martes, 20 de julio de 2010

Carrión de los Condes - Lédigos (ii) (Dieciocho de Septiembre)

Si el primer día me hubiese parado a tiempo, si no hubiese prolongado tanto el recorrido, si hubiese tenido más cabeza, si hubiese prestado más atención a los avisos de mis temores fundamentados... ¡Para una vez que me los había saltado! ¿Iban a ser ciertas las advertencias de aquellos que no los creían desproporcionados...? Pero me esperaba Marta en Nájera, me apetecía ser fiel a la cita, aunque nada la cita prometiera sino a saludar a una amiga que había recuperado el día anterior por motivos peregrinos... Una señal del destino, me apetecía abrir mis oídos a estos signos. El corazón no le hizo caso a la razón; no me permití preocuparme por la posibilidad de que los cinco kilómetros desde Ventosa fueran a ser determinantes ocho días después, ciento ochenta kilómetros más allá, casi llegando a la provincia de León... Por una vez no quise ser el chico disciplinado que midiera al milímetro cada esfuerzo para que en el futuro sus errores no tuvieran consecuencias. No quise pensar en los efectos de mis incoherencias. O tal vez, justamente, me forzara a ser coherente, a pesar de los temores. Quería hacerlo, sin excusas, sin motivos... Si principios, sin objetivos; sin metas preconcebidas.

Confirmar mis temores desde los primeros pasos, desde la jornada inicial... Sin siquiera acabada, sacar a la superficie los deseos tapados, tanto tiempo, por el manto de la queja infundada y de la prudencia excesiva. Se impusieron, no me dieron más oportunidades. El argumentario que siempre había manejado como patrón acababa de fracasar y yacía quebrado. Puede que por haber sido tan pertinaz en la defensa de la lealtad racional, o por rechazar con tantas ansias el reclamo continuo de la libertad; posiblemente por haber confundido la tiranía chantajista de mamá con la autoridad ejercida que justificaba su buena fe. Hay que ver las sorpresas que nos depara la vida, algo tiene todo esto que ver con mi reflexión de ayer; me identifica con aquello sobre lo que de Fernando critiqué.

Temores, deseos amordazados no realizados, aclamados por un pelmazo que solía enfocar en las ausencias, en los cuidados, en las faltas; en las desgracias anticipadas. Especialista en hacer de sus pánicos, religión inexcusable; eje de mis encargos. Tan aclamados por tantos silencios atascados. Por fin se habían solidificado todos mis malos presagios, los que en el anterior camino se habían esfumado como por arte de magia, a pesar de caminar rodeado de malos presagios inventados por mi imaginación viciosa Me pregunto si no habría sido este el motivo de repetir con tanta urgencia esta aventura que durante tantos años, anteriormente, había evitado... Dos meses tan solo de reposo entre ambas.

Ocho días arrastrando un error. La piel quebrada, recocida por esfuerzos de sobra, cocinando el pus purulento entre los dedos reblandecidos por el sudor maloliente del verano intransigente. Las llagas me habían fundido con la textura de las piedras, con los huecos de la tierra; he ido sintiendo las arrugas inexistentes de las botas y la falta de costuras de unos calcetines de marca comprados en exclusiva para transitar esta odisea. Cada arista que presentaba el camino, hasta las que se hubieran ausentado por no ser capaces de soportar la dureza del estío. Cuchillos puntiagudos que me han ido desgarrando con saña las entrañas. Todas esas circunstancias que suelen pasar desapercibidas se habían congregado esta mañana en la puerta del albergue de Carrión de los Condes para hacerme dudar de la conveniencia de llevar a buen puerto mi cabezonería beligerante. Siete días caminando sobre las ampollas, entre tiranteces y resquemores soportables habían parido un despertar insoportable...

A esas horas intempestivas, por sus calles oscuras, apenas iluminadas por unas cuantas farolas.
Solo... Porque a estas alturas, ellos habían decidido parar a desayunar antes de tomar la partida. ¿Para ponerme las cosas más duras...? Aunque no las tuviera todas conmigo yo ya había respondido, sin pensarlo demasiado por si acaso; yo continuaría, poco a poco, porque si me parase no sería capaz de recuperar la poca determinación que me animaba a continuar soportando el sacrificio. Se me iba cayendo el orgullo a trozos, me arrastraba por aquellas losetas rugosas... Me iba muriendo a cachos, pero aguantaría aunque en ello me fuera la vida. ¿Un error necesario? ¿Error o acierto? ¿Lección, acaso? Reflexionando pensaba agarrarme al poco pundonor que me quedara en mi zurrón, no menos agarrado con alfileres que la mochila de Fernando.

4 comentarios:

  1. Sigues afrontando el camino con Determinación y Corage.
    Buen Kamino.

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  2. Feliz Día Karu!

    Que lo Sagrado de la amistad, permanezca en tu corazón!

    Abrazos!

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  3. ¡Feliz día del amigo! asi te concidero yo,abrazo.

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  4. Sintiendo las llagas en los pies, con la mochila llena de interés y aprendiendo, te acompaño en tu caminar, a veces solo, a veces con gente, a la que voy aprendiendo a conocer a través de tus ojos.
    Un beso.

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