Porque, aunque quiera convencerse de que en su historia todos los actores son víctimas inocentes, no lo logra dejar de sentirse culpable; porque, aunque se haya propuesto como condena no castigarse con el recuerdo, no consigue olvidarlo; porque aunque todos los que le acompañamos hagamos hincapié en la valentía requerida para salir de aquel fango sin ayudas, aún le abrasa su cobardía en el gaznate. Porque, aunque él así no quisiera sentirlo, siente que tiene una deuda pendiente.
Porque, más que buena persona, es un ser extraordinario; porque da de sí lo que tiene, sin pedir permiso, ni nada a cambio; porque no exige, ni manipula, ni finge; porque es inocente y simple. Porque sus facciones hundidas por tantas humillaciones recibidas, en éste y otros caminos, ya van tomando carisma y eso me gusta; porque la humildad que emana de su mirada nos está librando de seguir tropezando contra nuestra soberbia a todos los que con él conversamos, y no nos apetece perderle. Por todo eso tengo que hacer que se de cuenta, como sea, de que su deuda ya está saldada con creces. Porque quizás por estar acostumbrado a entregar hasta lo que ni siquiera él posee la adquiriera. Porque todo aquello ya había pasado. Y porque que yo empiezo a hacer su dolor, mío... Querría hacer, en su favor, lo que fuera.
Pero no sé cómo explicarle el pasado que tanto le está costando digerir... El pasado que, aunque ya tendría que ser pasado, sigue golpeándole cuando no logra dejar de pensar un rato. Ni sé cómo hacerle comprender que no tiene que pedir perdón continuamente por unos errores amortizados. No sé si seré capaz de hacerle entender en francés que él es parte de todo aquello, y que aquello es parte de la madre que le ha parido; y que el poder de la naturaleza con quien se había confabulado de niño le está poniendo en sus pies el destino; y que no debe rechazarlo. Y no sé cómo convencerle de que el sino crudo es señal del cariño que Dios le dispensa a sus discípulos elegidos.
Querría ser capaz de transmitirle lo que él a mí me transmite; y me gustaría que comulgase con lo que le ha hecho ser el peregrino con el que viajo... Me gustaría que supiera que es por todo lo que fue; y que todo lo que aconteció había sido necesario para su desarrollo, y para ser mejor. Que ya no habría posible vuelta atrás, pero que tampoco tendrían por qué darles permiso a los fantasmas de ayer para retornar. Quiero que vea claro que está en el lugar idóneo, en el momento oportuno; que ha llegado de nuevo a punto, que solamente queda mirar hacia adelante, y que se deshaga del retrovisor que en esta vida no le hace falta. Le diría que prosiga su camino, paso a paso, como hasta aquí ha ido llegando, sin preguntarse, sin cuestionarse, dejando que cada huella le marque la horma de su zapato.
Quizás fuera más fácil, siendo completamente sincero, decirle que todo lo acontecido había sido debido a la poca confianza que él tenía en sí mismo y que, por haber cambiado la trayectoria de su propia estima, ahora le estaban saliendo mejor las cosas. O tal vez mi mejor ayuda fuera ahorrarle toda esta soflama sin sustancia y, no articulando palabra, continuar tratándolo como persona. Quién sabe... posiblemente no haciendo ni diciendo nada, dejándome arrastrar por su buena disposición, siga germinando el milagro y, así como por arte de magia, acabe recuperando, al final de este Camino de Santiago, a la amiga de la que un día se enamorara.
Porque, más que buena persona, es un ser extraordinario; porque da de sí lo que tiene, sin pedir permiso, ni nada a cambio; porque no exige, ni manipula, ni finge; porque es inocente y simple. Porque sus facciones hundidas por tantas humillaciones recibidas, en éste y otros caminos, ya van tomando carisma y eso me gusta; porque la humildad que emana de su mirada nos está librando de seguir tropezando contra nuestra soberbia a todos los que con él conversamos, y no nos apetece perderle. Por todo eso tengo que hacer que se de cuenta, como sea, de que su deuda ya está saldada con creces. Porque quizás por estar acostumbrado a entregar hasta lo que ni siquiera él posee la adquiriera. Porque todo aquello ya había pasado. Y porque que yo empiezo a hacer su dolor, mío... Querría hacer, en su favor, lo que fuera.
Pero no sé cómo explicarle el pasado que tanto le está costando digerir... El pasado que, aunque ya tendría que ser pasado, sigue golpeándole cuando no logra dejar de pensar un rato. Ni sé cómo hacerle comprender que no tiene que pedir perdón continuamente por unos errores amortizados. No sé si seré capaz de hacerle entender en francés que él es parte de todo aquello, y que aquello es parte de la madre que le ha parido; y que el poder de la naturaleza con quien se había confabulado de niño le está poniendo en sus pies el destino; y que no debe rechazarlo. Y no sé cómo convencerle de que el sino crudo es señal del cariño que Dios le dispensa a sus discípulos elegidos.
Querría ser capaz de transmitirle lo que él a mí me transmite; y me gustaría que comulgase con lo que le ha hecho ser el peregrino con el que viajo... Me gustaría que supiera que es por todo lo que fue; y que todo lo que aconteció había sido necesario para su desarrollo, y para ser mejor. Que ya no habría posible vuelta atrás, pero que tampoco tendrían por qué darles permiso a los fantasmas de ayer para retornar. Quiero que vea claro que está en el lugar idóneo, en el momento oportuno; que ha llegado de nuevo a punto, que solamente queda mirar hacia adelante, y que se deshaga del retrovisor que en esta vida no le hace falta. Le diría que prosiga su camino, paso a paso, como hasta aquí ha ido llegando, sin preguntarse, sin cuestionarse, dejando que cada huella le marque la horma de su zapato.
Quizás fuera más fácil, siendo completamente sincero, decirle que todo lo acontecido había sido debido a la poca confianza que él tenía en sí mismo y que, por haber cambiado la trayectoria de su propia estima, ahora le estaban saliendo mejor las cosas. O tal vez mi mejor ayuda fuera ahorrarle toda esta soflama sin sustancia y, no articulando palabra, continuar tratándolo como persona. Quién sabe... posiblemente no haciendo ni diciendo nada, dejándome arrastrar por su buena disposición, siga germinando el milagro y, así como por arte de magia, acabe recuperando, al final de este Camino de Santiago, a la amiga de la que un día se enamorara.
La verdad aunque duela, es preferible a quedar con palabras atragantadas.
ResponderEliminarAbrazos peregrino, siempre disfruto tu visita a casa!