu

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