Albergaba la esperanza... pero eso era ayer, compañero; de nuevo ha regresado el adversario que todo lo cuestiona. ¿Quién iba a osar dar respuestas si yo no quería más que seguir teniendo problemas que confirmaran mis quejas? Necesitaba disputas, la pelea continua con alguien que se metiera conmigo. Para acudir de nuevo a la excusa del necio almidonado que había llegado sin un arañazo y hastiado a Santiago, para darle la razón a sus vericuetos cejijuntos a golpe de patadas.
Me había levantado aburrido, tan agobiado por lo que había acontecido anoche; aquí todo había cambiado. ¡Dios, qué débil es el coraje! Ya no tengo tan claro por qué había dado el primer paso, ayer a estas mismas horas caminaba sin dudarlo; contento, risueño, seguro y poderoso; nada parecía poder derrotarme. Pero cualquier contratiempo, un nudo de mis botas mal hecho, por ejemplo..., significaría un desenlace funesto. Ya estoy con el mismo cuento, pero de verdad que no quiero. Prestaré atención a las ampollas para darme cuenta de cuales son los verdaderos problemas; si hasta voy a tener que agradecerle a las prisas del primer día haberme regalado un par de ellas. Gracias Marta, por tanto, por la parte que te toca.
Las mil alternativas que suelo exigir que se tengan en cuenta; ahí se me ofrecen pero en esta ocasión soy yo quien se resiste a concebir alguna más que la única; el lamento llorica porque no me salen las cosas como lo tenía previsto, como era debido, como Dios mandaba... ¿O quizás como le interesara a este niño que se había olvidado a jugar el juego infinito? El primer huequecito, en el lugar que esperaba más cierto, estaba convencido de que allí estaría a gustito. Y ahora ya hasta tiemblo por el próximo destino. Tosantos... ¡Qué susto! ¿Y si Jose Luis se hubiera transformado en un ogro y su casa en aquella hecha de chocolate en la que esperara una bruja malvada para comerse a los críos inocentes y golosones? ¡Qué tontería! Como siempre, ya empiezo a sacarlo todo de madre; la madre que me parió de nuevo y sus cuidados constantes. Buenos días, menos mal que vienes a rescatarme... De mis precauciones absurdas, de la sin razón de mis razones, de... Es lo mismo... ¡Cuánto tiempo! Pero... ¿tú no deberías ir más adelante?
Me había levantado aburrido, tan agobiado por lo que había acontecido anoche; aquí todo había cambiado. ¡Dios, qué débil es el coraje! Ya no tengo tan claro por qué había dado el primer paso, ayer a estas mismas horas caminaba sin dudarlo; contento, risueño, seguro y poderoso; nada parecía poder derrotarme. Pero cualquier contratiempo, un nudo de mis botas mal hecho, por ejemplo..., significaría un desenlace funesto. Ya estoy con el mismo cuento, pero de verdad que no quiero. Prestaré atención a las ampollas para darme cuenta de cuales son los verdaderos problemas; si hasta voy a tener que agradecerle a las prisas del primer día haberme regalado un par de ellas. Gracias Marta, por tanto, por la parte que te toca.
Las mil alternativas que suelo exigir que se tengan en cuenta; ahí se me ofrecen pero en esta ocasión soy yo quien se resiste a concebir alguna más que la única; el lamento llorica porque no me salen las cosas como lo tenía previsto, como era debido, como Dios mandaba... ¿O quizás como le interesara a este niño que se había olvidado a jugar el juego infinito? El primer huequecito, en el lugar que esperaba más cierto, estaba convencido de que allí estaría a gustito. Y ahora ya hasta tiemblo por el próximo destino. Tosantos... ¡Qué susto! ¿Y si Jose Luis se hubiera transformado en un ogro y su casa en aquella hecha de chocolate en la que esperara una bruja malvada para comerse a los críos inocentes y golosones? ¡Qué tontería! Como siempre, ya empiezo a sacarlo todo de madre; la madre que me parió de nuevo y sus cuidados constantes. Buenos días, menos mal que vienes a rescatarme... De mis precauciones absurdas, de la sin razón de mis razones, de... Es lo mismo... ¡Cuánto tiempo! Pero... ¿tú no deberías ir más adelante?
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