Y he comprendido muchos porqués; el porqué de aquellos ojos hundidos de antes de ayer; y las causas de su afán por mantener su posición al traspiés. Y por fin entiendo mi situación, y me estoy haciendo cargo de sensaciones que no era capaz de atender. Hacia él, hacia su forma de ser, hacia lo que de él no se adaptara a mi forma de temer; a lo que ya temía que pudiera acontecer si cediera a su oferta, aunque en apariencia ingenua, letal... Si abriera mis puertas a su faz agitanada, si cerrara los ojos para no dejarme llevar por las apariencias, si diese una oportunidad a su vida descarriada... ¿Qué ocurriría si claudicara a su hechizo mestizo? No he tenido más remedio que aceptarlo, me había contagiado de un no sé qué, que me atraía. Aunque me hubiese empeñado en escapar de su influencia me habría sido imposible; de hecho lo ha sido, lo es. Esos dos pozos negros ya me habían seducido incluso antes de haber cruzado mi primera mirada con él. Pero eso me preocupaba ayer.
Alcohólico anónimo no es, en el peor de los casos borracho conocido; un vicio cruel, pero le acompaña una virtud, no tiene problema en reconocer que lo es. Guerrero solitario hasta la extenuación contra los jinetes de su apocalipsis violenta, de la poca leche para él. Ante su gesto inocente hasta la procesión que durante años había viajado por su interior se había tenido que batir en retirada... La que le había desgarrado las entrañas, la que amenazó destrozar sus esperanzas, la que le susurraba al oído: “bebe otro vaso de vino, lúcido no eres más que un fracasado sin oficio ni beneficio”. Desde su rincón, desde su tierra de nadie, blandiendo “su poguito”, como única arma de artificio, contra tantas penas ocultas. Lo estaba consiguiendo, se había erigido en cazador de las desgracias que hasta ahora a él le habían mantenido atado de pies y manos. Ya no le volverían a inquietar.
“¿Un poguito a su salud?, si no es uno que sean dos. Un “porrito” con acento francés, un cigarrillo al que él llamaba así; sin otro aditamento, ni el pitillo ni él, que el tabaco de petaca que, en el Camino, los peregrinos fumadores acostumbran a fumar. Porque es más barato, porque dicen que es más sano, porque concede a este caminante el aire de bohemio nómada que tan bien le está sentando. Por delante de su mirada trashumante la humareda que detrás la oculta me inspira un montón de aventuras, me enseña que no hay problemas sino retos, me cuenta tantas cosas. Muchos retos pendientes, para los que nunca fue el momento oportuno. Muchos momentos inoportunos anestesiados sin necesidad de borracheras, que aún permanecen dormidos, que empiezan a abrirse paso entre bostezos... Porque él no es tan diferente, porque está claro que es buena gente... Porque quizás refleje lo que, de lo que oculto sobre mí, más deteste o porque, quizás, esté percibiendo ese aroma que rezuma y que tanto me está gustando.
¿Quién sería, por lo tanto, el borracho? ¿Quién el que habría retorcido su camino? ¿A quién le pesaría más la conciencia? Embriagado, pordiosero, vagabundo, aprovechado, un desperdicio de esta comunidad bien organizada. Desde luego que no sería él quien respondiera a estas premisas, estaba perdiendo la partida la injusticia y haciendo justicia entre unos cuantos, de verdad, desechos de adulaciones vanas; y están saliendo a flote las pruebas que la vida suele poner a sus hijos predilectos... No voy a plantearme, por eso, si es equitativo el reparto de la naturaleza, aún me faltan muchos datos, la conversación no da para tanto, cuesta recorrer en un par de horas más de cuarenta años. Pero hoy está haciendo justicia conmigo y por eso les doy las gracias... Gracias Santiago por haber sugerido al resto de compañeros que esta noche sería buena idea cenar caliente en un restaurante, con el resto de gente.
Alcohólico anónimo no es, en el peor de los casos borracho conocido; un vicio cruel, pero le acompaña una virtud, no tiene problema en reconocer que lo es. Guerrero solitario hasta la extenuación contra los jinetes de su apocalipsis violenta, de la poca leche para él. Ante su gesto inocente hasta la procesión que durante años había viajado por su interior se había tenido que batir en retirada... La que le había desgarrado las entrañas, la que amenazó destrozar sus esperanzas, la que le susurraba al oído: “bebe otro vaso de vino, lúcido no eres más que un fracasado sin oficio ni beneficio”. Desde su rincón, desde su tierra de nadie, blandiendo “su poguito”, como única arma de artificio, contra tantas penas ocultas. Lo estaba consiguiendo, se había erigido en cazador de las desgracias que hasta ahora a él le habían mantenido atado de pies y manos. Ya no le volverían a inquietar.
“¿Un poguito a su salud?, si no es uno que sean dos. Un “porrito” con acento francés, un cigarrillo al que él llamaba así; sin otro aditamento, ni el pitillo ni él, que el tabaco de petaca que, en el Camino, los peregrinos fumadores acostumbran a fumar. Porque es más barato, porque dicen que es más sano, porque concede a este caminante el aire de bohemio nómada que tan bien le está sentando. Por delante de su mirada trashumante la humareda que detrás la oculta me inspira un montón de aventuras, me enseña que no hay problemas sino retos, me cuenta tantas cosas. Muchos retos pendientes, para los que nunca fue el momento oportuno. Muchos momentos inoportunos anestesiados sin necesidad de borracheras, que aún permanecen dormidos, que empiezan a abrirse paso entre bostezos... Porque él no es tan diferente, porque está claro que es buena gente... Porque quizás refleje lo que, de lo que oculto sobre mí, más deteste o porque, quizás, esté percibiendo ese aroma que rezuma y que tanto me está gustando.
¿Quién sería, por lo tanto, el borracho? ¿Quién el que habría retorcido su camino? ¿A quién le pesaría más la conciencia? Embriagado, pordiosero, vagabundo, aprovechado, un desperdicio de esta comunidad bien organizada. Desde luego que no sería él quien respondiera a estas premisas, estaba perdiendo la partida la injusticia y haciendo justicia entre unos cuantos, de verdad, desechos de adulaciones vanas; y están saliendo a flote las pruebas que la vida suele poner a sus hijos predilectos... No voy a plantearme, por eso, si es equitativo el reparto de la naturaleza, aún me faltan muchos datos, la conversación no da para tanto, cuesta recorrer en un par de horas más de cuarenta años. Pero hoy está haciendo justicia conmigo y por eso les doy las gracias... Gracias Santiago por haber sugerido al resto de compañeros que esta noche sería buena idea cenar caliente en un restaurante, con el resto de gente.
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