Fernando, Joan, Miriam y yo; y por supuesto, ya totalmente integrado, en nuestro clan Philip. También se ha añadido al grupo otro señor, un desconocido que ayer había estado merodeando a nuestro alrededor... Un tal Denis; atando cabos he llegado a una conclusión: debe de ser el estadounidense, de nacimiento cubano, al que tanto había oído citar. No sé casi nada de él aparte de su nombre, hasta hoy repetido por mis compañeros, y en su ausencia, hasta la saciedad... Nosotros apenas hemos cruzado las fórmulas de cortesía habitual pero parece un tipo correcto y singular. Mónica, la chica italiana, seguía sin aparecer; según parece le gusta andar a su aire; es su comportamiento habitual, por lo cual no nos tendríamos que preocupar.
Una jornada más, jornada que he comenzado en ayunas como todos los demás. Anoche, entre conversación y conversación, había acabado con las pocas provisiones que me quedaban en mi zurrón; por un despiste tonto ya escaseaban antes de haber empezado a hablar; y es que ayer era domingo, y los domingos son fiestas de guardar... No me había acordado el sábado de comprar algo más. Además, estaba cerrado el único bar, por lo que tendríamos que desayunar en otro lugar, bastantes kilómetros más allá, no menos de un par de horas sería los que tendríamos que soportar la necesidad sin saciar. No sé como les habrá sentado a ellos, pero yo estoy acostumbrado a comer algo al levantarme y, aunque no tuviera un hambre feroz mi estómago ha comenzado a caminar triste; me apetecía llorar.
Hoy hemos partido de Atapuerca, casa de aquellos hombres primitivos que en estas tierras tuvieron su hogar; a la salida del pueblo, a los peregrinos nos despide la escultura de un representante de aquellas tribus que habitaron en él. Atapuerca, Patrimonio de la Humanidad por ser cuna y tumba de los que dice la ciencia que fueron los padres de la humanidad, ¿hace 800.000 años ya? ¡Me parece una barbaridad! No he sido capaz de imaginarlos vagando descalzos y casi en pelotas por estos montes que nosotros hemos tenido que atravesar. Joan ha comentado que el albergue en el que hemos dormido organizaba excursiones para recorrer el pasado de aquellos ancestros tan viejos; tan pasado por tantas aguas, en tantos años de tempestades, no sé lo que les enseñarían, pues... Lo que fueran a ver estaría al menos tan deslavado como mi garganta, sin nada que llevarse a la boca desde ayer sino agua clara de la fuente, que no creo que fuera, por cierto, la que bebiera nuestro “Homo Antecessor”, llamado así por ser el antecesor, justamente, de Neandertales y Homo Sapiens; en resumen, todo un señor. No sé, de verdad, que quedará de lo que aconteciera en realidad.
Tonterías para disimular, ya sabíamos que era un enclave clave de nuestra civilización, pero es que, para entonces, llevábamos más de dos horas husmeando el aroma del café que no acababa de llegar... Y al fondo hemos creído atisbar Burgos y, entre la bruma de la mañana, su catedral... No podía ser... Café, café, café; no sabíamos como entretener nuestra atención, se había convertido en una obsesión. Por un café habríamos sido capaces... ¿Habríamos sido capaces de qué? ¿La catedral? ¡Un espejismo! ¡Lo que hace el no tener qué comer!
Una jornada más, jornada que he comenzado en ayunas como todos los demás. Anoche, entre conversación y conversación, había acabado con las pocas provisiones que me quedaban en mi zurrón; por un despiste tonto ya escaseaban antes de haber empezado a hablar; y es que ayer era domingo, y los domingos son fiestas de guardar... No me había acordado el sábado de comprar algo más. Además, estaba cerrado el único bar, por lo que tendríamos que desayunar en otro lugar, bastantes kilómetros más allá, no menos de un par de horas sería los que tendríamos que soportar la necesidad sin saciar. No sé como les habrá sentado a ellos, pero yo estoy acostumbrado a comer algo al levantarme y, aunque no tuviera un hambre feroz mi estómago ha comenzado a caminar triste; me apetecía llorar.
Hoy hemos partido de Atapuerca, casa de aquellos hombres primitivos que en estas tierras tuvieron su hogar; a la salida del pueblo, a los peregrinos nos despide la escultura de un representante de aquellas tribus que habitaron en él. Atapuerca, Patrimonio de la Humanidad por ser cuna y tumba de los que dice la ciencia que fueron los padres de la humanidad, ¿hace 800.000 años ya? ¡Me parece una barbaridad! No he sido capaz de imaginarlos vagando descalzos y casi en pelotas por estos montes que nosotros hemos tenido que atravesar. Joan ha comentado que el albergue en el que hemos dormido organizaba excursiones para recorrer el pasado de aquellos ancestros tan viejos; tan pasado por tantas aguas, en tantos años de tempestades, no sé lo que les enseñarían, pues... Lo que fueran a ver estaría al menos tan deslavado como mi garganta, sin nada que llevarse a la boca desde ayer sino agua clara de la fuente, que no creo que fuera, por cierto, la que bebiera nuestro “Homo Antecessor”, llamado así por ser el antecesor, justamente, de Neandertales y Homo Sapiens; en resumen, todo un señor. No sé, de verdad, que quedará de lo que aconteciera en realidad.
Tonterías para disimular, ya sabíamos que era un enclave clave de nuestra civilización, pero es que, para entonces, llevábamos más de dos horas husmeando el aroma del café que no acababa de llegar... Y al fondo hemos creído atisbar Burgos y, entre la bruma de la mañana, su catedral... No podía ser... Café, café, café; no sabíamos como entretener nuestra atención, se había convertido en una obsesión. Por un café habríamos sido capaces... ¿Habríamos sido capaces de qué? ¿La catedral? ¡Un espejismo! ¡Lo que hace el no tener qué comer!
Sé lo que es el mal humor mañanero, por no tener a mano un café. El camino exige sacrificios, supongo que aquél desayuno se habrá quedado también en tu memoria como una exquisitez. ¡Como disfrutamos de lo que se hace esperar! Que equivocación pensar que todo tenemos que conseguirlo ya, así nos llevamos como compañera de viaje, a la ansiedad.
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