martes, 13 de julio de 2010

Boadilla del Camino - Carrión de los Condes (xi) (Diecisiete de Septiembre)

Yo no soy quién para opinar cómo me tratara a mí, la mía, en particular... No me siento dueño de mi sinceridad, seguramente habré mentido, mentiría quizás, para adaptar la realidad a lo que me viniera bien. O mal, según la ocasión. ¿Quién no ha escogido quejarse, aunque le sentara fatal? Y con ellos no cuento más que con una semana de convivencia en la que tan solo he podido atisbar retales de lo que son. Dicen que sólo los borrachos y los niños dicen la verdad; eso me da una ventaja sustancial, porque a ambos les queda un poco de estas condiciones de la humanidad. Aunque a los dos les quede deshacerse de toneladas de falsedad, reconozco que han sido honestos consigo mismos dándose cuenta de que necesitaban cambiar.

Niño y borracho. ¿Quién es quién? ¿Quién no lo es? ¿Cuándo y por qué? Todos los que caminamos aquí, todos los que nos cruzamos, pasamos y repasamos sin parar, salvo alguna honrosa excepción, nos creemos adultos ya; ellos también lo deben de sentir así. Adulto... Se me llenaba la boca repitiéndolo sin cesar cuando era un mocoso sin voz ni voto, cuando aún quería medrar, cuando creía que las personas mayores tenían el control y una varita mágica para hacer siempre lo correcto. Me equivoqué. Ya no tengo claro que serlo sea un halago, porque he sufrido en mis propias carnes que un adulto, adultero es. ¿Quién no adultera todo lo que no se adapte a su proceder? Borrachos y niños, dignos representantes de lo que no hay que hacer para ser un hombre hecho y derecho o, de la misma calaña, una mujer... Los primeros porque, desorientados, se olvidaron de los argumentos que les enseñaron, los otros porque, ingenuos, aún no los aprendieron.

El Estado de Excepción, argumentado con solvencia y quien lo incumpliese al paredón... Desde el parto, por nuestro bien, para protegernos de las emociones que tanto suelen doler, y que no hay que manifestar... Quizás, someramente, en la intimidad... Por todo esto, no tendremos más remedio que seguir interpretando el papel que nos haya tocado en suerte hasta el anochecer, cuando definitivamente se ponga el telón. Cuando nadie aplauda porque seguramente no lo habremos hecho nada bien. O cuando los primeros ronquidos nos hagan perder el sentido de lo que fue y será.

Y podría añadir a esta colección uno más... ¿para no sentirme tan solo?, pudiera ser. Dos o tres, mejor... Miriam, Mónica, Denis, por ejemplo; también son carne de cañón. Y muchos más, como los compañeros de la aventura anterior y todos los que he dejado en mi pueblo dando vueltas a la rutina y las quejas que acompañan a repetir lo mismo cada día, sin ceder. Hasta Ana que acababa de abandonar la adolescencia y ya no adolecerá de juicio jamás; tan solo habrá renunciado a la espontaneidad... Aquí no se libra ni el apuntador. ¡Viva la enfermedad y la botella de vino que llevamos cada cual en nuestro zurrón! Para aplacar esos momentos de tanto pesar que no me atrevo a enfrentar; para adormecerme con ese dulce sopor que me ayude a dejar de pensar; por cobardía, por no atreverse a decir que no. Aquí nadie es Supermán y, antes o después, todos nos caemos de nuestro pedestal... Un batallón de enanitos aceptando a cada paso su cura de humildad...

Ahora estamos cenando, y ya no éramos tantos. Una botella de vino esta presidiendo la mesa. Al principio nos daba reparo, por si acaso; no queríamos ser los culpables de un nuevo tropiezo. A estas alturas de la película ninguno queríamos ser responsables de la recaída definitiva de Philip. Una recaída que nadie deseábamos. Por un capricho nuestro, por un lujo indebido en esta aventura austera. No la ha tocado y, lo mejor de todo, nos ha dicho que no le apetece tocarla; él había sido quien para nosotros la había comprado... Esta era su sorpresa para este día en que había decidido cocinar para nosotros algo típico de su tierra; unos crepes deliciosos en cantidades industriales... Y es que no tiene límites cuando se atreve a hacer las cosas.

Más de mil kilómetros en sus piernas, muchos menos en las nuestras; las últimas etapas paseadas de la mano, una semana apenas... A pie, está llegando, a lugares que no se habría atrevido ni a imaginar; andando a su vera estoy tocando rincones a los que creía vetado acceder. Nos está mostrando que si se quiere, no hay obstáculo que no se pueda superar.

3 comentarios:

  1. Hoy quiero decirte, un emocionado Gracias¡ Por ser como eres,por contarlo, por escribir así, por escribir con el corazón, por regalarme tanto. Hoy tengo lágrimas en los ojos para decirte: Gracias.

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  2. El poder de la voluntad y de la perserverancia, aunque a veces, nos dejemos llevar por los sueños.
    (Sigo el camino a tu lado)
    Un abrazo Daniel.

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Hacedor de Sueños by Daniel Calvo is licensed under a Creative Commons Reconocimiento-No comercial 3.0 España License.