Sin aditamentos, la naturaleza no requiere atenciones especiales, ni hacer limpieza por la mañana, ni abrir sus ventanas para orearse. La naturaleza crece sola, ya fue parida ventilada, y ella sola acostumbra a asearse al alba con el rocío que arrastre la madrugada. Y con sus aguadas matutinas no solamente lavaría sus hojas y sus flores preciosas... Si no les diéramos la espalda quizás diluyese también tantas y tantas pesadillas que habrían arruinado por la noche sueños que no se cumplieron, sueños que no se cumplirían. No hace más que una jornada, y el segundo frescor de la alborada ya ha servido para ir eliminando la intolerancia que empezaba a apoderarse de mi estampa.
Porque ya no soportaba aquellos graznidos, y porque me sentía inútil ante tanto ruido; incapacitados para escuchar, amenazaban rendirse también mis oídos, cada bocanada que eructaban sus rugidos me sentaba cuan pedradas groseras. Dejar de un lado aquel mundo, sórdido, ruin, mezquino... ruidoso, sobretodo escandaloso era lo que necesitaba. La gente rara, interesantes como ellos solos, aunque fuera por ser diferentes; no sé si serían mejores, para todos los gustos hay muchos colores; a mí me gustaban estos que a ellos les resultarían aburridos. Por no ostentar con su presencia, tal vez por ser planos y apagados, por no dar la nota a menudo, por no darla nunca y ser tan mohínos; por ser poco más que un silencio, por aparentar una pausa continua...
Nostalgia, el dolor que se agarra al alma; aquí ya no echo en falta; no me faltan, es curioso, ni mis mejores amigos, ni mis pertenencias valiosas, ni aquellas costumbres que allí formaban parte de mi imperio. Y claro que les quiero, ¿cómo no voy a quererles?; mejor no lo pienso, porque eso es lo que quiero seguir creyendo... Aunque, a veces, lo que no siento me hace dudar hasta de ello. Pero me estoy dando cuenta de aquello que sí que añoraba de veras... Añoraba no tener de nada, nada de lo que estar vigilante; era tanto el esfuerzo que me exigía tener que preocuparme de cada detalle insulso...; así no había forma de ocuparme de lo interesante... Nada de lo que me rodeaba ofrecía sino una algarabía alborotaba que me había sacado de quicio; posiblemente es lo que me habría ocurrido siempre.
Por creerme poseedor de algo, por forzar una lucha sin cuartel por cosas materiales y su paripé. Porque allí el instante se exhibía engalanado mucho antes o cien años después. Creo que lo que anhelaba, justamente, era esta sensación de no necesitar. Añorar no tener, esto no puede ser normal; me lo tendría que hacer mirar; llevan razón, creo que necesito un doctor. Pero creo que me da igual. No mirare hacia atrás, no vaya ser que me suceda como a Sara, la mujer de Lot, que por hacerlo se convirtió en estatua de sal.
Porque ya no soportaba aquellos graznidos, y porque me sentía inútil ante tanto ruido; incapacitados para escuchar, amenazaban rendirse también mis oídos, cada bocanada que eructaban sus rugidos me sentaba cuan pedradas groseras. Dejar de un lado aquel mundo, sórdido, ruin, mezquino... ruidoso, sobretodo escandaloso era lo que necesitaba. La gente rara, interesantes como ellos solos, aunque fuera por ser diferentes; no sé si serían mejores, para todos los gustos hay muchos colores; a mí me gustaban estos que a ellos les resultarían aburridos. Por no ostentar con su presencia, tal vez por ser planos y apagados, por no dar la nota a menudo, por no darla nunca y ser tan mohínos; por ser poco más que un silencio, por aparentar una pausa continua...
Nostalgia, el dolor que se agarra al alma; aquí ya no echo en falta; no me faltan, es curioso, ni mis mejores amigos, ni mis pertenencias valiosas, ni aquellas costumbres que allí formaban parte de mi imperio. Y claro que les quiero, ¿cómo no voy a quererles?; mejor no lo pienso, porque eso es lo que quiero seguir creyendo... Aunque, a veces, lo que no siento me hace dudar hasta de ello. Pero me estoy dando cuenta de aquello que sí que añoraba de veras... Añoraba no tener de nada, nada de lo que estar vigilante; era tanto el esfuerzo que me exigía tener que preocuparme de cada detalle insulso...; así no había forma de ocuparme de lo interesante... Nada de lo que me rodeaba ofrecía sino una algarabía alborotaba que me había sacado de quicio; posiblemente es lo que me habría ocurrido siempre.
Por creerme poseedor de algo, por forzar una lucha sin cuartel por cosas materiales y su paripé. Porque allí el instante se exhibía engalanado mucho antes o cien años después. Creo que lo que anhelaba, justamente, era esta sensación de no necesitar. Añorar no tener, esto no puede ser normal; me lo tendría que hacer mirar; llevan razón, creo que necesito un doctor. Pero creo que me da igual. No mirare hacia atrás, no vaya ser que me suceda como a Sara, la mujer de Lot, que por hacerlo se convirtió en estatua de sal.
No le importan las cosas que son importantes para los demás... Nos muestra su sensibilidad describiéndonos el paisaje de flores y rocío... Nos trae hasta estas líneas a sus mejores amigos, para decirles que los quiere; allá,o dondequiera que estén, o dondequiera que él esté...
ResponderEliminarReinvindica y proclama su autenticidad...
Es Dan,(el-de-siempre)
Maravilloso trabajo de gran calidad, con estilo propio. Excelente!! Por sus letras se bebe la magnificncia de la naturaleza, el perfume de las flores y tu encantadora manera de escribir. Genial y vibrante. Un abrazo.
ResponderEliminarNo hay mejor Doctor que la naturaleza.
ResponderEliminarSobre la puerta de su casa
había una inscripción:
Si creéis en las fuerzas invisibles de la naturaleza, os haréis fuertes como un árbol.
Risoabrazos peregrino
Hoy realmente me impactó tu entrada,ha sido algo muy bueno, tomandome el atrevimiento de ponerme en comentarista pero de los de verdad!!!un abrazo.
ResponderEliminarEs necesario correr riesgos.
ResponderEliminarSólo entendemos del todo el milagro de la vida
cuando dejamos que suceda lo inesperado...
muy emotivo este día, gracias por compartirlo
Amancay